lunes, 28 de noviembre de 2011

Teosofía de los Rosacruces: Conferencia II Los nueve principios de la entidad humana



En la conferencia anterior hemos hablado de la forma en que el llamado método rosicruciano establece su relación con el hombre y con toda la cultura. Aunque todos los conocimientos de los mundos superiores sólo se pueden adquirir por el vidente, por medio del desarrollo de las fuerzas espirituales superiores, dicho método también trabaja de tal manera que los resultados de la teosofía rosicruciana pueden comprenderse por el uso de la lógica común. Estos conocimientos se alcanzan mediante el sentido superior del vidente, mas para la comprensión basta la lógica humana común. Pero no hay que creer que lo expuesto en una sola conferencia ya puede resistir a toda supuesta crítica.

Esto sólo se logra si se examinan los hechos tomando en consideración todas las razones asequibles. Otra peculiaridad hemos señalado en la conferencia anterior, a saber, la de que el método rosicruciano se esfuerza por llevar la ciencia espiritual a la vida práctica. Por esta razón queremos dar todos los hechos en tal forma que los mismos puedan arraigarse en la vida de la realidad. Pero también con respecto a esta cuestión tengo que pedirles paciencia, pues al principio habrá aspectos que no parecen ser apropiados para penetrar en la vida práctica. Sin embargo, si con la vista se abarca el todo, se notará que las cosas en particular tienen en sí las condiciones que les permitirán fluir en los quehaceres cotidianos. El método rosicruciano puede dar a la investigación científica una sabiduría útil para la vida.

En primer lugar se dará un cuadro conjunto de la naturaleza humana. Llegaremos a conocer los distintos principios de la misma. Sólo si avanzamos objetivamente de grado en grado, sin perder nada de la vista, notaremos que todo está estructurado orgánicamente. Después vamos a considerar el destino del alma humana después de la muerte, como asimismo al hombre en su estado de vigilia, durante el sueño, y también al hombre muerto, con respecto a los distintos principios de la naturaleza humana. Además tendremos que contemplar lo que realiza el hombre desde la muerte hasta el nuevo nacimiento. Es una opinión muy generalizada que en el período después de la muerte el hombre es inactivo; pero no es así. Por el contrario, tiene que actuar y realizar un trabajo que en el cosmos tiene importancia. Después tendremos que explicar lo que es la reencarnación y el karma, el destino, en su relación con la evolución del hombre, mostrando también cómo la humanidad se ha desarrollado en tiempos pasados y cuál es la perspectiva de la futura evolución de la humanidad.

En esta conferencia me incumbe caracterizarles brevemente la naturaleza del ser humano. Hablando sobre este tema hay que tener presente que ante el ojo del que con ya desarrollados órganos espirituales de percepción va a contemplar la naturaleza humana, ésta se presenta mucho más compleja que para la observación sensorial común, la que se fundamenta en el intelecto humano, lo que sólo le permite observar una mínima parte de todo el hombre. Ya hemos aludido a que desde el punto de vista del ocultismo es erróneo llamar cuerpo físico lo que se presenta a simple vista. Este cuerpo físico, tal como se nos presenta, ya tiene en sí el cuerpo etéreo y el cuerpo astral; es la unión de estos tres cuerpos, y sólo si se pudiera sacar los otros dos cuerpos, se tendría ante sí la realidad del cuerpo físico humano. Este cuerpo físico es el miembro de la entidad humana el que ésta Posee en común con toda la naturaleza circundante, minerales, vegetales y animales.

Sólo observamos este cuerpo físico humano adecuadamente si nos decimos que el mismo se extiende hasta lo que abarca la afinidad del ser humano con el reino mineral que le circunda; pero es preciso tener presente que dicho miembro de la entidad humana no puede de ningún modo considerarse separado de lo demás del cosmos, pues las fuerzas que actúan en el cuerpo físico humano obran desde las vastedades del cosmos. Quien sabe apreciarlo lo siente aproximadamente del mismo modo como se experimenta el fenómeno del arco iris. Para que aparezca el arco iris es preciso que haya una bien definida constelación de la expansión de la luz solar, de las nubes cargadas de lluvia, etc.

No se puede hacer desaparecer el arco iris mientras exista la correspondiente constelación entre las nubes de lluvia y la luz del sol. Resulta pues que el arco iris es algo así como una consecuencia, un fenómeno que se configura por causas exteriores. En el mismo sentido el cuerpo físico es un mero fenómeno.

Las fuerzas que mantienen la forma del cuerpo físico se deben buscar en la totalidad del mundo que nos circunda. Ahora hemos de preguntar ¿dónde se hallan y cuáles son verdaderamente las fuerzas que conducen a que nuestro cuerpo físico aparezca dotado de una determinada forma? Esta pregunta nos hace ascender a mundos superiores, pues en el mundo físico sólo se percibe lo que es el fenómeno del cuerpo físico, y las fuerzas que componen este fenómeno se hallan en un mundo espiritual muy elevado. Por consiguiente tenemos que hablar un poco de los mundos que existen fuera de nuestro mundo físico.

