lunes, 5 de diciembre de 2011

Teosofía de los Rosacruces: Conferencia III El mundo elemental y el celeste. Los estados de vigilia sueño y muerte



En esta conferencia vamos a contemplar al ser humano en su estado de vigilia aquí en el mundo físico, en sus estados del sueño y de lo que se llama la muerte. El estado de vigilia es bien conocido para todos.

Cuando el hombre cae en el sueño, en cierto modo se desprende del cuerpo físico y del etérico, todo aquello que pertenece al cuerpo astral, el yo, más el resultado del obrar del yo sobre el cuerpo astral. Si se observa clarividentemente al hombre durmiente, se presenta en la cama el cuerpo físico y el etéreo, y estos dos  elementos permanecen unidos como siempre, mientras que el cuerpo astral arranca de estos todo lo perteneciente a principios superiores, de modo que por la capacidad clarividente se puede observar que, al dormirse el hombre, el luminoso cuerpo astral se desprende de los dos cuerpos que acabo de nombrar. 

Para describirlo más exactamente hay que decir que en el ser humano, su presente cuerpo astral aparece estructurado por el efecto de múltiples corrientes y fenómenos luminosos; ya bajo una observación global, el todo, se presenta como dos espirales entrelazadas, aproximadamente como dos cifras que se entrelazan, perdiéndose una de las mismas en el cuerpo físico, la otra, en cambio, extendiéndose, cual la cola de un cometa, hasta muy lejos en el cosmos; pero pronto los dos arcos del cuerpo astral se vuelven imperceptibles en su extensión, de modo que el fenómeno se torna comparable con la forma de un huevo. Cuando el hombre despierta, se borra el arco (la cola), que va hacia el cosmos y todo vuelve a compenetrarse con los cuerpos etéreo y físico.

Un estado intermedio entre la vigilia y el sueño lo conocemos como el ensueño. Este estado se produce durante el sueño cuando el cuerpo astral ya ha disuelto totalmente su unión con el cuerpo físico, cuando de éste ha sacado sus tentáculos, por decirlo así, pero aún está unido con el cuerpo etéreo. En tal caso aparecen en el campo visual del hombre las imágenes a las que llamamos sueños, o ensueños. Objetivamente se lo puede llamar un estado intermedio, puesto que el cuerpo astral ha cortado su unión con el cuerpo físico, mientras que aún está en conexión con el cuerpo etéreo.

Hablamos pues del hombre durmiente, como del que vive en su cuerpo astral, fuera de su cuerpo físico y el etéreo. El hecho de que el hombre debe caer en el sueño tiene profunda justificación dentro de toda la naturaleza. No hay que pensar que el cuerpo astral, mientras dura el sueño se encuentra fuera de los cuerpos físico y etéreo, está inactivo y que no realiza ningún trabajo.

Durante el día, cuando el cuerpo astral se halla unido al físico y al etéreo, aquél está expuesto al mundo exterior, a los influjos que ejercen efecto sobre el hombre por las impresiones sensorias y la propia actividad del cuerpo astral en el mundo físico. Todo cuanto de esta manera le toca al hombre como sentimientos y sensaciones; quiere decir todo lo que desde afuera le llega, influye sobre el cuerpo astral, y este es verdaderamente la parte sensitiva y pensante del hombre, mientras que el cuerpo físico lo mismo que lo perteneciente al cuerpo etéreo, solamente son sus intermediarios, sus instrumentos. Todo lo que piensa y quiere se halle en el cuerpo astral.

De este modo, mientras durante el día el hombre actúa en el mundo exterior, el cuerpo astral recibe constantemente impresiones de ese mundo. Por otra parte hay que tener presente que el cuerpo astral es el verdadero constructor del cuerpo etéreo y del físico. Así como el cuerpo físico con todos sus órganos ha recibido del cuerpo etéreo su forma solidificada y endurecida, así también lo que fluye y obra en el cuerpo etéreo, ha nacido proveniente del cuerpo astral.

