O
del por qué ya no soy Masón y, de hecho, jamás lo he sido en verdad, tan solo
por curiosidad.
El Sistema es como el Ojo
del Gran Hermano que a todos nos vigila procurando que nadie se salga de él y
utilizando todos los medios a su alcance para evitar que algo o alguien se interpongan
en la consecución de sus objetivos “El Orden Mundial”
Por orden de aparición en
los acontecimientos de la Historia, estos pilares son: El Judaísmo, el
Cristianismo, el Islam y la Masonería.
Para que el Sistema funcione,
tiene que existir una forma bipolar de alternancia para que todo quede
encapsulado en una especie de círculo y que fuera de él nada pueda salir.
Quienes pretenden luchar
contra el Sistema, en realidad se encuentran en una de las polaridades
mencionadas y que permite que el Sistema permanezca estable.
Es una falacia hablar de
Conspiración Judeo Masónica Comunista, dado que también existe como contraparte
necesaria la Conspiración Judeo Masónica Capitalista. Por lo tanto, cambiar un
Sistema por el otro no conduce nada más que al centro mismo del Sistema; como
si de algún modo todo lo que hiciéramos por salir del círculo nos empujase
hacia el interior para comenzar de nuevo desde cero.
Todo comenzó cuando un
masón del más alto grado, cuyo nombre, afiliación y rostro no recuerdo, perteneciente
a una de las órdenes que configura la OTO, me instó a que investigase sobre la
Historia de los Illuminati. Así lo hice, y me sumergí en lo más profundo de
Internet buscando un hilo conductor que me llevase a los orígenes de, al menos,
su inspiración.
Éste Trabajo, que se
encuentra completo en este mismo blog, me llevó hasta Mesopotamia y la antigua
Sumeria. Leyendo el trabajo existente sobre las tablillas sumerias comprendí
que muchas de las historias contadas allí ya las conocía yo por mi lectura de
la Biblia. Es cierto que en Sumeria se habla de un panteón de varios dioses y
que la Biblia, supuestamente, trata de forma monoteísta de un solo Dios; pero
por lo demás allí estaba el origen de todo, incluso del famoso diluvio.
Para valorar con justicia
a aquellos antepasados nuestros hay que decir que poseían un extraordinario
conocimiento de nuestro Sistema Solar conociendo, al menos, siete de los
cuerpos que lo conforman, incluido el maléfico y oscuro Saturno.
En la actualidad conocemos
el Lunes como el día de la Luna, el Martes como el día de Marte, Miércoles como
el día de Mercurio, Jueves como el día de Júpiter, Viernes como el día de
Venus, Sábado como el día de Saturno y el Domingo como el día del Sol.
El pueblo Judío guarda el
sábado como día sagrado y eso hace que podamos saber que su Dios regente es
Saturno, Yahveh o Jehovah, el Titán devorador de sus hijos los Dioses y al que
su Hijo Júpiter deportara al Tártaro. El pueblo gentil de los Cristianos guarda
el Domingo como día sagrado y eso hace que podamos saber que su Dios regente es
Apolo, Eolo o Christos.
Pero el enigma estaba en
saber ¿Cuándo se había producido ese cambio del politeísmo hacia el monoteísmo
o, al contrario, de un tipo de monoteísmo solar hacia un sincrético monoteísmo
saturnal o semita y que ha llegado hasta nosotros en la forma del judaísmo?
La primera religión monoteísta
que se conoce fue creada en el antiguo Egipto por el Faraón Amenophis IV
(Akhenatón). El Faraón conocía el poder de los sacerdotes del panteón Egipcio
y, más por una cuestión política, decidió unir todas esas deidades en una sola,
el Disco Solar al que cambió el nombre de Amón Ra, a Aton. Su aventura
monoteísta, dentro de Egipto, duró muy poco y a su muerte se restauró el
politeísmo y los sumos sacerdotes recobraron su gran poder; pero ¿Qué sucedió
con Atón, sus sacerdotes, y los muchos seguidores que debió acaparar?
Con mucha probabilidad,
esos seguidores tuvieron que huir, ser deportados o ambas cosas a la vez y ¿Dónde
podían ir? Fuera del cauce del Nilo solo hay una cosa, el Desierto. Con mucha
probabilidad, estuvieron deambulando durante muchos años y encontrándose con
pueblos habitados de origen semita y con sus religiones politeístas de origen
sumerio. Con mucha probabilidad, en la mayoría de las ocasiones, esos
encuentros no fueron amistosos y originarían conflictos bélicos muy sangrientos;
pero también asimilaciones.