Si el ocultista habla de mundos superiores, se trata de mundos que nos envuelven en todo instante; sólo hace falta abrir los sentidos para percibirlos, así como es preciso abrir el ojo para ver el mundo de los colores. Cuando se abren ciertos sentidos anímicos, los que son de un grado más elevado que los sentidos físicos, resulta que el mundo que nos circunda aparece penetrado de lo que se llama el mundo astral. La teosofía rosicruciana lo llama el mundo imaginativo, entendiéndose por imaginativo algo mucho más real que comúnmente se entiende por tal expresión. Se percibe un continuo aparecer y desaparecer de imágenes. El color que por lo común está fijo en los objetos, se halla en un múltiple transformarse dentro del mundo astral.

Más adelante llegaremos a conocerlo más exactamente. En el método rosicruciano popularizado, o sea, en el movimiento que se ha adherido a los rosicrucianos, dicho mundo también se llama el mundo elemental, de modo que en sentido rosicruciano las tres expresiones, mundo imaginativo, astral y elemental tienen el mismo significado. Después se percibe un mundo todavía más elevado, si se abren sentidos aún superiores: el mundo de las armonías de las esferas, el que penetra en el mundo de las imágenes y los seres de los colores. A este mundo se le llama el devachan, o el mundo mental, o también el Rupa devachan; en el lenguaje rosicruciano, el mundo de las armonías de las esferas, o el mundo de la inspiración, porque el sonido es el elemento inspirativo, cuando los sentidos están abiertos para el mismo. En el movimiento que se ha adherido al rosicruciano, también se ha llamado a dicho mundo el celestial. Nombres equivalentes son. el mundo inferior, o Rupa-devachan, mundo devachan, mundo de la inspiración, mundo celestial.

Finalmente tenemos un mundo todavía más elevado, el que abre sentidos aún superiores. El método rosicruciano lo denomina el mundo de la verdadera intuición, entendiéndose por intuición algo mucho más sublime de lo que se piensa según el uso trivial de esta palabra en la vida común. El verdadero sentido es: un identificarse, un introducirse en los seres, un conocerlos desde lo interior. En el movimiento que se ha adherido a los rosicrucianos se llama a ese mundo el de la razón. Se trata de un mundo tan por encima del mundo común que sólo hace caer una sombra en el mundo humano. Los conceptos racionales son débiles sombras de lo que en este mundo son realidades.

Por lo tanto, si queremos comprender la verdadera configuración del mundo, tenemos que nombrar, además de nuestro mundo físico, tres otros mundos. Detrás de las fuerzas que mantienen la integridad del mundo físico, hemos de buscar las fuerzas en el mundo supremo, el mundo intuitivo. Comparado con lo que en este último se puede encontrar como esencialidad, se nos presenta como débiles sombras lo que el físico encuentra en el mundo físico. Quien ascendiese al más alto de los mundos, encontraría entidades vivientes correspondientes a cada concepto que podemos formarnos de un cristal, o del ojo humano, etc.

Lo que aquí son conceptos, son sombras de las imágenes de entidades de ese mundo supremo, de modo que nuestro mundo físico está compuesto por fuerzas que en su verdadera formación aparecen en el Arupa-devachan, según el término teosófico. Podemos formarnos una idea todavía más clara si nos preguntamos qué se nos da en semejante contemplación del reino mineral. El hombre posee la conciencia del yo. Del mineral decimos que no tiene conciencia; sin embargo esto sólo es cierto mientras permanecemos en el plano físico. Si ascendemos a los mundos superiores, el mineral ya no carece de conciencia. Ciertamente, no encontramos el yo del mundo mineral, si entramos en el mundo elemental, puesto que para encontrar la conciencia del yo del mineral, tenemos que ascender al mundo supremo de los ahora enumerados. Así como un dedo no tiene conciencia, sino que para encontrar la conciencia del mismo, tenemos que pasar a nuestro yo, así también el mineral conduce a su yo a través de las corrientes cuyo curso podemos seguir hasta en la región suprema del universo. La uña de un dedo pertenece a todo el organismo humano; en el yo se encuentra su conciencia.

La uña está en relación con nuestro organismo de la misma manera como el mineral con el supremo mundo espiritual. Así existe un yo de todo el organismo, y al igual que el mineral, las uñas son la más extrema expresión del endurecimiento de la vida. El cuerpo físico humano tiene con los minerales en común el hecho de que al cuerpo físico, en cuanto el mismo es puramente físico, le corresponde la conciencia en lo alto del mundo espiritual. Como hombre dotado de una conciencia puramente física, sin saberlo, como hombre que posee un cuerpo físico que tiene su conciencia en las alturas, le corresponde la peculiaridad de que desde lo alto se influye sobre el cuerpo físico. Sobre lo que configura a nuestro cuerpo físico, no podemos influir. Al igual que nuestro yo actúa cuando movemos la mano, influye sobre nosotros un mundo superior en la referente a nuestro cuerpo físico; y así la conciencia del yo basada en el cuerpo físico promueve en nosotros los procesos materiales del cuerpo. Sólo el iniciado que se eleva hasta la intuición alcanza el dominio sobre su cuerpo físico, de tal manera que ninguna corriente nerviosa fluye por sus nervios, sin que ello sepa. Sólo así puede el iniciado unirse con los seres que viven allí en las alturas y que dirigen su cuerpo físico.