Y el cuerpo astral mismo: ¿de qué ha nacido? Ha nacido del organismo astral universal el que entreteje todo nuestro cosmos. Para representarse, por medio de una comparación, la relación de la pequeñísima parte de corporalidad astral perteneciente al cuerpo humano, con toda la enorme extensión del mar astral en que se hallan suspendidos y del que han nacido todos los hombres, animales, vegetales, minerales, como asimismo los planetas; repito: para representarse la relación del cuerpo astral con dicho organismo astral, hay que imaginarse una gota de un líquido en un recipiente.

Así como todo lo que es la gota lo tiene del líquido en el recipiente, así también lo que constituye un cuerpo astral estuvo una vez encerrado en todo el mar astral del cosmos. De este mar se ha desprendido, y por él haber penetrado en el cuerpo etéreo y el físico, se ha apartado tal como la gota lo hace del recipiente.

Mientras el cuerpo astral estuvo en el seno del cuerpo astral general, recibía sus leyes, sus impresiones de la totalidad del cuerpo astral cósmico. Tenía su vida dentro del cuerpo astral cósmico. Después de apartarse de este último, depende durante la vigilia de las impresiones que él recibe del mundo físico, de modo que tiene que repartir el fundamento de su naturaleza entre las impresiones que él ha traído del cuerpo astral cósmico y las que ahora recibe. por la actividad que el mundo físico le asigna. Cuando el hombre haya llegado a la meta de su evolución terrestre, esos dos aspectos estarán en armonía, la que ahora no existe, puesto que los dos influjos no están en consonancia.

Hemos dicho que el cuerpo astral es el constructor del cuerpo etéreo y debido a ello indirectamente -puesto que el cuerpo etéreo a su vez construye el cuerpo físico- también es el constructor del cuerpo físico. Todo lo que en el curso del tiempo el cuerpo astral palmo a palmo ha construido, ha nacido del seno del cósmico gran mar astral. Debido a que de este último sólo ha llegado armonía y leyes sanas, el trabajo del cuerpo astral para construir el cuerpo etéreo y el físico, originariamente es un obrar sano y armónico; pero por las influencias que el cuerpo astral recibe de afuera, del mundo físico, y que afectan su armonía originaria, se producen todas las perturbaciones del cuerpo físico, las que existen en el hombre de nuestro tiempo.

Si el cuerpo astral permaneciera constantemente en el ser humano, la fuerte influencia del mundo físico destruiría en un breve periodo de tiempo toda la armonía que el cuerpo astral ha traído consigo del mar cósmico; el organismo humano sufriría rápidamente el desgaste debido a las enfermedades y al cansancio. Durante el sueño el cuerpo astral se retira de las impresiones del mundo físico, el que no contiene nada de lo cual podría recibir armonía, y entra en la armonía general del cosmos, de donde él ha nacido; y esto conduce a que al despertarse por la mañana traiga consigo la repercusión de la renovación energética recibida durante la noche.

Durante el sueño nocturno el cuerpo astral renueva su armonía con el cósmico gran mar astral; de modo que para el clarividente el cuerpo astral no se presenta como no activo, sino con el nexo entre el mar astral y una de las colas, parecida a la de un cometa, del cuerpo astral, y él percibe además que esta parte del cuerpo astral se encarga de hacer desaparecer el debilitamiento producido por el mundo que trae la desarmonía. Esta actividad del cuerpo astral encuentra su expresión en el hecho de que a la mañana nos sentimos fortalecidos. Pero también es cierto que el cuerpo astral, después de haber vivido durante la noche dentro de la gran armonía, debe volver a acostumbrarse al mundo físico, y debido a ello el máximo grado de sentirse fortalecido sólo aparece algunas horas después de la reincorporación del cuerpo astral en el físico.