En ese transcurrir hacia
la Tierra prometida, conocida hoy como Palestina, ese pueblo forzado nómada
había realizado un intercambio cultural entre su monoteísmo nuevo y simplista con
el politeísmo viejo y complejo de la antigua Sumeria. Por lo tanto, el Dios
Solar Atón transfiguró en el Dios Saturnal Jehovah y gran parte de las
historias, leyendas y mitos de la vieja religión politeísta fue incorporada a
la tradición escrita de la nueva religión cambiando o eliminando aquellos
aspectos que fueran considerados no pertinentes. Por lo tanto, el benefactor
Dios solar sería sustituido por el belicoso y mal humorado Dios saturnal.
Desde luego, en el
trasfondo de todo esto, cualquier persona laica y poco dada a la religión podrá
entrever cuestiones políticas encaminadas al dominio y manipulación de las
masas. De algún modo, los gobernantes comprobaron que era mucho más sencillo
controlar a la gente ofreciéndole un solo Dios con unos mandamientos o leyes
coherentes y sin contradicción; diversas ordenanzas sí se darían de permitirse diferentes
divinidades.
Israel, el Pueblo elegido
por Jehová, Yahveh, Saturno o Satanás tiene una promesa pendiente y es el
control y gobierno sobre todos los pueblos de la Tierra. Es muy importante
tener esto en consideración para lo que iremos a tratar más adelante.
En el considerado como
Siglo I DC, Israel no era más que una pequeña provincia, en el extrarradio, del
poderoso y amplio Imperio Romano. En ese contexto surgió un Rabino conocido
como Jesús el nazareno que empezó a predicar el cumplimiento de la Profecía
anteriormente enunciada. Unos dicen que Jesús era un revolucionario que poseía
cierta relación con los celotes. Recuerden que el propio Judas Iscariote era un
Celote. Para la Historia, ha quedado que fueron los judíos, al menos los
sacerdotes del Sanedrín, quienes condenaron a Jesús a muerte; pero esto es
imposible pues solo Roma y su Gobernador, Poncio Pilatos, podía dictar una
sentencia. Es evidente que fue Roma quien condenó a Jesús a morir en la Cruz
pues entre sus enseñanzas estaba la profecía del Rey de reyes que vendría para
gobernar Israel y el mundo entero; lo cual era, a todas luces, un delito de
sedición contra el Emperador romano.
En este punto hay que
decir que el cristianismo no nace entre el nacimiento y la muerte de Jesús,
sino mucho tiempo después. Entre la muerte de Jesús, el Rabino judío de Nazaret,
y el nacimiento del Cristianismo como lo conocemos hoy en día transcurrirían
entre dos y tres siglos.
Es evidente que en los
genes de Israel se encuentra esa profecía de dominaréis el mundo y sojuzgaréis
a los gentiles, los pueblos que no son el Judío, y el dominio por parte de Roma
no es algo que llevasen muy bien por lo que Roma debía de considerarlos algo
así como unas molestas moscas cojoneras y decidió expulsar a los judíos de su
tierra con lo que se esparcirían por los cuatro puntos cardinales de la Tierra.
Al menos, no los exterminó cosa que se pretendería muchos siglos después por
parte de los nazis.
En aquella época existían
diferentes tendencias de los seguidores del Rabino Jesús. En el propio Israel,
los seguidores de Jesús eran propiamente Judíos sin más; pero en las provincias
helénicas y otras del extrarradio se crearon sectas de categoría gnóstica
influenciadas por el helenismo platónico y del maniqueísmo persa; con lo cual,
queremos decir que no existía un solo tipo de cristianismo o seguidores de
Jesús de Nazaret.
Los gobernantes romanos
que de tontos no tenían un pelo, entendieron perfectamente el poder que
proporcionaría al Emperador el ofrecer al Pueblo, a sus ciudadanos, un Dios
único con unas leyes inamovibles y perfectamente fundamentadas en una mitología
sencilla y sin contradicciones. De la mano de Saulo de Tarso, un supuesto
converso que no llegó a conocer al Nazareno, otros judíos romanizados y no
judíos conversos, se redactaría la mayor parte de lo que en los siglos
posteriores se denominaría como cristianismo y más concretamente, la Religión
de Roma, antes de que se dividiese en la Iglesia Oriental o Bizantina “Ortodoxa”
y la Occidental o Romana “Catolicismo Apostólico Romano”.
