Epicteto
Ha llegado el momento de que te tomes en serio vivir tus ideales. Una vez que hayas determinado los principios espirituales que quieres seguir, acata esas reglas como si fueran leyes, como si en efecto fuera pecaminoso incumplirlas.
No debe importarte que los demás no compartan tus convicciones. ¿Cuánto más tiempo vas a ser capaz de postergar lo que realmente quieres ser? Tu yo más noble no puede seguir esperando.
Pon en práctica tus principios, ahora. Basta de excusas y dilaciones. ¡Esta es tu vida! Ya no eres un niño. Cuanto antes emprendas tu programa espiritual, más feliz serás. Cuanto más esperes, más vulnerable serás ante la mediocridad y te sentirás lleno de vergüenza y arrepentimiento, porque sabes que eres capaz de más.
A partir de ahora, promete que dejarás de defraudarte a ti mismo. Sepárate de la multitud. Decide ser extraordinario y haz lo que tengas que hacer. Ahora. (4)
Cuento: Los pocitos y el pozo
Hay muchas clases de promiscuidad y una de ellas es la espiritual. Era un discípulo que siempre estaba experimentando con unas y otras vías de liberación, con unas y otras técnicas de evolución espiritual. Así llevaba años: tanteando y tanteando. El maestro ya le había dicho:
- Necesitarías cien vidas para probar todas las vías, métodos y técnicas. Selecciona un poco más y profundiza.
Pero cedía a su tendencia promiscua de cambiar de sistema espiritual, de doctrina y de método. Quizá nadie conocía tantos métodos como él, pero su mente apenas se había modificado. Un día, él mismo se dio cuenta de que no había evolucionado prácticamente nada. Se lamentó ante el maestro:
- Estoy apenado. ¡Qué poco he avanzado!
Entonces el maestro sintió que por primera vez podría remover sus fosilizados parámetros mentales y le dijo:
- Amigo mío, has sido un necio. Ahora te lo puedo decir, porque parece ser que empiezas a entender por qué no comprendías. ¿Sabes cómo has procedido? Como la persona que quiere encontrar agua y comienza a hacer pocitos y más pocitos, pero de tan escasa profundidad que no puede encontrar agua. En cambio, si ese esfuerzo lo hubiera invertido en hacer un solo pozo, habría hallado mucha agua. A ver ahora si rectificas y haces un pozo que merezca la pena. (5)
La Sala del Sueño
(Segunda estancia)
“Nuestro grado ordinario de conciencia es algo comparable a un estado de sueño, y toda nuestra vida, toda nuestra carrera, profesión, todas nuestras acciones, pensamientos, etc., son como sueños. Vivimos en una especie de sueño del cual no es posible despertar. Y, es preciso que advirtamos nuevamente este punto, el despertar de este sueño está conectado a otro sentido del tiempo”.
(Maurice Nicoll)
“La vida es sueño”
Tras abandonar la sala preliminar, encontrarás un largo pasillo que te conducirá hasta una puerta de madera rústica. Al abrirla, aparecerá ante tus ojos la Sala del Sueño, iluminada tenuemente por nueve candiles distribuidos en tres candelabros de tres brazos. En el centro del cuarto se destaca un camastro que invita al descanso y junto a él, un gran espejo que muestra nuestra imagen deformada. En una de las paredes, una losa simbólica enmarca la máxima latina: “Vitae Somno Est” (“La vida es sueño”).
¡La vida es sueño! Bajo la sugestiva placa donde está dibujado un gallo y una escalera de cinco peldaños, encontrarás un viejo pergamino donde se han reproducido los versos inmortales de Calderón de la Barca:
La Filosofía Perenne recalca una y otra vez que los hombres están dormidos o –mejor dicho– que su conciencia está profundamente dormida y por eso no puede descubrir la realidad. El primer punto a tener en cuenta sobre esta “realidad” es conocer la forma que tenemos los seres humanos para conocerla e interpretarla.
