domingo, 29 de enero de 2012

Teosofía de los Rosacruces: Conferencia VI La Ley del Destino


En esta conferencia nos toca hablar de lo que los hombres experimentan en nuestro mundo físico, a causa de los factores determinantes de su vida terrenal anterior. Primero se debe hacer notar que la vida humana no solamente se determina por las encarnaciones anteriores, sino también -aunque sólo en menor parte- por la vida actual.

La ley que se nos presenta con respecto al modo de interrelacionarse el pasado, el presente y el futuro, se llama en la literatura científico-espiritual la ley del karma. La misma es la verdadera ley del destino humano. En cuanto al obrar de la ley del karma en la vida de cada individuo sólo se trata de un caso especial de la gran ley del cosmos, pues lo que llamamos la ley del karma, es una ley general cósmica, de modo que su validez en la vida humana es meramente un caso especial.

Cuando por lo común reflexionamos sobre la relación entre cualesquiera condiciones anteriores y los efectos posteriores, ya estamos pensando en el sentido de dicha ley. Quisiera pues aclarar en debida forma la validez de la misma en su aspecto particular dentro del cosmos, más exactamente, para la vida humana.

Si tenemos dos recipientes llenos de agua y si en uno de los mismos echamos una bola de hierro calentada hasta el estado candente, el agua borbota y se calienta. Si entonces sacamos la bola de ese recipiente y la tiramos en el otro, el agua ya no borbota, ni se calienta. Si al principio hubiéramos tirado la bola en el segundo recipiente, el agua igualmente habría borbotado y la bola se habría enfriado. Ahora, esto ya no es posible porque la bola ya no está enrojecida, porque se ha enfriado en el primer recipiente. 

El efecto del comportamiento de la bola en el primer recipiente condiciona su comportamiento en el segundo. En tal sentido siempre se relacionan en la vida física la causa y el efecto. De lo que primero sucede con un objeto, depende su comportamiento posterior. Otro ejemplo nos dan ciertos animales en los cuales quedó atrofiado el órgano de la vista, a causa de su entrada en la oscuridad de una cueva. Las substancias que antes habían nutrido los ojos, se dirigen hacia otras partes de su cuerpo, puesto que al ojo ya no hacen falta, debido a que ya no necesita percibir.

Sus ojos se atrofiaron y debido a ello han de engendrarse animales de ojos atrofiados en todas las generaciones posteriores. A consecuencia de su entrada en la cueva esos animales mismos determinaron el comportamiento de los órganos; y el destino de las generaciones posteriores quedó determinado por lo que esos seres hicieron en el pasado. De este modo prepararon su destino para el futuro. Lo mismo sucede continuamente en la vida humana. Por su pasado, el hombre determina su futuro, y en virtud de que por lo más íntimo de su ser no está encerrado dentro de una sola encarnación, sino que pasa por muchas, resulta que para los hechos que le tocan en una determinada vida terrenal deben de buscarse las causas en una vida anterior.

Consideremos ahora el encadenamiento que se hace comprensible si hasta cierto grado se toma en cuenta la sucesión de las acciones, los pensamientos y sentimientos humanos. En la vida corriente se suele decir: el pensamiento no tiene barrera, quiere decir que no importa lo que se piense, ya que esto no molesta a nadie del mundo exterior. He aquí un punto importante en el que el hombre realmente compenetrado de los impulsos espirituales se distingue del de pensamiento materialista.

El materialista ciertamente cree que él causa un dolor a la persona sobre la que tira una piedra; por otra parte cree que un pensamiento lleno de odio que él tiene contra su prójimo no le causa dolor a éste. Por el contrario, quien realmente conoce al mundo, sabe que de un pensamiento lleno de odio emanan efectos mucho más graves que aquellos que jamás pueden resultar de una pedrada. Todo cuanto el hombre piensa y siente causa efectos en el mundo astral, y el vidente puede observar exactamente el efecto de un pensamiento de amor que se dirige hacia el prójimo, en contraste con el pensamiento de odio. 

Cuando se dirige un pensamiento lleno de amor, el vidente percibe -digamos- que aparece una forma luminosa parecida al cáliz de una flor y que esta luz envuelve al hombre en lo referente a sus cuerpos etéreo y astral, contribuyendo así a intensificar su vida ya darle felicidad. El pensamiento lleno de odio, en cambio, penetra cual una flecha hiriente en el cuerpo etéreo y el astral.