Para diferenciarse del
Saturnismo Judaico de Jehová, determinaron la restauración del monoteísmo
original Solar en la propia figura de Jesús de Nazaret que fue mitificada y
convertida en el Christos, el que está sentado a la derecha del Dios Padre.
Este Christos no es otro que Apolo, el nuevo Yahveh, modificación del nombre
Jehová, no sería otro que Júpiter y el Espíritu Santo representaría a la
perfección al Dios Mercurio, el de las sandalias aladas y llameante por
encontrarse tan cerca del disco Solar. Estas tres divinidades conformarían, con
nombres cristianizados, una suerte de triunvirato, la famosa Trinidad
Cristiana, de la que se cuenta que son tres personas distintas; pero un solo
Dios único. Dado que debían crearse una fuerza opositora a la bondad del nuevo
Dios, recrearon a los demonios o ángeles caídos, a Satanás como recuerdo de lo
que había quedado atrás y al que denominaron con un nombre que aparece en el
antiguo testamento y que en realidad se refería al Rey de Tiro: Lucifer o el
Lucero de la mañana. Evidentemente, la contraparte del anterior panteón romano,
ofrecía un Dios que cumplía con los requisitos necesarios, Prometeo, el Titán
que robara el fuego del cielo para que la humanidad no muriese de frío.
Con el paso de los siglos
y, muy a pesar de que la nueva religión predicaba el amor fraterno, el saturnismo
implícito de la nueva Religión, que no solo había copiado los atuendos de su
antecesora, se fue transformando en una dictadura sangrienta con todos aquellos
que no eran consecuentes con ella y a los que denominarían herejes; es decir,
herejes eran tanto los verdaderos judíos seguidores de Jesús como todas
aquellas sectas gnósticas que habrían surgido de forma paralela. Los herejes o
debían ser convertidos o exterminados, así de claro.
Dado que el catolicismo
creado en Roma llevaba consigo inmensas contradicciones y doctrinas poco
razonables y difíciles de creer. Por ejemplo la posterior virginidad de María,
la madre de Jesús así como su divinidad previa, la intersección de los santos y
otras más, con el transcurrir del tiempo se fueron sumando a las secretas y
perseguidas herejías aquellos que, con el nacimiento de la imprenta, pudieron
comprobar por ellos mismos las contradicciones entre ciertas tradiciones de su
propia Iglesia con lo expuesto en la Biblia
constituida por el Antiguo y el Nuevo Testamento. Ese fue el origen de
lo que a posteriori vendría a conformar la Reforma Protestante.
Durante los muchos siglos
que gobernó, en las consciencias de las personas, la Iglesia Católica se habían
creado los conventos y los monasterios donde se recluían las mujeres como
monjas y los hombres como monjes para trabajo y mayor gloria de la Iglesia.
También eran una gran fuente de ingresos para la Iglesia, dado que quien se
recluía en uno de esos lugares debía aportar una importante dote que sirviese,
entre otras cosas, para el mantenimiento del monje o de la monja en cuestión;
el resto, que solía ser bastante dado que muchas órdenes eran de pobreza y
mendicantes, iba a engrosar las arcas de la Iglesia en Roma.
Mientras en Inglaterra se
crearía lo que podría denominarse el germen del Sionismo actual, dado que el Pueblo
Judío aportaría una fortísima suma de dinero a la Monarquía para rescatar al
Rey Ricardo Corazón de León que había caído prisionero del Islam en el
transcurso de una de las famosas cruzadas. A partir de ahí, siempre ha existido
una deuda de agradecimiento del mundo anglo sajón a Pueblo Elegido por Jehová.
En la Reforma Protestante,
al separarse una gran parte de los cristianos de la iglesia de Roma, se
llevaron consigo la doctrina principal de la Trinidad, en la que el propio
Jesús era parte de la Divinidad en la forma de Jesucristo, así como otra mucha
doctrina fundamental, aunque abandonaron otras creencias, basadas en la
Tradición; pero que no se podían argumentar con los textos sagrados, como la
posterior virginidad de María después del nacimiento de Jesús, la intersección
de los santos o de la propia Virgen María, la transustanciación de la sagrada
cena “el canibalismo ritual del cuerpo y la sangre de Jesús” o el bautismo de
los infantes entre otros muchos.
