P R O L O G O
Pienso en la juventud de mi último proyecto, cuando leía novelas herméticas, filosofías abstractas, poemas herejes, y un sinfín de escritos de dudosa procedencia, donde el escritor hacía gala de penitente traductor, y exponía con tesón pruebas y más pruebas de su autenticidad. Pienso, cuando algún tiempo después, observando mi proyecto en silencio, leyendo absorto alguna página mágica y notando ese olor a oxígeno prohibido entre las hojas, me oscurecía en mi desconcierto. Pienso en aquellos momentos en que preso del azar, no pude imaginar que el brillo de mi espada me obligase a hacer lo mismo.
No es importante la credibilidad de este libro, pues la cuestionabilidad turbia la voluntad, profana la iniciativa y prostituye el acontecer. Recordad siempre que la Rosa se abre una vez al mes, la duración arbitraria del ser humano. Tiene hermanas nuestra Rosa, gloria a todas ellas, pero tan solo una ondea al unísono, y su puerta es tan estrecha, que encontrarla es la vida y cruzar el umbral el final de la existencia.
Solo los pocos, los escogidos, reconoceréis los signos. Continuad y a su debido momento se os dará el objeto; encaminaros, encaminaros entonces, gloria a AMON.
- I -
Llegue al frío valle da Kátat la gran madre, por el sendero de las tres luces. Llegue inconscientemente, como tantas veces lo hice, cargado de problemas materiales, con lágrimas de agua y fuego. Pudiera parecer absurdo usar el conocimiento y el poder para meditar en paisajes como Kátar la inagotable palabra, o el plateado lago de Naos; nada impedía hacerlo como proyecto en cualquier parque, o como semejante en algún culto, nada excepto el terco sonido de la creación, así como la eónica configuración espectral luminosa; los deseos hechos nebulosas de colores. Me gustaba Kátat, la vagina cósmica de este universo paralelo, fundirme en sus efluvios ondulantes, saborear su néctar, disfrutar sus emanaciones y fusionarme hasta la razón en su diamantina imparcialidad.
Vagaba lentamente por los babeantes pliegues de las silenciosas formas, materia prima, semen de vida inagotable, en este apartado valle, donde la mano creadora, sigue siendo respetada gracias a la ceguera temporal de los hombres.
Caminaba pesad y amargamente, víctima de mi estupidez. Hoy era distinto, por lo general, la palabra me transportaba a un estado de búsqueda, hoy era la ausencia de la misma el fantasma de mi desconsuelo, el motivo por el que no crucé el cuarto portal para estar con mis compañeros, contemplando, estudiando, meditando, para llegar...¿Donde? Si soy un prisionero, mi propio reo.
Los recuerdos se amontonan y pelean entre ellos, cuando aun hoy intento decidir cual fue el primer aliento de un..., no sabia entonces que, siendo yo víctima de su ira y dolor, aplastándome con todo su poder, con todo su aparente rencor. Sufrimiento, dolor, cuanto sufrimiento descontrolado drogaban mis sentidos, no sabía si reventaba por dentro o me abrían por cien mil partes desde fuera.
Me creía ya polvo y viento, cuando por encantamiento ocupaste mi memoria, mi buen amigo TO, y me decías, y me gritabas incansablemente "Eres un ocupante, construye el puente, nace por segunda vez". Fue tan importante el mensaje como el sonido de tu voz, pues me despertó en mi alocado fin, incluso cuando persistías "Construye el puente" mientras ardía un sol en mis pulmones, sonreía por ti, mi solitario amigo.
Mis átomos se recuperaban en ebullición cuando el silencio coronó el momento; yo me hice suspiro, no hubiera soportado otro ataque de tal naturaleza; y disfrazado de neblina en un paisaje de humos me recuperaba, pero no sin oír tu sonrisa, tu fresca sonrisa...
No, no era tu sonrisa, adopte mil formas de defensa, la sonrisa se forjo carcajada, y camuflado ante mi, entre formas incorpóreas, surgió Glenk, el día que lo conocí. Vestía de blanco satén, con algunos símbolos en verde y ornamentación en oro, corona, el medallón pentagonal al cuello, y en su mano, el emblemático anillo de su realeza espiritual. Saludó de forma extraña, y ofreciéndome su mano exclamó: "Salve príncipe de luz, bienvenido BEHZ".
Un sudor frío recorrió mi frente, y mas aún cuando desvió su mirada a algo no muy lejano, por detrás de mi, y al volverme, pude ver atónito a un antiguo. Alto y de oscuro, como tantas veces había escuchado, con la mirada infinita y complaciente, espectador aliado de lo establecido. Enseguida tomo de nuevo su camino, en dirección contraria a la nuestra, despacio, muy despacio. Yo deseaba seguirle, verle de cerca, hablarle, presentarme, quizás lograra que me atendiera, que me enseñara, que me mostrara todo aquello que nunca...
¿Es la primera vez que ves a un Antiguo? Psique, numen infantil, oscuro roedor del crecimiento espiritual. Interrumpió mi pensamiento Glenk, me había olvidado de él, le miré, miré al Antiguo, y volví a mirar a Glenk de mala gana, el Antiguo había desaparecido, le había perdido. Glenk sonrió de nuevo, pero yo desconfiaba ¿Como conocía mi nombre y escudo? ¿porque me atacaba? ¿Quien era?
Glenk empezó presentándose, nombres, procedencias, cometidos...Glenk, representante del principio, del equilibrio y la naturaleza, hablaba y hablaba, su fluidez y sencillez abrigaba mi aura, dormía mis sentimientos opuestos.
Durante largo rato estuvimos hablando de la alquimia del lenguaje, de la magia de las palabras, de los mantras u oraciones mántricas. Glenk glorificaba todos aquellos valores, apostaba por la cultura que encerraban, conocía el poder que emanaba de ellos, pero sin lugar a duda, admiraba el lenguaje infantil, el lenguaje mental como él lo llamaba. Tono, Volumen, música, intención, expresión, valores encerrados en una burbuja fonética, transparente para el ojo abierto y limpio, incomprensible para quien tan solo batalle en el Wigridr de la retórica y las normas. Halagaba la oratoria y sus maestros, pero no mas que a los poetas y a sus composiciones, que al mito geométrico y numérico, que a los laberintos algebraicos, que a la narrativa matemática; química y religión en la común unión del lenguaje.
Glenk, príncipe y caballero, tu que habitas con las musas, ¡alza el grial victorioso!. El amanecer graba a fuego tu nombre.
