sábado, 15 de octubre de 2011

A la Puerta del Templo, del V.^.H.^. Silverio


“Un hombre llegó a Ramanuja, un gran místico, y le dijo:

-Me gustaría enamorarme de Dios. ¡Muéstrame el camino!

Y Ramanuja contestó:

-Primero dime una cosa, ¿has amado a alguien alguna vez?

El hombre respondió:

-No me interesan este mundo ni las cosas mundanas, el amor y cosas por el estilo. Quiero a Dios.

Ramanuja dijo:

-Por favor, piensa otra vez. ¿Has amado alguna vez a una mujer, a un niño, a alguien?

El hombre contestó:


-Ya te lo he dicho: soy una persona religiosa; no soy un hombre mundano, y no amo a nadie. Muéstrame el camino, cómo puedo llegar a Dios.

Se dice que Ramanuja empezó a llorar. Con lágrimas en los ojos, le dijo:

-Entonces es imposible. Primero tendrás que amar a alguien. Ese es el primer paso. ¿Estás pidiendo el paso último y ni siquiera has dado el primero? ¡Ve y ama a alguien!”
Sólo cuando el amor no sacia tu sed, Dios se convierte en una necesidad. Pero ambas necesidades están en el mismo camino. La razón básica es que en realidad no estamos separados de la totalidad, pero pensamos que estamos separados. Por eso surge el deseo: ¿cómo hacerse uno con la totalidad?”

Se respeta copyright y derechos de autor, pues se utiliza sin ningún ánimo de lucro
El primer paso tienes que darlo con alguien a quien puedas amar, y, luego, el segundo paso surgirá de ello por sí mismo. Un amor auténtico te lleva necesariamente hacia la oración. Y si el amor no te está llevando hacia la oración, es que aún no es amor; no es amor verdadero, porque un amor verdadero te prueba necesariamente que el amor no es suficiente. Se necesita más. Un amor verdadero te lleva a la puerta del templo, tiene que llevarte. Ese es el criterio de un amor verdadero.

SILVERIO

Originalmente Publicado en El Candil de los Pensamientos:

El Arte y las Escuelas Iluministas por el V.^.H.^. Nicolás González



En 1887 Satie dejó su casa para alojarse en Montmartre. Pronto se integró con la clientela artística del café-cabaret Le Chat Noir,1 y comenzó a publicar sus Gimnopedias. Siguieron las Ogives, las Gnossiennes, etc. En el mismo período conoció a Claude Debussy. En 1891 se convirtió en el compositor oficial y maestro de capilla de la orden rosacruz liderada por Joséphin Péladan, la Ordre de la Rose-Croix Catholique, du Temple et du Graal. Compuso para ella piezas de inspiración mística, como Salut Drapeau!, Le Fils des étoiles, y Sonneries de la Rose Croix.