Comenzamos presentando el paisaje y actores de este drama cósmico:
Belén el Macro-Cosmos o huevo cósmico donde se desarrolla la Historia, el pesebre que
es el micro-cosmos o Crisol donde se producirá la transformación alquímica.
Dentro del Micro-Cosmos tenemos la materia primordial, las aguas del Caos, el
Océano de la Vida,
el Mar, María la Madre Virgen
en cuyo seno ya se encuentra el Germen de la nueva Vida Espiritual y que, por
lo tanto no ha necesitado de algún tipo de fecundación exterior, José la Personalidad postiza
necesaria, el padre adoptivo , el carpintero, el Masón que permitirá que el proceso se lleve a cabo y sin cuya
manifestación sería absolutamente imposible el nuevo nacimiento y Jesús, el Hombre original a restaurar, el
Recién Nacido que deberá convertirse en Rey de su Micro-Cosmos y en Heredero Universal del Macro-Cosmos.
En el Macro-Cosmos hay tres actores principales, El Arcángel
de la anunciación, Gabriel, que no es otra cosa que la Información que
bombardea tanto al Macro-Cosmos como al Micro-Cosmos, impeliendo a su renacer, desde el Pleroma, la Estrella de Belén que es
el Eón o Estrella Sideral a la que pertenece la Criatura Cósmica
y los magos de oriente que traen el Oro de la sustancia sólida, el Incienso de
la sustancia etérica y la mirra de la sustancia espiritual.
Es un craso error, muy común, considerar que lo que nace es algo nuevo
dado que lo que sucede es que se restaura, mediante un proceso de carácter de mutación alquímica, algo que existía con anterioridad y que por el motivo de la denominada
caída se desmembró, se desgajó, se rompió, se dividió. Por otro lado comprobaremos
como, independientemente de la realidad histórica del acontecimiento, o no, el
Drama del Nacimiento de Jesús en Belén es una alegoría dirigida a nuestras
almas y que nos muestra, pormenorizadamente, el proceso de ese Renacimiento del
que hablamos.
El Ser Humano Físico, la
Materia que es María, lleva en su seno desde su propio
nacimiento, una Chispa de Espíritu eterna e inmortal y que será el germen que
permitirá la reconstrucción del Hombre Original, denominado por algunos
gnósticos, como el Hombre nuevo. Este proceso requiere de ciertas herramientas
y la más importante de todas ellas es una especie de réplica temporal del Propio
Espíritu y esta no es otra cosa que el alma Personalidad del Ser humano
material.
Este, José, siendo un ente artificial, no engendrará nada en María, en su Cuerpo, pero tendrá bajo
su custodia tanto el proceso de protección del nuevo nacido como de su
posterior alimentación con alimento sólido proveniente del Libro de la Naturaleza y dirección emocional, hasta que el nuevo infante, tras haber crecido espiritualmente, pueda actuar por
sí mismo.
El Proceso del Nuevo nacimiento comienza cuando el Arcángel Gabriel,
representación de la Metanoia
del Pleroma, se presenta ante el Cuerpo de María y le transmite la información a la Chispa de Espíritu: Que va
siendo hora de despertar, de renacer. Esta misma señal es recibida por la
propia Personalidad José que, encontrándose preparada, consiente en su
cometido. Es evidente que si ambos no estuviesen sintonizados, a nivel vibratorio, con la señal del Pleroma, el
mensaje de Gabriel no les habría llegado y el proceso de renacimiento habría sido imposible.
La Señal de la Gnosis proveniente del Pleroma activa el nuevo
nacimiento y la propia Madre, el Cuerpo, María, proporciona todo el alimento
que necesita el nuevo Ser en forma de leche para su primer crecimiento. Durante
ese Proceso, la
Personalidad José, le enseña, al infante, como construir su
propio Cuerpo con los útiles de un mundo que desconoce. Es por dicha causa que La Personalidad es un
Carpintero, un constructor.
Durante todo el periodo de gestación, la Chispa de Espíritu, el
Jesús aún no nacido, está en permanente contacto con los rayos gnósticos
emitidos desde el pleroma; pero en el momento en que nace como un nuevo Ser
Cósmico se pone en contacto directo con su Estrella, su Eón. Acontecimiento que
se describe en el episodio de la visita de los magos venidos de oriente. Y vienen de oriente, porque de allí procede la luz del Sol, la Luz que no es otra cosa que representación de la
esencia Divina eterna, del Mundo original, que se compenetra con el Nuevo Ser,
o no tan nuevo.