En el Mundo Protestante,
donde habían desaparecido los monasterios y conventos, fueron sustituidos por
agrupaciones de cristianos y en donde se practicaba la ayuda mutua y la
caridad. Dentro de ese contexto surge en Alemania un movimiento denominado como
Rosacruz; pero que jamás, al menos en la época, tuvo una existencia real sino
más bien tan solo filosófica e intelectual; es decir, que no tuvo mayor
consistencia que la aparición de unos pequeños opúsculos denominados como los
manifiestos rosacruces.
Esa Idea, originaria de Alemania,
cruzó el Canal de la Mancha y exportada a Inglaterra, donde muchos años después
tomaría forma en la Masonería. La Masonería, como Entidad nacida en el Mundo
protestante, aunque promulgaba un cierto ecumenismo entre las grandes
religiones monoteístas, no dejaba de haber nacido en el seno de una de las
partes en conflicto y así como los propios manifiestos rosacruces veían al Papa
de Roma como al Anticristo, la masonería sentía la necesidad de cambiar el
Mundo intentando que la Educación no estuviese en manos de la Iglesia y
convertir a aquella, en algo laico y ajeno a cualquier tipo de Religión; pero
eso solo era el principio y como La Iglesia Católica no es tonta vio en el
nuevo Movimiento, que se extendería como la pólvora como un gran peligro para
la supervivencia y sobre todo preponderancia del Catolicismo sobre la
diversidad de iglesias protestantes.
En realidad, los grupos
masónicos, aunque solían estar gobernados por nobles, la mayoría de las
personas que entraban a formar parte de ella pertenecían a la burguesía y las
reuniones masónicas pronto se convirtieron en núcleos conspirativos donde se
gestarían gran parte de las revoluciones que apartaron a la Nobleza del poder
para ser sustituida por la propia clase burguesa.
A nadie debe de extrañar
que en el seno de la masonería siempre ha tenido el judaísmo una importancia
relevante, sobre todo en los más altos cargos, y solo hay que conocer algunos
de los ritos de sus grados. Ritos y grados que no vamos a revelar pues, con
sinceridad, los hemos olvidado.
Cuando en el mismo siglo
XVIII, siglo del nacimiento de la masonería, se produce la escisión que
separaría a la masonería británica de la peninsular, especialmente de la
Francesa, se produce algo de vital importancia y es que en la nueva masonería
del Gran Oriente de Francia dejan de elevarse los trabajos a la Gloria del Gran
Arquitecto del Universo. Este es el principio para que gentes con convicciones
no religiosas puedan entrar a formar parte de la masonería. A nadie debe de
escandalizar que mucha culpa de aquello fue debido a la influencia conspirativa,
por infiltración, del Movimiento Illuminati creado el 1 de mayo de 1776 y que
fuera financiado por el banquero Mayer Amschel Bauer, fundador de la Dinastía
Rothchild.
Sea como fuere, nadie
puede demostrar que el sionismo no está bien implantado tanto en una como en
otra masonería. De algún modo la Política ha realizado un Remedo de esto con el
conocido bipartidismo. Ahora estoy yo en el Poder y cuando me agote te pones
tú, y así consecutivamente.
El Mundo se mueve de un
extremo al otro; pero está todo perfectamente planificado desde el origen de los
tiempos. Hoy puede tener influencia el ateísmo laico y comunista y Mañana
hacerlo la religiosidad monoteísta capitalista o fascista.
Es igual, lo que no se
puede pretender es que algo que pertenece al Sistema pueda cambiar el Sistema.
La Masonería podrá cambiar ciertas cosas en favor del progresismo, el feminismo,
la supuesta libertad, la utópica igualdad y la lejana fraternidad; pero lo que
está claro es que llegado el momento ella tendrá que hacerse al lado para que
sus verdaderos progenitores, el Sionismo anglosajón, tomen el Poder para imponer
el Nuevo Orden Mundial y donde cada hijo de vecino será sojuzgado por el Pueblo
elegido de Saturno, de Satán.
Aralba