Hemos traido, hasta las páginas del Blog, este Artículo acerca de los Cátaros y que, en ningún caso podría considerarse como parcial sino todo lo contrario. Con un grupo de amigos, salió el Tema, y se dijo que los Cátaros practicaban el Suicidio ritual, lo que se conoce como Endura. No digo que no haya algo de verdad en ello, como lo que sucede, en la actualidad, con algunos ancianos de Japón que, por Tradición, se retiran a morir sentados al pie de un árbol; pero mucho me temo que todo lo que se dice al respecto está muy exagerado y no posee parcialidad alguna, dado que todos los textos cátaros fueron destruidos por el fuego purificador de la Jerarquía católica y del Rey de Francia.
Todo lo que se conoce acerca de los hombres buenos es debido a la Inquisición, del mismo modo que acerca de los templarios o de los procesos por brujería. Declaraciones sacadas a base de inhumanas torturas. Así se podía confesar la adoración al diablo, el pisar el crucifijo en actos rituales o el propio suicidio ritual. Ni un niño chico, hoy en día, daría crédito a semejantes innominias.
La conexión con los Nazis es tan estúpida como la inexistente entre Wagner y Hitler. Son épocas completamente distintas y ni Wagner ni los Cátaros tienen culpa de que unos descerebrados, como los Nazis que provocaron la segunda guerra mundial y el genocidio de millones de seres humanos, gustaran de su música y misticismo. Espero que disfruten este artículo del mismo modo que nosotros.
Nota Aralba
Todo lo que se conoce acerca de los hombres buenos es debido a la Inquisición, del mismo modo que acerca de los templarios o de los procesos por brujería. Declaraciones sacadas a base de inhumanas torturas. Así se podía confesar la adoración al diablo, el pisar el crucifijo en actos rituales o el propio suicidio ritual. Ni un niño chico, hoy en día, daría crédito a semejantes innominias.
La conexión con los Nazis es tan estúpida como la inexistente entre Wagner y Hitler. Son épocas completamente distintas y ni Wagner ni los Cátaros tienen culpa de que unos descerebrados, como los Nazis que provocaron la segunda guerra mundial y el genocidio de millones de seres humanos, gustaran de su música y misticismo. Espero que disfruten este artículo del mismo modo que nosotros.
Nota Aralba
¿Quiénes
eran los cátaros?
Los
defensores de la doctrina según la cual una cadena de iniciados habría
transmitido el conocimiento secreto desde la Antigüedad hasta el día
de hoy,
ven al fenómeno cátaro de diferente manera que los historiadores más o menos
ortodoxos. Estos últimos sostienen que el catarismo es un movimiento social
de masas homologable a otras herejías que proliferaron en Europa Occidental
entre los siglos XI y XIII. Tal efervescencia herética sería consecuencia
de los propios males de la
Iglesia , así como de la crisis de crecimiento
de la sociedad medieval.
Pero
existe otra corriente de opinión. Ésta sostiene que el fenómeno cátaro
es algo distinto a un simple movimiento de renovación espiritual. El catarismo
sería, ni más ni menos, una doctrina inspirada por un conocimiento de
orden superior. Los mártires cátaros fueron torturados y quemados vivos, no
por herejes, sino por iniciados. Y ello no obstante, los supervivientes lograron
conservar la semilla del conocimiento secreto, y difundirla a generaciones
posteriores, a través de diferentes colectivos sociales y sociedades
secretas (o discretas) que iremos desgranando a lo largo de este artículo.
Los
más (especialmente los especialistas ortodoxos) se inclinan por la teoría
según la cual “cátaro” deriva del griego καθαροσ (puro), que está en la base
del término “catarsis” (purificación), y del alemán ketzer (hereje).
