Hace ya 40 años largos que abandoné la que fuera, y se resiste a seguir
siéndo, la Religión 
oficial de mi País, España, la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Mi primer contacto con la herejía fue con Don Carlos Gómez, mediante mi amigo del Instituto Delfín, Don Carlos era, por aquel entonces, Pastor de
la Iglesia  Evangélicala Calle del  Pelícano
Allí conocimos a Don Ramón, su suegro, un anciano y gruñón asturiano al que le gustaba correr demasiado con el coche, casado con Doña Esther, una norteamericana bajita y muy simpática. Don Ramón también era Pastor y dueñísimo de la casa en cuyos bajos se encontraban tanto la Iglesia  como una pequeña y
modesta librería. También pudimos entablar amistad con Manolo Espejo
que era el que más carisma poseía de todos ellos, aunque no tuviese, por aquel
entonces, la titulación de Pastor Evangélico y que en años posteriores tanto haría, en este País, por la transmisión del mensaje evangélista.
Fueron casi once años de mi vida los que ocupé en aquel lugar y, a
decir verdad, el recuerdo que poseo es un tanto agridulce. Es cierto que
aquella época fue muy peligrosa para la gente joven como yo y que muchos de los
pertenecientes a mi generación acabaron cayendo en las garras de las drogas. Aquel islote de religiosidad protestante impidió que yo siguiese la misma suerte; pero por
otro lado el sentimiento de culpa que te inundaba tras asistir a los sermones
de los evangelicos era terrible. Salía uno de la Iglesia,  sintiéndose tan pecador como
si hubiese robado un banco o asesinado a algún semejante.
Solicité a Don Ramón realizar los estudios para Pastor Evangélico y me
comentó, el muy bruto, ¿he dicho que era asturiano? Que no me encontraba
preparado. En realidad, aquella época fue de las más prolíficas de mi vida, en
cuestión de lectura bíblica, dado que cayeron en mi poder muchos libros de orientación
teológica y apologética; en realidad, a lo que se refería el finado Don Ramón,
era que no aportaba el Diezmo a la Iglesia.  El  Diezmo no es otra cosa que la décima parte de los ingresos
económicos brutos, antes de retencion e impuestos. En aquella época yo estaba
de aprendiz de electricista, ganaba una miseria y mi padre se encontraba en el
Paro, como para aportar diezmos y otras gaitas.
No fue aquello lo que hizo que me decidiera a abandonar la Iglesia  evangélica, sino
que, algunos años después, el propio Don Ramón también se negó a casarme con Alicia, quien fuera mi novia
entonces, porque tampoco la veía a ella preparada y dado que como no estaba
bautizada pues la ceremonia evangélica no se podía llevar a cabo. Recuerdo que
me dijo algo así y que me dejó descolocado: El matrimonio es un negocio y tu novia es
monilla; pero tampoco es un bellezón como para que estés tan encoñado. En fin, que lo mandé, literalmente, por donde amargan los
pepinos, abandoné la Iglesia  Evangélica
Mi afán de búsqueda no había cejado y recuerdo que en una revista que
coleccionaba por aquel entonces “MUNDO DESCONOCIDO” había leído algo sobre los
rosacruces. Me puse en contacto con la AMORC (Antigua y Mística Orden Rosae Crucis) y me mandaron el lujoso folleto "EL DOMINIO
DE LA VIDA"  que
me pareció muy interesante e ilustrativo; al menos, el folleto era muy bonito y
mostraba a casi todos los grandes hombres de la Historia  como Rosacruces.
En fin, tampoco pude unirme a la AMORC, dado que mi situación financiera, como he
dicho, no era buena y no podía permitirme el gasto que suponía recibir las monografías de tan
Digna y afamada Institución. 
No recuerdo muy bien, como tiempo atrás, había caído en mis manos un humilde díptico, en papel reciclado, que milagrosamente aún conservaba, de la Rosicrucian 
 Fellowship (La Fraternidad Rosacruz de Oceanside)
Aralba
 

 
