viernes, 5 de octubre de 2012

Teosofía de los Rosacruces; Conferencia XIII El Futuro del Ser Humano

En esta conferencia nos incumbe hablar sobre algunos aspectos de la futura evolución de la humanidad como asimismo sobre lo que se llamo iniciación, la que capacita al hombre para anticipar escalones de la vida, los cuales la humanidad comúnmente sólo alcanza en tiempos venideros.

Si en primer lugar nos referimos a la primera pregunta, les puede parecer un atrevimiento querer hablar sobre el futuro, o bien una imposibilidad de poder divisar algo sobre el futuro de la humanidad. No obstante, si se reflexiona un poco sobre la cuestión, se podrá decir que la convicción de poder saber algo sobre el porvenir no está del todo infundada. Basta con que esto se compare con lo que el investigador corriente, como por ejemplo, el naturalista, puede saber con respecto al futuro.

Puede decir exactamente que si él, en determinadas condiciones va mezclando oxígeno, hidrógeno y azufre, siempre se forma ácido sulfúrico. Se puede afirmar exactamente lo que sucede si mediante un espejo se captan rayos. Incluso con respecto a hechos de la vida exterior se ofrecen aspectos mucho más amplios, pues se pueden predecir eclipses del Sol y de la Luna hasta para tiempo de duración indefinida.

¿Por qué es posible hacerlo? Se lo puede hacer porque y en cuanto se conocen las leyes de la vida física. Pero el que conoce las leyes espirituales de la vida, también podrá, según ellas, decir lo que ha de acontecer en el porvenir. Mas a este respecto suele surgir una pregunta. Fácilmente se llega a pensar que el saber de antemano lo que ha de suceder contrasta con el ser libre, con el actuar según la voluntad humana. Pero esto también es un sentimiento incorrecto. Si en determinadas condiciones se combinan azufre, hidrógeno y oxígeno, se forma ácido sulfúrico. Esto lo condiciona la ley del proceso. 

Sin embargo, depende de mi voluntad si la hago o no. Lo mismo ocurre en el curso de la evolución espiritual del hombre. Lo que ha de suceder, él lo hará por su enteramente libre voluntad, y el hombre será tanto más libre cuanto más evolucionado llegue a ser. No hay que pensar que por el hecho de poder preverlo, ya está determinado lo que él hará en el futuro. Pero la mayoría de los hombres no tiene la justa comprensión para esta cuestión, la que efectivamente pertenece a las más difíciles. 

Desde tiempos remotos los filósofos se han afanado por contestar la pregunta de la libertad humana y si existe la ley de la predeterminación de los acontecimientos. Casi todo lo escrito en este campo es muy insuficiente, puesto que en general los hombres no saben distinguir entre la previsión y el estar predeterminado, pues con respecto al prever no se trata de algo distinto que del dirigir la mirada hacia puntos espaciales distantes. 

Si yo miro hacia un punto en el espacio, digamos hacia la próxima esquina, donde un hombre regala a otro una moneda: ¿es que yo he causado esta acción? ¿La he motivado en algún sentido por el hecho de percibirla? De ningún modo, pues solamente veo que el otro lo hace, y esto no ejerce ninguna presión para que él actúe de tal manera. Resulta que con respecto al tiempo, en cierto sentido existen las mismas condiciones, sólo que la gente no es capaz de comprenderlo. 

Supongamos que uno de ustedes llegue a reencarnarse al cabo de dos mil años y que él entonces haga algo por libre voluntad. Eso será comparable con el ejemplo de la moneda regalada. El vidente ve eventualmente lo que se hará en el futuro, y este acto futuro es tan poco determinado por el momento actual (temporal) como el regalar la moneda por el punto espacial. Se suele decir: cuando se ve que algo sucederá, tal acontecer está predeterminado. Pero en este caso se confunde el provenir con el presente. No se lo podría llamar una previsión de la futuro, si ya estuviera determinado, pues no se percibe algo que ya existe, sino algo que más tarde se producirá. 

Es preciso captar exactamente el concepto del dirigir la mirada hacia el futuro. Esto es algo que se debe ejercitar y cultivar mediante la meditación paciente; sólo así se encontrará la posibilidad de concebir estos hechos de la justa manera.

