lunes, 11 de junio de 2012

Teosofía de los Rosacruces, Conferencia X: La Evolución Planetaria II

En la conferencia anterior hemos hablado de dos distintas incorporaciones de nuestro planeta, o sea, las incorporaciones Saturno y Sol, y les hago recordar brevemente que en el planeta Sol como precursor de nuestro planeta Tierra el ser humano se había formado hasta el punto de tener un cuerpo físico y un cuerpo etéreo, es decir que había alcanzado una suerte de existencia vegetal. Pero les he relatado cuán distinto había sido aquel estado vegetal de lo que ahora tenemos en el reino vegetal a nuestro derredor, pues veremos que las plantas que ahora existen en el mundo que nos circunda sólo llegaron a formarse en nuestro planeta Tierra. En cierta manera también he descrito que por el hecho de que en el Sol los precursores humanos tenían un cuerpo etéreo, podían desarrollar en el cuerpo físico principalmente los órganos que ahora conocemos como glándulas, como asimismo los órganos del crecimiento, de la procreación y nutrición.

Todo esto existía en el Sol tal como en nuestra Tierra hay rocas, piedras y plantas. Fuera de ello existía un reino que podemos llamar un reino saturnal retrasado que contenía la disposición al futuro mineral; hago notar: no hay que pensar en el mineral como ahora lo conocemos, pero sí en cuerpos que, por así decirlo, no habían adquirido la capacidad de acoger en sí mismos un cuerpo etéreo y que debido a ello habían quedado retrasados en el nivel mineral, por el cual el ser humano había pasado en Saturno. Debemos pues hablar de dos reinos que en el Sol se desarrollaron. En la literatura teosófica es costumbre decir que el ser humano ha pasado por el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal.


Se nota que esto es una forma de expresión inexacta. El reino mineral en Saturno tenía una configuración bien distinta; en sus formas estaban delineados los primeros gérmenes, los indicios de nuestros órganos sensorios. Tampoco existía en el Sol un reino vegetal como el de ahora, sino que de naturaleza vegetal era todo aquello que en el hombre del presente actúa como órganos del crecimiento, principalmente todos los órganos glandulares. Tenían el carácter vegetal porque estaban penetrados del cuerpo etéreo.

Ahora hemos de imaginarnos que el estado solar pasó por una suerte de sueño, por un obscurecimiento, un estado latente. Pero no hay que pensar que el período de transición de un planeta a través de tal estado de sueño fuese un período de inactividad, inanidad. No lo es, como tampoco lo es la estancia del hombre en el devachan. El devachan humano no es un estado de inactividad, antes bien hemos visto que allí el hombre está en continua actividad, colaborando de la más importante manera en la evolución de nuestra Tierra. Unicamente para la conciencia humana del presente ese estado parece ser una suerte de sueño, mientras que para otra conciencia se muestra como un estado realmente mucho más activo. Todos esos estados son un transitar a través de estados celestes superiores durante los cuales acontecen hechos importantes para los planetas. Según la expresión teosófica se los llama "pralaya".

Hemos de imaginarnos que el Sol pasó por semejante estado y que del estado solar se ha desenvuelto lo que en el ocultismo se llama el tercer estado de nuestra Tierra, la Luna. Quien hubiera podido observar este suceso hubiera percibido aproximadamente lo que sigue. En el curso de millones de años hubiera observado el transformarse y el desvanecerse del estado solar, y después de ulteriores millones de años su reaparición al cabo de un estado crepuscular. Con ello comenzó el ciclo lunar. Al principio, después de haber reaparecido el brillo del Sol no se podía hablar de una separación de Sol y Luna, sino que ambos formaban un todo como durante el período Solar. En primer lugar sucedió lo que se llama una repetición de los estados anteriores.

En cierto nivel superior se repitió lo sucedido en Saturno y Sol, y entonces tuvo lugar un singular cambio en cuanto al estado del Sol reaparecido: se desprendió la Luna del Sol, y del antiguo sistema solar se formaron dos planetas, o bien una estrella fija y un planeta; se formó una masa mayor, y otra menor, Sol y Luna. La Luna de la que ahora estamos hablando, contenía no solamente lo que contiene la Luna de ahora, sino todo lo que como diversas substancias y diversos seres contienen la Tierra y la Luna de ahora, conjuntamente. Mezclándolo todo, se nos daría la Luna del período a que ahora me refiero y que entonces se desprendió del Sol.

