Hemos traido este artículo de PIJAMA SURF, porque consideramos que cuadra perfectamente con nuestra propia opinión. Se expone de modo íntegro y se adjuntan todos los enlaces.
- Autor: Aleph de Pourtales
- Publicación: 03/09/2012 12:09 am
Robert Anton Wilson y Philip K. Dick compartieron una extraña
experiencia de aparente comunicación telepática interestelar;
compartieron también un profundo cuestionamiento de la naturaleza de la
realidad, hasta al punto de dudar de su propia salud mental
Aquellos que alguna vez han puesto
seriamente en duda la realidad del mundo –y de su propia cordura–
siempre regresarán a Philip K. Dick y a Robert Anton Wilson. Dick y
Anton Wilson comparten una rara característica, ambos fueron capaces de
explorar los límites de aquello que llamamos “la realidad” y de aquello
que la determina y construye –la percepción, la mente humana– sin perder
el sentido del humor y sin creer en sus apariciones, en su propia
fantasmagoría. Tomar fuertes dosis de drogas psicodélicas, practicar
actos de magia ritual, leer textos esotéricos, escuchar voces de seres
de las estrellas en la cabeza y simplemente considerar la más amplia
gama posible de visiones del mundo, puede fácilmente provocar la
esquizofrenia, el viaje de ego de la iluminación o sumirte en un
profundo desden. Pero si lo haces con apertura, talento y sinceridad
puede también dotarte de una profunda sabiduría socrática, de un
agnosticismo encantador, de una capacidad de navegar todo tipo de bandas
de realidad y experimentar la vida en toda su pluralidad y plenitud
incierta.
No es exagerado decir que estos dos
entrañables escritores son chamanes de la era de la información. La
tribu global predicha por McLuhan necesita de guías exploradores que se
aventuren al saturado mundo de los espíritus de la información para
abrir los senderos en la selva del Logos, y que regresen sin el aura
hierática de la autoridad religiosa y del dogma. Lo sagrado consiste
actualmente menos en la revelación de la verdad que en su entredicho y
estremecimiento: no se trata de otorgar una visión divina, sino de
permitir que alguien vea las cosas desnudas de conceptos. O si eso es
imposible, si no podemos ver el bosque sin proyectar en él la sombra de
nuestra historia mental, al ver el bosque ver también nuestra
proyección: los bits y el psi que bailan en las ramas.
Tim Leary en ocasiones se autoconcebía
como un Sócrates electrónico; la analogía aplica a la premisa de la duda
y al cuestionamiento de la autoridad que buscó Leary en su vida. Philip
K. Dick, tuvo una obsesión, cuestionar la naturaleza de la realidad. Y
escribió como nadie novelas-metáforas de mundos simulacros. La obsesión
de Robert Anton Wilson, gran amigo de Leary, fue el acto de observación,
cómo al creer en algo la mente crea una realidad, asume que el mundo es
de tal forma, sin reparar en el instumento con el que observa esa
supuesta forma real: su mente. Las comparaciones son odiosas, pero hay
algo en estos dos escritores de los grandes filósofos griegos que, en su
momento, pusieron en duda la realidad del mundo y gestaron una nueva
mirada.
En el curso de la exploración
psiconáutica de Anton Wilson y de Philip K. Dick, ambos, como era de
esperarse, tuvieron momentos inquietantes y delirantes, y en el caso de
Phillip K Dick francamente de locura clínica (aunque ésta coqueteando
siempre con la iluminación gnóstica, la anamnesis). Particularmente
ambos compartieron un episodio en el que creyeron ser sujetos de una
comunicación interestelar que les revelaba importante información sobre
la naturaleza secreta del mundo. Robert Anton Wilson y Philip K. Dick,
coetáneos y por momentos coterráneos, no sólo se leyeron (para su
admiración mutua), en algún momento de la historia, Bob y Phil, se
sentaron a platicar, bajo la sombra de un gran plátano holográfico, Bob
fumando porros y Phil un poco paranoico, sin fumar (podemos imaginar). Así lo cuenta Robert Anton Wilson:
Phil Dick y yo
tuvimos una larga conversación una tarde en Santa Rosa, y fue solamente
un año después que descubrí que habíamos tenido experiencias similares
al mismo tiempo, las cuales nos dejaron a ambos preguntándonos si
habíamos sido contactados por Dios, el diablo, una forma de vida
extraterrestre de la estrella Sirio o un maligno parapsicólogo
trabajando para la CIA o la KGB, o si nos habíamos vuelto temporalmente
locos. Luego me di cuenta que esta conversación con Phil había sido un
intento por ver qué tan loco estaba. Si no estaba loco, había una
oportunidad de que él tampoco estuviera loco. Pero si yo estaba loco,
esto incrementaba la posibilidad de que él estuviera loco. Él
aparentemente decidió que yo estaba lo suficientemente cuerdo para que
él posiblemente estuviera cuerdo también, así que empezó a publicar sus
experiencias, las cuales están ahora en varios libros: Valis, The Divine Invasion, The Transmigration of Timothy Archer, Radio Free Albemuth y la Exegesis. Mis recuentos de estas experiencias similares están en Cosmic Trigger Vol. 1.
Es difícil decir hasta que punto ambos escritores influyeron en sus obras, pero sabemos que Dick había quedado fascinado con Cosmic Trigger: “Wilson
logró revertir toda polaridad mental en mí, como si me hubieran
jaloneado por el infinito. Estaba perplejo y deleitado”, dijo Dick. Robert Anton Wilson sabemos era
un entusiasta de las novelas de Philip K. Dick, especialmente VALIS,
una obra que parece usar la psicología cuántica de Anton Wilson, mirando
un mismo fenómeno desde una perspectiva multimodal y siempre
concediendo la posibilidad de que fuera su propia mente la responsable
de hacer surgir una serie de extrañísimos fenómenos cósmicos. Horselover
Fat, con su sincera esquizofrenia, es un personaje que podría habitar
también en el universo literario de RAW.
Para concluir quisiera comentar una
última analogía. Tanto Anton Wilson, partiendo de una filosofía
agnóstica, como Phillip K. Dick desde una filosofía gnóstica,
mantuvieron que la creencia es el surtidor de la ilusión mundana (con
creencia podemos entender algo que es generado en la mente pero que se
toma como real e independiente de la mente). Decía Philip K. Dick que
“la realidad es aquello que persiste cuando dejas de creer en ella”,
sugiriendo que el mundo que experimentamos esta contaminado de la
ilusión de las creencias. Robert Anton Wilson exhortaba a no creer en
nada, puesto que “la creencia es la muerte de la inteligencia”. Aunque
Dick fue una persona religiosa, su incesante escrutinio de la realidad,
le permitió cuestionar radicalmente su propia fe y como pocas personas
en la historia de la humanidad el dogma cristiano y la naturaleza misma
del mundo, hasta incluso negar su existencia. “El mundo fenoménico no
existe; es una hipóstasis de la información procesada por la Mente”,
afirmó en el Tractates Cryptica Scriptura, Aunque Dick postuló una serie
de extrañas teorías y exégesis de la verdadera historia del mundo, su
única convicción duradera fue que se debía de investigar a fondo la
estructura misma del mundo, como si hubiera algo sospechoso, una especie
de olor a pescado metafísico que delatara el artificio del demiurgo.
Twitter del autor:@alepholo