Pero existe
otra posibilidad: la Iglesia
oficial consideraba, como es bien sabido, a esta
herejía como una expresión de satanismo o de culto al diablo; por ello la propaganda
del catolicismo romano hacía remontar el término del latín cattus, el
gato negro asimilado al Príncipe de las Tinieblas. Desde mi punto de vista, esta
segunda interpretación –aunque vilipendiosa- se acercaría más a la verdad,
por unas razones que explicaré más adelante. Pero continuemos con nuestro
relato acerca de los misteriosos –y atribulados- cátaros.
En
resumidas cuentas, los «puros» (es decir, los que han recibido el bautizo,
o consolamentum) se llamaban entre sí Juan o Juana; su Iglesia era denominada
Iglesia del Amor (o cristianos de San Juan, o Iglesia de María); rechazaban
el Antiguo Testamento (y buena parte del Nuevo); su doctrina era dualista
(creían en la existencia de dos principios fundamentales: el bien y el mal);
y su distintivo fundamental era la pata de oca, o bien la cresta del gallo, el «ave
que anuncia el Sol» (de ahí su denominación como patarines, y también como chrestiàa,
que como es natural no deriva del Cristo ortodoxo que todos conocemos)
1.
Si en
algo se ponen de acuerdo los estudiosos de las cosas antiguas, es en el
origen oriental de sus creencias. El catarismo tiene claras resonancias gnósticas
y maniqueas. En definitiva, los “perfectos” pensaban que en este valle
de lágrimas, llamado “mundo de los sentidos”, se desarrolla una pugna continua
entre dos principios irreconciliables: el Bien y el Mal; o dicho con otras palabras,
la Luz y las
Tinieblas. El primero define el elemento constituyente del alma,
encerrada en un forro de materia (nuestro cuerpo); el segundo es todo aquello
que se puede ver, oler y tocar, es decir, la realidad tangible. El Dios del espíritu
se enfrenta al Dios de la materia (Satán, nuestro Yahvé) por adquirir la primacía
en la continua batalla entre el Bien y el Mal.
Se
dice que el catarismo occitano, lombardo o alemán tenía fuerte influencia
bogomila (una secta búlgara de obediencia maniquea). Lo cierto es que
tanto los bogomilos búlgaros como los mismos cátaros occidentales tienen un
precursor común: Prisciliano, heresiarca hispano de rica alcurnia, que ostentó
el cargo de obispo durante el siglo IV, en tiempos del emperador Máximo.
Su rigorismo y su doctrina gnóstica y maniquea fueron empleados por los
novacianos para diferenciarse del catolicismo ortodoxo. Éstos se llamaban a sí
mismos “puros”, término que posteriormente sería recuperado por los cátaros.
La
gnosis es conocimiento, pero también doctrina de salvación. Para los gnósticos,
especialmente los maniqueos y los cátaros, el mundo material es esencialmente
malo. El Demiurgo (Sumo Hacedor) del mundo tangible es un dios
del mal, y sería equiparable al Satán de los cristianos (el Príncipe de las Tinieblas).
Es decir, el Yahvé todopoderoso que nos hizo a su imagen y semejanza
sería en realidad, para los gnósticos (y cátaros), el responsable de todo
lo que de malo, corrupto y perecedero existe en este valle de lágrimas. El
dios auténtico, el Príncipe de la
Luz (el Lucifer celestial) habría dejado su
destello, su huella, sólo en nuestro espíritu, en lo más profundo de nuestros corazones.
Para los cátaros, y para los gnósticos en general, la única manera de
eliminar el mal, para recuperar lo poco que de puro y numinoso retiene el ser
humano, consiste en procurar la extinción de la propia vida, ya sea a través del
suicidio, del sacrificio, del martirio, o bien de la negación de la
procreación.