El Sol se convirtió en estrella fija debido a que arrancó para sí las mejores substancias, conjuntamente con las respectivas entidades espirituales. Cuando aún había sido Sol planetario, contenía todo lo mencionado, pero por el hecho de haber entregado a un planeta autónomo todo lo que hubiera impedido el ulterior desarrollo de los seres, se convirtió en estrella fija. A raíz de ello se nos presenta ahora el cuadro impresionante de un cuerpo cósmico de superior categoría, como estrella fija, y alrededor de ésta, moviéndose en el espacio, un planeta de menor categoría, la Luna; quiere decir el conjunto de la Luna y la Tierra del presente.

Aquel movimiento de la Luna alrededor del Sol era totalmente distinto del movimiento de la Tierra actual. Observando este último se distinguen entre sí dos movimientos, pues nuestra Tierra se mueve alrededor del Sol e igualmente por su propio eje. A causa de este movimiento, el que se realiza aproximadamente 365 veces por año, se producen, como se sabe, día y noche, por el primero resultan las cuatro estaciones del año. En la Luna antigua no fue así. En cierto sentido la misma era para con el Sol un cuerpo más "cortés" de lo que es nuestra Tierra, pues aquella se movía alrededor del Sol de tal manera que siempre le mostraba el mismo costado; jamás le mostraba la parte de atrás.

Durante una vuelta por el Sol giraba una sola vez por su propio eje. Pero semejante diferencia de movimiento ejerce un importante efecto sobre los seres que en tal planeta se desarrollan. Ahora he de describirles dicho estado planetario de la Luna. Al respecto ante todo debo decir que el ser humano mismo en cuanto a su evolución había dado otro paso más que en el Sol y en Saturno; había alcanzado el estado de que ahora se constituía no solamente por los cuerpos físico y etéreo, sino que también poseía el cuerpo astral, de modo que tenemos un ser humano compuesto de cuerpo físico, cuerpo etéreo y cuerpo astral, pero sin tener el yo. Como resultado de ello el hombre lunar avanzó precisamente al tercer estado de conciencia que hemos descripto, esto es, la conciencia de imágenes, cuyo último rudimento tenemos en la conciencia de las imágenes del ensueño del hombre de ahora. Resulta que, debido a la adición del cuerpo astral a los otros dos, se produjeron cambios en estos últimos, principalmente en el cuerpo físico. Hemos visto que en el Sol el cuerpo físico tenía como lo superior los órganos glandulares, y que en determinadas partes había irradiaciones que más tarde se endurecían para formar el plexo solar de ahora. Por el obrar del cuerpo astral sobre el cuerpo físico se generaron en la Luna los primeros elementos del sistema nervioso. Se entretejieron los nervios que de un modo parecido existen en el presente como los nervios de la médula dorsal.

Téngase presente lo que sigue: el ser humano aún no poseía el yo independiente, solamente los tres cuerpos mencionados. El yo humano se hallaba en la atmósfera alrededor de la Luna al igual que antes el cuerpo etéreo en Saturno, y el cuerpo astral en el Sol; y desde dicha atmósfera el yo, en el seno de la substancia divina primaria, influía sobre el cuerpo físico. Si ahora tenemos en cuenta que en aquel período el yo todavía obraba dentro de la jerarquía de los seres divinos, quiere decir que aún no se había separado, no había caído de la entidad divino-espiritual, resulta que el yo en su camino hacia la existencia terrenal en cierto sentido ha experimentado una suerte de disminución, y también una suerte de mejoramiento. Un mejoramiento por el hecho de que el yo ha llegado a ser independiente, un menoscabo por el estar expuesto a la incertidumbre, a los errores ya toda clase del mal.

Los yoes obraban en base a la substancia divino-espiritual. Cuando un yo de nuestro tiempo obra desde el plano astral sobre el plano físico, se trata de una alma grupal de los animales. De un modo parecido a como tales almas grupales influyen ahora sobre los animales, el Yo humano influía entonces sobre los tres cuerpos, sólo que era capaz de generar cuerpos más perfectos que el cuerpo del animal de nuestro tiempo, porque el yo humano actuaba por lo que le daba la substancia divina. En la Luna había seres vivientes que por su aspecto exterior y todo lo demás tenían un grado evolutivo superior a los simios más perfectos del presente, pero no tan elevados como el hombre de ahora; existía un reino intermedio entre la humanidad del presente y el reino animal. Después había dos reinos más, ambos de evolución retrasada: uno que en cierto modo, por la evolución desde el estado solar, no había alcanzado la capacidad de acoger el cuerpo astral, es decir que permanecía detenido en el nivel en que los órganos glandulares se encontraban en el Sol.