En este campo se pueden hacer diversas observaciones. En el mundo astral se notará una enorme diferencia según se pronuncie un pensamiento que expresa verdad o mentira. Un pensamiento se refiere a un determinado hecho y expresa la verdad si concuerda con el mismo. Por ejemplo, en algún lugar sucede algo como un hecho, y éste ejerce un efecto sobre los mundos superiores. Si alguien hace de este hecho un relato que concuerda con la verdad, entonces irradia del narrador una formación astral, la que se une con la formación proveniente de aquel hecho, y ambas se intensifican.

Estas formas más expresivas servirán para dar a nuestro mundo espiritual una estructura más intensa y un contenido más rico, tal como la humanidad lo necesita para poder progresar. En cambio, si de ese hecho se da un relato que no concuerda con lo sucedido y que resulta ser mentiroso, la formación mental del relator se encuentra con la que corresponde al hecho y ambas chocan entre sí y se produce una destrucción recíproca. Semejantes destrucciones explosivas, causadas por mentiras producen un efecto comparable con el de una úlcera que destruye el organismo humano. 

De esta manera las mentiras amortecen las formaciones astrales que se han creado y las que se deben crear; además retardan o amortecen una parte de la evolución. El que dice la verdad efectivamente hace progresar la evolución de la humanidad, mientras el que miente la reprime. Por esta razón existe una ley oculta: Mentir, considerándolo espiritualmente, es matar. La mentira no solamente amortece una formación astral, sino que también es suicidio, y el que miente se pone impedimentos a sí mismo. Por todas partes en el mundo espiritual se observan tales efectos, y el clarividente igualmente ve que todo lo que se piensa y se siente muestra sus efectos en el plano astral.

Todo lo que el hombre posee como inclinaciones, temperamento, cualidades caracterológicas duraderas, todo lo que no solamente se piensa en forma pasajera, irradia constantemente no sólo hasta en el mundo astral, sino hasta dentro del mundo del devachan. El hombre de un temperamento apacible es una fuente, un centro para ciertos sucesos en el devachan; en cambio, el hombre melancólico hace aumentar las esencias y substancias vinculadas con la naturaleza melancólica de los hombres. La ciencia espiritual nos hace ver que no estamos meramente aislados, sino que nuestros pensamientos constantemente causan formaciones que influyen sobre el aspecto del mundo del devachan y lo impregnan con toda clase de substancias y esencias.

Sobre todas las cuatro regiones del devachan, la continental, la oceánica, la atmosférica y la de las ideas originales, influyen constantemente los pensamientos y sentimientos de los hombres. Sobre las regiones superiores en las que ya se puede encontrar la Crónica del Akasha, influyen las acciones de los hombres. Lo que acontece exteriormente influye hasta sobre las regiones más altas del devachan. Las hemos llamado el mundo de la razón.

Por lo que precede comprenderemos de qué manera, al descender a la nueva encarnación, el hombre se compone y se añade nuevamente su cuerpo astral. Todo lo que él había pensado y sentido, se había insertado, como algo duradero, en el mundo astral, en el cual ha dejado muchas impresiones. Si lo pensado había sido mucho de carácter verídico, tales impresiones le componen un buen cuerpo astral. Lo que ha insertado en el devachan inferior como su temperamento y lo afín, va componiendo su nuevo cuerpo etéreo, y lo que ha realizado como sus acciones, contribuye, desde las más altas partes del devachan en las que ya se halla la Crónica del Akasha, a fijar la morada terrenal del cuerpo físico. 

A este respecto se trata de las fuerzas que conducen al hombre a un determinado lugar. Si se ha causado un mal a una persona, este hecho repercute en las partes más altas del devachan, y al incorporarse el hombre en un cuerpo físico, actúa en forma de fuerzas que él había dejado, y le envía, bajo la dirección de entidades superiores, por cierto, hacia el lugar en el que puede llegar a experimentar en el mundo físico el efecto de sus acciones.

Todo lo que experimentamos exteriormente sin que nos impresione mayormente en el interior, ejercerá efecto sobre nuestro cuerpo astral en la próxima encarnación y atraerá los correspondientes sentimientos y particularidades del pensar. Si hemos empleado bien la vida, mirado mucho con atención, adquirido bastantes conocimientos, la consecuencia consistirá en que en la próxima vida el cuerpo astral renacerá con dones especiales en tales direcciones; quiere decir que los acontecimientos y las experiencias de la vida se impregnan en el cuerpo astral de la próxima encarnación. Pero lo que sentimos, la alegría y la pena, como íntima experiencia del alma, ejercerá efecto hasta sobre el cuerpo etéreo de la próxima encarnación y se transformará en el mismo en inclinación duradera. 