El gnóstico se reconoce como un extraño en el mundo, y siente
El
gnosticismo, en definitiva, es tanto un metalenguaje, una forma críptica
de conocimiento, que trata de transcribir de forma simbólica una serie de
ideas complejas, como un “camino de salvación”, que sitúa al adepto en relación
al espíritu (emanación de Dios, el Lucifer celestial) y al mundo (su corporeidad
material, maculada por el mal y el pecado). El tratado hermético titulado
La Llave
asegura: “La perversión del alma es la ignorancia; porque el alma,
cuando no conoce nada de los seres ni de su naturaleza, ni tampoco del Bien,
ciega total, sufre el combate que contra ella levantan las pasiones del cuerpo,
y desgraciada, ignorándose a sí misma, sirve de esclava a cosas que le
son ajenas y corruptas, y carga el cuerpo como un pesado fardo”. Desde este
punto de vista, la ignorancia hace a los hombres esclavos del mundo y sus
pasiones; la gnosis (el conocimiento) los libera.
Sea cual sea el origen de los cátaros, éstos se distinguían de los cristianos
ortodoxos por su rechazo a buena parte del Antiguo Testamento 2, de
los Sacramentos (que sustituyen por otros ritos más cercanos a su doctrina),
de ciertos símbolos cristianos y, especialmente, de algunas costumbres
populares que ellos consideraban bárbaras o pecaminosas. Como
los templarios, sentían predilección por el Evangelio de San Juan; el
más filosófico de los cuatro reconocidos por la Iglesia 3. Como muy bien expresa
Otto Rahn, en su Cruzada contra el Grial: “Resulta más que sorprendente
que esta doctrina (es) a la vez la más tolerante y la más intolerante
entre las cristianas”. Jesús Mestre, en su obra Los Cátaros, resume en
pocas palabras lo esencial de su fe: “El pecado es la sujeción al mundo, su piedra
angular”. La mitología cátara establece que el pecado original no es un pecado
de orgullo, sino carnal: la unión sexual de Adán y Eva, del hombre y la mujer.
Porque para los “Perfectos” no existe pecado venial: todos los pecados son
mortales. Y lo son porque la cópula y el goce carnal suponen para el individuo
la sujeción al mundo.
Es
forzoso insistir en un detalle capital: Jehová, para los cátaros, es el Maligno,
el Príncipe de las Tinieblas. La causa de todo mal está en la esfera de lo
material, que es obra de Satanás, puesto que el Dios de la Luz no puede haber
creado este mundo imperfecto. Los perfectos llamaban al Demiurgo, por otro
nombre Satanás, el Gran Arrogante. El verdadero creyente, el Puro, debía consagrarse
al Dios de la Luz
(o del Espíritu) renunciando al cuerpo y al placer.
Los cátaros, como los gnósticos, se llamaban a sí mismos “hijos de
Los
heresiólogos, inquisidores y jueces del brazo secular reprochaban a los
cátaros su carácter ultrapuritano, por demandar un nivel de sacrificio que estaba
al alcance de muy pocos. Recordemos que los cátaros exaltaban la la continencia
sexual y la abstinencia hasta el punto de rechazar el matrimonio nuclear,
condenar la carne y abominar los alimentos grasos. De ello da fe la ceremonia
del consolamentum, por la cual el neófito se convertía en Perfecto,
tras
romper el vínculo de matrimonio con su cónyuge. El compromiso solemne del
nuevo hermano reza así: “Prometo
consagrarme a Dios y a su Evangelio, no mentir jamás, no jurar
jamás, no tener contacto con mujer alguna, no matar ningún animal, no comer
carne y alimentarme sólo de frutos. Prometo además no viajar, ni vivir ni comer
sin uno de mis hermanos y, caso de caer en manos de nuestros enemigos
o ser separado de mi hermano, abstenerme durante tres días de todo
alimento. Prometo asimismo no traicionar jamás mi fe, sea cual fuere la muerte
que me espere”.
