Existen dos Escuelas iniciáticas bien diferenciadas y cuyos postulados
parecen ser contradictorios. De estas dos Escuelas de pensamiento, no
denominadas, surgen la infinidad de escuelas de misterios que pueden llegar a conocerse
por sus denominaciones.
Una nos indica que el Mundo es Bello, Bueno y construido por un dios
bondadoso que solo desea nuestro bien y que lo que se conoce como Mal es
producto de un poderoso antagonista e incluso no serlo sino más bien una incomprensión
nuestra, debido a nuestra diminuta elevación espiritual.
La otra nos viene a decir, como dijimos, justo todo lo contrario, que
el Mundo es una construcción imperfecta, injusta y perversa construida por unos
supuestos dioses maléficos e imperfectos y que Dios, el principio Creador de
todo, poco o nada ha tenido que ver con
todo ello y que lo que se conoce como Bien sería el bálsamo celestial que se
nos remite desde nuestro Hogar de origen.
A parte de estas escuelas primordiales, existe una tercera que nos
indica que ambas tienen parte de la razón y también que se encuentran
terriblemente equivocadas; es decir, la Verdad se encontraría justo en el término medio.
Suponemos que el lector avezado estará visualizando los tres pilares del árbol
de la Vida
cabalista o de los sephirot, donde el pilar de la Derecha o de la Misericordia se
correspondería con la segunda Escuela de pensamiento que hemos mostrado, el de
la izquierda o de la
Severidad por la que hemos mencionado en primer lugar y el
pilar central, del equilibrio, como no podía ser de otro modo representa la tercera vía o del Centro.
La visión central del Problema nos indica que las visiones periféricas
son incompletas y por ello imperfectas y equivocadas; que lo que se observa
desde dichas perspectivas, en cierto sentido, es irreal e ilusorio; pero ¿Qué nos
indica la Visión
central de la Realidad ?
Que no existen ni el mal ni el bien y que se trata de una simple percepción
humana fundamentada en los efectos que la causas provocan en nosotros y nuestro
entorno; que todo es Luz, Música, en diversas tonalidades o timbres y que incluso muchos de los
tonos son imperceptibles pues nuestros órganos naturales e instrumentos tecnológicos no
están capacitados para observar parte del extenso espectro electromagnético.
Cuando nos situamos en el centro ya no nos vemos como una simple criatura
formada por unas determinadas jerarquías divinas sino como parte del propio
Creador. Nosotros mismos somos los creadores de nuestra realidad, autores de
nuestra percepción y lo que nos es visible o tangible comprendemos que solo se
trata del reflejo de lo que llevamos en nuestro interior así como podríamos
definir que un roble bien podría ser el reflejo exterior de lo que su semilla
lleva en su interior.
Entonces comprendemos, como intuyera el propio Dante, que estamos
inmersos en una cósmica representación teatral donde suceden cosas, causas y
efectos, necesarias para que la representación se conduzca hasta su natural
fin; pero esas cosas, esos sucesos no son ni buenos ni malos así como tampoco
son más o menos luminosos, dado que solo se trata de un determinado nivel de
percepción y que nosotros mismos nos dimos antes de penetrar en el escenario
del Cosmos. Lo importante es que comprendamos que estamos representando un
papel que nosotros mismos nos dimos y que nada ni nadie, salvo nos, es culpable
de nuestro sufrimiento y dolor.
Aralba