Quien experimenta mucha alegría, tendrá un cuerpo etéreo con un temperamento propenso a la alegría. Quien se esfuerza en realizar muchas acciones buenas, efectivamente tendrá en la próxima vida terrenal, como repercusión de los sentimientos que por tal esfuerzo se generan, el talento que capacitará para ejecutar acciones buenas. Igualmente tendrá un fuero interior cuidadosamente desarrollado; además será un hombre de disposición moral.

Las cualidades que en esta vida terrenal tienen al cuerpo etéreo como portador, es decir, el carácter  constante, las disposiciones, etc., aparecerán en la próxima vida en el cuerpo físico, esto es, por ejemplo, que un individuo que en una vida ha desarrollado inclinaciones malas y pasiones, volverá a nacer con un cuerpo físico de mala salud. En cambio, el que ahora posee buena salud, con capacidad de resistir a mucho, había desarrollado buenas cualidades en la vida terrenal anterior. 

Quien continuamente propende a enfermedades, ha agregado a sí mismo instintos malos. De tal manera está en nuestra mano crear salud o enfermedad, en cuanto las mismas pertenecen a la disposición del cuerpo físico. Basta con que extirpemos todas las inclinaciones malas, a fin de prepararnos un cuerpo bueno y fuerte, para la próxima vida terrenal.

Con todos los pormenores se puede observar que aquello que como inclinaciones existía en una vida terrenal, ejerce su efecto en el cuerpo físico en la vida posterior. Una vida que tiene la inclinación a amar todo en torno suyo interesándose lleno de amor por todos los seres, una vida que derrama amor, conducirá en la próxima encarnación a un cuerpo físico que durante mucho tiempo tendrá aspecto joven y lúcido. El amor a todos los seres, el desarrollo de simpatía, conducen a un cuerpo físico que se mantiene juvenil. Una vida llena de odio y de antipatía hacia otros seres, que critica y quisiera retirarse de todo, conducirá por efecto de tales tendencias a un cuerpo físico propenso a las arrugas y que se envejece prematuramente. De la manera descrita las inclinaciones y pasiones de una vida terrenal repercuten en la vida del cuerpo físico de la próxima encarnación.

Se puede examinar hasta lo específico y se podrá ver que el firme espíritu de lucro como impulso excesivo y con tendencia a acumular bienes, por el hecho de haberse convertido en inclinación, producirá en la próxima vida terrenal la disposición a enfermedades infecciosas en el cuerpo físico. Efectivamente se pueden comprobar casos en los que una manifiesta propensión a enfermedades infecciosas se debe al fuerte espíritu de lucro que existía en la vida pasada y cuyo portador era el cuerpo etéreo. Por el contrario, la aspiración objetiva, dentro de la humanidad, sin el deseo egoísta de hacer ganancias, pero trabajando para la humanidad con el manifiesto sentido de hacer algo para la misma, es una inclinación en el cuerpo etéreo, que en la próxima vida terrenal produce una bien definida fuerza contra enfermedades infecciosas.

Según lo expuesto se puede comprender en alto grado el devenir del mundo hasta en lo íntimo, cuando se conoce la relación entre el mundo físico y el astral. Frecuentemente los hechos se relacionan entre sí de un modo bien distinto de lo que los hombres se imaginan. Por ejemplo, muchos se quejan de dolores y de pena; pero desde un punto de vista superior esto no se justifica, pues una vez superado el sufrimiento y mostrándose el hombre dispuesto a entrar en la próxima encarnación, la pena y los dolores serán fuentes de sabiduría y serenidad, como asimismo de la debida comprensión de los hechos. Incluso en un libro reciente basado sobre el concepto materialista de nuestro tiempo, se halla la expresión que en el rostro de cada pensador se descubre algo así como un dolor cristalizado. Lo que ese escritor de un pensar materialista dice, el ocultista lo sabe desde hace mucho tiempo, pues la suprema sabiduría del mundo se adquiere soportando con paciencia el dolor y la pena; y esto va creando sabiduría en la próxima encarnación.

Quien fastidiado de la vida huye el sufrimiento, y no lo quiere soportar, no podrá crearse la base de la sabiduría. Es más, si reflexionamos más hondamente, tampoco podemos lamentarnos de las enfermedades, pues si las consideramos desde un punto de vista más elevado, bajo el aspecto de la eternidad, ellas se nos presentan bien distintas.