Después de estas palabras de introducción pasamos ahora a referirnos a algunos aspectos de la futura evolución de la humanidad. Hemos arribado al punto en donde la humanidad se ha sumergido en lo más hondo de la materia, donde ella emplea sus fuerzas espirituales para la construcción y fabricación de herramientas y máquinas, las que sirven para la vida personal.

Esta evolución se ha producido paralelamente con el proceso de la densificación creciente del organismo humano y de la tierra en general. Hemos visto que lo más denso, el reino mineral, no se ha formado antes de un determinado momento de la evolución. Sólo entonces entró el hombre en su actual evolución terrestre; y paralelamente con tal proceso aparecieron los dos sexos y otros fenómenos. Antes de haber entrado en esta evolución física con un reino mineral, el organismo humano había sido de naturaleza mucho más sutil, más blanda. Sólo para suscitar la idea respectiva quiero referirme a cómo en aquel tiempo antiguo en el que todavía no existieron los dos sexos, se producía la procreación del género humano. 

El hombre aún bisexual y de corporalidad más tenue, menos densa, engendraba de sí mismo un nuevo ser. No como en nuestro tiempo, sino en cierto sentido comparable con el modo de cómo en sesiones espiritistas sale del medium el cuerpo etéreo de otro ser. Esto da aproximadamente una idea de la materialización sacada de sí mismo, de la procreación humana en un tiempo antiguo: comparable con el expulsar de seres humanos ya maduros para continuar su propio desarrollo.

Esto nos hace ver cómo con la densificación del organismo humano se vincula en el cosmos el descender del hombre al mundo material; y con esto se vincula también el desarrollo de otra fuerza, la que sin dicho descender no hubiera podido engendrarse, esto es, el egoísmo. El egoísmo tiene un aspecto bueno y otro malo, pues es la base del ser autónomo y de la libertad humana. pero en cuanto a su reverso es la causa del mal.

La evolución del hombre debió pasar por la fuerza del egoísmo para aprender a hacer lo bueno por su libre voluntad. Por las fuerzas que en el pasado le habían guiado era necesario incitarle siempre de nuevo a realizar lo bueno; pero hacía falta darle la posibilidad de tomar él mismo su camino. Ahora bien, así como él descendió, tiene que ascender nuevamente a la espiritualidad, y tal como el descender está vinculado con el incremento del egoísmo, el ascender depende de que el desinterés, el sentimiento de simpatía mutua entre los hombres se intensifiquen cada vez más. 

La humanidad se ha desarrollado en el curso de diversas épocas; primero a través de la antigua India, después durante la persa, la egipcio-caldeo-babilónica y la greco-latina, hasta la nuestra, la quinta época, a la que seguirá la sexta. y en la medida que la evolución de la humanidad trabaje en procura de tal fin, se esfuerza al mismo tiempo en superar al principio que había sido el más poderoso en el tiempo en que el cuerpo etéreo encontró su ajuste en el punto del cerebro a que ya me he referido, en el tiempo de la caída en el egoísmo más bajo.

En el curso anterior de la evolución el ser humano también había sido egoísta, pero de otro modo. El egoísmo que se arraiga en el alma tan profundamente como en la época del presente, está en íntima relación con la propagación del pensamiento materialista; y una época espiritual traerá la superación del egoísmo. 

Por esta razón el cristianismo y todas las concepciones que poseían una vida verdaderamente religiosa se esforzaron conscientemente en quebrar los antiguos lazos sanguíneos, por lo cual es cristianismo ha formulado la expresión: "Quien no abandone al padre, la madre, la mujer, al hijo, hermano, hermana, no puede ser mi discípulo". Esto no alude a otra cosa que al hecho de que en lugar de antiguos lazos sanguíneos tiene que establecerse el lazo entre alma y alma, entre hombre y hombre. 