Ahora hemos de contemplar lo que se refiere al hermano del sueño, la muerte, a fin de comprender cuál es el estado del ser humano después de la muerte. La diferencia entre el hombre muerto y el hombre durmiente consiste en que, al producirse la muerte, el cuerpo etéreo se desprende conjuntamente con el cuerpo astral, dejando en este mundo físico al cuerpo físico solamente. El desprenderse el cuerpo etéreo del físico jamás tiene lugar en la vida del hombre desde el nacimiento hasta la muerte, a no ser que experimente ciertos estados de iniciación.

Un momento de mucha importancia para el hombre fallecido es aquel inmediatamente después de la muerte, momento que ciertamente dura algún tiempo, horas y hasta días. En tal estado pasa delante el alma del difunto, como un gran cuadro recordativo, toda la vida de la última encarnación. Esto es algo que para todos los hombres se produce después de la muerte. La peculiaridad de este cuadro consiste en que, en tanto transcurre de la manera en que se produce inmediatamente después de la muerte, resultan como borradas todas las experiencias que el hombre ha tenido subjetivamente en el transcurso de su vida terrenal.

Juntamente con nuestras diversas experiencias, siempre tuvimos también el sentimiento de placer o de dolor, del recogimiento o de la tristeza. Nuestra vida exterior siempre estuvo vinculada con una vida interior. Toda la alegría y todos los dolores vinculados con el cuadro de la vida no aparecen en dicho recuerdo retrospectivo, de modo que frente al cuadro recordativo se está situado tan objetivamente como frente a una obra pictórica. Si ésta es el retrato de una persona que está triste y llena de sufrimiento, la observamos, no obstante, objetivamente. Si bien podemos sentir su tristeza, no sentimos directamente su dolor. Lo mismo ocurre con las imágenes del cuadro recordativo inmediatamente después de la muerte: el mismo se extiende y, dentro de lapsos de tiempo sorprendentemente breves, se perciben todos los pormenores de la vida pasada.

La separación del cuerpo físico del etéreo por lo común sólo se produce para.el iniciado; no obstante hay ciertos instantes en los que como de un tirón el cuerpo etéreo se desprende del físico. Esto ocurre cuando una persona vive instantes particularmente horrorosos, como por ejemplo al caer en un precipicio, o por el peligro de ahogarse. En semejante caso, debido al gran shock, se produce una suerte de desprendimiento del cuerpo etéreo del físico; y a consecuencia de ello, en tal instante, se halla ante el alma del hombre toda la vida pasada como una recordación. Esto es algo análogo a lo que se experimenta después de la muerte.

Cuando se adormece un miembro del cuerpo tiene lugar una separación parcial del cuerpo etéreo. Por ejemplo, el adormecerse la mano, el vidente observa que la parte etérea de la mano está colgada de ésta como un guante. Igualmente en caso de un estado hipnótico, cuelgan hacia afuera partes del cerebro etéreo de la persona hipnotizada.

El conocido sentimiento extraño del comezón, cuando existe un miembro adormecido, se debe a que el cuerpo etéreo está entonces metido en el cuerpo físico en pequeñísimas formaciones, como puntos. Una vez transcurrido un tiempo durante el cual el cuerpo etéreo unido con el cuerpo astral se ha desprendido del cuerpo físico, llega un instante en el que el cuerpo astral con todo lo formado en él como principios superiores, vuelve a separarse del cuerpo etéreo.

Este último se desprende y el cuadro recordativo se desvanece. Pero algo del mismo permanece con el ser humano, no todo se pierde. Si bien todo lo que se podría llamar substancia etérea, o vital, se dispersa en todo el éter universal, queda, no obstante, algo como una esencia, la que para el hombre jamás puede perderse en el curso posterior de su existencia; él la lleva consigo, como una especie de extracto sacado del cuadro recordativo de su vida, a todas sus futuras encarnaciones, si bien no lo puede recordar.

Como una realidad concreta se llama cuerpo causal a lo que del extracto recordativo se forma. Después de cada vida terrenal se añade una hoja nueva al libro de las vidas. Esto incrementa la esencia de las mismas y si las vidas pasadas fueron fructíferas, hace que la subsiguiente se desarrolle de la manera correspondiente, En este elemento ha de buscarse la causa del porqué una vida sea rica o pobre en talentos, disposiciones, etc.