El proceso de recepción de impresiones externas se llama “sensación”, y consiste en detectar estímulos del medio ambiente para codificarlos en señales de tipo nervioso que llegan al cerebro, el cual actúa como puente entre el cuerpo físico y los vehículos sutiles.
La sensación procede de los órganos de nuestros cinco sentidos, los cuales detectan diferentes tipos de estímulos. La selección, organización e interpretación de esas sensaciones en base a la experiencia y los recuerdos previos se llama “percepción”.
Sin embargo, los sentidos no son una fuente totalmente fiable de conocimiento, ya que éstos son limitados y no captan una enorme gama de colores, sabores y sonidos que sí pueden captar otros seres vivos. La serpiente cascabel –por ejemplo– puede “ver el calor” del infrarrojo en la oscuridad y también es conocida la capacidad de los perros para escuchar sonidos inaudibles para nuestros oídos.
¿Qué quiere decir esto? Que la percepción no es la realidad sino una conclusión a la que llegamos atendiendo a nuestros órganos sensoriales. De este modo, una mente “ingenua” puede llegar a creer que las sensaciones que recibe a través de sus órganos son la única realidad, lo cual es una ilusión y una falacia que los materialistas se empeñan en perpetuar. A esto se refiere la Sabiduría Arcaica cuando habla del “mundo de la ilusión”.
En palabras de Plutarco: “Nuestros sentidos, que ignoran la Realidad, nos dicen falsamente que lo que parece ser, es”. (6)
Como advertimos, la principal función de la mente es interpretar las sensaciones provenientes del medio circundante y convertirlas en percepciones, las cuales son combinadas y almacenadas en nuestra memoria. De este modo, la memoria nos ayuda a identificar objetos y circunstancias, las cuales teñidas por el deseo se convierten en “deseables” (atracción), “indeseables” (repulsión) o “neutras”.
La confusión entre la realidad y la ilusión fue relatada por Platón hace miles de años en su importante obra “La República” donde nos presenta la alegoría de la caverna:
“Imagínate a unas personas que habitan una caverna subterránea. Están sentadas de espaldas a la entrada, atadas de pies y manos, de modo que sólo pueden mirar hacia la pared de la caverna. Detrás de ellas, hay un muro alto, y por detrás del muro caminan unos seres que se asemejan a las personas.
Levantan diversas figuras por encima del borde del muro. Detrás de estas figuras, arde una hoguera, por lo que se dibujan sombras flameantes contra la pared de la caverna. Lo único que pueden ver esos moradores de la caverna es, por tanto, ese «teatro de sombras».
Han estado sentados en la misma postura desde que nacieron, y creen por ello, que las sombras son lo único que existe.
Imagínate ahora que uno de los habitantes de la caverna empieza a preguntarse de dónde vienen todas esas sombras de la pared de la caverna y, al final, consigue soltarse. ¿Qué crees que sucede cuando se vuelve hacia las figuras que son sostenidas por detrás del muro?
Evidentemente, lo primero que ocurrirá es que la fuerte luz le cegará. También le cegarán las figuras nítidas, ya que, hasta ese momento, sólo había visto las sombras de las mismas. Si consiguiera atravesar el muro y el fuego, y salir a la naturaleza, fuera de la caverna, la luz le cegaría aún más. Pero después de haberse restregado los ojos, se habría dado cuenta de la belleza de todo. Por primera vez, vería colores y siluetas nítidas. Vería verdaderos animales y flores, de los que las figuras de la caverna sólo eran malas copias. Pero, también entonces se preguntaría a sí mismo de dónde vienen todos los animales y las flores.
Entonces vería el sol en el cielo, y comprendería que es el sol el que da vida a todas las flores y animales de la naturaleza, de la misma manera que podía ver las sombras en la caverna gracias a la hoguera.