Pero queda por saber: ¿cuáles son los medios y caminos para que la humanidad alcance la espiritualidad (el modo de superar el materialismo) y al mismo tiempo lo que podría llamar la comunidad fraternal, el surgimiento del amor fraternal general? Para alcanzarlo se podría pensar que sólo es preciso destacar suficientemente el amor fraternal para que éste aparezca, o que se deberían fundar asociaciones con la finalidad de fomentar el amor fraternal. El ocultismo jamás sostiene tal opinión. Por el contrario, cuanto más se habla, en la forma de extasiarse, del amor fraternal general y de lo humanitario, tanto más egoístas llegarán a ser los hombres, pues lo mismo que existe la voluptuosidad física, también hay un deleite del alma e incluso es un deleite refinado decir: quiero elevarme moralmente cada vez más. Esto es en el fondo un pensamiento que ciertamente no produce el egoísmo común, pero sí un egoísmo refinado que se origina en semejante deleite.

En el curso de la evolución humana no se generan el amor y la compasión por el hecho de destacarlos; antes bien la humanidad será conducida a la comunidad fraternal por algo distinto, esto es, por el conocimiento espiritual. Para generar la confraternidad no existe otro medio que la difusión en el mundo de los conocimientos ocultos. Por más que se hable del amor y de la confraternidad humana, o que se constituyan miles de asociaciones, éstas no conducirán al fin deseado, ni por la mejor intención. 

Lo que importa es hacer lo acertado, saber cómo se constituye la unión fraternal. Unicamente los hombres que vivan en la verdad oculta que rige para todos los hombres, han de unirse en la única verdad. Así como el sol une las plantas que hacia él se inclinan, si bien cada una es una individualidad, así también la verdad tiene que ser una sola, a la que todos los hombres quieren llegar, y así todos han de unirse. Pero es necesario que ellos trabajen enérgicamente para encontrar la verdad, pues sólo así pueden convivir armónicamente.

Se podría objetar que todos aspiran a la verdad, pero que debido a diferentes puntos de vista surgen desavenencias y discrepancias. Sin embargo, esto se basa en un conocimiento de la verdad no suficientemente fundado. No corresponde apoyarse en que en la verdad puede haber distintos puntos de vista; antes bien se debe comprobar por experiencia que la verdad no puede ser sino una sola. Ella no depende de ningún plebiscito, pues es certera en sí misma. 

Nadie pondrá a votación, si los tres ángulos de un triángulo suman 180 grados. Si yo lo reconozco, es verdad para mí, no importa si millones de personas lo admiten, o acaso ni uno solo. En cuanto a la verdad no hay democracia, y quienes aún no armonizan, todavía no penetraron lo suficiente en la verdad. A esto se debe toda discrepancia acerca de la verdad. Se puede decir: Ciertamente, pero uno afirma otra cosa que otro con relación a hechos ocultos. Sin embargo, en el verdadero ocultismo no es así. A este respecto pasa lo mismo que en los hechos materialistas, donde también uno afirma algo distinto que otro, pero una de las dos opiniones resulta ser errónea. Lo mismo ocurre en el verdadero ocultismo, sólo que frecuentemente se suele juzgar sobre hechos ocultos antes de haberlos comprendido.

El objetivo a que aspirará la sexta época consiste en la popularización de la verdad oculta en la mayor amplitud, pues esta es la misión de dicha época. y la asociación que ahora se constituya espiritualmente ha de asumir la tarea de llevar la verdad oculta a la vida misma y de emplearla espontáneamente en la misma, pues esto es precisamente lo que a nuestro tiempo hace falta. Obsérvese con qué intensidad nuestra época está buscando y que nadie es capaz de encontrar lo adecuado. 

Existen innumerables cuestiones: la educación, la cuestión feminista, la social, la alimentaria, la medicina. Se trata de arreglarlas; se escriben muchísimos artículos y libros, donde cada uno habla desde su punto de vista, pero nadie quiere estudiar lo central, la verdad oculta. No se trata de saber abstractamente algo sobre verdades de la ciencia espiritual, sino de llevarlas directamente a su aplicación en la vida. Hay que estudiar la cuestión social, lo relativo a la educación y en general toda la vida humana desde el punto de vista de la verdadera sabiduría oculta.

Se podría objetar que para realizarlo hace falta conocer la sabiduría suprema; pero esto se debe al error como si siempre fuese necesario conocer lo que en la vida se emplea, No es necesario, pues el conocimiento de los principios supremos muchas veces se alcanza mucho más tarde que el aplicarlos. Si la humanidad hubiera tenido que esperar con la digestión hasta el haber conocido las leyes que la rigen, la evolución de la humanidad no hubiera sido posible. Así tampoco es preciso conocer todas las leyes espirituales, con el fin de hacer fluir la ciencia espiritual en la vida cotidiana. 