Para poder comprender la vida del cuerpo astral después de su separación del cuerpo etéreo es preciso echar una mirada sobre las condiciones físicas. En la vida física resulta que es en el cuerpo astral donde se produce la alegría, el dolor y la satisfacción de sus apetencias, impulsos y deseos, por medio de los órganos del cuerpo físico. Después de la muerte le faltan estos instrumentos físicos; el gourmet ya no puede satisfacer su gusto de cosas finas, pues le falta el paladar que desapareció con el cuerpo físico.

Pero la apetencia sigue existiendo en el hombre, puesto que la misma está ligada al cuerpo astral, y de ello resulta la sed ardiente en el kama-loka. Kama significa apetencia, deseo; loka sería el lugar, pero en realidad no se trata de ningún lugar, sino de un estado. Quien ya durante la vida física se eleve sobre el cuerpo físico, abrevia su período del kama-loka; un efectivo y real elevarse tiene lugar, si nos encantan los objetos  hermosos y  la armonía, pues ya durante la vida nos hacen salir del mundo sensible.

El sentimiento sensual-materialista produce una agravación del estado en el kama-loka, mientras que el  sentimiento espiritual conduce a un alivio del mismo. Todo placer noble y espiritualizado abrevia el período del kama-loka, y por esta razón es necesario que ya en esta vida nos deshagamos de los apetitos y deseos que únicamente pueden satisfacerse por medio de los instrumentos sensitivos.

El tiempo de kama-loka significa precisamente un período del deshacerse de los apetitos e instintos sensuales. Dicho período dura aproximadamente un tercio de la vida común. Durante la vida en el kama-loka se manifiesta algo singular. En el mismo, el ser humano comienza a revivir toda la vida pasada. Mientras que inmediatamente después de la muerte se le presentaba un cuadro recordativo exento de placer y desplacer, experimenta ahora, en sentido inverso y de tal manera que debe vivir en sí mismo todo placer y todo sufrimiento que él haya causado a otros.

Esto no tiene nada que ver con la ley del karma. La vida retrógrada comienza con la última experiencia antes de la muerte y va hacia el nacimiento con triple velocidad. En el instante en que el recuerdo retrospectivo del hombre llega al nacimiento, sucede que la parte del cuerpo astral transformada por el yo, se añade al cuerpo causal, mientras que lo todavía no transformado se desprende como una sombra pasajera. Estas sombras las llamamos los cadáveres astrales de los hombres. Resulta entonces que el hombre se ha quitado el cuerpo físico, el etéreo y el cadáver astral. Ahora pasa a vivir nuevos estados, los del devachan, que es un mundo que nos circunda lo mismo que el mundo astral.

Cuando el hombre haya terminado la vida retrógrada hasta la niñez. quiere decir cuando se haya desprendido de los tres cadáveres, ha alcanzado el estado a que el documento bíblico alude misteriosamente con las palabras: Si no os volviereis y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El devachan, el mundo espiritual, es el reino de los cielos en sentido cristiano.

Ahora nos incumbe describir el mundo del devachan mismo. Es un mundo de diversidad y estructura de un modo análogo a nuestro mundo físico. Así como en el mundo físico hacemos distinción entre formaciones sólidas, los continentes, como en derredor de lo sólido tenemos una masa de agua, después el aire, y además de ello estados más sutiles, así también tenemos en el devachan, en el reino espiritual, una diversidad análoga. Por analogía con las condiciones terrestres se ha asignado nombres similares a lo que se halla en el devachan.