Ahora, el feliz morador de la caverna podría haberse ido corriendo a la naturaleza, celebrando su libertad recién conquistada. Pero se acuerda de los que quedan abajo en la caverna. Por eso vuelve a bajar. De nuevo abajo, intenta convencer a los demás moradores de la caverna de que las imágenes de la pared son sólo copias centelleantes de las cosas reales. Pero nadie le cree. Señalan a la pared de la caverna diciendo que lo que allí ven es todo lo que hay. ” (7)
Esta historia (que tiene su equivalente cinematográfico en “Matrix”) es afín a la afirmación de los Maestros de Sabiduría que aseguran que la mayoría de los seres humanos –aun creyendo que están despiertos– viven su vida en un estado de conciencia que se asemeja mucho al sueño. Pero, ¿qué es lo que está dormido? La conciencia. Y para despertar de ese letargo cavernícola es necesario –en primer lugar– ser conscientes de nuestra somnolencia. No obstante, el “despertar” de la conciencia suele tener varias etapas, que tienen su correspondencia en los diferentes grados o etapas del Sendero Iniciático.
En el peldaño más bajo podemos ubicar al vulgo profano, es decir aquellas personas que están dormidas y que no les interesa que las despierten de su sueño, descartando de plano cualquier pensamiento elevado que implique cierta trascendencia. Los individuos que integran el vulgo profano normalmente no son malas personas sino que viven en la ignorancia y la inconsciencia del sueño. Incluso pueden alcanzar cierto grado de felicidad al observar las sombras en las paredes de la caverna, pero esta felicidad es ilusoria, fruto de la ignorancia. Estas personas suelen mantenerse al margen de cualquier conocimiento espiritual porque su interés se centra en comer, entretenerse, reproducirse, trabajar y descansar. Y en nuestra sociedad moderna, consumir, consumir, consumir.
Cuando un ser humano no se contenta con la superficialidad reinante en el mundo y comienza a “buscar” respuestas a sus preguntas existenciales, se convierte en un “buscador”. Aunque la mayoría de las veces no sabe exactamente qué es lo que busca, el buscador siente un llamado interno que lo impulsa a la acción y a emanciparse del vulgo profano. Estos individuos, aunque siguen siendo profanos, alcanzan a sentir una inquietud que, bien canalizada, los puede llevar directamente a una vida superior.
Cuando los buscadores encuentran “algo” que los satisface y que responde a algunas de sus interrogantes, dejan de buscar y se adhieren a un ideal que llena (al menos momentáneamente) su vacío. Muchas veces, estas personas pasan a formar parte de una organización, fraternidad o sociedad, convirtiéndose en “idealistas”. Estos ideales no necesariamente son de naturaleza espiritual pero de todos modos implican un avance con respecto a la indiferencia de la mayoría. Algunos idealistas llegan a percibir que –si bien la actividad que desarrollan es altamente beneficiosa para ellos y para otras personas– tiene que existir “algo más” que aun no han encontrado y –tarde o temprano– vuelven a sentir una necesidad de seguir buscando para llenar esa necesidad interna. Como norma general, la mayor parte de actividades de los idealistas están volcadas “hacia afuera”, pero cuando éstos descubren que el sendero a la verdadera felicidad es “hacia adentro” pasan a convertirse en verdaderos aspirantes o neófitos a través de una escuela, orden o simplemente en comunión con su Yo interno.
Los aspirantes son aquellas personas que se hallan al inicio del camino, en el pronaos del Templo, y que reciben las primeras impresiones sobre la senda espiritual. Aunque son conscientes de que el camino les traerá muchas satisfacciones, también saben que deberán renunciar a muchas cosas efímeras que le brindan una ilusoria satisfacción en su cotidianidad mundana.
Cuando los aspirantes se deciden finalmente a dar el primer paso y avanzar con seguridad en el Sendero deben pasar un período de prueba llamado generalmente “probacionismo”. Los probacionistas se hallan a medio camino entre el aspirantazgo y el discipulado. Están comprometidos con el Sendero y han iniciado tareas de purificación personal mediante una “ascesis” que ya los diferencia de los profanos.
La “ascesis” (en Oriente “sadhana”) es un método progresivo de perfeccionamiento interno que consta de diversos ejercicios introspectivos, así como pruebas y desafíos personales que se deben superar antes de alcanzar la iluminación.