El segundo principio de la naturaleza humana tiene el hombre en común con el mundo vegetal y el mundo animal; me refiero al cuerpo etéreo o cuerpo vital. Para el vidente oculto dicho cuerpo se presenta con su forma aproximadamente igual a la del cuerpo físico. Es un cuerpo de fuerza. El que pudiera hacer abstracción del cuerpo físico, tendría ante sí el cuerpo etéreo, como cuerpo de fuerza al que atraviesan líneas de fuerza, las que han formado el cuerpo físico. El corazón humano jamás podría formarse dotado de la forma que le es propia, si en el cuerpo etéreo que impregna al físico no existiera el corazón etéreo. Este último contiene determinadas fuerzas y corrientes, las que son los arquitectos, los escultores del corazón físico. Esto es análogo a que, si se refrigerara agua en un recipiente, se obtendrían endurecimientos, formaciones de hielo. Este hielo es entonces agua endurecida; y las formaciones del hielo ya existían en el agua como líneas de fuerza. Así también se ha formado del corazón etéreo el corazón físico, y éste es simplemente un corazón etéreo endurecido, y las corrientes de fuerza del corazón etéreo le han dado la forma a aquello.

Quien pudiera hacer abstracción del cuerpo físico, percibiría el cuerpo etéreo, principalmente sus partes superiores, bastante parecidas al cuerpo físico. Pero tal semejanza sólo se extiende hasta la mitad del cuerpo, pues el cuerpo etéreo en realidad muestra una gran diferencia, en comparación con el cuerpo físico. Esto les resultará comprensible si les digo que el cuerpo etéreo del varón es femenino, y el de la mujer, masculino. Sin este conocimiento muchas cosas de la vida práctica permanecen incomprensibles. Por lo demás, el cuerpo etéreo aparece como una configuración luminosa y por todas las partes se extiende un poco por encima del cuerpo físico. El cuerpo etéreo lo tiene el hombre en común con el mundo vegetal.

Al cuerpo etéreo le es propio algo parecido a lo relativo al cuerpo físico: las fuerzas que mantienen la coherencia del cuerpo etéreo las encontramos en el mundo denominado el inspirante, o el mundo del Rupa-devachan, el mundo celeste. Todas las fuerzas que al cuerpo etéreo dan la coherencia son de un grado más bajo que las similares del cuerpo físico. Por esta razón es preciso contemplar esta cuestión de tal manera que se busque la conciencia del yo de los vegetales en dicho mundo de la inspiración, el devachan inferior; y en este mundo de las armonías de las esferas, en que se encuentra la conciencia del yo del mundo vegetal, se halla también la conciencia del yo que impregna el cuerpo etéreo del hombre, y que vive en nosotros sin que lo sepamos.

Ahora vamos a considerar el tercer principio de la entidad humana, el cuerpo astral, o, según la denominación rosicruciana: el cuerpo anímico. El hombre lo tiene en común con los animales únicamente. Donde se producen placer y pena, alegría y dolor, afectos y pasiones, tenemos el cuerpo astral como portador de tales experiencias interiores de un ser. Los deseos, las apetencias, etc. también están arraigados en el cuerpo astral. Al cuerpo astral a su vez hay que caracterizarlo diciendo: en él existe lo que igualmente existe en el mundo animal. El mundo animal también tiene conciencia. La naturaleza astral de los hombres y los animales mantiene su coherencia por fuerzas que se hallan en el mundo astral, el imaginativo, o, según la expresión rosicruciana, en el mundo elemental, de modo que la verdadera configuración de las fuerzas que mantienen la coherencia y le dan su forma propia, se pueden conocer en el mundo astral; y por la misma razón el animal tiene la conciencia de su yo en dicho mundo.

Así como con respecto al hombre hablamos de un alma individual, hablamos, en cambio, con respecto al animal, de un alma grupal, la que se encuentra en el plano astral, sólo que no en el animal individualmente, con su vida en el plano físico, sino la especie, la totalidad de los leones, o de los tigres, tienen un yo, el que, como alma grupal, ha de buscarse en el plano astral. Esto quiere decir que lo que aquí vive como animal sólo es comprensible si se puede seguir observándolo hasta en el plano astral. Al respecto, se descubrirían hilos que, por ejemplo, parten de los leones para unirse en el plano astral, formando el yo grupal de los leones individuales que viven en la tierra. Tal como el hombre tiene un yo individual, así vive en el cuerpo astral de cada uno algo de un yo grupal; y el hombre sólo se independiza del yo animal, cuando llegue a ser vidente en lo astral, uniéndose con las entidades astrales, esto es, si él va al encuentro con las almas grupales en el plano astral, del mismo modo que aquí se encuentra con los seres animales individualmente. Allí en lo alto se mueven seres los que sólo dispersos como tantos y tantos animales pueden descender al plano físico.