El método rosicruciano de basarse en lo espiritual parte precisamente del principio: menos abstracción y en su lugar la consideración de los problemas vitales de todos los días. Lo que importa no consiste en que se diga: La ciencia espiritual es ciencia espiritual, sino en que realmente se aplique a la vida como tal. Se entiende que al haber aprendido a hablar el niño aún no conoce todas las reglas gramaticales del idioma. Primero aprende a hablar y después la gramática. Por consiguiente, hay que dar importancia a que primero, mediante las enseñanzas espirituales, el hombre se interese por lo que en la vida le circunda, antes de ocuparse de lo que existe en los mundos supremos; de lo que da conocimiento sobre el plano astral y el plano del devachan. Sólo de tal manera comprendemos lo que existe en torno nuestro y dónde hay que actuar. 

Se nos presenta la tarea concreta de unir, por medio de la armoniosa sabiduría oculto-espiritual, la humanidad desintegrada, que ha sido arrojada de las antiguas comunidades sanguíneas y tribales.

Con la ulterior evolución desde la quinta a la sexta y después a la séptima época se perderá cada vez más el antiguo vínculo de las comunidades étnicas y sanguíneas. La humanidad va mezclándose a fin de agruparse desde puntos de vista espirituales.

Ha sido una impertinencia hablar en teosofía de razas en tal sentido como si las mismas continuasen subsistiendo para siempre, pues el concepto de raza ya perderá su sentido en el futuro inmediato, si bien con ello me refiero a miles de años. La afirmación insistente de que en el mundo siempre se han desarrollado siete más siete razas, es una extensión especulativa de un concepto que sólo es válido para nuestra época hacia atrás y hacia delante, pero jamás lo ha dicho la clarividencia, el ocultismo. 

Como todo en el mundo se forma, también se formaron las razas, y como todo vuelve a desaparecer, también volverán a desaparecer las razas; y quienes siempre han hablado de razas, tendrán que acostumbrarse a hacer movibles sus conceptos, pues su actitud sólo se debe a la indiferencia. Cuando sólo un poco se dirige la mirada hacia el porvenir, ya dejan de ser válidos los conceptos del pasado y del presente. Se trata principalmente de que el hombre no considere como sabiduría eterna lo que una vez ha sido su firme convicción.

Será necesario acostumbrarse a conceptos movibles, a reconocer que los conceptos se modifican; y esto será un progreso. Los hombres que quieren ser los portadores del futuro tienen que desarrollar la posibilidad de transformar los conceptos rígidos, dogmáticos, en conceptos movibles, porque así como cambian los tiempos también tienen que cambiar nuestros conceptos, si queremos comprender los tiempos.

Las almas viven ahora en un cuerpo humano al que observan claramente por medio de los sentidos. ¿En qué tuvo el mismo su origen? Antiguamente era muy distinto del cuerpo de ahora, e incluso extrañamente difiere en la época en que el alma descendió a la tierra, para incorporarse en el cuerpo físico. ¿Cómo se desarrolló el ser humano para llegar a la figura que tiene ahora? Por el obrar del alma en el cuerpo mismo en el curso de todas sus encarnaciones. Podemos formarnos un concepto de cómo el alma ha influido sobre el cuerpo si nos imaginamos la poca probabilidad que al hombre le ha quedado para influir sobre su cuerpo en la época actual del materialismo, pues es relativamente muy poco lo que el hombre puede hacer para transformar su denso cuerpo físico. 

Nótese lo pasajero de cómo en el presente podemos influir sobre el cuerpo y la fisonomía cuando, por ejemplo, algo nos causa horror o temor. Las impresiones de angustia, de miedo, nos hacen palidecer. Lo mismo se producen cambios por el rubor de la vergüenza. Esto es pasajero, pero se nota como ello se produce: algo influye sobre el alma de modo que el efecto se extiende sobre la sangre y así indirectamente sobre el cuerpo físico, sobre la fisonomía. Pero el efecto puede ser más intenso, pues sabemos que a las personas de una profunda vida espiritual les es posible dar expresión fisonómica exterior a su trabajo espiritual.
Se conoce exteriormente si un hombre ha vivido de un modo meditabundo o sin
pensamientos. 