En primer lugar tenemos una región que se puede comparar con las regiones físicas sólidas. Todo lo que en la tierra es físico se encuentra allí como entidades espirituales. Por ejemplo, imaginémonos a un hombre físico. Si se observa a este hombre por la visión correspondiente al devachan, él aparece como sigue, desaparece lo que perciben los sentidos físicos, mientras que comienza a presentarse luminoso en donde no hay nada del hombre físico. El ámbito alrededor del hombre comienza a brillar y a lucir. En el medio, donde está el cuerpo físico hay un espacio vacío, algo así como un espacio libre, negativo, una figura de sombra. Los animales y los hombres, percibiéndolos de tal manera aparecen como imagen negativa, la sangre aparece verdosa, mostrando el color complementario. Todos los objetos que aquí en la tierra son físicos, existen allí arriba de algún modo como sus arquetipos.

La segunda región, no delimitada, sino como un segundo grado, es la región del mar, la región oceánica del devachan. No consiste de agua, sino de una substancia extraordinaria, la que como corrientes regulares impregna la región del devachan, de un color comparable con la recién abierta flor de durazno en la primavera. Es vida líquida la que cubre todo el devachan. Lo que aquí abajo aparece repartido entre los hombres y animales individuales, existe allí arriba como una suerte de elemento líquido. De ello tenemos un cuadro, una expresión, si nos imaginamos la distribución de la sangre en el organismo humano.

La tercera región se caracteriza lo mejor posible diciendo que en la misma existe exteriormente todo lo que aquí vive en el interior de los seres como sensaciones, sentimientos, placer y pena, alegría y dolor. Si aquí por ejemplo se libra una batalla, existen en el plano físico cañones, fusiles, etc., pero en el interior de los seres en el plano físico existen sentimientos mutuos de venganza, dolores, pasiones. Los dos ejércitos se enfrentan con profusión de pasiones mutuas. Si nos imaginamos todo esto convertido en fenómenos exteriores, tenemos el cuadro que se presenta en el devachan. Al igual que aquí se desenfrena una gran tempestad, se percibe allí lo que aquí tiene lugar en un campo de batalla. Esto es la atmósfera del devachan. Así como nuestra tierra está envuelta en una atmósfera (una capa aérea), se halla allí extendida como una atmósfera todo lo que en el plano físico se expresa como sentimientos, no importa si esto llega o no a una realización en el plano físico.

La cuarta región del devachan contiene las formas y las causas primarias de todo cuanto aquí en la tierra se ha realizado de un modo original. Si averiguamos, si examinamos los acontecimientos del mundo físico, nos damos cuenta de que la gran mayoría de los sucesos interiores son causados desde afuera. Una flor, un animal, nos dan alegría, la que no sentiríamos sin la flor, o sin el animal. Pero también hay sucesos que no se causan desde afuera. Un nuevo pensamiento, una obra de arte, una nueva máquina, traen algo al mundo que antes aún no existía.

En todos esos campos se producen creaciones originales, y la humanidad no progresaría, si al mundo no se dieran novedades. Las cosas particularmente originales dadas por los grandes artistas o inventores del mundo, sólo por grados son más grandes que cualquier otra acción original, inclusive las más insignificantes. Lo que importa es que algo original se genere en el interior humano. Hasta para las acciones originales más insignificantes ya existen prototipos en el devachan; todo lo respectivo ya está predibujado en la altura. Lo que los hombres realizan de un modo original, ya está delineado allí arriba, antes del nacimiento del hombre.

Según lo expuesto encontramos en el devachan cuatro regiones cuyas contra-imágenes en el plano físico son tierra, agua, aire y fuego: la región continental, hablando en sentido espiritual, como crosta sólida del devachan; luego la región oceánica que se corresponde con nuestros mares y corrientes de agua; la región aérea, las corrientes de las pasiones y lo demás; (lo hermoso, pero también lo tempestuoso se encuentran allí), y finalmente lo que penetra todo, el mundo de los arquetipos. Todo aquello que más tarde, en el mundo físico los seres que retornan a este mundo realizan en forma de impulsos volitivos e ideas originales; todo esto el alma lo debe vivir y tejer con el fin de recoger allí nueva fuerza para la nueva vida terrenal.

Rudolph Steiner