Las enfermedades que se sufren con paciencia, muchas veces conducen en la próxima vida a notable belleza de la corporalidad, quiere decir que la belleza corporal de muchas personas se ha adquirido por enfermedades en la vida terrenal precedente. Así se relacionan entre sí la afección del cuerpo por enfermedad y especialmente por condiciones exteriores, por un lado, y la belleza por el otro. A esta singular relación se puede aplicar la palabra del escritor francés Fabre d'Olivet (1768-1815): Contemplando la vida humana, muchas veces es comparable a la formación de la perla en la concha respectiva, puesto que sólo por una enfermedad de esta última se genera la perla. 

Lo mismo ocurre efectivamente en la vida humana: kármicamente la belleza guarda relación con enfermedades y es el resultado de las mismas. Por otra parte, si he dicho: quien desarrolla pasiones malignas crea en sí mismo la disposición a enfermedades, hay que tener en cuenta estrictamente que a este respecto se trata de la disposición interior a enfermedades. Además, si uno se enferma, por ejemplo, debido a que tiene que trabajar en aire viciado, esto es algo distinto, también puede ser causa del enfermarse, pero no se relaciona con la disposición del cuerpo físico.

Ahora bien, todo cuanto se expresa en hechos del plano físico, todo lo que es algo realizado y que redunda en ejercer un efecto en el mundo físico, desde el dar un paso y mover la mano hasta los sucesos más complejos, como por ejemplo la construcción de una casa, aparecerá para el hombre desde afuera, en una encarnación posterior como efecto físico real. Se hace evidente que estamos viviendo desde adentro hacia afuera: lo que vive en el cuerpo astral como alegría, dolor, placer y pena, reaparece en el cuerpo etéreo; lo que se arraiga en el cuerpo etéreo como instintos y pasiones duraderos, aparecerá en el cuerpo físico como disposición; pero lo que en esta vida se realiza de tal manera que para ello se emplea el cuerpo físico, aparecerá en la próxima encarnación como destino exterior. Por consiguiente, lo que hace el cuerpo astral se convierte en el destino del cuerpo etéreo; el cuerpo etéreo llega a ser el destino del cuerpo físico. y lo que hace el cuerpo físico vuelve a manifestarse en la próxima encarnación como influjo desde afuera, como realidad física.

Con esto se fija exactamente el punto donde el destino exterior se hace manifiesto en la vida humana. Este obrar del destino es algo que a veces puede tardar un tiempo en manifestarse, pero que seguramente ha de tocar al hombre. Si se sigue la vida de un ser humano a través de las distintas encarnaciones, siempre se puede verificar que por el obrar de seres que intervienen para la incorporación en el cuerpo físico, se prepara su vida de una nueva encarnación en tal forma que a este hombre se le conduce a un lugar determinado, para que allí se le depare su destino.

Para ilustrarlo vuelvo a dar un ejemplo tomado de la vida. En un tribunal secreto medioeval sucedió que un cierto número de jueces pronunciaron la sentencia y ellos mismos la cumplieron. Ajusticiaron a una persona. Remontando a encarnaciones anteriores de los jueces y del ajusticiado, resultó que todos ellos habían vivido a un mismo tiempo; en efecto: el ejecutado, como jefe de una tribu, había ejecutado a los que ahora fueron los jueces del tribunal secreto. 

El acto de la vida física anterior había creado el vínculo entre dichas personas, generando fuerzas que irradiaban hasta en la Crónica del Akasha. Al entrar en una nueva encarnación, esas fuerzas hacen nacer al hombre respectivo a un mismo tiempo y en el mismo lugar con los así vinculados con él, a fin de cumplir su destino. La Crónica del Akasha realmente es una fuente de fuerzas en la que está inscripto todo cuanto una individualidad tiene que compensar con otra. Hay quienes son capaces de sentir estos hechos, pero los menos son conscientes de los mismos.

Por ejemplo, alguien vive dentro de un trabajo profesional que aparentemente le da felicidad y satisfacción. Acontece algo que le obliga a abandonarlo; y al no encontrar otra ocupación en el mismo lugar, las circunstancias le trasladan lejos a otro país, donde se ve forzado a cambiar de profesión. Allí se encuentra con un hombre con el cual tiene que establecer una determinada relación ¿A qué se debe esto? Una vez en tiempos pasados esa individualidad y la ahora aparecida habían vivido juntas; y aquélla ha quedado a deber algo a ésta. Esto se halla inscripto en la Crónica del Akasha, y las fuerzas correspondientes condujeron a ese hombre a dicho lugar para encontrarse con el otro y para poder "saldar la deuda". Entre el nacimiento y la muerte el hombre está constantemente encerrado en semejante nexo de fuerzas que desde todos los lados se enredan anímicamente; y estas fuerzas son las potencias dirigentes de su vida.