Terminada
la ceremonia, el neófito se retiraba a la soledad, para ayunar durante
cuarenta días a régimen de pan y agua. A esta mortificación se le llama
endura. Sólo entonces era considerado Perfecto. Todos los demás, los que
comulgaban o simpatizaban con sus ideas, pero no se veían capaces de vivir
tal existencia de sacrificio y rigor, eran llamados adeptos (con minúscula).
Únicamente los Perfectos, si mantenían su promesa y ejercitaban una vida
De
este modo, se establecía una diferenciación de facto entre el núcleo duro
de iniciados y los meros adeptos, que prefigura la estructura dual (y gradualista)
de las sociedades secretas y discretas que se sucedieron con posterioridad:
desde los templarios hasta la moderna Masonería.
Una de las mayores paradojas del catarismo consiste en su
Además,
siendo los cátaros enemigos de la materia, empleaban las fuentes
y las cuevas, tan asociadas a antiguos cultos paganos, como espacios sagrados
donde celebraban sus ceremonias. Por ejemplo, Ramon Roger, el joven
Trencavel, fue recibido como “creyente” en la espulga (cueva fortificada) de
Ornolac.
En
definitiva, el catarismo es una doctrina compleja y contradictoria, lo que
hace más inverosímil que tantos miles de Perfectos y Adeptos prefirieran aceptar
con serenidad de ánimo el martirio, antes de abjurar de sus creencias. ¿Por
qué? ¿Tal vez porque se creían custodios de un Secreto por el que valía la
pena morir? ¿Y en tal caso, en qué consistía?
Otto
Rahn, estudioso del fenómeno cátaro, y uno de los cachorros de Himmler,
lo tenía muy claro. Los cátaros eran los custodios del Grial, y la Cruzada
contra los cátaros fue en realidad una cruzada contra el Grial. El mismo
Heinrich Himmler se sentía heredero de la doctrina cátara, confesando al
padre Ripoll de Montserrat, con ocasión de su visita al monasterio el día 23 de
Octubre de 1940: “En Montserrat se propugnó la herejía albigense, con la que
nosotros (los nacionalsocialistas) tenemos tantos puntos de contacto”
Según
la tradición, los cátaros guardaban el Grial en la fortaleza de Montségur,
y el 14 de Marzo de 1244 sucedió algo extraordinario que impulsó a
algunos soldados a convertirse, y a aceptar la muerte con alegría. Baigent, Leigh
y Lincoln explican este extraño suceso en su magna obra El enigma sagrado: “Fuera lo que fuese dicha
festividad, está claro que causó cierta impresión
en los mercenarios contratados, algunos de los cuales, desafiando una
muerte inevitable, se convirtieron al credo cátaro” 5.
En
palabras de Otto Rahn, un pastor de ovejas del país le contó la siguiente
historia: “Cuando aún estaban en pie los muros de Montségur, los cátaros,
los puros, custodiaban dentro de ellos el Santo Grial. Montségur estaba
en peligro; los ejércitos de Lucifer se hallaban ante sus murallas.
Querían hacerse con el Grial para insertarlo de nuevo en la diadema de su
Pero aquí no acaba la historia. Los templarios, hermanos de credo de
“De
ser, como lo fue en sus inicios, un poderoso y sin duda atractivo movimiento
religioso erigido como alternativa al poder y la sumisión exigida por la Iglesia de Roma, el catarismo pasó a
ser, a fuerza de persecuciones y matanzas,
una forma de conciencia solapada que emergía en la vida social y cultural
de las comarcas pirenaicas como el recuerdo de algo que no por imposible
era menos añorado. Hoy mismo –es un secreto a voces- el catarismo
existe, siquiera en su vertiente visceral más pura. Sigue habiendo perfectos,
aunque esos perfectos lo sean por libre y sin obediencias estrictas a textos
que, en su mayor parte, fueron destruidos; sigue habiendo gentes que recuerdan
que sus antepasados fueron convertidos en cenizas en las piras de Béziers,
de Montaillou o del Camp dels Cremats de Montségur. Y hasta quedan
quienes tampoco han olvidado que, hace ya muchas generaciones, los suyos
tuvieron que atravesar la barrera de los Pirineos y refugiarse en Aragón, en
Cataluña o en el Maestrazgo valenciano, y hasta en Mallorca, para salvar la vida
ante la constante amenaza de una denuncia que podía terminar en los calabozos
que les reservaban a los herejes contumaces los padres predicadores
que monopolizaban la represión en las tierras de Occitania” .