Al término de su vida vuelven a unirse en el plano astral con la otra parte del respectivo ser. En el plano astral el grupo entero de una especie animal es un ser con el cual se puede hablar como con un individuo aquí. Si bien su aspecto es algo distinto, no sin razón, en el segundo sello apocalíptico se caracteriza a esos seres de tal manera que se les dan distintas figuras, diciendo que se dividen en cuatro clases: león, águila, toro y hombre; pero hombre que todavía no ha descendido al plano físico. Estos cuatro animales apocalípticos son las cuatro clases de las almas grupales, las que en el plano astral son las más íntimamente vinculadas con el hombre en su alma individual. Ahora contemplaremos lo que el ser humano no tiene en común con el mundo que le circunda, contemplaremos la entidad que en el yo encuentra su expresión. Por este cuarto principio de su naturaleza el hombre es la flor de la creación física de la tierra, y sólo por éste se confiere a su naturaleza el principio que tiene la conciencia aquí abajo en el plano físico. Así como la conciencia mineral se halla en el Arupa-devachan, la de los vegetales en el Rupa-devachan, la de los animales en el plano astral, la conciencia del yo del hombre, como el cuarto principio de su naturaleza, se halla en el mundo físico. Sólo en su yo el hombre posee algo en lo que no penetra ningún otro ser, no entra ninguna conciencia ajena de un yo.

Con lo que precede tenemos al hombre cuaternario, como hombre físico, etéreo, astral y yo. Pero ahora se trata de que todo esto aún no abarca toda la naturaleza humana. Estos cuatro principios los tenía el hombre ya en la primera de todas sus encarnaciones aquí en la Tierra; y el paso por las diversas encarnaciones significa una evolución hacia la meta superior del hombre. La misma consiste en que, partiendo del yo, el hombre transforma ahora los tres principios antes enumerados. Si se observa al hombre del pasado remoto, en su primera encarnación terrenal, él obedece a todas sus emociones y apetencias. Es cierto que tiene sus cuatro principios, inclusive el yo, no obstante se porta como si fuera un animal. Si a semejante hombre se compara con un noble idealista de ahora, la diferencia consiste en que aquél, el hombre salvaje, aún no ha comenzado a transformar su cuerpo astral por la fuerza de su yo. El progreso inmediato evolutivo de la humanidad estriba en que el hombre vaya transformando su cuerpo astral. En tal persona el trabajo de transformación encuentra su expresión por el hecho de que ciertas cualidades primitivas del cuerpo astral ya están bajo su dominio interior.

Con respecto a ciertos instintos el hombre corriente de Europa Central se dice: a éstos puedo obedecer, a otros no. Aquella parte de lo que originariamente había vivido en su cuerpo astral y que el hombre haya conseguido a tenerla bajo el dominio de su yo, la denominamos el Yo espiritual; es el mismo principio al que también se ha llamado Manas: es el producto de transformación del cuerpo astral por el yo. Substancialmente
es idéntico con el cuerpo astral, sólo que se trata de otra clase de ordenamiento de lo que originariamente estuvo en el cuerpo astral y que se ha transformado en el Yo espiritual. El hombre que sigue desarrollándose a un grado más elevado adquiere la facultad de transformar a través de su yo, no solamente su cuerpo astral, sino también el cuerpo etéreo. Tengamos presente cuál es la diferencia entre el obrar sobre el cuerpo astral y el correspondiente al cuerpo etéreo. Si recordamos la que sabíamos a la edad de ocho años y si consideramos lo aprendido desde entonces, vemos que esto es realmente muy importante. Cada uno de nosotros se ha formado una gran cantidad de conceptos, los que le inducen a dejar de obedecer ciegamente a sus afectos y pasiones. En cambio si uno, por ejemplo, recuerda haber sido un niño colérico y hasta qué grado ha vencido a tal naturaleza, tendrá que confesar que de vez en cuando la cólera todavía se hará notar.

O también, cuán poco se ha logrado cambiar las condiciones de una mala memoria, y aún más, cuán escaso es el progreso en transformar las disposiciones características, la intensidad o debilidad del fuero interior. Frecuentemente he comparado la medida en que el hombre logra transformar sus temperamentos y otras cualidades con la lentitud con que avanza la aguja horaria del reloj. El camino hacia la iniciación del discípulo se basa precisamente en que el aprendizaje se considera meramente como preparación, mientras que para la iniciación misma es mucho más esencial e importante lo que se alcanza en cuanto a la transformación del temperamento. Si se ha transformado la memoria débil en buena, la cólera en apacibilidad, el temperamento melancólico en ecuánime, se ha alcanzado más de lo que se gana por todo el aprendizaje, pues aquello es una fuente de íntimas fuerzas ocultas y es la expresión de que el yo va transformando el cuerpo etéreo, no solamente el cuerpo astral.