- II -
Tan sólo tú, conoces la poderosa mano que arrancó el ojo derecho del cuervo negro. Solo tú susurras a los elegidos, los nombres de las fuentes termales que calman la inquietud espiritual del cansado caminante. No seré yo quien te descubra, pues como amante fiel guardo el secreto de tu alumbramiento, y aunque filo libre y hostil viajero, soy hijo del tiempo, y no he conocido predecesor que al pronunciar tu nombre no doblase rodilla alguna y de su boca no brotase sangre y fuego. Hechos crueles que despiertan al celoso Cronos en su prolongada desesperación cuando en su alocada ira llora el nombre del AUN. Thot sella los pergaminos entregados a Mercurio con las voces de los héroes, él los abrirá a su debido momento. No basta la lealtad, exigencias como la fe ciega y la soledad son débiles monedas para lo que realmente te importa, el silencio, la armonía, el silencio.
En la aurora abrigas la infancia, y con ella la esperanza de tiempos lejanos, donde entera y sola se diluía tu presencia en la estrella nacida para su poder sin límites. Por el subsuelo de tu territorio, al igual que una maraña de caprichosas raíces, se entrecruzan interminables corredores donde vagan sonámbulos los mortales al conjuro de las pléyades, y en tu regazo, posan los durmientes esperando tu calor y caricia en el sueño para ser despertados, mientras, viven seguros al amparo de tu largo manto. Ellos fueron miembros de la última legión que con sangre fría partieron hacia tu reino, dejando tierra, legados familiares, principios universales, cometiendo crímenes y ritos sangrientos en tu nombre, para formar parte entre los eternos, y ser escogidos doctos entre los sacerdotes de tu guardia a la gloria de la Divina Esencia.
¿Quien sino tú pudo poner nombre al nombre y sentido a las esferas? ¿Quien sino tú pasa inadvertida a la mirada y al conjuro? ¿Quien sino tu, oculta en la noche y transparente en la mañana invoca a los dioses de los hombres, y a sus mensajeros, para que juntos formen ciudades en el tiempo?
Más allá de los campos y jardines que delimitan tu reino, más allá incluso de donde no existe la oscuridad sino el miedo, de donde no existe el error sino la torpeza, emerge el palacio de mármol blanco, y en lo más alto, en su centro, la octagonal sala de cristal donde habita tu real presencia. En el principio de la muralla, en la única puerta de la fortaleza, el viejo oráculo de piedra, y a su servicio Naam, el monje; a su derecha, una pequeña y vacía capilla donde el que entra, se desnuda, arroja su ropaje al fuego y se lava en su pequeña piscina, para después ser sumergido en vapores, perfumes y flores, e incluso en deleites, sensaciones y extasis, que bajo la atenta mirada de Naam, proporcionaban las ninfas, mientras transportaban al enamorado hacia el guardián del portal. A la izquierda del monje, dos soldados, un verdugo y una fosa donde yacen sin cabeza los que sin saber la respuesta se aventuraron, o los que bajo la inquisidora mirada temblaron y envenenaron el ritual. Sólo queda cruzar el ancho foso para alcanzar el umbral a tu morada, y hacia ella un oscilante y débil hilo de seda que a menudo el viento lo hace inalcanzable, y en las aguas, esperando sedientos, horribles monstruos con cara de hombre, aunque llegara el día no muy lejano que estas cuentas serán leyendas, pues el foso será enterrado y con él las bestias; caerá el muro y en su lugar brotarán rosales y pequeños manantiales, y será Naam, el monje, quien guíe al peregrino pues no existirá el destino, sino el único deseo.
Frente a la blanca arquitectura, tres escalera; la primera alcanza los sótanos, de donde surgen profundos llantos, inquietantes quejas, lamentos, gritos, risas, ruidos de látigos y cadenas; la segunda, de veintidós peldaños, donde aquel que absorba las pasiones y emociones alcanzará la sala pentagonal. En su interior una mesa y dos cálices de inagotable contenido, y al probar el sabor de uno, cambia la apreciación del otro, así hasta que ó se unifica el gusto y el catador abandona la estancia satisfecho, ó sucumbe embriagado, y será desterrado de tu reino. Hay también doce tronos, y en ellos doce seres, callados, pensativos, rara vez ocupan el mismo lugar, quizás catadores, tal vez coperos, pero siempre los mismos, desde los eones a la noche de los tiempos. La tercera escalera es eterna, infinita a la vista, los escalones llenos de inscripciones, grabados, símbolos, fórmulas y figuras geométricas, y a cada cierto número de vidas, un rellano, siete en total, y amplios miradores a sus lados, donde grupos de hombres escuchan a los que como ellos habían ganado la misma meta. Es la edad y no los años quien derrota al esfuerzo, y en el sueño, germina el deseo y el proyecto de un nuevo intento.
A veces pregunto a la noche y espero en silencio la respuesta, es verdad que acepto sin lucha la ley, pues la uso en mi propia voluntad. Gastados están en mi memoria aquellos días de roturas de redes y cadenas, cuando la única forma de expresión se obtenía en el espacio tridimensional, cuando la rebeldía sofocaba el sufrimiento de un destierro incomprensible a la ceguera temporal del momento. En cuantas ocasiones después de conocerte, he escuchado mi voz y mi nombre, y al levantarme y mirar al horizonte, he visto al hombre-niño que hace al gigante, y en el brillo de sus ojos he notado tu semilla fresca. Todos los amaneceres, cuando como siempre naces en mí, y es tu espíritu mi presencia, repaso nuestro encuentro, nuestro matrimonio, nuestra combustión, el extasís y nuestra continua exaltación,l y siempre encuentro algún detalle perdido para prender la siguiente llama, y con ella, las antorchas de nuevas fronteras, nuevas formas y maneras, que aturden los ya pocos y frágiles estigmas infantiles. ¡Dame, oh Dama, el objeto, y con él, el velo, muestra al mar tus dedos, y permite nacerme en ellos!
SAIS
El escenario está vacío, el suelo está compuesto por cuadrados blancos y negros simulando un tablero de ajedrez. No hay vestuario para los actores principales, a lo más gasas o pinturas sobre la piel. Bajo una tenue luz aparecen Rómulo y Saïs; ella relajada, de rodillas, sujetando y acariciando la cabeza de él entre sus piernas. La visión 1 de túnica blanca, la visión 2 tan sólo con una red y la visión 3 con túnica negra. La acción la forman luces y sonidos junto con las voces en off de los actores; en la visión 1 los efectos luminosos son flases muy rápidos y repetitivos, con la visión 2 impera la luz rojiza. Las ánimas son de baja estatura y siempre danzando al son de la música.
Rómulo: Saïs, Saïs, ¿dónde estáis Saïs? Vengo cansado y sediento de ti, déjame que me abrigue al calor de tus pechos y permite que sacie mi instinto, recorriendo con mi lengua tu piel los rastros de la leche derramada que son obra de hombre, que es obra de ti.
Saïs: Shsssss... Calla, calla y mira a las estrellas. Hoy ha nacido una de ellas, hoy es día de júbilo. El sumo hacedor ha abierto las puertas de palacio e ilumina la sala del trono. Las vírgenes principales aportan el rocío de rosas y atomizan la vereda por donde ha de pasar la comitiva.