Al ponerse Jesús en contacto con su Eón recibe tres grandes dones pertenecientes a su Alma Gemela, en
forma de germen, que el Hombre antiguo no poseía y que el nuevo nacido deberá
de recomponer, el Cuerpo físico dorado del Hombre anterior a la caída, el Oro. El Cuerpo vital o etérico con aroma de un Mundo perdido, el Incienso y la mirra
o aceite oleoso aromático que no es otra cosa que la esencia de su Alma
Inmortal, su Espíritu Eterno, así como el impulso de la Busca de ese otro Ser que le falta.
Durante el proceso de crecimiento del nuevo Ser, el receptáculo del trono del corazón se va quedando pequeño dado que el nuevo Ser crece; pero la Personalidad, José se
ha retirado ya al trono de la
Cabeza donde dirige el proceso mediante la Razón humana y Jesús se asienta, de forma temporal, en el Trono del Corazón afinando todo lo relacionado con los sentimientos.
Desde
allí, llegado a término el proceso emocional, abandona el crisol del Corazón mediante una
supuesta muerte dejando a la
Personalidad, ya muy evolucionada, que dirija tanto las
emociones y los sentimientos como la razón, mientras que Jesús se adentra en los infiernos del
microcosmos activando todos y cada uno de los centros espirituales que se
encuentra en el Cuerpo del Micro-Cosmos, María.
Una vez acabado ese proceso restaurador, El Nuevo Ser, Jesús se vuelve
a elevar hasta el trono del Corazón y desde donde la propia Personalidad, José
lo ayuda a elevarse hasta el Trono de la cabeza. Allí se sienta, el Dios, para legislar al
microcosmos restaurado tanto desde el lado de la Razón como de la Emoción; pero ¿Qué pasa con José, con la Personalidad que, sacrificándose, ha
facilitado el Proceso de renacimiento? ¿Acaso ha muerto, se ha retirado para desaparecer de la
representación dramática de esta historia? Nada de eso.
Es cierto que mientras
el nuevo Ser ha ido creciendo, el antiguo, José el Padre adoptivo ha ido
menguando en un inigualable sacrificio. Esto es así dado que la Personalidad se ha
vuelto consciente de que es prescindible y no posee futuro alguno; pero el Hombre
nuevo sí y le deja el espacio necesario para poder desarrollarse y crecer.
Cuando Jesús accede al Trono de la
Cabeza, sin haber abandonado el del corazón ni el de todos
los centros energéticos del cuerpo de María, eleva a su ya mermado y casi
muerto padre adoptivo a la derecha de su trono y es entonces cuando se puede
decir aquello de: el Padre se convertirá en el Hijo y el Hijo se convertirá en el
Padre.
Terminado el proceso se ha realizado una auténtica transfiguración
donde el Cuerpo de María, la Madre, el Cuerpo físico se ha sutilizado hasta el nivel
necesario para poder ser elevado hasta el Pleroma o Mundo Original, siendo
redimida mediante el Hijo, llevando consigo toda la información tanto
intelectual como emocional de la Personalidad, José, que ha sido rescatada por el Mesías
Jesús, ahora llamado el Cristo, aunque el Cristo siempre moró en el inmaculado
cuerpo de su Madre María, porque el Cristo está en el seno de todas y cada una
de las partículas que conforman el Multiverso, siendo la individualidad de la
unidad de Dios en el Todo de su Creación.
A este proceso se lo denomina Iniciación y al Templo donde se ubica la Ceremonia conocida como Vida, el Mundo. La Salida del Templo por parte del Ya Iniciado, que aún no ha encontrado a su Amada del Alma, se realiza por la puerta denominada Muerte. El Hombre Original completo, unido a su contra-parte gemela, no conocerá la muerte; pero a partir de entonces, tampoco alguno de sus hermanos. Aún no se ha producido éste evento os lo puedo asegurar dado que, de haber sucedido, ya lo estaríamos disfrutando todos los nacidos de mujer.
Ahora solo falta que encuentre a su otra parte cercenada, que habrá pasado por un proceso idéntico y paralelo al sufrido por él y que unidos regresen a su Estrella de Belén, su verdadero Cuerpo Celeste y Macrocósmico, arrastrando consigo al resto de sus hermanos y hermanas hasta su verdadero Hogar, tras pasar por el Portal de la Cósmica Singularidad final.
Aralba