En cuanto dichas disposiciones se pongan de manifiesto, es cierto que también hay que buscarlas en el cuerpo astral, pero si se quiere transformarlas, hay que buscarlas en el cuerpo etéreo, y sólo es posible cambiar su característica mediante dicha transformación. Aquella parte del cuerpo etéreo que el yo haya transformado, vive entonces en el hombre como lo que denominamos Espíritu vital, en contraste con el cuerpo vital. En la literatura teosófica se lo designa como Budhi. La substancia de la Budhi no es otra cosa que la parte del cuerpo etéreo, transformada por el yo.

Cuando el yo llega a ser tan fuerte que aprende a transformar no solamente el cuerpo etéreo, sino también el físico, como el más denso de la naturaleza humana -aquel que está constituido en tal forma que sus fuerzas se extienden hasta en el mundo supremo entonces decimos: el hombre desarrolla en sí el principio superior de su naturaleza actual, esto es, lo que se llama Atma, o el verdadero Hombre Espíritu. Las fuerzas que hacen posible la transformación del cuerpo físico se deben buscar en el mundo más alto. Para la transformación del cuerpo físico hay que comenzar con la transformación del proceso respiratorio.

(Atma quiere decir atmen, respirar). Mediante tal transformación cambia la naturaleza de la sangre, la que influye sobre el cuerpo físico, de modo que esto significa extender el obrar hasta en el mundo más alto.

Ahora bien, debemos hacer distinción entre dos formas de la transformación, y cuando se quiere expresarlo más exactamente, se habla de una transformación inconsciente, y otra, consciente. En verdad cada europeo ha transformado inconscientemente, desde su yo, los principios inferiores de su naturaleza.

Dentro del actual ciclo evolutivo los transforma conscientemente tan sólo con respecto a Manas; y si quiere aprender a transformar conscientemente el cuerpo etéreo, tiene que llegar a ser iniciado.

Tenemos pues los tres principios primitivos de la naturaleza humana, los que cada uno tiene, incluso el hombre más primitivo del primer escalón evolutivo, y dentro de los mismos el yo.

A partir de este estado comienza la transformación. Durante mucho tiempo había sido de carácter inconsciente; y la humanidad empieza ahora a transformar conscientemente el cuerpo astral. En el futuro todos los hombres transformarán conscientemente el cuerpo etéreo y el físico.

Repito: tenemos los tres principios primitivos: cuerpo físico, cuerpo etéreo, cuerpo astral y después el yo. El yo primero actúa transformando estos tres principios, lo que para el hombre del presente es un proceso del pasado; inconscientemente él ha hecho surgir, como disposición, el alma sensible, el alma racional, el alma consciente. En la teosofía rosicruciana se distinguen: el alma sensible, el alma racional, el alma consciente; sólo en el alma consciente aparece la luz de la transformación consciente; el yo comienza a promover conscientemente la transformación. Primero se desarrolla el Yo espiritual en el cuerpo astral. Dentro del cuerpo etéreo se desarrolla el Espíritu vital, que se corresponde con el cuerpo vital; después se desarrolla en el cuerpo físico el Hombre Espíritu, Atma. En total tenemos pues nueve principios de la naturaleza humana.

Para el aspecto exterior dos de estos principios de la naturaleza humana, el alma sensible y el cuerpo anímico, en cierto modo están, aquélla dentro de éste, como la espada en la vaina. El alma sensible está dentro del cuerpo anímico, haciendo aparecer los dos principios como uno solo. Así también forman un solo principio el Yo espiritual y el alma consciente, de modo que los nueve principios se reducen a siete, como a continuación se enumeran:

1. Cuerpo físico
2. Cuerpo etéreo, o vital
3. Cuerpo astral, con el cual está unida el alma sensible y después
4. el yo
y como los principios superiores:
5. Yo espiritual, o Manas, con el alma consciente
6. Espíritu Vital, o Budhi, y como el supremo
7. Hombre-Espíritu, o Atma

Así se nos presenta el íntimo conexo de la naturaleza humana, la que en realidad está constituida por nueve principios, con dos veces dos que están unidos.

En virtud de ello el método rosicruciano hace distinción entre tres veces tres = nueve principios, los que por dicho enlazamiento en cierto sentido se reducen a siete. No obstante debemos tener presente que en el siete se halla el nueve, pues de otro modo tan sólo llegaríamos a un aspecto teórico.

9. Hombre-Espíritu
8. Espíritu Vital
7. Yo espiritual
6. Alma consciente
5. Alma racional
4. Alma sensible
3. Cuerpo astral
2. Cuerpo etéreo
1. Cuerpo físico

El yo reluce en el alma, después empieza el obrar sobre los distintos cuerpos. Pero sólo se alcanzará el paso de la teoría a la vida, si realmente se contempla la naturaleza de esta concepción. Lo que aquí se toca, ha de guiarnos en la próxima conferencia, por la que ascenderemos a la contemplación del hombre durmiente, sus estados de vigilia y muerte.