Rómulo: Hoy es un día más.
Saïs: Si, hoy es un día más, y necesitamos tantos de ellos....
Rómulo: Rodéame con tus brazos, quiero notar tus dedos y tus labios, quiero verme en tus ojos azules, quiero que tu aliento me estimule, quiero oír el corazón agitado y quiero coronar esta conjunción con la comunión de la unificación.
Saïs: Ven a mí, ven y déjate, yo soy el puente entre el homo y el hombre, entre el hombre y las esferas, entre las esferas y los Dioses. Ven y déjate, de mi surgen los vientos que embriagan la razón y las tempestades que originan la autenticidad. Ven, ven en mí y oremos.
Rómulo: Dime Saïs ¿De qué hablan los muertos?
Saïs: Los muertos no hablan, emiten sonidos sin necesidad ni sentido. ¿Qué importa de que hablan los efímeros humanos? Nosotros no forjamos las cadenas, ni tan siquiera les damos a conocer el hierro. Ellos sólo tienen que escuchar, pero están tan asustados que ni saben ni quieren pronunciar el nombre. ¿Por qué quieres conocer el lenguaje de los muertos? ¿No es bastante el sufrimiento de vivir entre ellos?
Rómulo: No entiendo su realidad. A veces dudo de su existencia, pienso que son pequeñas creaciones inconscientes y sé que no es así. En su mundo tuve padre y madre y de él he creado hacia aquí, y aunque reconocen el sueño no he conocido peregrino que pronuncie tu nombre ni camino que lleve a tu lecho, tan sólo en el sueño surgen hombres entre tanto cuerpo hueco.
Pienso a menudo que si llegasen a sospechar tu existencia, si probasen el contacto de tu piel y el roce de tus senos, si llegaran al calor que hay dentro de ti, dentro de ti...
Saïs: Ven, déjame, déjate. No olvides mi amado Rómulo que en el sueño se extiende el suspiro de la realidad absoluta, aunque la onticidad incluya hasta la última frontera de su mundo. Mira ellos viven como en un tablero de ajedrez...
Rómulo: Nosotros también
Saïs: Si, pero ellos sólo pueden ocupar una casilla, mientras que nosotros ocupamos una, varias, todas o ninguna según nuestro capricho, nos es indiferente el color de la misma pues con todas nos identificamos y a todas usamos. Ellos viven en el reino del Leteo pero no debemos entristecernos, pues he dejado entre sus manos la simiente que devuelve la memoria, su única misión es escuchar, escuchar las voces calladas de mis hijos para volver conmigo.
En el transcurso de la conversación los actores se incorporan frente a frente muy lentamente, unen las manos y extienden los brazos en forma de cruz. A partir de aquí aparecen varias ánimas con gasas blancas y negras que danzarán y enlazarán a los enamorados. Estos subirán los brazos y una vez aquí irá descendiendo lentamente hasta ponerse de rodillas.
Rómulo: Dime Saïs, ¿de qué hablan los muertos?
Saïs: Mira, mira sus cuadrados blancos y negros, están llenos de nombres, nombres incluso que causan terror, pero así son los humanos. Aquí también tenemos nombres, no tantos como yo quisiera, incluso desconocidos para la inmensidad.
Rómulo: ¿Y el mío, yo no tengo nombre?
Saïs: Si, tu nombre es Rómulo, tu nombre es Rómulo y esta escrito aquí, en mi boca.
Rómulo: Dame tu boca.
Saïs: Dame tu aliento.
Rómulo: Dame tus ojos.
Saïs: Dame tu luz.
Rómulo: Dame tus manos, dame tus dedos.
Saïs: Dame la armonía, el color, el sonido..
Rómulo: Dame el don y la poesía.
Saïs: Tuya es, tuya es.
Rómulo: Mírame ¡oh Ptah! mírame desnudo y libre, entregado por entero a ti. Mírame ¡oh Ptah! mírame, he venido a contemplar tu rostro. He pronunciado el nombre prohibido, para que los malditos huyan. He realizado el rito de Adam, he unido la noche y el día, he convocado tu presencia y consiento en mi destino; nuestro destino.
¡Oh Ptah! Desde los tórridos volcanes, he esperado el momento pacientemente, observando el firmamento para que fijase la hora, recogiendo entre mis manos el rocío; mi único alimento. No es fácil ser humano y hombre a la vez. Mira mis heridas ¿Acaso no son causa?.Pero no ¡Oh Ptah! no intento causar lástima, tampoco busco misericordia, es más, he venido a exigir, a coger lo que es mío. ¡Mírame! He aquí tu obra que se alza en defensa y a la ofensa, pero esa dualidad que recorre y agarrota las venas es también tu obra, tuya es, coge la sangre que hay en ellas.
¡Oh Ptah! No es cansancio ni fracaso, no es incertidumbre. Devuelve a mi memoria las tierras de Asgard, es hora de volver a ellas. Prolongar más este estado, es prolongar un vacío y no es justo. Recibe por autoridad a tu hijo. Permíteme el trabajo. Reconoce en Nos el fruto.
¡Ptah! tu eres vida y proyecto, sueño y verbo, ilusión y concepto.
Saïs: Ven, ven ahora, esta es la belleza difusa.
Saïs: Ven, esta es la Ley.
Rómulo: ¡Oh Ptah! Sutil bulión, comprime y descomprime a tus anchas, que el ritmo calle las voces inútiles en el batir de tus emanaciones.(Silencio y oscuridad)
Saïs: Ven, ven aquí, esta es la plenitud.
Centelleo de luces blancas.
Visión 1: Rómulo, Rómulo, Rómulo
Rómulo: ¿Quién anda por ahí? ¿Quién me llama? ¿Quién como eco lejano pronuncia mi nombre? ¿Quién al abrigo de la oscuridad incomoda y huye? ¿Oísteis Saïs...? ¿Saïs? ¿Dónde estáis?
Visión 1: Saïs esta en ti y tú en ella
Rómulo: ¿Tú?
Visión 1: Bienvenido Rómulo, hacía tanto tiempo...
Rómulo: ¿Bienvenido? Yo no he ido a ninguna parte
Visión 1: No te has movido, eso sí, pero si has viajado a mi encuentro.
Rómulo: ¡Nunca! ¿Olvidas que otorgué tu libertad?
Visión 1: Rómulo, no he sido yo, sino tú el que ha buscado. Yo soy en ti y mi nombre es tu nombre. Mi misión es siempre nacer y hacer.
Rómulo: ¿Qué deseas?
Visión 1: Tu deseo.
Rómulo: ¡Mientes! Tu eres mensajera de los Dioses.
Visión 1: No, nunca fui mensajera, quizás susurraba sus palabras al oído por ser el hilo, el vínculo de tu dependencia con Ellos. Tal vez acaricie los sentidos y pronuncie imágenes a la mente de paisajes divinos y sus olimpos, pero nunca fui mensajera. Sólo soy en ti, originaste tu libertad y tu olimpo y es desde éste, que cumplo mi misión, tu misión.