Este segundo reino lunar se hallaba en el nivel entre los animales y las plantas de ahora, como una especie de animal-vegetal. En la Tierra del presente no existen seres parecidos, sólo se pueden encontrar rudimentos de tales seres. Existía además un tercer reino que ya en el Sol había conservado el estado saturnal, un reino entre los minerales y los vegetales. Resulta pues que en la Luna había tres reinos, el mineral-vegetal, la planta-animal y el animalhumano. En la Luna todavía no existían los minerales de ahora que forman el suelo que pisamos; no había rocas, ni tierra laborable, ni formación de humus. El reino inferior se hallaba en el nivel entre la planta y el mineral, y este reino formaba toda la substancia de la Luna. La superficie de la Luna era más o menos semejante al actual terreno turboso en el que hay plantas que están a punto de formar algo así como una pasta vegetal; y los seres lunares caminaban sobre una masa pastosa mineral-vegetal.

Así fue la Luna durante un determinado período de su evolución. También se lo puede comparar con una masa vegetal cocida. No había rocas en sentido actual. Lo más avanzado eran ciertos englobamientos comparables con la materia formada por la madera o la corteza de ciertos árboles. Las montañas de la Luna consistían de tales endurecimientos, o masas leñosas de pasta vegetal endurecida, algo parecido a planta desecada. Era el proceso preparatorio del reino mineral. En tal suelo crecían los animales-vegetales, los que no podían hacer movimientos libres, pues estaban fijos en el suelo, tal como ahora los corales.

En mitos y sagas que contienen profunda sabiduría de los iniciados se conserva un recuerdo. Me refiero al mito de la muerte de Baldur. Otrora el Dios germano del Solo de la Luz, tuvo un sueño que le anunciaba la proximidad de su muerte, por cuyo motivo se entristecieron los dioses llamados los Asen quienes le amaban mucho. Ellos pensaron en encontrar los medios para salvarle. Frigg, la madre de los dioses hizo jurar a todos los seres de la Tierra de no matar jamás a Baldur. Todos juraron, de modo que parecía imposible que Baldur pudiese encontrar la muerte. Sucedió una vez que los dioses, entregados al juego, tiraron los más diversos objetos contra Baldur, pero sin herirle; ellos sabían que él era invulnerable. Pero Loki, el adversario de los Asen, el Dios de las Tinieblas, pensó en matar a Baldur. Loki llega a enterarse de que Frigg ha hecho jurar a todos los seres de la Tierra de no matar a Baldur. Empero, por allá lejos había una planta, el muérdago, considerado como inofensivo, por lo cual no se le había tomado el juramento; y Frigg lo hizo saber a Loki, quien con astucia llevó el muérdago a Hedur, el Dios ciego; y éste, ignorando la gravedad de su acción, mató a Baldur mediante el muérdago. Así se cumplió por medio del muérdago lo anunciado por el sueño.

En las costumbres populares siempre se le daba importancia a esta planta, como expresión de algo misterioso que causa miedo. Las enseñanzas de los antiguos Misterios, como los de los druidas, acerca del muérdago, siguieron vivas en las sagas y se transmitieron en las costumbres populares. La verdad correspondiente es la que sigue. En la antigua Luna existía dicha pasta mineral-vegetal, y en ella crecían los animales-vegetales de la Luna, los que siguieron desarrollándose para alcanzar en la Tierra estados evolutivos más altos. Pero hubo también los que permanecían retrasados en el nivel lunar, y cuando apareció la Tierra sólo pudieron adoptar una forma atrofiada, teniendo que conservar el hábito que en la Luna les era propio. Sólo podían vivir en la Tierra sobre la base vegetal, como parásitos.

A esto se debe que el muérdago crece sobre otros árboles, porque también es un restrasado de los animales-vegetales de la antigua Luna. Baldur representaba la expresión del progreso de la evolución, de aquello que en la Tierra da luz, mientras que Loki es el representante de las potencias sombrías, del elemento retrasado; él odia lo progresado, lo que sigue desarrollándose, quiere decir que Loki es el adversario de Baldur. Todos los seres terrestres fueron incapaces de emprender algo contra Baldur, el Dios que dió Luz a la Tierra, porque ellos eran sus semejantes que habían tomado parte de la evolución. Sólo el elemento retrasado en el nivel lunar que se sentía ligado al antiguo Dios de las Tinieblas, fue capaz de matar al Dios de la Luna. El muérdago también es un remedio eficaz, como en general las substancias tóxicas son remedios. Resulta pues que en lo profundo de las antiguas sagas y costumbres populares encontramos sabiduría cósmica.