De tal manera el hombre todavía influye sobre su aspecto exterior, y quien es de sentimientos nobles lo exterioriza en movimientos refinados. Se trata solamente de restos insignificantes de lo que en el curso de milenios la humanidad ha trabajado para su transformación.

Mientras que en el presente sólo podemos hacer aparecer y desaparecer la sangre en nuestro rostro, el hombre de tiempos antiguos estaba enteramente bajo la influencia de un mundo de imágenes como expresión del mundo espiritual; y esto tenía por efecto que en medida mucho más intensa él podía influir sobre la transformación de su organismo. Pero el cuerpo también estaba aún más blando. Hubo un tiempo cuando no solamente se podía extender la mano, y no solamente señalar con el dedo, sino hacer penetrar la voluntad en la mano, y hasta transformar la mano de modo que se podían extender los dedos como prolongaciones. Hubo un tiempo en que los pies aún no tenían forma fija, sino que el hombre, según necesidad, era capaz de extenderlos como prolongación. 

Esto le hacía posible formar su propio cuerpo según las imágenes que él recibía del mundo circundante. En la época material del presente la transformación se realiza de la manera más lenta, pero volverá a hacerse más veloz; y en el futuro el hombre adquirirá nuevamente mayor influencia sobre su corporalidad física. 

Al contemplar la iniciación veremos con qué medios él obtendrá tal influencia. Si bien no es posible alcanzarlo en una sola vida, se podrá hacer mucho para la próxima encarnación. Resulta pues que el hombre mismo creará la futura configuración de su cuerpo.

Haciéndose el organismo humano cada vez más blando, quiere decir al liberarse el hombre de las partes duras, va preparando su porvenir. Llegará el período en que, como en tiempos pasados, el hombre en cierto modo vivirá elevado sobre sus partes terrestres. A tal estado, comparable con el del sueño de ahora, seguirá otro en que el hombre podrá retirar a voluntad el cuerpo etéreo del cuerpo físico. En cierto modo la parte más densa del organismo humano estará abajo sobre la tierra firme, y el hombre la utilizará desde fuera, como un instrumento. 

No tendrá el cuerpo como viviendo en él, sino que él estará cernido sobre el mismo; y el cuerpo como tal estará más sutil y menos denso. Ahora pareciera como un pensamiento fantasioso, pero por las leyes espirituales se lo puede saber con certeza, lo mismo que por las leyes de la astronomía se pueden calcular las futuras eclipses del sol y la luna. Ante todo el ser humano influirá sobre la fuerza de procreación. Muchos no pueden imaginarse que jamás pudiese haber otro modo de procreación que en el presente. No obstante cambiará; y lo que ahora existe como procreación relacionado con el instinto correspondiente, pasará en el futuro a otro órgano. La laringe es el órgano que ya en. el presente se prepara para ser el futuro órgano de procreación. 

En nuestro tiempo la laringe sólo es capaz de producir vibraciones del aire, es decir, transmitir al aire lo que es el contenido de una palabra, de tal manera que las oscilaciones corresponden a la palabra. En el porvenir provendrá de la laringe no solamente la palabra con su ritmo, sino que el hombre hará penetrar luz en esta última, y la misma quedará además impregnada de substancia. Así como ahora la palabra sólo se transforma en onda de aire, en el futuro emanará de la laringe el ser interior del hombre, su fiel trasunto, como éste hoy vive en la palabra. 

El ser humano provendrá del ser humano, el hombre expresará al hombre. En ello consistirá el nacimiento de un nuevo ser humano: otro ser humano lo expresará. Semejantes hechos proyectan una bien definida luz sobre fenómenos que existen en torno nuestro y que las ciencias naturales no saben explicar. La transformación del instinto de procreación, la que nuevamente será asexual, asumirá las funciones de la actual procreación. A esto se debe que en el momento de la madurez sexual tiene lugar en el organismo varonil una transformación de la laringe, la voz se torna más grave.