Aunque los probacionistas aún no son estrictamente “discípulos aceptados” o “iniciados”, de todos modos deberán pasar ciertas pruebas “iniciáticas” (físicas, vitales, emocionales, mentales y espirituales) relacionadas simbólicamente con los cinco elementos a fin de prepararse para el camino discipular que se transitará más adelante.
Tras pasar las cinco simbólicas iniciaciones (Tierra-Agua-Aire-Fuego-Éter), que son cinco escalones de purificación interna y que aparecen de una u otra forma en todas las escuelas esotéricas, los probacionistas trascienden finalmente su condición y se convierten en “discípulos aceptados”, encontrándose en condiciones óptimas para alcanzar las cinco iniciaciones mayores. Es importante diferenciar las iniciaciones menores (simbólicas y que están presentes en diversas órdenes y fraternidades tradicionales) de las Iniciaciones Mayores (internas, del Alma). Las primeras corresponden al “arte real” (Misterios Menores) y las segundas al “arte sacerdotal” (Misterios Mayores), como estudiaremos en otros volúmenes de esta colección.
El camino iniciático culmina en el Adeptado, cuando el peregrino espiritual ha logrado despertar, alcanzando la Maestría, simbolizada en el Tarot con el arcano del Ermitaño, el anciano sabio que guía con su farol a los intrépidos caminantes que se aventuran a ascender las montañas.
Las religiones y los cultos exotéricos generalmente capacitan a sus miembros para el aspirantazgo y en contadas ocasiones para el probacionismo. Las escuelas filosóficas y sociedades espiritualistas, por su parte, intentan guiar al aspirante hacia el probacionismo, mientras que las Escuelas de Misterios Menores proponen un sistema de trabajo iniciático basado en la purificación interna a fin de guiar a los probacionistas hasta la puerta del discipulado. Por último, las Escuelas de Misterios Mayores se encargan de brindar a los discípulos las herramientas necesarias para alcanzar el Adeptado.
No debe importarte que los demás no compartan tus convicciones. ¿Cuánto más tiempo vas a ser capaz de postergar lo que realmente quieres ser? Tu yo más noble no puede seguir esperando.
Pon en práctica tus principios, ahora. Basta de excusas y dilaciones. ¡Esta es tu vida! Ya no eres un niño. Cuanto antes emprendas tu programa espiritual, más feliz serás. Cuanto más esperes, más vulnerable serás ante la mediocridad y te sentirás lleno de vergüenza y arrepentimiento, porque sabes que eres capaz de más.
A partir de ahora, promete que dejarás de defraudarte a ti mismo. Sepárate de la multitud. Decide ser extraordinario y haz lo que tengas que hacer. Ahora. (4)
Cuento: Los pocitos y el pozo
Hay muchas clases de promiscuidad y una de ellas es la espiritual. Era un discípulo que siempre estaba experimentando con unas y otras vías de liberación, con unas y otras técnicas de evolución espiritual. Así llevaba años: tanteando y tanteando. El maestro ya le había dicho:
- Necesitarías cien vidas para probar todas las vías, métodos y técnicas. Selecciona un poco más y profundiza.
Pero cedía a su tendencia promiscua de cambiar de sistema espiritual, de doctrina y de método. Quizá nadie conocía tantos métodos como él, pero su mente apenas se había modificado. Un día, él mismo se dio cuenta de que no había evolucionado prácticamente nada. Se lamentó ante el maestro:
- Estoy apenado. ¡Qué poco he avanzado!
Entonces el maestro sintió que por primera vez podría remover sus fosilizados parámetros mentales y le dijo:
- Amigo mío, has sido un necio. Ahora te lo puedo decir, porque parece ser que empiezas a entender por qué no comprendías. ¿Sabes cómo has procedido? Como la persona que quiere encontrar agua y comienza a hacer pocitos y más pocitos, pero de tan escasa profundidad que no puede encontrar agua. En cambio, si ese esfuerzo lo hubiera invertido en hacer un solo pozo, habría hallado mucha agua. A ver ahora si rectificas y haces un pozo que merezca la pena. (5)
La Sala del Sueño
(Segunda estancia)
“Nuestro grado ordinario de conciencia es algo comparable a un estado de sueño, y toda nuestra vida, toda nuestra carrera, profesión, todas nuestras acciones, pensamientos, etc., son como sueños. Vivimos en una especie de sueño del cual no es posible despertar. Y, es preciso que advirtamos nuevamente este punto, el despertar de este sueño está conectado a otro sentido del tiempo”.