La doctrina oficial establece que el catarismo catalán es heredero de la
Y
digo que «hasta cierto punto el catarismo catalán es heredero de la Iglesia
albigense» porque la herejía pirenaica y catalana tiene raíces propias, como
demuestra la persistencia de tradiciones heterodoxas ya desde tiempos muy
antiguos. La primera es el gnosticismo, difundido en España a través del maniqueo
Marco el Egipcio (hacia el 330) y de su discípulo Prisciliano. La segunda,
tal vez la más importante doctrina herética en este país, es el adopcionismo
de Feliu d’Urgell, con amplio respaldo en el área pirenaica. El adopcionismo
fue importante para perfilar la noción cátara de la figura de Cristo:
en pocas palabras, el Redentor no tuvo un verdadero cuerpo material, como
los demás hombres, sino que sería un Ángel adoptado por Dios para ejercer
la función de Salvador. La
Encarnación sería una apariencia engañosa: «Incarnationem non vere sed fantastice profitentur».
La
tradición cátara continuó viva en la literatura y en el esoterismo cristiano.
Jean Renart, en su Roman de la
Rose , dice así: “Amor debe ser tan discreto
/ Allí en donde se encuentre / De manera que no tenga dolor ni gozo / Salvo
el que lo viva”. Amor es la
Iglesia de los Perfectos, porque es la contraiglesia
de Roma (Amor es el palíndromo de Roma). Amor es la Jerusalén Celeste,
en contraposición a la
Babilonia del Apocalipsis de San Juan.
Ramon Llull, en su Llibre d’amic e amat (Libro de amigo y amado),
Y es
por ello que, ya en la clandestinidad, deben mantener el Secreto, como
única manera de salvaguardar su tesoro, hasta el tiempo en que, como dice la Profecía : “Al cabo de
setecientos años (después de la muerte de Bélibaste,
el último cátaro) reverdezca el laurel”. Ello sucederá el año 2021.
El secreto de los cátaros
Cuando,
ahogado en sangre, el fenómeno cátaro llegó a su fin en Occitania,
multitud de adeptos y perfectos se trasladaron a dos territorios alejados
entre sí: por un lado, a la
Corona de Aragón, y por otro, a las comunas
itálicas. Allí se llevaron su maestría en las artes manufactureras (especialmente
en la industria textil), y posiblemente también los últimos brotes de su
fe.
Languedoc
alude a la lengua de la oca (langue d’Oc); es decir, al país donde
se habla el argot, el lenguaje secreto de los iniciados. Ello, por supuesto,
no es más que una exageración: el occitano es lo que es; es decir, una
lengua románica emparentada con el catalán. Pero hay más. La lengua de la
oca acabó por influir al mundo occidental, no sólo a través del trobar clus de los
trovadores, sino también de los «cuentos de la madre oca», narraciones en las
que el esoterismo se mezcla con el decorado maravilloso, mágico y legendario
del Paraíso Perdido. Esta tradicion hermética tuvo continuidad en el llamado
juego de la oca8 y en las Aucas (o aleluyas) del entorno catalán (historias
edificantes dibujadas en cerámica o en papel, precursoras del moderno
cómic).
Así
pues, si Occitania es el «país de las ocas», Catalonia es el «país de los
gatos» (del latín cattus). Tan sencillo como eso. Los gatos dieron
nombre no
sólo a los catalanes, sino también a los cátaros. Según la tesis oficial, «cátaro»
deriva de katharós (limpio, puro). Pero existe otra posibilidad: que «cátaro»
haga referencia a los «adoradores de los gatos» 9. No olvidemos que estos
animales han sido considerados seres divinos por diversas culturas.
