viernes, 11 de julio de 2014

Muerte, la tercera y última Iniciación en este Plano de existencia

Una vez superadas las iniciaciones  de los bautismos por el agua de la purificación y del fuego de la renovación, al Iniciado en las lides de la vida le queda por pasar la suprema Iniciación de la Muerte del cuerpo físico; pero al contrario que las dos anteriores, en las que es la propia Personalidad evolucionada la que sale a su encuentro, en esta ocasión es el Iniciado “Hombre Nuevo”, cual ermitaño el que se encuentra a la espera de su Suprema Iniciadora.

En realidad toda nuestra Vida es un Camino Iniciático completo y donde el vivir es una permanente preparación para este último encuentro en el Plano Físico. El nacimiento supone la entrada del Recipiendario al Templo Iniciático, cargado de Luz, que es el Mundo tras haber pasado nueve meses en el Cuarto de Reflexión del útero materno. La toma de consciencia plena de nuestro cometido en la Vida de servicio a los demás, que a cada cual le llega en diferente momento, supone esa elevación que es la Iniciación por el Fuego del Espíritu, dado que se trata de eso, de la toma de poder pleno del Ser Eterno, de Yo Soy, de todos sus vehículos de manifestación. Donde antes solo había Personalidad, ahora mora la divinidad.

El Ser Humano pasa por la vida superando las pruebas impuestas por los Misterios menores o de Isis, de la Materia, del Mundo que nos toca vivir, de la Tierra. En caso de que se intente huir de cualquiera de dichos exámenes, nos volverán a salir al paso de nuestra existencia una y otra y otra vez, hasta que les hagamos frente. Nuestra responsabilidad, como iniciados, es no ir a su forzado encuentro sino hacerles frente cuando nos alcancen.

Algunos intentan y dicen encontrarse inmersos en la Iniciación de los Misterios Mayores o de Osiris, del Sol, del reflejo físico del Eón creador del Sistema Solar; pero lamentablemente se encuentran en un terrible error que les ciega sus ojos, dado que los Misterios de Osiris, los verdaderos no inventados por el Ser Humano, solo se conceden tras haber traspasado el velo de la Muerte.

A pesar de que la Vida es la suprema Escuela Iniciática, a la generalidad de la humanidad, desde que nacemos nos inculca, el Sistema, que esta Vida está para miles de cosas, entre ellas su gozo y disfrute, e incluso el aprendizaje de conocimientos que en mucha ocasiones no dejan de ser otra cosa que una pesada rémora para que, en su momento, el Espíritu de Yo Soy, pueda elevar su majestuoso y celestial vuelo hacia su verdadera morada celestial. Al Hombre no se le enseña que ha venido a este Mundo a Morir y es, exactamente esto, la esencia y fin último de la Existencia.

La Muerte supone para la Consciencia de nuestro Ser Eterno, un renacer similar al que se produce cuando la bella mariposa surge del capullo que construyese la original e informe oruga. En realidad, la Mariposa siempre estuvo presente en el gusano como el árbol se encuentra implícito en la semilla.

Hay algo muy importante que todo Iniciado del Campo de Batalla de la Vida debe de tener en cuenta: Nunca, jamás se debe ir al encuentro de la tercera y suprema Iniciación. El Candidato, cada uno de nosotros, debe mantenerse en un estado de paciente espera porque del mismo modo que las anteriores iniciaciones no son efectivas si no nos encontramos preparados, el simple hecho de dejar la vida física no supone que hayamos sido iniciados. Debe quedar meridianamente claro que la Muerte solo es una Iniciación cuando el Iniciado está perfectamente preparado, pues en caso contrario lo único que sucede es que es reenganchado a la noria del Samsara y estará condenado a repetir, en una nueva existencia física, aquellas pruebas, lecciones y exámenes que el individuo no hubiese superado por haber huido, en vida, de ellos.

Recuerden: El suicidio jamás fue o será una opción válida.

La mayoría de las religiones establecidas en nuestro Plano de Existencia tienen instituidos algún tipo de Sacramento para el momento crucial en el que el Alma, con toda su carga espiritual, o el Espíritu con toda su alma recuperada. La extremaunción o santos óleos, en el caso de la Iglesia Católica,  y el consolamentum en el caso de la antigua Iglesia Valdense, mal denominada Cátara.

Del mismo modo que vimos en el artículo anterior, dedicado a los dos bautismos, queremos hacer hincapié en que más que sacramentos externos se trata de símbolos externos para recordarnos a nosotros y al pronto difunto que ha llegado la hora de la tercera y última Iniciación. Es un sacramento mágico, si se quiere, en el sentido de ayudarnos a recordar lo que somos, del porqué estamos aquí y hacia donde nos dirigimos.

Que somos una entidad divina, que estamos aquí con el fin de adquirir experiencia preparatoria para enfrentarnos a la Iniciación suprema y que nos dirigimos, de regreso, hacia nuestro Hogar Celeste. Existe un Sacramento, nunca lo negamos; pero se trata de un Sacramento interno, interior y que solo puede ser efectivo si el Iniciado se encuentra preparado, lo acepta de buena voluntad y ha llegado la hora previamente programada.

Cuando el Hombre o la mujer se han preparado de forma adecuada para el último paso iniciático que es la Muerte, esta acudirá en lugar y hora y tomará, con cariño, la mano del Iniciado para conducirlo al interior de su Eón Celeste. Un dulce y amable caballero para las señoras y una luminosa dama para ellos.

Recuerden: No tengan miedo, cuando llegue la hora. Acéptenlo con naturalidad y sin miedo porque con la Muerte no se acaba nada, se da un salto evolutivo espectacular que nos conducirá a otros mundos, otras aventuras con las que lidiar.

Preparense, sin pausa, para la llegada de ese majestuoso día.

Aralba