(Maurice Nicoll)
“La vida es sueño”
Tras abandonar la sala preliminar, encontrarás un largo pasillo que te conducirá hasta una puerta de madera rústica. Al abrirla, aparecerá ante tus ojos la Sala del Sueño, iluminada tenuemente por nueve candiles distribuidos en tres candelabros de tres brazos. En el centro del cuarto se destaca un camastro que invita al descanso y junto a él, un gran espejo que muestra nuestra imagen deformada. En una de las paredes, una losa simbólica enmarca la máxima latina: “Vitae Somno Est” (“La vida es sueño”).
¡La vida es sueño! Bajo la sugestiva placa donde está dibujado un gallo y una escalera de cinco peldaños, encontrarás un viejo pergamino donde se han reproducido los versos inmortales de Calderón de la Barca:
Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
La Filosofía Perenne recalca una y otra vez que los hombres están dormidos o –mejor dicho– que su conciencia está profundamente dormida y por eso no puede descubrir la realidad. El primer punto a tener en cuenta sobre esta “realidad” es conocer la forma que tenemos los seres humanos para conocerla e interpretarla.
El proceso de recepción de impresiones externas se llama “sensación”, y consiste en detectar estímulos del medio ambiente para codificarlos en señales de tipo nervioso que llegan al cerebro, el cual actúa como puente entre el cuerpo físico y los vehículos sutiles.
La sensación procede de los órganos de nuestros cinco sentidos, los cuales detectan diferentes tipos de estímulos. La selección, organización e interpretación de esas sensaciones en base a la experiencia y los recuerdos previos se llama “percepción”.
Sin embargo, los sentidos no son una fuente totalmente fiable de conocimiento, ya que éstos son limitados y no captan una enorme gama de colores, sabores y sonidos que sí pueden captar otros seres vivos. La serpiente cascabel –por ejemplo– puede “ver el calor” del infrarrojo en la oscuridad y también es conocida la capacidad de los perros para escuchar sonidos inaudibles para nuestros oídos.
¿Qué quiere decir esto? Que la percepción no es la realidad sino una conclusión a la que llegamos atendiendo a nuestros órganos sensoriales. De este modo, una mente “ingenua” puede llegar a creer que las sensaciones que recibe a través de sus órganos son la única realidad, lo cual es una ilusión y una falacia que los materialistas se empeñan en perpetuar. A esto se refiere la Sabiduría Arcaica cuando habla del “mundo de la ilusión”.
En palabras de Plutarco: “Nuestros sentidos, que ignoran la Realidad, nos dicen falsamente que lo que parece ser, es”. (6)
Como advertimos, la principal función de la mente es interpretar las sensaciones provenientes del medio circundante y convertirlas en percepciones, las cuales son combinadas y almacenadas en nuestra memoria. De este modo, la memoria nos ayuda a identificar objetos y circunstancias, las cuales teñidas por el deseo se convierten en “deseables” (atracción), “indeseables” (repulsión) o “neutras”.
La confusión entre la realidad y la ilusión fue relatada por Platón hace miles de años en su importante obra “La República” donde nos presenta la alegoría de la caverna:
“Imagínate a unas personas que habitan una caverna subterránea. Están sentadas de espaldas a la entrada, atadas de pies y manos, de modo que sólo pueden mirar hacia la pared de la caverna. Detrás de ellas, hay un muro alto, y por detrás del muro caminan unos seres que se asemejan a las personas.
Levantan diversas figuras por encima del borde del muro. Detrás de estas figuras, arde una hoguera, por lo que se dibujan sombras flameantes contra la pared de la caverna. Lo único que pueden ver esos moradores de la caverna es, por tanto, ese «teatro de sombras».