Rómulo: ¿Estoy sólo?
Visión 1: Eres sólo y eres muchos, tantos como tu capacidad determine.
Rómulo: ¿Sabes? Hace tiempo que estoy cansado, muy cansado y tengo frío.
Visión 1: Conoces bien la respuesta, ya no hay vuelta atrás, en tu deseo estaba la unidad y no la adhesión. En tu deseo estaba ser origen, no volver al principio.
Rómulo: Si hay vuelta atrás.
Visión 1: Pero su precio es el destierro. Conseguiste elevarte entre los mortales, cabalgar junto a los héroes y formar parte de la guardia del Templo, viajaste con Apolo desde los mundo oníricos a los matemáticos y conseguiste audiencia real, no para ser uno más, sino el uno independiente y poder mirar frente a frente entre los Útiles.
Rómulo: En el consejo presencié y firmé muchos perdones.
Visión 1: No, aquellos no fueron perdones, fueron azotes a entes que emprendieron el camino y por no saber volvieron al conjunto. ¿Has olvidado los tormentos de compañeros de camino? Cuanto más alto se sube, más mortal es la caída.
Rómulo: Quizás tengas razón y quizás sea mejor acabar aquí. Necesito continuar pero estoy incompleto, necesito regresar pero me está prohibido.
Luz rojiza
Visión 2: (Entre risas) ¡Miradle! ¡Miradle bien! He aquí al Ulises del Templo Oriental.
Rómulo: ¿Tú también?
Visión 2: ¿Dónde está Itaca, Rómulo? ¿En qué isla has perdido el norte? ¿Ya no soplan los viejos vientos como antes o los nuevos son demasiado fríos y sólidos para nuestro héroe? ¿Dónde está tu navío? Quien sabe, puede ser que...
Rómulo: ¡Cállate!... Cállate, si has venido a reírte ríe, ríe. Vuelve por donde has venido mala bestia.
Visión 2: ¿Es una orden? No eres nadie, no eres nada. ¿Porqué tengo que obedecer a tan insignificante esperma? Observa Rómulo, hay demasiadas cosas en tu memoria que reconoces muy bien.
Visión 3: ¿Rómulo, Rómulo? ¿Ha visto alguien a Rómulo? ¡Perdonadle, perdonadle! El no está loco, sólo es diferente, no haría daño a nadie, es su cabeza llena de ideas. ¿Rómulo, Rómulo? ¿Ha visto alguien a Rómulo?
Rómulo: ¡Madre!
Visión 2: Madre, dice (risas), madre y cuantos otros mortales guardas en tu memoria, pero a todos ellos abandonaste para lograr tu empresa. ¡Estas enfermo Rómulo!, ¡estás enfermo!
Rómulo: ¡Oh Ptah! Cuanta amargura en estas cadenas que aún aprietan.
Visión 2: ¡Eres pasto de buitres!
Rómulo: ¡Basta! ¡Basta!... ¿Qué clase de impuesto es la soledad? ¿Es la creación una necesidad para no pagar tributo? ¡Ptah! He nacido de un cascarón roto, en él penetro un aire blanco y denso, con él inundé los pulmones hasta sangrar por el pecho, y todo para qué, para conocer un exilio hostil y angosto. ¿De dónde surgen los Titanes de los que siempre oí hablar? De mi necedad seguro que no.
Visión 2: (entre risas) Seguro que no.
Visión 1: De la dualidad Rómulo, de la dualidad.
Visión 2: ¡Calla! Quien somos para conocer..
Rómulo : (mirando a visión 1) ¿De la dualidad? (mirando a visión 2) ¿Quiénes somos? Mi nombre es Rómulo, suficiente razón para brillar ante el firmamento por derecho propio. ¡Apartad! ¡Apartad de mi camino y de mi debilidad! No importa cuantos restos dejé en el pasado, ni cuanto he de olvidar en el futuro. Tengo que continuar, para qué si no he sido engendrado, para qué si no he sido educado.
Oscuridad que poco a poco va iluminando el escenario hasta quedar como al principio del primer acto, desaparecen las visiones y regresan a su primitivo estado Saïs y las ánimas.
Brilla ¡Oh Ptah! con toda la furia y muestra el conocimiento a aquellos que caminan al calor de tu palabra.
Brilla ¡Oh Ptah! con frenesí y destreza, ciega las mentes conservadoras, inquisidoras y dañinas, rompe las cárceles y muros de sus colectivos que golpean y aprisionan a los rebeldes Prometeos.
Brilla ¡Oh Ptah! con explendor, la luz que circunda a los que vemos es género indeterminado, éxtasis.
Saïs: Abrázame Rómulo, abrázame y deja tu simiente en mi morada.
Rómulo: Quisiera eternizar nuestra sublimación.
Saïs: La danza y la música son nuestro compás, los dioses obedecen.
Rómulo: ¡Oh Ptah! brilla con tal intensidad que inundes de oscuridad absoluta, en tu respiración arrastra y absorbe los restos groseros de aquellos que pronuncian tu nombre con desorden.
Saïs: Dime Rómulo ¿De qué hablan los muertos?
Rómulo: Quiero y no quiero saber. Hablan de muerte y vida, de miserias y complejos, de bienestares temporales, de medidas, de normas y normas para normas.
Saïs: ¿No hay lágrimas en sus ojos?
Rómulo: Y babas en sus bocas.
Saïs: ¿Y proyectos?
Rómulo: Proyectos de muertos para muertos.
Saïs: Quizás respire olvidado algún niño perdido en espera de mis besos.
Saïs: Dime Rómulo ¿De qué hablan los mortales?
Rómulo: De esperanza.
Oscuridad, silencio.
Fin del primer acto
Al levantarse el telón, encontramos a Cibeles en su trono, a su izquierda el anciano Paris y delante de ellos un grupo de basárides y jóvenes bebiendo y besando en plena algarabía. Mientras, Cibeles y Paris hablan entre ellos...
Tres golpes de puerta
Basárides: Elelén, elelén, elelén, elelén...
Cibeles: ¡Basta! ¡silencio! Dejad pasar al capitán del la guardia.
Paris va en busca del capitán y momentos después reaparece con él.
Capitán: ¡Salve, oh Madre!
Cibeles: Decidme capitán, tenéis la palabra.
Capitán: Amada Madre, han llegado los Navegantes
Cibeles: Que pasen.
Paris: Esperad Madre, esta vez no han venido solos. Esta vez los acompaña un Náufrago, que según los remeros encontraron a medio camino, sin conocimiento, mal herido, sobre una pequeña plancha de madera. Cuentan que les fue imposible devolverlo a su patria o dejarle abandonado a su suerte.
Cibeles: ¿Es un labrador?
Capitán: de Tierras.
Cibeles: ¡Que pase el Timonel!
