Los hombres te denominan de
muchas formas y una de ellas es Dios. Unos consideran que eres uno solo, otros
muchos con diferentes nombres y funciones y solo unos pocos que eres el Ser que lo conforma todo, que es todo y está en todos; también dentro de mí. Somos parte
de ti y moramos en ti no existiendo nada fuera de ti.
Es a ti a quien me dirijo, por lo
tanto posiblemente también lo haga a mí mismo, amigos y familiares. Quizá
algunos no puedan hacerlo porque lo consideran cosa de locos, así fueron
educados: Que hablar consigo mismos es cosa de locos. No hubo nadie que le
dijera que hablar consigo mismos es hablar con Dios, contigo, con mi amigo y mi
hermano, con el lejano habitante de otros lugares, en este y en otros mundos, minúsculos o grandes.
Sabes que no te pediré nada. ¿De
qué serviría, si tú conoces mis ansias, necesidades y deseos? Por otro lado,
querido Ser, te tengo en mí y con ello lo tengo todo, soy todo, el Yo Soy. Poseo así el
Amor en pleno y también al infinito Universo y sus criaturas para servirlas y
servirme, voluntariamente, ellas a mí. Quizá te solicitara algo y sin embargo no ser conveniente.
Conoce más el pastor de las necesidades de su rebaño que uno solo de sus
corderos de sí mismo.
Te siento en mi piel cuando se me
eriza el cabello, en mis músculos cuando se tensan para realizar cualquier
acción, en mi cabeza cuando intento resolver algún problema y en mis genitales
y estómago cuando siento necesidades y deseos; pero el lugar más importante y en
el que más te noto es sentado en el Trono del Corazón.
Allí eres Cristo, el Dios de mi
Corazón; Unigénito de Yo Soy y por lo tanto único con el Uno y con todo lo que
en él mora, vive, crece y se transforma. Tú eres todos nosotros y nosotros te
contenemos en toda la infinita plenitud. Surgen nuestros cuerpos al concurso de tu voz
vibrante y tras la forma los ocupas para que puedan animarse, vivir, pensar,
comunicarse, interactuar como Uno en la colectividad.
Sabiendo lo que eres y, por lo
tanto lo que yo soy me prometo a mí mismo ponerme a vuestra entera disposición
para realizar aquello que no recuerdo; pero que tú sabes que debo de realizar.
Aunque no lo entendiera lo haré porque sé que tú, en algún instante, lo
decidiste así. Tomaré las inclemencias de la Vida como experiencias que jamás
deberé rechazar, me traigan lo que me traiga y me enfrenten a lo que me enfrente.
Prometo practicar la paciencia y
cultivar el continuo conocimiento, hasta que pueda recordar lo que en verdad
soy, lo que en verdad eres tú, la única y absoluta cosa que en verdad somos tu y yo, nosotros.
Anhelo el Amor desinteresado para con todo lo que en nosotros y en tí existe y
aceptamos, con verdadera Fe gnóstica , que la Muerte no existe y que tan solo se trata de una mera
ilusión.
Solo te ruego una cosa, Señor mi
Dios, que cada día me proveas del alimento del recuerdo celeste que me hace
consciente de ser lo que en verdad soy, Tú. Porque eso, y solo eso, como el
agua de riego que inunda las plantas, puede llenarme de la consciencia del Ser
y por lo tanto de la verdadera Sabiduría y del Amor eternos.
Me pongo, como el niño que ha
olvidado, a tu disposición para instruirme y hacer conmigo y de mí, lo que tengas a bien programado. Amen.
Aralba