Según el Wordsworth Dictionary of Phrase and Fable, en el Antiguo Egipto era
Los
cátaros conocían muy bien estas minucias etimológicas. El nombre del
«último cátaro» reconocido por la
Historia , Belibaste (muerto en la hoguera en
1321), se compone de dos partículas (Bel y Bastet) que significan, literalmente,
«Señor» y «Diosa gato», o dicho en términos más claros, Sol y Luna,
o bien Osiris e Isis.
Los
cátaros se tomaban muy en serio el simbolismo: en ello les iba la vida.
Tanto es así que les debemos la costumbre, hoy tan habitual, de darnos la
mano en el momento de presentarnos (o saludarnos). Fue suya la idea de usar
el palíndromo de Roma (Amor) para denominar a su Iglesia. Éste sería uno
de los nombres en clave de su trobar clus (lenguaje secreto). El Amor representa
a la Dama ,
denominación de la
Diosa-Gato , o Diosa Madre (Isis,
Bastet, María o Magdalena).
Los
cátaros no dejaban nada al azar; incluso sus nombres tienen un significado
que les identifica entre sí. Por ejemplo, Gérard de Sède alude a la costumbre,
dentro de la casa de Foix, de ponerse nombres «solares»: entre otros,
Rai-mundo (Rey del Mundo, o bien Rayo del Mundo), Atón, Febo, o bien Esclar-Monda
(Luz del Mundo). En Cataluña, esta costumbre dio origen a la leyenda
de Soler de Vilardell, el héroe solar (de ahí Soler) de espada milagrosa que,
como Hércules, el Arcángel Miguel o san Jorge, mató al Dragón de Sant Celoni.
Donde
hay gatos —especialmente si son negros— hay brujas, y donde hay
brujas hay o ha habido cátaros... Para mi descargo, diré que esta idea no es
mía. Fue otra persona, mucho más docta que yo en materia de catarismo, la que
lo sugirió. René Nelli no niega la posibilidad de que la brujería medieval haya
podido derivar indirectamente de un dualismo mal interpretado o mal comprendido.
De hecho, esta idea nos ha pasado por la cabeza, sobre todo cuando
hemos comprobado una coincidencia en los lugares donde tenemos noticias
de cátaros: aquí, además de haber templarios (sobre todo en la Cataluña
Nueva), también tenemos noticias de brujas. Con eso no quiero decir que
el catarismo «fabricara brujas», pero sí que habría podido influir de alguna manera,
de forma inconsciente, en la aparición de éstas.
La
leyenda es de todos conocida: cuando llega la noche, las brujas se convierten
en gatos negros, y con sus ojos centelleantes «encantan» y «atrapan»
a sus víctimas. Esto no es como para tomárselo a broma. Miles de hechiceras
—o supuestas brujas—, que en su mayor parte eran personas inocentes
que ejercían una noble labor como comadronas y curanderas, fueron quemadas
como algo peor que «herejes»: como «servidoras del diablo», enemigas
de los buenos cristianos (los mismos que aplicaban sobre ellas la violencia
y la intolerancia).
Hay
mucho que decir sobre la figura de la «bruja» como heredera de un antiguo
saber; como residuo de una época —matriarcal— en la que la mujer tenía
un rol social muchísimo más relevante. En todo caso, la brujería es, como el
dualismo gnóstico, una reminiscencia del druidismo íbero que posteriormente
desembocó en el catarismo pirenaico y occitano.
El término bruja deriva de una raíz (BRSH), de origen oriental, que alude
Las brujas, tal como las conocemos hoy en día, son un producto medieval.