Capitán: ¡Abrid las puertas!¡Dejad paso al Timonel!
Cibeles: Decidme, quien es entre vosotros el Timonel.
Timonel: Yo soy Eterna Madre.
Cibeles: Decidme emisario, ¿Cuál es el escudo?
Timonel: La Cruz.
Cibeles:¿Cual la leyenda?
Timonel: La Rosa.
Cibeles: Contad vuestra aventura Navegante, el Oráculo es partícipe.
Timonel: Divina Cibeles, marchamos a tierras de hombres tal y como nos ordenaste, allí emitimos y realizamos nuestras transacciones y os puedo asegurar que nuestros negocios fueron propicios.
Cibeles: Se muy bien de vuestra eficacia y celeridad. Mi divina preocupación es por vuestro retorno y vuestro invitado. ¿Cómo hemos de llamarle?
Timonel: No sabemos su nombre . Aún no ha despertado.
Paris: Rómulo.... Su nombre es Rómulo Divina Cibeles.
Cibeles: Parecéis estar muy seguro Paris.
Paris: Si, amada Madre, fuimos compañeros en crueles batallas, a veces cruzamos nuestras espadas por estar en ejércitos adversos, su pulso es firme, su brazo fuerte y su corazón cristalino como el diamante.
Cibeles: Decidme Timonel ¿Cómo es que ha llegado con nosotros?
Timonel: Nos encontramos a medio camino, Señora. Al principio advertimos el contraste de sus harapos y una inusual actividad de las aguas. Según nos fuimos acercando comprobamos con satisfacción que los restos de su vestimenta eran distintivo de los Mistes. Varias veces intentamos sin éxito acercarle con los suyos, a cada golpe de remo revivíamos la cólera de Num. Pensamos avandonarle a su suerte temiendo interponernos entre el azar cósmico, pero de su frente manaban hilos de Icor. Tal vez la herida fuese anterior a nuestro encuentro y tal vez sea la causa de su inconsciencia. Lo cierto es que no ha vuelto en sí aún después de remitir la fiebre, de tarde en tarde se le oye musitar de sus labios el nombre de Saïs.
Cibeles: Saïs hija mía, hasta cuando....Que las Acménides lo laven y le curen, que lo perfumen y lo cubran de telas dignas de su rango. Vosotros remeros, volved mañana, cuando hayáis descansado de nuestra misión, es correcto que la Turba sea propicia a las estrellas. Capitán, doblad la guardia en las puertas del Templo y que nada ni nadie interrumpa nuestra paz, esta es noche para el amor y los placeres etéreos. Dejadnos solos.
El capitán y el navegante abandonan la sala
Paris viejo amigo, decidme, ¿Que sabéis de Saïs?
Paris: Poco o nada, Eterna Madre. Fue engendrada como suspiro y vive como argumento entre los mortales.
Cibeles: ¿Qué argumento?
Paris: La felicidad.
Cibeles: ¿Qué mortales?
Paris: Héroes, poetas, caballeros, aventureros y rebeldes; emperadores todos.
Cibeles: ¿Por qué Saïs? Aún no era el momento. Cuantos besos habrán dado calor al gélido mundo de los muertos, cuantos besos habrán dado esperanza, cuantas veces el suave susurro de su voz habrán otorgado descanso a los sumergidos en la soledad y la incertidumbre, a aquellos que en plena manifestación navegan su alma por el aqueronte pues no son ni Magos ni rufianes, son los Intermedios. Semidioses que ocupan su tiempo en remover piedras en la cantera de la muerte.
¿Por qué Saïs? Mis mejillas guardan el recuerdo de sus calientes y húmedos labios, mi pecho el tacto de su cara y sus manos, y yo guardo vacíos.
Decidme Paris, ¿que sabéis del tal Rómulo?
Paris: Poco se puede saber de quien tiene sellada la boca sobre su persona y su deseo, poco se puede decir de quien cabalga sólo entre los suyos. Rara vez ha detenido su camino para hablar con los mortales y cuentan que siempre sobre echos triviales, más cuando alguien ladinamente transcendía la conversación huía cansado y triste.
Mis ojos le han visto llorar, llorar en la batalla al recoger a sus compañeros caídos; llorar al alba en sus oraciones como quien presagia un día más inmerso en un destino forjado; llorar con impotencia en la noche ante la necedad de un futuro cíclico.
Mis ojos le han visto reír y disfrutar, socorrer, servir, siempre alerta, siempre dispuesto, siempre en pie; pero mis ojos siempre le han visto construir...
Cibeles: ¿Cuál es el molde?
Paris: Templos y ciudades
Cibeles: ¿Cuál el objeto?
Paris: Nunca habla de ello, es amante del Vino y de reuniones amistosas, pero no por ello se deja seducir del calor de un abrazo.
Cibeles: Que los profanos no escuchen, que los profanos no vean, caiga sobre sus mentes la sombra de la noche y que nuestro ritos, besos y voces sean sonidos callados en las perturbadas mentes de los mortales.
Oscuridad Total, momento único para vaciar el escenario de personajes y objetos. Por los pasillos laterales y en camino hacia el escenario, dos comitivas: La primera formada por cuatro Alfas (vestidas en gasa y portando velas); la segunda constituida por cinco oficiales (el primero con bastón y mazo, los demás con sables). Los golpes son provocados por el oficial 1.
Tres golpes
Alfas:
Solo el polvo acaricia su pecho,
solo el viento recoge mi llanto,
dime tu, ¡oh caballero!
dime el nombre, te lo ordeno.
Alfa1: No puedo.
Alfa1: ¿Qué mal hacen mis hijos?
Oficial: Guardad puertas y ventanas, rodead la villa. Muerte a los rebeldes.
Oficiales: La muerte es la unión,
el silencio la plenitud.
Alfas: Sólo Ptah cabalga en la noche,
sólo Ptah en la danza de Shiva,
sólo Ptah devuelve la esperanza
en la luz, en la vida.
Oficiales: Oh Ptah, semen primario,
aliento vivificador,
danos en el corazón
el dolor de tu hijo muerto.
Sobre el escenario, de negro e iluminada, Saïs.
Saïs: ¡Rómulo, Rómulo!
Oficial: Es aquella nave, deprisa entremos.
Saïs: ¡Dejadle en paz, dejadle en paz! ¡criminales! ¿Y vosotros os llamáis hijos míos? ¿qué ha echo? decidme, ¿qué ha echo?... Yo os maldigo.
¡Oh Ptah! No es justo, a veces la voluntad es azárica y por lo tanto, presa de los presos.
¡Oh Ptah! encontraron su cuerpo tendido en su escritorio, dormido, sólo, no le dio tiempo a escapar. Cayeron sobre él como animales ávidos y entre golpe y golpe, se oía su voz dolida "que queréis, que queréis". Sus hijos al ruido fueron en su auxilio, pero fueron reducidos, fueron apresados.