Ahora les hago recordar que en Saturno había entidades que tenían el yo como el cuerpo más exterior, y que en el Sol había otras que tenían el cuerpo astral como el más exterior. En la Luna había entidades cuyo cuerpo más exterior era el etéreo y que se constituían por el cuerpo etéreo, el cuerpo astral, el yo, el Yo espiritual, el Espíritu vital, el Hombre Espíritu, y otro principio más, el octavo contando el cuerpo físico como el primero. El octavo es un principio del cual con respecto al hombre del presente todavía no podemos hablar, esto es el Espíritu Santo. Sólo como seres espectrales nos hubiera sido posible percibir a dichas entidades en su cuerpo etéreo. Ellos tenían entonces el mismo valor evolutivo que el hombre del presente. El esoterismo cristiano los llama Angeles. Son seres que ahora están inmediatamente por encima del ser humano, porque en la evolución han ascendido hasta el grado del Espíritu Santo. También se los llama Espíritus del Crepúsculo, o Pitri Lunares.

Los Espíritus de la Yoidad tenían en Saturno un conductor, un Ser al que se llama el Dios Padre. En el Sol, los Espíritus del Fuego tenían al Cristo como conductor, o sea el Logos en el sentido del Evangelio de San Juan. En la Luna el conductor de los Espíritus del Crepúsculo era el Ser al que en el Cristianismo se le llama el Espíritu Santo. Los seres que en la Luna habían pasado por el grado de humanidad no tuvieron necesidad de descender aquí en la Tierra hasta a la figura del cuerpo físico.

Las formaciones planetarias llegaron a ser cada vez más densas. En su estado más denso Saturno sólo tenía la densidad de la substancia del calor. El estado más denso del Sol era el mismo que ahora tienen los gases, el aire; pero es cierto que hemos de imaginarnos dichas substancias como algo más densas que la substancia calor y los gases de ahora. En el período lunar las substancias gaseosas se densificaron de tal manera que ello dio por resultado la masa pastosa, esponjosa, densamente acuosa, de la cual consistían todos los seres de la Luna, inclusive los superiores, los hombresanimales.

Si nos imaginamos la parte blanca del huevo de gallina, pero algo más densa, tenemos aproximadamente dicha substancia; y en la misma se introdujo el sistema nervioso del hombre. En torno de la antigua Luna había una suerte de atmósfera, pero de otra conformación que la atmósfera terrestre. Se nos da el carácter de la respectiva substancia si recordamos un pasaje del "Fausto " de Goethe, donde Mefistófeles quiere elevarse con Fausto hacia la altura mediante la capota. Mefistófeles quiere hacer aire ígneo; esto sería aire mezclado con una substancia acuosa-nebulosa. Los seres de la Luna respiraban este aire penetrado de substancias acuosas, se lo llama aire ígneo, o también neblina ígnea.

Dichos seres e incluso los seres superiores no tenían pulmones, hacían la respiración a través de una especie de branquias, como los peces de ahora. El aire ígneo, llamado Ruach en la tradición hebrea, en cierto modo efectivamente pudo producirse. Para la humanidad de nuestro tiempo se ha perdido este Ruach, pero los alquimistas antiguos sabían establecer las condiciones correspondientes, y esto les permitía hacer servidores de ellos a los seres elementales. Esto quiere decir que en los tiempos alquimistas la neblina ígnea había sido algo bien conocido, y cuanto más nos remontemos en el tiempo, tanto más tenían los hombres la posibilidad de producirlo.

Nuestros precursores en la Luna la respiraban y en el curso de la evolución la neblina ígnea se transformó en el aire del presente como asimismo en aquello que se generó por la influencia del fuego. En la atmósfera lunar humosa, vaporosa, de cierto grado de calor aparecían corrientes, en ciertos tiempos más, en otros tiempos menos, las que como cordones pendían en el aire y se sumergían en los cuerpos humanos. De un modo parecido a como ahora la criatura en el seno de la madre pende del cordón umbilical, el cuerpo humano en la Luna pendía de una especie de cordón que se extendía por la atmósfera. Era como un cordón umbilical cósmico y desde el aire ígneo penetraban en los cuerpos substancias comparables con lo que el hombre mismo ahora produce como sangre. Pero el yo se hallaba fuera del ser humano ya través de dichos cordones enviaba a los cuerpos algo parecido a la sangre, y tal substancia fluía de ellos y en ellos. Los seres jamás tocaban la superficie de la Luna; se movían cernidos y como fluyendo alrededor de ella.