Esto nos hace ver que los dos fenómenos guardan relación entre sí. También vemos que el ocultismo siempre dilucida los hechos y fenómenos de la vida, donde la ciencia materialista no es capaz de dar la debida explicación.

De un modo similar a como el órgano de la laringe se transformará, se producirá una transformación del corazón humano, el órgano que está íntimamente relacionado con la circulación sanguínea. La ciencia común cree que el corazón es como una bomba. Pero esto es una idea grotesca y fantasiosa.

El ocultismo jamás ha expresado semejante afirmación fantasiosa como la sostiene el materialismo del presente. Los sentimientos del alma son la fuerza propulsora de la sangre. El alma impulsa la sangre, y el corazón se mueve porque la sangre le da el impulso. Quiere decir que la verdad es exactamente lo contrario de lo que afirma la ciencia materialista. Pero en el presente el hombre todavía no puede dirigir su corazón a voluntad. Cuando él tiene miedo el corazón palpita más fuerte, porque el sentimiento influye sobre la sangre y ésta acelera el movimiento del corazón. 

Pero más tarde, a un nivel evolutivo más alto, el hombre ejercerá dominio sobre lo que ahora experimenta instintivamente. En el futuro impulsará la sangre a voluntad y moverá el corazón como ahora los músculos de la mano. Para la ciencia actual el corazón, con su estructura singular, es un enigma, una cruz. Posee fibras musculares transversales que por lo demás sólo se encuentran en los músculos de uso a voluntad. Esto es así porque el corazón todavía no ha llegado al fin de su evolución, sino que es un órgano del futuro, destinado a convertirse en músculo a voluntad. 

Debido a ello posee ya ahora en su construcción la disposición correspondiente . Todo lo que sucede en el alma del hombre va modificando de la referida manera la configuración de su organismo. Y si nos imaginamos ahora al ser humano que será capaz de crear, por la palabra expresada, un ser semejante a sí mismo; cuyo corazón se habrá transformado en un músculo a voluntad, y que tendrá otros órganos transformados, se nos da una idea del género humano del futuro, en futuras incorporaciones planetarias de nuestra Tierra. 

En la Tierra de ahora la humanidad alcanzará el nivel evolutivo que es posible alcanzar bajo la influencia del reino mineral. Este reino, a pesar de haberse formado por último, volverá a desaparecer primero en cuanto a su forma actual. El hombre ya no formará entonces su cuerpo de substancias minerales como ahora; antes bien, el futuro cuerpo humano por de pronto sólo se incorporará substancias vegetales. 

Todo cuanto en el organismo humano actúa según leyes minerales, ha de desaparecer. Les voy a dar un ejemplo aparentemente grotesco: En el presente el hombre escupe la saliva común, la que es un producto mineral, pues el cuerpo físico humano se compone por el actuar conjunto de procesos minerales. 

Al haber concluido su evolución mineral, ya no escupirá saliva mineral, sino que ésta será entonces de naturaleza vegetal, y -por decirlo así- el hombre escupirá flores. Ya no habrá glándula que segregue substancia mineral, sino únicamente vegetal. El reino mineral será superado por el hecho de que el hombre volverá a desarrollarse hacia el estado vegetal.

Así la vida del hombre se desarrolla hacia el estado planetario de Júpiter, eliminando todo lo mineral y pasando hacia la creación en lo vegetal. y cuando más tarde pasará a la creación en lo animal -ciertamente serán otros animales que los del presente- cuando su corazón habrá alcanzado la capacidad de crear en el mundo animal, tal como ahora crea en el reino mineral, vendrá el estado planetario de Venus. Y cuando será capaz de crear un ser semejante a sí mismo, al pronunciar su fiel trasunto, se habrá cumplido el sentido de nuestra evolución y con ello la palabra: "Hagamos al hombre...".

Unicamente si el hombre se atiene al punto de vista de que por el actuar del alma se transforma el cuerpo, llegará a transformar realmente al género humano. Sólo por medio de un pensar en el sentido oculto, en el sentido espiritual, tendrá lugar lo que acabo de describir como la transformación del corazón y de la laringe. Lo que la humanidad piensa ahora, será realidad en el futuro. La humanidad de pensamientos materialistas producirá en el futuro seres horribles, mientras que la humanidad de pensamientos espirituales, influye sobre el organismo del futuro de tal modo que como resultado aparecerán cuerpos humanos hermosos.