Vemos pues que constantemente llevamos en nosotros las consecuencias de vidas terrenales anteriores, dicho de otro modo, que siempre experimentamos los efectos de encarnaciones del pasado.

Tenemos que ser conscientes de que en nuestra vida nos guían potencias que nos son desconocidas. Lo que ejerce efecto sobre el cuerpo etéreo son formaciones que nosotros mismos hemos producido en el plano astral, y lo que configura nuestro destino son entidades, son fuerzas en las regiones superiores del devachan, las que nosotros mismos hemos inscripto en la crónica del Akasha. Para el ocultista esas fuerzas o entidades no son desconocidas; las mismas figuran en el orden jerárquico de entidades que les son parecidas. Tenemos que ser conscientes de que tanto en el cuerpo astral como en el etéreo y el físico sentimos el obrar de otros seres. 

Todos nuestros actos espontáneos, todo aquello a que se nos impulsa acontece por el obrar de otros seres, no acontece proveniente de la nada. En verdad, los distintos principios de la naturaleza humana están constantemente compenetrados y llenos de otras entidades, y el maestro iniciado hace efectuar por el discípulo gran parte de los ejercicios con el fin de expulsarlas, para que el hombre llegue a ser cada vez más libre. A los seres que penetran el cuerpo astral y lo hacen nolibre se los llama Daimonios. Nuestro cuerpo astral se halla constantemente penetrado de tales Daimonios; y los seres que nosotros mismos engendramos mediante nuestros pensamientos verídicos o erróneos son de tal naturaleza que con el tiempo llegan a ser Daimonios. 

Existen buenos Daimonios que van formándose por medio de los pensamientos buenos; pero los pensamientos malos, principalmente los contrarios a la verdad, los mentirosos, engendran formaciones demoníacas de la categoría más horrible y más espantosa, seres, si cabe la expresión, que dan al cuerpo astral la calidad de mechado. Análogamente hay seres que penetran el cuerpo etéreo, los Espectros, de los cuales el hombre tiene que liberarse, y por último existen los que penetran el cuerpo físico, y estos son los Fantasmas. Además de estos tres existen todavía otros seres, los que empujan al hombre de acá para allá; estos son los Espíritus, en sentido igual a como el yo mismo también es espíritu. El hombre es, en realidad, el productor de tales seres, los que, cuando él desciende a la Tierra, determinan el destino interior y exterior. 

Ellos animan el curso de la vida de tal manera que nosotros sentimos todo lo que el cuerpo astral ha engendrado como Daimonios, lo del cuerpo etéreo, como Espectros y la del cuerpo físico, como Fantasmas. Todo esto tiene afinidad con nosotros, tiende a unirse con nosotros, en el momento de reencarnarnos. Así se evidencia que documentos religiosos expresan tales verdades. Cuando en la Biblia se habla del exorcismo de demonios, no se trata de algo abstracto, sino que se lo debe entender verdadera y literalmente. ¿Qué hacía Cristo Jesús? Curó al endemoniado de espíritus inmundos, sacándolos del cuerpo astral.

Se trata de sucesos reales que se deben tomar literalmente. Sócrates, el genio iluminado también habla de su Daimonion que actuaba en su cuerpo astral, un Daimonion bueno, pues cuando se habla de demonios, no hay que imaginárselos únicamente como seres malos.

Pues también existen demonios horribles, perniciosos. Todos los demonios de la mentira actúan como si al hombre le arrojasen atrás en su evolución; y puesto que en la historia universal, donde se trata de las mentiras de las grandes personalidades, siempre se engendran tales demonios de la mentira, que luego se desenvuelven a entidades poderosas, se habla de los Espíritus retardatorios. En este sentido Fausto dice a Mefistófeles: "El padre eres tú de todos los obstáculos" (Fausto II, Galería sombría).

EÍ individuo tal como está entretejido en toda la humanidad por el hecho de decir la verdad, o bien la mentira, ejerce efecto sobre la totalidad del mundo, pues los efectos serán bien distintos según él engendre Daimonios de la verdad o demonios de la mentira. Imaginémonos un pueblo constituido por mentirosos solamente; éstos poblarían el plano astral exclusivamente con demonios de la mentira, y estos últimos, a su vez, podrían ponerse de manifiesto a través de la disposición física a epidemias.