No conformes con su ultraje, rompieron lo rompible, derribaron, saquearon los libros y buscaban con violencia; al buscar hacían grietas, las grietas hacían sangre y la sangre manchaban nuestro nombre y apellido.
Fue llevado como reo, humillado, y ante el tribunal supremo en secreto, interrogado. ¡Oh Ptah, cuanta amargura! Aquellos que llamando a mi puerta diciendo ser mis hijos, llamando por dos veces diciéndose comprobados, asumían el delito actuando como jueces en un tribunal ficticio.
Sacrificados sus hijos, expuestos en público, reían seguros de su triunfo. Acosos y amenazas para dar como respuesta el silencio, la angustia y el dolor.
Yo maldigo a los muertos y a sus pestosas mentes, pues en ellos no es el conocimiento, sólo el poder temporal, sólo la satisfacción efímera.
Alfas:
Solo el polvo acaricia su pecho,
solo el viento recoge mi llanto,
dime tu, ¡oh caballero!
dime el nombre, te lo ordeno.
Alfa1: No puedo.
Alfas: Muerte.
Alfa1: ¿Qué mal hace mi obra?
Oficial: Avivad las llamas, quemad sus libros, palabras y sentencias, que no quede huella de su gesta en el futuro.
Oficiales: La muerte es la unión,
el silencio la plenitud.
Alfas: Sólo Ptah cabalga en la noche,
sólo Ptah en la danza de Shiva,
sólo Ptah devuelve la esperanza
en la luz, en la vida.
Oficiales: Oh Ptah, semen primario,
aliento vivificador,
danos en el corazón
el dolor de tu hijo muerto.
Saïs: ¡Criminales, asesinos! Yo os maldigo, por el nombre de Ptah. Sobre las piedras derruidas, sobre el polvo de esta hoguera, emergeré en PHENIX, y construiré mi misterio para gloria del Hacedor.
Impotencia, desesperación, rabia y dolor, ante tanta infamia, ante tanta villanía. Ya no quedan sus escritos, ya no quedan sus trabajos, un humo blanco y limpio, dispersa y libera los conocimientos para reconocimiento de los Dioses. ¿Quién fuera Elfo para recoger en el aire los años selectos de mi Rómulo? ¿Quien Salamandra para engullir el alma de sus suaves palabras?
Yo maldigo Oh Ptah a los muertos a un devenir continuo, infinito en las edades. A aquel que en sus manos vea sangre de mi amado y llore y piense en ello como su propio sacrificio, a aquel, será juzgado severamente; culpable la muerte, inocente el dolor y la indignación. ¡Mortales, sufrid vuestro destino!
Alfas:
Solo el polvo acaricia su pecho,
solo el viento recoge mi llanto,
dime tu, ¡oh caballero!
dime el nombre, te lo ordeno.
Alfa1: No puedo.
Oficial: Muere.
El Oficial1, golpea con el mazo sobre la cabeza de Alfa1; esta yace sobre el escenario.
Oficiales: La muerte es la unión,
el silencio la plenitud.
Alfas: Sólo Ptah cabalga en la noche,
sólo Ptah en la danza de Shiva,
sólo Ptah devuelve la esperanza
en la luz, en la vida.
Oficiales: Oh Ptah, semen primario,
aliento vivificador,
danos en el corazón
el dolor de tu hijo muerto.
Saïs: Abandonado y sólo, la vida se escapaba poco a poco. El Alba encontró su cuerpo sin remedio y vino a mi. "Ven Saïs y emana el luto en tus estancias, Yace aquel que moraba tus pensamientos". ¡No! grité con desesperación, la tierra crujía acompañándome a mis pasos en mi tormento, el mar bramía con furia, el aire gemía y se hacía inrespirable, el cielo clamaba desatado y el sol conmovido ocultó su cara con el sentimiento herido.
¡Ptah, pido venganza, pido justicia!
La obra esta parada, los obreros afligidos. ¿Quién el traidor? ¿Quién el Asesino? Preguntas sin respuestas que callan el dolor y aventuran la vergüenza de una debilidad común. Títulos, medallas, honores. ¿De qué sirven, de ropaje? Que importa si no sabéis el color de sus telas, ¡miraros! ¡estáis desnudos! ¿Para que sirve un escudo hueco y sin historia? ¿Queréis títulos? ¡Tomadlos todos! Y salir, salir de mi casa. Aquel que conozca la herramienta, sea herramienta y tenga derecho a lucirla y usarla, pero vuestra ostentación ridícula enferma nuestros talleres.
Off1: No está el Maestro.
Saïs: Una voz...
Off2: ¡Buscad en la Obra!
Saïs: una estela...
Off1: ¡No está el Maestro!
Saïs: ¡Llamad al Rey, que forme consejo! Doce hay entre vosotros que cobardemente lloran en sus aposentos. ¡Buscad, buscad entre los cimientos! Sepultados con mi amado están los nombres con caretas, y en sus mejillas lágrimas que delatan su retorcido tormento por un final violento y quebrantado.
Off2: ¡Mirad aquí, bajo los pilares del Oeste! ¡Es el Maestro, parece muerto!
Saïs: No... No... Por favor... Porqué... ¿Qué hizo entre vosotros que mereciera pena alguna? ¿Qué pensamiento iluminó que provocara tanto dolor y resentimiento? ¿No abonó quizás los tributos de su rango? ¿No inspiró acorde y ritmo en vuestra composición? Porqué entonces... porqué...
Off2: ¿Quién son los tres que le cubren?
Off1: Son ellos.
Saïs: ¡Si son ellos! ¡Muerte a los traidores! Buscad, Buscad en vuestra vergüenza a los culpables pues sois muertos, hijos de muertos. A partir de hoy guardaréis silencio en su memoria, y nuestro color será el negro.
Oscuridad en el escenario.
Comienza una nueva peregrinación por el pasillo central; En primer lugar las Alfas, seguidas de cuatro Oficiales que cargan sobre sus hombros el cuerpo sin vida de Alfa1, y por último el Oficial 1 cerrando la comitiva.
Tres golpes.
Alfas: Hubo un tiempo y era medible para los hombres, con él se forjaban historias donde yacían apacibles todo gesto, todo pensamiento en espera de ser despertado y reconocido.
Oficiales: La aridez en la palabra es la visión en la penumbra.
Alfas: Este es el valle estéril, este es el valle profano y sordo, aquel que vislumbra las fronteras, rompe las cadenas y es llamado por su nombre.
Oficial: Despertad, es hora al mediodía.
Un golpe.
Alfas: Dame Atropo tu dulce abrazo, tu frío beso, dame a conocer el lenguaje, el paisaje de tu reino.
Tres golpes.
Alfas: Hubo un tiempo y era medible para los hombres, entre él se precipitaban destinos como corredores subterráneos: Ariadna; el Hilo Rojo, el Minotauro; el final, la salida.
Oficiales: La aridez en la palabra es la visión en la penumbra.