En Cataluña-Aragón se las menciona por vez primera con este nombre
(bruixot o bruixa) en un documento del siglo XIII, y
posteriormente en las
Ordinaciones y Paramentos de Barbastro. La primera noticia de la detención
de una bruja tiene lugar en Castellbò (1313); es decir, en el epicentro
del catarismo catalán. En definitiva, la brujería, como el culto al gato, es
heredera del catarismo.
A la
presencia de cátaros y templarios en las zonas de influencia brujeril hemos
de añadir la existencia de cagoterías, es decir, de comunidades étnicas, supuestamente
descendientes de los cátaros o de los masones operativos, que
han recibido el nombre de cagots (en Francia) o de agotes (en España).
Estos grupos humanos, como explico en mi obra El conocimiento secreto,
El
movimiento sanjuanista (o cátaro) dio lugar —siglos después— a la Fraternidad
Rosacruz, primero, y a la masonería, después. En cierto modo, el catarismo
no murió, sino que se transformó y se intelectualizó. Existe un neocatarismo
ideológico que ha sido asumido e interiorizado por las elites; no sólo
seglares, sino también religiosas.
Ésta
es una de las leyendas que circulan en torno a dicha figura mítica. Verdadera
o no, nos presenta a un personaje (Christian Rosenkreutz) que se inicia
en el saber de Oriente, para retornar a Europa con la misión de «reformar el
mundo» y de advertirnos del Milenio, el cual tendría como prólogo la revelación
de los grandes secretos de la Tradición Primordial , y como resultado el
retorno a una Edad de la
Inocencia adámica (y saturnina). Las pretensiones de
Christian Rosenkreutz serían rechazadas en España, un importante enclave de la Tradición. Sus
Axiomata, que pretendían corregir los errores de la Iglesia y de la Filosofía Moral ,
fueron allí objeto de escarnio. Tras retornar a su patria (Alemania),
optó por reservar dichos conocimientos a los «sabios y entendidos»,
y antes de morir, con la ayuda de tres fieles colaboradores, redactó
un fabuloso Libro M (¿de las Maravillas?), el cual —según parece— estuvo
en manos del mismísimo Paracelso, uno de los maestros de la alquimia en el
siglo XVI.
Buena parte de las corrientes iniciáticas actuales (entre ellas, las caracterizadas
por la filosofía New Age), así como de las sociedades secretas o
discretas de carácter esotérico (por ejemplo, ciertos Ritos masónicos), beben de la
fuente del gnosticismo, de una u otra manera. Lo más preocupante del caso
es que, como hemos tratado de dejar bien claro, este tipo de creencias se fundamentan
en la “negación del mundo sensible”, así como en el repudio de los
usos y las costumbres del pueblo llano, proclive al hedonismo y al materialismo.
Las
elites, neognósticas y maniqueas, herederas del catarismo y del templarismo,
a duras penas extirpados por la
Iglesia oficial, son fieles a la doctrina
del Paráclito (el Espíritu Santo), del Sóter (Salvador), y de la Parusía (Juicio
Final). Su pensamiento, de carácter profético y apocalíptico, ávido de revelaciones
y de mesianismos, es inquietantemente perturbador en los tiempos
que corren. Protagonistas de una Nueva Era en la que ellos son los elegidos,
como insistentemente proclaman en las superproducciones cinematográficas
al estilo New Age, son los heraldos del Fin de los Tiempos, que
tan inocentemente anticipó Paco Rabanne, y más modernamente, el inefable Dan Brown (El Código Da Vinci).