Rudolph Steiner

miércoles, 23 de noviembre de 2011

SIDDHARTA:EL ÚLTIMO BUDA Y FUNDADOR DEL BUDISMO

Siddhartha Gautamá (Lumbiní, hacia el siglo V – siglo IV a. C.) también llamado Shakiamuni (śākya-muni, el ‘sabio de los shakia’) fue un importante religioso nepalí considerado el último buda histórico y fundador del budismo.
  • Siddhartha Gautamá (nombresáncrito).
  • सिद्धार्थ गौतम बुद्ध (en letra devanagari del sánscrito).
  • Siddattha Gótama (en idioma pali).
En idioma sánscrito, el término buddha (बुद्ध) significa ‘despierto, iluminado, inteligente’.
Es una figura religiosa sagrada para dos de las religiones con mayor número de adeptos, el budismo (fue fundador del dharma budista y primer «gran iluminado») y el hinduismo (en el que se lo considera como la novena encarnación del dios Visnú, de acuerdo al Garuda purana y la vigesimoprimera y penúltima según el Bhagavata purana hacia el siglo XI d. C.).
Aunque existen muchas leyendas, se concuerda en que fue un líder religioso conocido como Siddhartha Gautamá. Vivió en una época de cambio cultural en que se atacaban los procedimientos religiosos tradicionales de la India. Fue uno de los reformadores que dio un impulso renovador en el ámbito religioso dhármico que se propagó más allá de las fronteras de la India y terminó transformándose en una de las grandes religiones del mundo, el budismo
Datación
Buda vivió a finales de lo que se conoce como periodo védico, esto es, cuando se fijó la composición del texto sagrado hinduista Rig-veda (creado hacia el 1500 a. C.).
La tradición considera que vivió entre el 543 (566 según otros) y el 478 a.C. aproximadamente.
El budismo posee su propio calendario lunar, que se inicia en el 543 a. C.
Sin embargo, publicaciones recientes no aceptan esa datación y fijan su muerte entre el 420 y el 368 a. C.
Primeros años
Estatua de Gautamá mostrando el mudrá del vashra (rayo). Originalmente de Gandhara (siglo II), actualmente en poder del Museo Nacional de Tokio.
Nacimiento
Siddharta nació en el seno de una familia noble del clan de los shakia. Su lugar de nacimiento fue en Lumbiní, el reino de Kapilavatthu, una aldea del Terai (en el actual Nepal) que está a los pies de los montes Himalayas.
Según la tradición oral, Śuddhodana, el padre de Siddhartha, era el rey que gobernaba el clan de los shakia. Por este motivo Buda también es conocido como Shakia Muni (śākya-muni, el ‘sabio de los shakia’).
Su madre Maia Deví era una de las esposas del rey. Siddhartha fue el nombre escogido para el recién nacido, que significa ‘la meta perfecta’ o ‘la meta de los perfectos’. La reina Maia, madre de Siddhartha, murió justo al nacer su hijo, que fue educado por su tía Payapati
Según la tradición oral, poco después de su nacimiento fue visitado por el brahmán Asita, un asceta de gran reputación por su sabiduría y por sus dotes para interpretar presagios. El sabio brahmán profetizó que Siddhartha llegaría a ser un gran gobernante o un gran maestro religioso, lo que consternó a Śuddhodana, que quería que su hijo siguiera sus mismos pasos y que un día le sucediera en el trono. Por ello su padre lo protegió de la dureza de la vida, fuera de palacio, para evitar que el hijo desarrollara su tendencia hacia lo espiritual. Pensó que el mejor modo de evitarle la tendencia a la religiosidad consistía en impedirle toda experiencia con el lado amargo de la vida, de modo que creó en torno de él una vida llena de placeres y con el menor contacto posible con el sufrimiento de la realidad.
Dice la leyenda que Maia fue fecundada por un pequeño y bello elefante provisto de seis colmillos que hirió delicadamente su regazo sin causarle dolor. Al nacer, el pequeño Siddhartha habría aparecido ante su madre sobre un loto mientras una suave lluvia de pétalos caía sobre ambos, y dijo: «Triunfaré sobre el nacimiento y la muerte y venceré a todos los demonios que hostigan al humano».
Según otra versión, Maia soñó una noche que un pequeño elefante con seis cuernos y cabeza de color rojo rubí bajaba del cielo y entraba en su vientre por el lado derecho. Ocho sacerdotes le explicaron a su esposo que el niño sería santo y alcanzaría la sabiduría perfecta. Más tarde ella salió al jardín con sus sirvientas y caminó bajo un árbol sala, el cual se inclinó. La reina se colgó de una rama y miró a los cielos. En ese momento Siddhartha surgió de su lado.
Dice también la leyenda, que cuando Gautamá nació recobraron la vista los ciegos, los sordomudos hablaron y una música celestial llenó el mundo.
Infancia y juventud
Los primeros 29 años de la vida del príncipe Siddhartha Gautamá Buddha transcurrieron completamente ajenos a toda actividad espiritual, siempre vivió con su familia. Los detalles de la infancia y juventud de Siddhartha narran una vida rodeada de enorme lujo y comodidad. Recibió la mejor educación y formación posibles en su tiempo.
