jueves, 15 de mayo de 2014

Entre verdaderos Iluminados y charlatanes profesionales

En los ambientes de la búsqueda de la verdad como en cualesquiera otros relacionados con el Ser Humano, siempre es fácil encontrar dos tipos de individuos: El verdaderamente Iluminado y que una fuerza interior irresistible le impulsa a mostrar lo que siente que sabe y el charlatán que intenta sacar provecho timando a todos aquellos ávidos de encontrar algo que les pueda dar un sentido a sus anodinas vidas.

¿Existe algún modo de distinguir a los charlatanes de los maestros iluminados?

Claro que existe; pero hay que permanecer razonablemente despierto y, aquí, no sobra ninguna de las palabras dichas: Siempre, Alerta mediante la medida o juicio de la Razón.

Por regla general los charlatanes suelen poseer una capacidad magnética adquirida denominada carisma y que impide a muchas gentes ponerse en guardia contra su palabra, dejándose llevar por una corriente hipnótica que está relacionada con la propia Psicología del Charlatán. El Charlatán no posee ideas propias ni se contradecirá. Su construcción dialéctica está fundamentada sobre los trabajos de otros de tal modo que no entre en contradicción y así evitar, en lo posible, tener que atender a cuestiones que no sabrían responder de forma plausible.

El Charlatán viene a ser como una enorme compilación enciclopédica que intenta no caer en contradicción alguna con el objetivo de no ser descubierto; pero que sin embargo carece de la más mínima intuición que aporte algo propio y fundamental a su florido y barroco discurso; no obstante, siempre hay que tener en cuenta ese dicho de: Los caminos del Señor son inexcrutables. Algunos charlatanes, a veces, dicen la verdad sin querer.

Por el contrario, el Iluminado no tendrá reparo a enfrentarse con el conocimiento de los antiguos avatares y decirle a sus oyentes o lectores que aquellos maestros de la antigüedad se encontraban tremendamente equivocados; pero además, si el Iluminado, en el futuro encuentra algo que invalide lo expuesto por él mismo, con anterioridad, no lo ocultará bajo la alfombra del Silencio; sino que explicará los motivos por los que ha llegado a nuevas y diferentes conclusiones.

El Iluminado, aun cayendo fuera del discurso establecido como políticamente correcto, no tendrá inconveniente en aportar ideas propias, intuidas, por muy peregrinas e incomprensibles que pudieran parecer, dado que algo dentro de su interior le indica que tiene muchos visos de ser una parte importante que complete el Puzle de la Verdad. Los iluminados, a pesar de estarlo, siempre se están equivocando; pero cuando se dan cuenta del error saben dar marcha atrás y aceptar la crítica sin ruborizarse.

Digamos que, de algún modo, en el ámbito esotérico sucede exactamente igual que en otras parcelas humanas, como en la científica, por poner algún ejemplo. Hay verdaderos científicos que están dispuestos, en cada momento, a poner en tela de juicio todo lo que conocen y otros que transmiten la información que se les ofreció en sus estudios a modo de loros, cotorras o papagayos.

Por otro lado, hay otro modo de diferenciar a un charlatán de un Iluminado, por su humildad. Los charlatanes siempre poseen un ego crecido e intentarán demostrar sus supuestos conocimientos mediante certificados y diplomas que, en muchas ocasiones, serán falsos de solemnidad. Se achacarán los falsos títulos de profesor, maestro y doctor para que su público oyente los escuche sin algún atisbo de interrupción: ¿Quién podría contradecir a Tipo tan laureado y notoriamente condecorado? “Es la repetición del Cuento del Traje del Emperador”

Los iluminados no tendrán reparo alguno en indicar que son oficialmente analfabetos y que su conocimiento es estrictamente autodidacta y, por supuesto, invitarán a quienes les escuchen a que pongan en duda hasta el último signo de exclamación que salga de sus bocas.

Yo les invito no solo a escuchar lo que se les cuenta, por todo el mundo, sino también a ponerlo en Tela de Juicio por su Razón, si es que la tienen claro.


Aralba