Existe efectivamente una determinada forma de bacilos engendrados por las mentiras de la humanidad los que aparecen como portadores de enfermedades infecciosas. No son otra cosa que demonios de la mentira, incorporados físicamente. Esto nos muestra que las mentiras de tiempos pasados aparecen por el karma del mundo en la forma de un ejército de determinados seres. Por otro pasaje del "Fausto" de Goethe se evidencia la verdad que se halla en mitos y sagas. Allí hay un nexo entre sabandijas y mentiras; igualmente con respecto a la naturaleza de ratas y ratones en su relación con Mefistófeles, el Espíritu de la mentira. En las sagas se conservan a veces lazos maravillosos entre el mundo espiritual y el físico.

Para la comprensión de la ley del karma, aún falta hablar sobre otros aspectos. Hay que tener en cuenta que nuestro movimiento científico-espiritual realmente tiene su origen en el íntimo conocimiento de la ley del karma. Por lo que acabo de explicar se percibe que determinadas fuerzas del cuerpo etéreo repercuten en el cuerpo físico de la próxima vida terrenal. De esta manera la inclinación y la disposición de pensar, en un bien definido sentido, ejerce su efecto sobre el cuerpo físico, de modo que para la posterior encarnación no es indiferente si se piensa en sentido espiritual o materialista. Un individuo que sabe algo de los mundos superiores -basta con que realmente tenga creencia en la existencia de los mundos superiores- tendrá en su próxima vida terrenal un cuerpo físico concentrado, con un sistema nervioso que funciona con tranquilidad, un cuerpo físico al que se domina hasta en los nervios. 

Por el contrario, un hombre que sólo admite lo que existe en el mundo sensible, transmite este pensamiento a su cuerpo físico, y en su próxima encarnación tendrá un cuerpo físico propenso a enfermedades nerviosas, un cuerpo físico inquieto sin un centro de firme voluntad, El materialista se divide en un sinnúmero de pormenores; el espíritu reúne el todo pues él es la unidad. En los individuos la disposición respectiva aparece por el destino en la encarnación posterior, pero la misma sigue manifestándose a través de las generaciones, de modo que los hijos y nietos de aquellos padres que pensaron en sentido materialista, tendrán que sufrir las consecuencias que se expresarán en la mala estructura del sistema nervioso y en enfermedades nerviosas.

Una época nerviosa como la nuestra es el resultado del pensar y sentir materialista de los últimos siglos; y como corriente contraria los grandes maestros de la humanidad reconocieron la necesidad de hacer fluir en la cultura el sentimiento y el pensar de índole espiritual.

El materialismo ha penetrado también en la religión. Pues se debe preguntar si aquellos que creen en los mundos espirituales sin tener la voluntad de reconocerlos no son materialistas. El materialismo en la religión consiste en que quisiera que el secreto de la Creación en seis días -tal como la misma, como la gran evolución del mundo, figura en la Biblia-, se realizase ante sus ojos, y en que se habla de Cristo-Jesús como de una "personalidad histórica", dejando a un lado el Misterio de Gólgota. El materialismo en las ciencias naturales no es sino el resultado del materialismo en la religión, pues no existiría si la vida religiosa no fuera impregnada de materialismo. 

Los que en nuestro tiempo son demasiado cómodos como para penetrar en lo profundo del ámbito religioso,
son los mismos quienes en las ciencias naturales crearon el materialismo. La irritación nerviosa engendrada por el materialismo se pone de manifiesto en estirpes enteras, en pueblos enteros, lo mismo que en la vida personal humana.

Si la corriente espiritual no gana la fuerza necesaria como para influir sobre los hombres perezosos y los cómodos, la nerviosidad como consecuencia kármica influirá cada vez más sobre la humanidad, y lo mismo que hubo epidemias de lepra en la edad media, se producirán en el futuro, a consecuencia del pensamiento materialista, graves enfermedades nerviosas, como asimismo epidemias de demencia que se extenderán sobre pueblos enteros.

Por la comprensión de esta particularidad de la ley del karma la ciencia espiritual no debería ser un objeto de controversia antes bien un remedio para la salud de la humanidad. Cuanto más la humanidad se espiritualice, tanto más quedará extirpado todo lo relacionado con enfermedades del sistema nervioso.

Rudolph Steiner