En principio desconocemos la autoría de este artículo. Si alguien lo supiese, le solicitamos que nos lo haga saber para darle una autoría.
notas:
1 La pata palmeada se encuentra detrás
del simbolismo de ciertas sociedades iniciáticas. Cuatro patas de oca
unidas por el centro constituyen la cruz paté de Occitania y de la orden
templaria (paté deriva de «pata
palmeada»). Dos cruces paté yuxtapuestas (una blanca y otra negra) constituyen
el octógono sagrado de los
templarios, muy empleado en la arquitectura gótica catalana. No hay torre en
Barcelona que no tenga como
base el octógono. Allí encontraremos una de las pocas plazas octogonales del
mundo: la plaza Milans,
sita en lo que otrora fuera la capilla del Palacio Menor de los templarios. Los cátaros, como
los llamados cagots (lo cito en mi libro El conocimiento secreto), eran llamados
«patarines», no aludiendo a la patera (a la «copa sagrada»), sino a la pata de
oca, que, por cierto, llevaban
cosida —en una pieza de paño rojo— en su manga derecha. En fin, la oca es un
elemento iconográfico (de
carácter gnóstico, cátaro y pagano) de primera categoría. En términos
simbólicos, representa el
hermafroditismo, que es una forma de denominar a la «dualidad primordial».
Según Juan Eduardo Cirlot, la
oca alude al dios andrógino de muchas religiones primitivas, al rebis de los
alquimistas, y al hombre
bisexuado de Platón.
2 Reconocían únicamente los libros de los
Profetas, los Salmos, el libro de Job, los escritos de Salomón y el libro de
Sabiduría.
3 Así, hacían suyo el siguiente pasaje:
“El espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os
he hablado son espíritu y son vida” (San Juan, 6:63). Y también éste: “En Él
estaba la vida, y la vida
era la luz de los hombres. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no
la abrazaron”
(San Juan, 1:4-5).
4 Raguer, Hilari. “Himmler en
Montserrat”. Historia
y Vida número 158. Mayo
de 1981.
5 Peter Berling, en Los hijos del Grial, recrea esta ceremonia, destacando su
carácter “mágico”: “¿Qué verían allá dentro
los escogidos que no le sería posible comprender a él? ¿Cuál era la fuente de
aquella claridad sin
sombras, sin oscilaciones, que irradiaba sobre los reunidos?”. Aquí el
novelista nos describe algo (¿el Grial?)
que emite una luz pura y continua, tan diferente a la que ofrecían las
luminarias y las antorchas propias
de su tiempo. ¿Tendría este suceso algo que ver con las súbitas conversiones de soldados y
mercenarios que, de este modo, quedaban irremediablemente condenados a morir en
la hoguera?
6 Cruzada contra el Grial (Hiperión, Madrid, 1994). Pág. 66.
7 Parágrafo 74 y 31, respectivamente.
Este lenguaje en clave, velado, distingue a los adeptos de los legos, y permite que
aquellos puedan reconocerse entre sí: “E l’escuder li dix que los uns secrets d’amors revelen
los altres, e per açò han coneixença, los amadors, los uns dels altres” (parágrafo 154). Los “secretos del
amigo” y las “hosts
e gran companyes que són ajustades d’esperits d’amors” son dos claras alusiones a una
doctrina –cátara- en vigor entre los círculos de iniciados. Ciertas órdenes
mendicantes – como los
franciscanos- y el culto a la
Virgen María habrían adoptado algunos de los dogmas de esta doctrina herética.
8 La naturaleza iniciática del juego de
la oca es evidente si tenemos en cuenta que fue prohibido en España durante los
siglos XVII y XVIII. El diccionario etimológico de Joan Corominas, en su
referencia oca, cita la siguiente execración: «Joch malvat, traydor de l’auca
que tants ne fa anar en mala hora» (documento de
Barcelona de 1633).
9 El término griego αρα, ασ, η -ara, as,
e- significa literalmente «oración, súplica».
10 Jean Rivière (Historia de las doctrinas
esotéricas. Dédado, Buenos
Aires, 1976, pág. 350) asegura que las huellas de la
existencia de la
Fraternidad Rosacruz se remontan a 1250, aunque debemos
esperar a 1600 para ver
constituirse las Hermandades Rosacruces propiamente dichas.