Siddhartha comenzó a sentir curiosidad por conocer cómo eran las cosas en el mundo exterior y pidió permiso a su padre para satisfacer su deseo. Śuddhodana accedió, pero preparó la salida de su hijo ordenando que despejaran las calles de toda visión que pudiera herir la sobreprotegida conciencia del príncipe. No obstante, sus cuidadosos arreglos fracasaron pues Siddhartha, aclamado por la multitud a su paso por las calles, no pudo dejar de percibir el dolor bajo sus formas más agudas, por primera vez se percató de la vejez, enfermedad y muerte.
Búsqueda espiritual
Siddharta Gautamá representa a la perfección el concepto de «búsqueda espiritual» según las antiguas creencias, sobre todo de naturaleza oriental. Es decir, el incansable esfuerzo interno o la catarsis que conduce a la unión liberadora con la divinidad o nirvana y por la que todos los seres humanos tarde o temprano se verán obligados a realizar (autorrealización) para alcanzar algún día la iluminación, después, eso sí, de experimentar las necesarias y aleccionadoras reencarnaciones. Asimismo, la figura de Siddharta convertido finalmente en el Iluminado (o Buda) viene a expresar la idea mística de que el camino hacia la propia luz y por consiguiente la obtención de la paz interior implica enorme sacrificio y suele comenzar con una provocadora e inquietante duda.
Abandono del hogar
La historia de Barlaam y Josafat nos cuenta que el descubrimiento de la vejez, la enfermedad y la muerte fue traumático para Siddhartha. Se dio cuenta de que también él estaba sujeto al mismo sufrimiento y su ánimo se tornó sombrío, pues se preguntaba cómo alguien podía vivir en paz y felicidad si esto era lo que le deparaba la vida. En una nueva salida al exterior, el príncipe vio a un anacoreta, un monje mendicante, del cual se sintió impresionado por su carácter apacible. Decidió adoptar, también él, la vida de los monjes que vivían en extremo ascetismo, pasando antes unos años como mendigo.
Siddhartha vivió como un príncipe hasta los 29 años; luego abandonó su hogar, dejando atrás a su esposa y a su hijo. Partió con la cabeza rapada y ataviado con un vestido amarillo de itinerante, sin dinero ni bienes de ninguna clase, en busca de la iluminación. Más tarde descubrió que todo extremo es malo.
Maestros
En su camino, Siddharta aprendió de la mano de cuatro diferentes maestros. Con ellos aprendió diferentes técnicas de meditación y logró altos estados de conciencia. En esencia, las distintas ideas que examinó Siddharta intentaban redefinir la unión del individuo (Atman) con un absoluto (Brahman) para así lograr la liberación. Pero a pesar de sus grandes logros con estas prácticas, no encontró en ellas satisfacción para sus preguntas. Entonces, en un intento por doblegar totalmente al mundo sensorial, Siddharta probó a someterse a austeridades tan extremas que casi ocasionaron su muerte, pero aun así tampoco encontró solución a su problema. Por esto decidió investigarlo de una manera nueva y diferente.
Aprendió dos cosas de suma importancia: primero, que el ascetismo extremo no conducía a la liberación total, sino que era preciso algo más; y segundo, que, alcanzado cierto punto, ningún maestro era capaz de enseñar nada más. Siddhartha partió decidido a no seguir buscando fuentes externas de sabiduría, sino a encontrarlas dentro de sí mismo.
Una versión mítica de esta etapa de su vida nos dice que Siddhartha, en sus extremas prácticas de ascetismo, después de algunos días sin comer ni beber agua, pocos minutos antes de su muerte, escuchó a un maestro que estaba enseñándole a una niña a tocar la cítara. Dicho maestro le dijo que si la cuerda estaba muy floja no sonaría, pero si la cuerda de la cítara se encontraba muy tensa se rompería: la cuerda debía estar en su justa tensión para que pudiera dar música y armonía. En ese momento Siddharta comprendió el camino del medio: tanto el ascetismo extremo como la vida de placeres del palacio eran dos extremos, y la verdad se hallaría en la justa medida entre el placer exacerbado y el ascetismo extremo.
Nirvana
Al final de su periplo Siddhartha caminó en un lugar llamado Bodhgaya, en el estado indio Bihar, hasta sentarse bajo la sombra de un árbol llamado bo o bodhi (ficus religiosa), considerado el árbol de la sabiduría.
Una noche de luna llena decidió no levantarse hasta que hallara la respuesta al sufrimiento. Pasó varias semanas debajo de este árbol. Como empezó una terrible tormenta, de debajo de las raíces del árbol surgió Muchilinda, el rey de los nagas (serpientes), se enroscó alrededor de Gautamá y lo cubrió con su caperuza. Finalmente Gautamá tomó conciencia de que ya se había liberado definitivamente. Comprendió las Cuatro Nobles Verdades. Ya no pesaba sobre él la ilusión del falso yo: su verdadero ser estaba más allá de las dualidades del aferramiento y la repulsión; había trascendido el espacio y el tiempo, la vida y la muerte. Comprendió que nunca más volvería a renacer, que había roto el eterno girar de la rueda del samsara. Esto es el Nirvana.