Aún no se ha cumplido lo que resulta del modo de pensar materialista. En la actualidad tenemos dos corrientes, la materialista muy amplia que abarca toda la Tierra, y la pequeña espiritual delimitada a pocos hombres. Hay que distinguir entre la evolución de las almas y la de razas. Si las razas pasan a tener una forma grotesca, no hay que creer que las almas harán lo mismo. El trabajo de todas las almas de pensamientos materialistas conducirá a producir razas malas, mientras que el trabajo espiritual conduce a producir una buena raza. 

Así como la humanidad ha creado la que ha caído a las formas de animales, vegetales y minerales, se separará una parte la que representará la parte mala de la humanidad, y en el cuerpo ya más blando se expresará exteriormente la maldad interior del alma. Así como estados antiguos que descendieron a la especie de los simios, nos parecen ahora grotescos, así también las razas materialistas permanecerán en el punto de la maldad y poblarán la Tierra como razas malas.

Dependerá enteramente de la humanidad, si un alma quiere formar parte de la raza mala, o ascender a una raza buena, a través de una cultura espiritual.

Se trata de aspectos que debemos conocer, si queremos vivir hacia el futuro sobre la base del verdadero conocimiento. De otro modo andamos por el mundo como ciegos, pues en la humanidad actúan fuerzas que se deben conocer y tomar en consideración; y quien no quisiera enterarse de las fuerzas que tienden a este o aquel lado, dejará de cumplir con sus deberes para con la humanidad. Buscar el conocimiento por el solo motivo del conocimiento, sería egoísmo. Quien desee conocer para percibir los mundos superiores, es egoísta; en cambio, quien se proponga hacer valer el conocimiento en la realidad práctica de la vida cotidiana, contribuye a la prosecución de la futura evolución de la humanidad. 

Es de suma importancia que aprendamos cada vez más a llevar a la práctica lo que existe como concepción científico-espiritual.

Vemos pues que el movimiento espiritual tiene un objetivo bien definido, esto es, configurar desde ya la futura humanidad; y este objetivo no se alcanzará de otra manera que por el acogimiento de la sabiduría espiritual oculta. Así piensa quien capta la ciencia espiritual como la misión de la humanidad, la piensa en su relación con la evolución y no la considera como un mero deseo, sino como un deber reconocido como tal. Cuanto más lo reconocemos tanto más nos acercamos a la futura configuración de la humanidad en la sexta época. 

Como en la antigua Atlántida, en las cercanías de Irlanda del presente, los hombres progresados migraron hacia el Este para fundar las nuevas culturas, así tenemos nosotros la tarea de preparar por nuestro trabajo el gran momento de la sexta época en que la humanidad emprenderá un gran progreso espiritual.
Debemos tratar de volver a dejar atrás el materialismo, y por esta razón asociaciones espirituales deben aspirar a jugar en la humanidad un rol conductor; no por inmodestia y arrogancia, sino como un deber. 

En este sentido deben agruparse hombres a fin de preparar el porvenir. Pero el unirse no se debe entender como en un determinado lugar, pues todo concepto de sitio pierde entonces su sentido, puesto que ya no se trata de afinidad étnica, sino que se trata de que los hombres se encuentren espiritualmente en toda la Tierra, con el fin de configurar positivamente el porvenir. Por esta razón, hace cuatrocientos años, cuando nuestra época estaba entrando en lo más hondo de la materia, la Fraternidad de los Rosicrucianos fundó aquella ciencia espiritual práctica, la que quiere responder a todas las preguntas de la vida cotidiana. 

Así como el conocimiento viejo es de efecto descomponente, como lo muestra la "Crítica del Lenguaje" de Fritz Mauthner, la orientación espiritual a su vez busca el lazo de unión de la sabiduría espiritual. A esto se debe la creación de la nueva enseñanza de iniciación, la que directamente toma en consideración la conducción de la humanidad hacia un nuevo ciclo de los tiempos. Así se vincula el principio de la evolución de la humanidad con el concepto de la iniciación.


Rudolph Steiner