domingo, 10 de agosto de 2014

La espiritualidad desprestigiada

Para los filósofos de todas las épocas no hay diferencia entre espíritu y mente, entre espiritualidad y pensamiento; porque la espiritualidad es la capacidad del ser pensante de realizarse cuestiones de diferente nivel de trascendencia. Con lo cual, podríamos decir que existen seres muy racionales que solo se cuestionan aquello que se encuentra sujeto a unos determinados límites y normas y que podríamos decir que poseen un cierto nivel de espiritualidad y aquellos para los que las leyes y normas no son barreras infranqueables y su pensamiento, de forma invariable, intenta traspasar más allá de ese umbral. Estos últimos son aquellos que podríamos denominar como seres muy espirituales.

Existe la creencia errónea de que la espiritualidad va íntimamente ligada a las creencias religiosas y esto no solo no es así sino que es falso desde su origen. Por regla general, los creyentes están sujetos a moverse dentro de un cuadrilátero que se encuentra aislado del resto del mundo y cuyas cuerdas son sus doctrinas y dogmas inmutables y que por regla general fueron inspiradas a determinados profetas por lo que ellos denominan divinidad. Bueno, en cierto modo podríamos decir que los creyentes religiosos tienen un nivel reducido de espiritualidad pues tienen prohibido pensar, especular más allá de lo establecido por lo que les consiente su Religión.

Existe espiritualidad en todos los ámbitos del pensamiento intelectual, sean éstos el científico, histórico o meramente literario, teológico o filosófico.

La Espiritualidad es la capacidad del ser pensante de hacerse preguntas de, cada vez, mayor calado. Uno deja de ser espiritual cuando abandona el ejercicio de realizarse preguntas nuevas y se concentra sobre lo poco que ya posee con el fin de sacarle algún tipo de beneficio sea éste emocional (serenidad, tranquilidad) o meramente económico y de poder.

Si echamos la vista a nuestro alrededor, sin alejarnos demasiado de nuestro entorno, vemos que lo que hemos expuesto aquí como espiritualidad y que es coincidente con la tradición filosófica, greco romana, nada tiene que ver con lo que se nos ofrece desde los dferentes medios. Comprobamos que alguien no nos está diciendo la verdad. Nos venden presunta espiritualidad, religiones y sectas de todo tipo, chiringuitos alimenticios revestidos de una espiritualidad New Age; pero que en muchas ocasiones lo único que buscan es un trasvase económico de bolsillos y monederos. Evidentemente de los nuestros a los suyos.

Con lo que hemos expuesto más arriba tenemos la base suficiente para investigar, por nosotros mismos, cuando alguien nos ofrece verdadera espiritualidad o tan solo sacar algún tipo de beneficio egoísta aunque este se encuentre oculto de forma sibilina. Todo aquello que nos de libertad para hacernos preguntas y especular sin límites podríamos decir, no que nos ofrezca espiritualidad, eso sería incierto, sino que al menos no pone freno a nuestras aspiraciones espirituales ni fronteras a nuestra capacidad de cuestionárnoslo todo. Eso es la Espiritualidad, no otra cosa.

Por el contrario, todas aquellas instituciones, escuelas u organismos, autodenominados filosóficos, que nos dan unas directrices por las que debemos de movernos sin posibilidad de apartarnos libremente del camino, no nos ofrecen una verdadera vía para el desarrollo de nuestra espiritualidad personal. Estas religiones o grupos de pensamiento suelen ofrecer una línea de pensamiento sólidamente limitada por barreras bien definidas que, en principio, ofrecen credibilidad y serenidad espiritual a quienes se acercan a esos caminos que no llevan a ningún espacio abierto, sino que se trata de los caminos del laberinto que no llevan al centro sino de nuevo a la propia entrada; propiciando a medio plazo, en sus practicantes, una especie de frustración por haberle dedicado, a esa vía, tanto tiempo y esfuerzo baldíos.

Cuando hemos hablado aquí de religión, en realidad nos hemos referido a las instituciones auto denominadas como religiones establecidas, sean estas oficiales, reformadas o sectas; es igual, todas poseen su cuerpo doctrinal perfectamente establecido de forma dogmática y aquellos que no lo acepten, como tal, automáticamente se convierten en apóstatas y herejes que son invitados a exiliarse o a ser excomulgados.

La verdadera Religión derivada de la palabra Religare o capacidad de unir lo que se encuentra separado, es decir lo humano de lo divino, o lo meramente racional de lo espiritual es otra cosa muy distinta; pero que mucho nos tememos que es poco o nada practicado por las autodenominadas religiones inscritas como tales en los registros de los estados de nuestro Mundo.

Son sin embargo todos estos grupos los que alardean de estar abanderados por el pendón de la espiritualidad. Son academias del espíritu, al menos así se auto denominan, son religiones del Espíritu, eso dicen, donde solamente en su seno podría encontrarse la divinidad, el único y absoluto Dios.

Es por dicha causa que la espiritualidad, mal entendida, se encuentra tan desprestigiada y hasta las escuelas filosóficas tradicionales aún a sabiendas de su verdadero significado, sin embargo suelen renunciar a su uso habitual para no ser confundidas con los múltiples chiringuitos de barata espiritualidad, donde se nos ofrecen enlatadas y concentradas las solucionas a cualesquiera pregunta que nos pudiésemos realizar respecto a la Espiritualidad y aquello que no esté contenido en sus envases materiales, pues se trataría de simple misterio divino al que no tendríamos derecho de acercarnos por no encontrarnos preparados y ahí es donde entra la desnaturalizada frase de Acto de Fe. Debemos de creerlo tal y como se nos ofrece aunque nuestra mente tenga la pecadora tentación de elevarse a planos intelectuales con los que pretende poder resolver, algún día, dichos y presuntos misterios.

El Ser Humano, como pensador, es un Ser Espiritual y el nivel de espiritualidad solo puede ser puesto por sí mismo aunque solo sea aceptando el que terceros le ofrecen. Esa espiritualidad enlatada proporciona, a corto plazo, serenidad, presunta fortaleza y falsa sensación de libertad; pero superado ese plazo limitado, el Ser Humano, por inercia intrínseca a su propia naturaleza, se ve impulsado a trascender esas creencias impuestas y aceptadas. Solo entonces, los hombres y mujeres, científicos e historiadores, filósofos y teólogos, escritores u oradores habrán penetrado de lleno en el libre, eterno e infinito mundo de la verdadera espiritualidad.

Tanto aquellos que se consideran ateos, porque se encuentran aferrados a determinadas doctrinas científicas cuyos paradigmas podrían cambiar en el futuro, como los ya mencionados que se encuentran atados a los dogmas de sus religiones impuestas o aceptadas, se encuentran incapacitados per-se para cruzar la frontera que les separa de la verdadera espiritualidad.

La Espiritualidad conlleva, consigo misma, la Libertad del Ser Humano de cuestionárselo todo, de no dar nada por sentado y buscar explicación a cualquier cosa que, por misteriosa que fuese aún no posea una respuesta lógica y racional. La Espiritualidad verdadera ni tiene ni da nada por sentado; además de que sí es dada a la permanente especulación.

Aralba