Esos hombres animales lunares se movían como ahora se mueven los animales acuáticos. El hacer fluir dichas savias en los hombres era el trabajo de los Angeles, los Espíritus del Crepúsculo. Estas condiciones tan distintas tenían por consecuencia otro hecho. En la Luna se originó una suerte de sistema sanguíneo. Desde el cosmos fluía, entrando y saliendo una substancia parecida a la sangre, y con esto surgió una facultad de esos hombres animales lunares, la que sólo aparece con la sangre: el primer sonar interior a raíz de experiencias anímicas. En los seres sólo se produce el sentimiento cuando tienen el cuerpo astral, y de un modo singular podía manifestarse en ellos tal sentimiento por medio de sonidos. No se producían realmente sonidos, pues estos seres no hubieran podido exclamar su dolor, quiere decir no existía un gritar, un producir sonidos de un modo independiente, sino que ello coincidía con determinadas experiencias.

En determinadas estaciones del año sucedía en la Luna lo que se podría llamar un surgir del instinto de reproducción; y los seres podían expresar mediante sonidos las experiencias interiores correspondientes; por lo demás permanecían callados. En una determinada estación del año, con una determinada posición de la Luna con respecto al Sol, la antigua Luna resonaba hacia el cosmos. Los seres exclamaban su instinto hacia el universo. En los gritos de ciertos animales, como por ejemplo, en el bramar del ciervo se han conservado rudimentos de aquel hecho. Ese gritar era más bien la expresión de sucesos generales, no de experiencias individuales que se manifestaban a voluntad; era la expresión de un acontecer cósmico.

Todo lo que precede ha de considerarse como relatos aproximados, pues tenemos que servirnos de palabras acuñadas para hechos de nuestro período terrestre. Sería necesario inventar primeramente el lenguaje que nos permitiría expresar lo que percibe el ojo del vidente. No obstante, estos relatos tienen importancia, pues abren el camino para llegar a la verdad. Sólo por la imagen, por la imaginación encontramos el camino hacia la concepción. Es preciso que no nos formemos conceptos abstractos, ni esquemas, o tal caso descripciones gráficas; antes bien hace falta hacer surgir en nosotros mismos imágenes. Esto nos conduce por el camino directo, nos da el primer grado de conocimiento. Así como es cierto que ya en aquel tiempo el ser humano con sus fuerzas participaba de lo entonces acontecido, así también, si ahora nos representamos aquellos estados, encontraremos el camino a la concepción correspondiente.

Después de que en la Luna todos los seres habían pasado por la evolución que les permitía elevarse a grados superiores, llegó el tiempo de volver a unirse en un solo cuerpo, la Luna y el Sol, para entrar en el pralaya. Después de haber pasado conjuntamente por el estado latente, apareció irradiando una nueva existencia: el primer preanuncio de nuestro estado terrestre. Se repitieron brevemente en un nivel superior los primeros tres estados; primero el período saturnal, luego el período solar, y después volvió a desprenderse la Luna, para girar alrededor del cuerpo restante. Pero esta Luna aún tenía en sí misma la Tierra.

Más tarde se produce un cambio sumamente importante. Todo lo que es Tierra arroja de sí la Luna actual, las peores substancias y entidades, lo inservible. Esto lo contiene la Luna del presente. Todo lo que en la antigua Luna había sido substancia esponjosaacuosa, existe en estado congelado en la Luna actual -físicamente comprobable- y lo apto para la ulterior evolución subsistió como Tierra. La evolución hacia estados superiores se produce en la Tierra por medio de la división del antiguo Sol en los tres cuerpos: Sol, Luna Tierra. Esta división tuvo lugar hace muchos miles de años, durante el antiguo período lemuriano, cuando los seres de la antigua Luna, los vegetales minerales, los animales vegetales, los hombres animales, se transformaron en el mineral, la planta, el animal y el hombre de ahora; el hombre que alcanzó la capacidad de acoger en sí mismo el yo que antes se cernía en torno suyo, y que estaba unido con la Deidad. La unión del yo con el ser humano tuvo lugar después de la separación del Sol, Luna y Tierra, y a partir de ese momento el ser humano adquirió la capacidad de desarrollar en sí mismo la 'sangre roja y de ascender a su nivel actual.


Rudolph Steiner