Alfas: Este es el valle estéril, este es el valle profano y sordo, aquel que vislumbra las fronteras, rompe las cadenas y es llamado por su nombre.
Oficial: Despertad, es hora al mediodía.
Uun golpe.
Alfas: Dame Atropo tu dulce abrazo, tu frío beso, dame a conocer el lenguaje, el paisaje de tu reino.
Tres golpes.
Alfas: Hubo un tiempo y era medible para los hombres, de su aparente orden originario brotó la prisión y el torrente cíclico de la simbiosis avatárica.
Oficiales: La aridez en la palabra es la visión en la penumbra.
Alfas: Este es el valle estéril, este es el valle profano y sordo, aquel que vislumbra las fronteras, rompe las cadenas y es llamado por su nombre.
Oficial: Despertad, es hora al mediodía.
Un golpe.
Luces sobre el escenario.
Sobre el escenario se encuentran Atenea y Afrodita sentadas en un lateral en un grupo de tres silla, al fondo del escenario tres grupos de de cuatro personas en túnica y representando el este, oeste y medio. Zeus preside el grupo de enmedio.
Tres golpes.
Atenéa: Mirad Afrodita quien llama a nuestra puerta.
Afrodita: Un mortal.
Atenea: Que desea.
Afrodita: Audiencia.
Atenea: Con que objeto.
Afrodita: Formar parte del Delta.
Atenea: Quien concede su osadía.
Zeus: Mi presencia.
Atenea: Padre, vos sois la inspiración, la ley y el orden. La ley ha sido pronunciada y encomendada a mi estatura para que fuese celosamente respetada. Os recuerdo Padre, que nuestra institución es origen de equilibrio.
Zeus: Creerme si os digo, que es el equilibrio el origen de nuestra angustia, aun así es necesario para nuestro hambre multidireccional. Por el equilibrio y por mi nombre dejad paso al mortal para concluir el Delta.
Atenea: Nuestro Oráculo no es asilo de débiles sumisos, esclavos y aún menos de mercenarios.
Zeus: Doy fe de su soledad, grandeza y altura.
Atenea: No hay lugar para el profano entre nuestros muros.
Zeus: No hay profanos en nuestro Reino, quien llama es un Par digno de todos los honores y mi palabra avala su condición. Él no golpea la entrada para ser admitido, sino en mi deseo para ocupar el lugar que corresponde a mi descendencia. Y ahora, hágase la Ley.
Atenea: Dioses y sombras del Olimpo, nuestro Padre Zeus invoca nuestra atención y complicidad para acoger en nuestras filas a un mortal legítimo, para concluir y establecer el Delta. Decidme vosotros, ¿hay aversión en alguna de nuestras estancias?
Atenea: Afrodita, id y abrid la puerta, traernos al aspirante, conozcamos al candidato.
Afrodita incorpora a Rómulo con los ojos vendados a escena.
Afrodita: ¿Quién perturba nuestra paz?
Rómulo: Un espíritu libre.
Afrodita: ¿Cuál es su nombre?
Afrodita: Sígueme mortal.
Atenea: Decidme Afrodita, quien es este mortal que con vuestra ayuda y asido a vuestro hombro llega ante nosotros.
Afrodita: Un espíritu inquieto con ansia de luz.
Atenea: Bien, decidme espíritu inquieto, ¿es cierto que ansiáis la luz?
Rómulo: Todo espíritu suplica la luz.
Atenea: ¿Qué harías con ella?
Rómulo: Dar de comer a la mente.
Atenea: ¿Qué sentido tiene vuestra hambre?
Rómulo: Asumir el Poder.
Atenea: Terribles y locas palabras. ¿Piensas quizás que nosotros te daremos el Poder? ¿Piensas que compartimos afanes desbocados de grandezas? No, asume tu estado de necio y elige entre el olvido y la muerte. Hágase la Ley.
Zeus y Afrodita encadenan a Rómulo.
Rómulo: Mis palabras no son violentas, primarias tal vez. El poder no es un privilegio, al contrario, es la facultad que priva de toda condescendencia y en consecuencia se obra en solitario para responder al plan cósmico.
Si por mi torpeza he de escoger entre el olvido y la muerte, que sea la muerte mi destino, y si agredí alguna ley que se incorpore a mi sentencia el olvido, pues en sí es el único castigo.
Atenea: Afrodita, quitad la venda a nuestro par.
Dime caballero si la luz que desde ahora contempláis atenúa el dolor en la angustia.
Atenea: Eso es debido al peso de las cadenas que soportas, y que no son sino los lazos espaciotemporales que arrastra tu historia.
Rómulo: ¿ Qué debo hacer?
Atenea: Estar dispuesto a nacer desde tu propia muerte y por tu propio esperma.
Rómulo ¿Cómo he de hacer?
Atenea: Desde la soledad, desde la desnudez, en el silencio, en la abstracción y partiendo de la unión del estómago, la mente y el espíritu, dejando nacer un nuevo ser trinitario en perfecta comunión.
Y ahora, mostremos todos nuestros escudos y sellos, y levantemos nuestras espadas para solicitar la gracia de Ptah, para que de su eterno sueño brote la semilla y de ella la palabra que de origen al nuevo estado.
Dioses, Ases e Iguales, compartid con Ptah el dolor del alumbramiento y el impetuoso silbido para dar a conocer al cosmos su forma y expresión.
Golpes de lanzas contra el suelo.
Atenea: Demos paso a las misivas. Afrodita comprobad que se encuentra entre nosotros el emisario del Este.
Afrodita: Se encuentra entre nosotros.
Atenea: Id y comprobad que ostenta en su poder el primer Trilítero.
Afrodita dirige su atención al grupo del este, y al volver habla al oído a Atenea y le entrega una pequeña caja.
Atenea: Abre la mano espíritu libre y recibe la materia blanca de la cual se formo nuestro Universo, consiente en conectarte con ella a través del tacto, conócela pues de ella formaras tu arquetipo. Permite además, que su fuego fluya por tus venas, que limpie de tu sangre la memoria e impulse muerte donde hay vida y vida en el absoluto Nigredo.
Recibe también el primer Trilítero; HER.
Afrodita: Pienso divina Atenea, que no es lícito nacer encadenado.
Atenea: Atiendo vuestra demanda y no es justo; aun así debemos saber el grado evolutivo de nuestro trabajo.
Dime neófito, ¿Cual piensas que debería ser tu próxima batalla?
Rómulo: El equilibrio.
Atenea: ¿Conservas el peso de tus cadenas?
Rómulo: No es peso suficiente, pero el orín devora mis muñecas.
Atenea: Bien, liberemos al Incipiente de su estado y demos curso a su petición y al Bilítero del Oeste.
Rómulo es liberado de sus cadenas y Zeus ocupa el centro del grupo de enmedio.
Afrodita, Comprobad que se encuentra entre nosotros el emisario del Oeste.