Han estado sentados en la misma postura desde que nacieron, y creen por ello, que las sombras son lo único que existe.
Imagínate ahora que uno de los habitantes de la caverna empieza a preguntarse de dónde vienen todas esas sombras de la pared de la caverna y, al final, consigue soltarse. ¿Qué crees que sucede cuando se vuelve hacia las figuras que son sostenidas por detrás del muro?
Evidentemente, lo primero que ocurrirá es que la fuerte luz le cegará. También le cegarán las figuras nítidas, ya que, hasta ese momento, sólo había visto las sombras de las mismas. Si consiguiera atravesar el muro y el fuego, y salir a la naturaleza, fuera de la caverna, la luz le cegaría aún más. Pero después de haberse restregado los ojos, se habría dado cuenta de la belleza de todo. Por primera vez, vería colores y siluetas nítidas. Vería verdaderos animales y flores, de los que las figuras de la caverna sólo eran malas copias. Pero, también entonces se preguntaría a sí mismo de dónde vienen todos los animales y las flores.
Entonces vería el sol en el cielo, y comprendería que es el sol el que da vida a todas las flores y animales de la naturaleza, de la misma manera que podía ver las sombras en la caverna gracias a la hoguera.
Ahora, el feliz morador de la caverna podría haberse ido corriendo a la naturaleza, celebrando su libertad recién conquistada. Pero se acuerda de los que quedan abajo en la caverna. Por eso vuelve a bajar. De nuevo abajo, intenta convencer a los demás moradores de la caverna de que las imágenes de la pared son sólo copias centelleantes de las cosas reales. Pero nadie le cree. Señalan a la pared de la caverna diciendo que lo que allí ven es todo lo que hay. ” (7)
Esta historia (que tiene su equivalente cinematográfico en “Matrix”) es afín a la afirmación de los Maestros de Sabiduría que aseguran que la mayoría de los seres humanos –aun creyendo que están despiertos– viven su vida en un estado de conciencia que se asemeja mucho al sueño. Pero, ¿qué es lo que está dormido? La conciencia. Y para despertar de ese letargo cavernícola es necesario –en primer lugar– ser conscientes de nuestra somnolencia. No obstante, el “despertar” de la conciencia suele tener varias etapas, que tienen su correspondencia en los diferentes grados o etapas del Sendero Iniciático.
En el peldaño más bajo podemos ubicar al vulgo profano, es decir aquellas personas que están dormidas y que no les interesa que las despierten de su sueño, descartando de plano cualquier pensamiento elevado que implique cierta trascendencia. Los individuos que integran el vulgo profano normalmente no son malas personas sino que viven en la ignorancia y la inconsciencia del sueño. Incluso pueden alcanzar cierto grado de felicidad al observar las sombras en las paredes de la caverna, pero esta felicidad es ilusoria, fruto de la ignorancia. Estas personas suelen mantenerse al margen de cualquier conocimiento espiritual porque su interés se centra en comer, entretenerse, reproducirse, trabajar y descansar. Y en nuestra sociedad moderna, consumir, consumir, consumir.
Cuando un ser humano no se contenta con la superficialidad reinante en el mundo y comienza a “buscar” respuestas a sus preguntas existenciales, se convierte en un “buscador”. Aunque la mayoría de las veces no sabe exactamente qué es lo que busca, el buscador siente un llamado interno que lo impulsa a la acción y a emanciparse del vulgo profano. Estos individuos, aunque siguen siendo profanos, alcanzan a sentir una inquietud que, bien canalizada, los puede llevar directamente a una vida superior.