Contando para entonces 35 años, según la leyenda, Siddhartha despertó de sus meditaciones como un Buda (‘despierto’, ‘iluminado’) y siguió sentado bajo el árbol bodhi durante cierto tiempo, disfrutando de la dicha de la renunciación, de la liberación. Después empezó a enseñar sobre el nirvana a quien le oyera; fundando lo que se conoce en Oriente como Buddha-Dharma (la enseñanza del buda); en occidente se conoce más comúnmente como el budismo.
Paranirvana (muerte)
Siddhartha Gautamá murió a los 80 años de edad. La causa fue una intoxicación alimenticia que le produjo vómitos, hemorragias y grandes dolores que, según los testimonios, soportó con gran entereza. Finalmente, se recostó en un bosque de mangos en Kushi Nagara, a unos 175 kilómetros al noroeste de Patna. Allí, rodeado de sus discípulos, alcanzó la paz eterna de la extinción completa, el para nirvana. Este es un estado al que solo acceden después de morir los que han alcanzado el nirvana durante su vida. Antes de expirar dijo el Nirvana Sutra, donde resume toda su enseñanza y aclara los puntos que él vio que no estaban bien comprendidos.
Tras su muerte
El budismo prácticamente desapareció de la India hace mil años, aunque recientemente está reviviendo. Asimismo, la enseñanza se expandió hacia el sur a Sri Lanka y el sudeste de Asia, donde la forma theravada de budismo aún sigue floreciendo. También se difundió al norte al Tíbet, China, Mongolia y Japón. Las formas majaianas de budismo se practican en estos países, aunque en el último siglo han sido bastante relegadas debido al comunismo y al consumismo. En el último siglo el budismo se ha difundido en Occidente.
Buda, el concepto
El término proviene del sánscrito बुद्ध, buddha: ‘inteligente’, ‘iluminado’. Etimológicamente deriva del verbo budh:‘despertar, prestar atención, darse cuenta, entender, recuperar la conciencia después de un desmayo’. Según el budismo, Buda es la denominación que reciben aquellos individuos que han realizado su naturaleza bodhi.
Siddharta Gautamá, Buda, se considera «el Buda de nuestra era», uno de los budas principales que definen eras cíclicas de enseñanza y olvido del dharma (la verdad; la naturaleza de la realidad, de la mente, de la aflicción del ser humano y del camino correcto para la liberación).
Debido a ciertas malas interpretaciones muy comunes, se debe enfatizar que Buda no es Dios. Esto no solo lo aseguró el mismo Buda Gautamá, sino que la misma cosmología budista hace esta distinción al afirmar que el estado del budha únicamente lo pueden lograr los seres humanos (pero no se limita a esta humanidad en particular), en quienes reside el mayor potencial para la iluminación.
Siddharta Gautamá también afirmó que no existen intermediarios entre la humanidad y lo divino. Devas (dioses o ángeles), humanos y demonios se rigen por el karma, cuyas leyes dictan que la compasión y el amor por la existencia generan provecho tanto para las demás criaturas como para el que las ejerce, purificando su karma. El Buda es tan solo un ejemplo, un guía y un maestro para aquellos seres que deben recorrer la senda por su cuenta, lograr el despertar espiritual y ver la verdad y la realidad tal como son. El sistema budista de filosofía y práctica meditativa no fue una revelación divina, sino más bien el entendimiento de la verdadera naturaleza de la mente y tal entendimiento puede ser descubierto por cualquiera. Es el adentrarse en la realidad lo que se logra al comprender que la ignorancia puede eliminarse.
Buda en otras religiones
Buda Gautamá
Buda 
Precedido por Kasyapa 
Sucedido por Maitreya 
Avatar de Vishnú 
Precedido por Krishna 
Sucedido por Kalki 

En general, Buda es considerado una de las figuras más importantes de la historia religiosa humana al lado de Jesucristo, Mahoma y demás grandes reformadores religiosos. Si bien Buda es la figura central del budismo, no es exclusiva de él.
  • Para los hindúes, Buda es la novena y penúltima —y la más reciente— encarnación de Visnú, precedida por Krishná y seguida por Kalki , es decir, es un avatar del hinduismo.
  • El caodaísmo lo considera uno de los profetas de Dios.
  • La teosofía, como otras escuelas esotéricas, consideran a Buda uno de los mayores iluminados.
  • Los budistas chinos le adoran como El Fo, dirigiéndose a él como Fot tchou.
  • El maniqueísmo lo incluía entre los predecesores de Mani al lado de Moisés, Jesús y Zoroastro.
  • Para el bahaísmo, Buda es una de las nueve representaciones de Dios sobre la Tierra.
  • La Iglesis de la Unificación de Moon lo considera uno de sus profetas.
  • Los raeliamos lo consideran uno de los supuestos clones extraterrestres destinados a guiar a la humanidad.
  • La cienciología lo considera, junto con Jesús, uno de los clear, aquellas personas que han logrado ponerse en contacto con su alma extraterrestre.