En Occidente estamos
acostumbrados a llevar las cosas hasta sus extremos y o convertimos el sagrado
acto sexual en algo digno de mofa y sarcasmo o, simplemente se oculta como el
más vil y pecaminoso acto del que fuera capaz el Ser Humano.
Como ya vimos en ocasiones
anteriores, existen fuerzas arcónticas que están interesadas en que el Sexo,
como otras cuestiones importantes para nuestra transformación espiritual, se
encuentre fuera de nuestro alcance y, con dicho fin, nos hacen verlo como algo
obsceno e indecoroso y de lo que tenemos que estar avergonzados.
En Oriente, por el contrario y
hasta que llegó la colonización occidental, el sexo era visto como lo que es,
una parte importante e inherente al Ser Humano. Una Herramienta no solo de
procreación sino de crecimiento espiritual, de la que estar orgullosos y de la
que hablar, mostrar gráficamente o practicarlo de forma limpia. Solo se trataba
de una digna faceta, más, de la Existencia.
Como con todas las cosas que nos
rodean, el Ser Humano ha tratado de domesticar el sexo, enlatarlo, clasificarlo
y academizarlo como si se tratara de algo externo y ajeno a nosotros y que tuviésemos
que aprender de una determinada manera y no de otras que históricamente han
venido siendo consideradas como inadecuadas e insanas. Para ello, en Oriente,
se han venido creando diferentes escuelas taoístas y tántricas. En Occidente el
estudio del sexo quedaba supeditado a los lugares de lenocinio y prostitución,
como un simple arte de seducción.
Con todo el respeto para todos
aquellos que opinan lo contrario por su condicionamiento cultural, religioso y
social, diremos que la falta de una práctica natural del sexo viene a ser como
una especie de castración que nos convierte en inválidos para recorrer de forma
adecuada el Camino del Crecimiento Espiritual.
El Sexo como el resto del
comportamiento humano con sus semejantes debe de ser siempre consentido y
consensuado entre personas libres. Desde la infancia se nos ha impedido
desarrollar un sexo natural, a modo de juego, e incluso se nos ha castigado por
ello cuando esas “pecaminosas prácticas” por cualquier motivo salían a relucir de
forma natural.
Aquí no pretendemos mostrar algún
método de práctica sexual porque consideramos que, como el resto de
herramientas necesarias para el progreso espiritual, nos son mostradas y
enseñadas por nuestro Guía o Maestro Espiritual Interno; es decir, siempre que
no dañemos a alguien y nuestro sexo sea consentido y consensuado con nuestra
pareja, vale todo y cuando decimos todo, es todo.
El sentimiento de culpa por la
práctica del sexo, debido a un adoctrinamiento ancestral, debemos aprender a eliminarlo
de nuestras vidas, no a ocultarlo ante los demás sino a extirparlo de nuestra
memoria y asumirlo como una sublime bendición por nuestras consciencias y que
debe ser mostrado con la naturalidad de cualquier otro acto de nuestra vida cultural y social.
Deberíamos transformar la
pornografía en pura poesía. Lo que existe ahora, salvo contadas excepciones, no
lo es. La pornografía es una desviación económica del sexo, una ladina
prostitución que como cualquier otra simonía es un terrible obstáculo para el
crecimiento de nuestro Ser interno.
El sexo es la energía primordial
de la vida y la fuerza mágica más poderosa que existe en nuestro Universo. Una
fuerza que se encuentra enroscada y dormida, como en un horno o atanor alquímico,
a la altura de nuestro coxis y que es necesario despertarla, encenderla, para provocar una
transformación alquímico espiritual en el crisol de nuestro vehículo corporal.
El intentar desarrollar un
progreso espiritual sin la participación sincera y natural de nuestro sexo es
algo condenado al fracaso y a la creación de terribles egrégores que antaño y
aún hoy en día vienen siendo considerados, de forma errónea, como demonios
lascivos y lujuriosos.
No existe un Método, de veras. La
forma de practicar nuestro sexo dependerá de nuestro Ser Interno y de la
interacción con el Ser Interno de nuestras parejas. No busquen metodologías extrañas
a ustedes, simplemente practíquenlo de forma compulsiva, con amor y sin ningún tipo de
tabú o prejuicio social.
NO EXISTE LA ENFERMEDAD SEXUAL COMO
TAL
Existen comportamientos anómalos,
no vamos a negarlo, que son el producto de una mala educación. Así sin más. La
represión del sexo produce demonios que hace que algunos seres humanos
incumplan la norma básica del consentimiento consensuado y lleva a situaciones
dañinas y dolorosas tanto para quienes practican tales aberraciones como para
sus inocentes víctimas.
Que no les engañen con ficticias
enfermedades psíquicas como la denominada ninfomanía o la reciente y tan
afamada adicción al sexo. La adicción al sexo es algo tan natural como la
adicción a comer, dormir, orinar o defecar. Considérenlo como algo natural de
nuestra existencia y sin cuya práctica, de un modo u otro, terminaríamos enfermando;
esta vez sí, de verdad.
El verdadero Secreto de la
Sexualidad consiste en sacarla de forma natural ante nuestros semejantes como
algo de lo que estar orgullosos y practicarla sin miedo a estar realizando algo
horrendo y pecaminoso. Tenemos que sacar nuestra sexualidad del armario de los
prejuicios y hablar de ello como quien habla de la prensa rosa o de un gran
evento deportivo.
No caigan en el error impuesto por
las fuerzas arcónticas de que la masturbación propia o mutua con nuestra
pareja, el sexo virtual, la felación o la penetración anal, por poner solo unos
pocos ejemplos, son algo indigno, impropio y pecaminoso.
Sientan el sexo como algo
maravilloso y poético que es imprescindible para nuestro crecimiento como
personas y como seres espirituales. No rompamos el vínculo existente, desde la
eternidad, entre lo físico y lo espiritual. La materia solo es espíritu
condensado y como tal debe ser tratada con cariño y respeto.
El Secreto está en practicar Sexo, con amor, tanto como les venga en gana y del modo en que consideren sin miedo a estar
cometiendo algún tipo de pecado o crimen imperdonable; pero siempre, recuerden, consentido
y consensuado con nosotros mismos o con nuestras parejas amadas.
Aralba