Cuando los buscadores encuentran “algo” que los satisface y que responde a algunas de sus interrogantes, dejan de buscar y se adhieren a un ideal que llena (al menos momentáneamente) su vacío. Muchas veces, estas personas pasan a formar parte de una organización, fraternidad o sociedad, convirtiéndose en “idealistas”. Estos ideales no necesariamente son de naturaleza espiritual pero de todos modos implican un avance con respecto a la indiferencia de la mayoría. Algunos idealistas llegan a percibir que –si bien la actividad que desarrollan es altamente beneficiosa para ellos y para otras personas– tiene que existir “algo más” que aun no han encontrado y –tarde o temprano– vuelven a sentir una necesidad de seguir buscando para llenar esa necesidad interna. Como norma general, la mayor parte de actividades de los idealistas están volcadas “hacia afuera”, pero cuando éstos descubren que el sendero a la verdadera felicidad es “hacia adentro” pasan a convertirse en verdaderos aspirantes o neófitos a través de una escuela, orden o simplemente en comunión con su Yo interno.
Los aspirantes son aquellas personas que se hallan al inicio del camino, en el pronaos del Templo, y que reciben las primeras impresiones sobre la senda espiritual. Aunque son conscientes de que el camino les traerá muchas satisfacciones, también saben que deberán renunciar a muchas cosas efímeras que le brindan una ilusoria satisfacción en su cotidianidad mundana.
Cuando los aspirantes se deciden finalmente a dar el primer paso y avanzar con seguridad en el Sendero deben pasar un período de prueba llamado generalmente “probacionismo”. Los probacionistas se hallan a medio camino entre el aspirantazgo y el discipulado. Están comprometidos con el Sendero y han iniciado tareas de purificación personal mediante una “ascesis” que ya los diferencia de los profanos.
La “ascesis” (en Oriente “sadhana”) es un método progresivo de perfeccionamiento interno que consta de diversos ejercicios introspectivos, así como pruebas y desafíos personales que se deben superar antes de alcanzar la iluminación.
Aunque los probacionistas aún no son estrictamente “discípulos aceptados” o “iniciados”, de todos modos deberán pasar ciertas pruebas “iniciáticas” (físicas, vitales, emocionales, mentales y espirituales) relacionadas simbólicamente con los cinco elementos a fin de prepararse para el camino discipular que se transitará más adelante.
Tras pasar las cinco simbólicas iniciaciones (Tierra-Agua-Aire-Fuego-Éter), que son cinco escalones de purificación interna y que aparecen de una u otra forma en todas las escuelas esotéricas, los probacionistas trascienden finalmente su condición y se convierten en “discípulos aceptados”, encontrándose en condiciones óptimas para alcanzar las cinco iniciaciones mayores. Es importante diferenciar las iniciaciones menores (simbólicas y que están presentes en diversas órdenes y fraternidades tradicionales) de las Iniciaciones Mayores (internas, del Alma). Las primeras corresponden al “arte real” (Misterios Menores) y las segundas al “arte sacerdotal” (Misterios Mayores), como estudiaremos en otros volúmenes de esta colección.
El camino iniciático culmina en el Adeptado, cuando el peregrino espiritual ha logrado despertar, alcanzando la Maestría, simbolizada en el Tarot con el arcano del Ermitaño, el anciano sabio que guía con su farol a los intrépidos caminantes que se aventuran a ascender las montañas.
Las religiones y los cultos exotéricos generalmente capacitan a sus miembros para el aspirantazgo y en contadas ocasiones para el probacionismo. Las escuelas filosóficas y sociedades espiritualistas, por su parte, intentan guiar al aspirante hacia el probacionismo, mientras que las Escuelas de Misterios Menores proponen un sistema de trabajo iniciático basado en la purificación interna a fin de guiar a los probacionistas hasta la puerta del discipulado. Por último, las Escuelas de Misterios Mayores se encargan de brindar a los discípulos las herramientas necesarias para alcanzar el Adeptado.
Resumen de la Sala del Sueño
* La sensación consiste en detectar estímulos del medio ambiente para codificarlos en señales que llegan al cerebro. La selección, organización e interpretación de esas sensaciones se llama percepción.
* Los sentidos tienen límites y no son una fuente fiable de conocimiento.
* El camino iniciático tiene varias etapas relacionadas con diferentes estados de conciencia que van desde el vulgo profano al Adeptado.
* La ascesis es un método progresivo de perfeccionamiento interno que consta de diversos ejercicios, pruebas y desafíos personales.