Afrodita: Se encuentra entre nosotros.
Atenea: Id y comprobad que ostenta en su poder el Bilítero.
Afrodita presta su atención al grupo del Oeste, al volver habla al oído a Afrodita y le entrega dos cálices.
Contempla dos vertidos diferentes en estructura, dos disoluciones que definen y persiguen el mismo final, dos lenguajes que en suma se complementan para dar el fruto primordial de libertad. Dos formas en movimiento circular; las dos se dan muerte y las dos se dan vida. Sólo aquel que las bebe y comprende su mensaje se inmuniza del dolor de sus ritmos.
Bebe el agua dulce....bebe el agua salada.
Rómulo bebe de ambos cálices.
El Bilítero asignado es KU.
Atenea: El emisario del Medio cumpla con la Ley.
Zeus abandona su lugar para dirigirse a Rómulo.
Zeus: De la bisexualidad nacen tres mundos estériles en sus combinaciones pero dependientes de una convivencia mutua. En cada mundo rigen tres gobiernos independientes de los que surgen monarquías, y monarcas que dan hijos capaces de descubrir el fuego para gloria del Hacedor. Los hijos de estos últimos, en completa generación, tienen derecho a la cohabitación pues su unión si tiene frutos, y es en el mayor de los desórdenes, en la mayor de las locuras, donde se principia la bisexualidad primigenia, gemela y distinta a la primera, clónicas y opuestas.
La segunda bisexualidad sabe de su origen y sabe que su presente origen es el punto de comienzo. La primera bisexualidad sabe de su continuidad y sabe de su presente sacrificio.
Zeus habla al oído de Atenea.
Atenea: El segundo Trilítero es Les. ¡Agase la Ley!
Golpea tres veces en el suelo y los demás responden con uno.Entre Afrodita y Zeus visten de túnica negra a Rómulo y le hacen arrodillar.
Afrodita: Todo esta dispuesto para cumplir la ley.
Atenea: Que la nueva existencia se incorpore al oír su nombre.
Zeus: No hay temor, sólo un nombre y sólo un principio por el que uno se reconoce y es reconocido.
Atenea: Que se eleve ante nosotros el Pilar HÉRCULES.
Rómulo se incorpora y al mismo tiempo suenan tres golpes en la puerta.
Atenea, mirad quien llama a nuestro Templo.
Afrodita: Es Hera.
Zeus: Abrid las puertas.
Entra Hera y la luz se vuelve tenue centrándose entre Zeus, Hera y Rómulo.
Que haces aquí Hera, este no es tu lugar.
Hera: Mi espíritu no conoce fronteras, ni mi ira cadenas.
Zeus: ¿Qué quieres?
Hera: Legitimidad y Justicia. Ha llegado a mi conocimiento que se encuentra entre nosotros aquel que pusiste entre mis pechos aprovechando mi sueño, y he llegado a saber que piensas darle un lugar especial en el Delta.
Zeus: Es cierto.
Hera: ¿Con que derecho? ¿Olvidas la primogenitura de tu hijo Ares? ¿Desde cuando la ilegitimidad concede privilegios? Es hijo de una mortal, en consecuencia un intruso.
Zeus: Es mi hijo.
Hera: Oyeme Zeus, no habrá paz mientras no se atiendan mis demandas, provocaré muerte y destrucción por donde en tiempos dejaste simiente.
Zeus: ¿Quieres medirte conmigo? ¿Quieres provocar mi furia?
Hera: ¿Dudas? Yo no, es patente tu desinterés por tu esposa e hijos, es patente nuestra humillación.
Zeus: No tomo yo las decisiones, sino el destino.
Hera: Bien, que sea el destino quien decida. Que el mortal vuelva a su mundo y que llegue a nosotros por sus pies, entonces y sólo entonces reconoceré su grandeza y procedencia. No contemplaré, ni consentiré sumisa la primogenitura de un bastardo.
Zeus: Vuelve por donde has venido y olvidaré tu desacertada presencia y tus palabras.
Rómulo: No, no hace falta, retorno a mi tierra natal.
Hera: Si, vete, y no olvides que mis ojos estarán siempre presentes haya donde vayas.
Rómulo: Los ojos de ciertos Dioses sólo sirven para llorar.
Hera: Naciste sin necesidad y morirás sin ella.
Rómulo: Hoy he reconocido mi origen como HÉRCULES, y como Rómulo regreso a mi patria, pero como Hércules volveré entre el ruido triunfal de trompetas.
Hera: No habrá tal logro, no sin mi consentimiento.
Hércules: Yo soy mi propio destino y mi propia licencia.
Hera: Morirás.
Hércules: Llorarás.
(Oscuridad y silencio).
Fin del segundo acto.
El tercer acto se desarroya dentro de una cueva, Atropo acaba de entrar y desde fuera en Off se escucha la batalla entre el hombre y los Dioses.
Atropo: ¿Qué hora es, Hércules?
Hércules: La hora que todos tememos.
Atropo: No te sorprende verme al pie de la batalla.
Hércules: No, quizás sea el final de todos, quizás sea también el tuyo.
Atropo: ¿Quizás?
Hércules: Aún no he decidido nuestro destino.
Atropo: ¿No piensas recibirme como es nuestro gesto?
Hércules: Ven, ven a mis brazos.
Atropo: Me gustaban más nuestros juegos adolescentes.
Hércules: Eran juegos de niños, brillantes.
Atropo: Nunca entendí a los mortales, de niños bailan desnudos en mi presencia sin conocer las reglas, y aun así sonríen. Luego los años ciegan sus inteligencias.
Hércules: El fracaso doblega y absorbe cualquier cultura.
Atropo: Muchos creen alcanzar su objetivo.
Hércules: Sus metas son etéreas, ilusiones complacientes que adormecen sus sentidos. En la soledad besan la codicia y ambicionan un lugar en el tumulto. Compiten entre ellos, a veces por orgullo, otras por hostigación y no menos por necesidad. Cuantos levantan victoriosos sus brazos con satisfacción en el vacío...¡Si pudieran verse a sí mismos.
Atropo: No pueden desdoblarse cuando sus dos mitades están con los demás.
Hércules: Tiemblas.
Hércules: La suerte está echada.
Atropo: Todavía no, falta tu palabra.
Hércules: ¿Mi palabra?
Atropo: ¿Por qué no estas con tus hermanos en la lucha?
Hércules: Ya no es mi frente.
Atropo: Lo sabía, lo sabía.
Hércules: ¿Lloras?
Atropo: Desconozco el peso de mis sentimientos en mi esperanza. Pienso que no es mayor el gozo en la consagración de una existencia útil que el dolor por la perdida del pretendiente más loco.
Hércules: Disfruta de tu eterna juventud, no dejes que el tiempo vuelva quebradiza tu hermosura.
No he decidido mi destino, pero se seguro que en el supuesto de tu esperanza, pensarías alguna vez en mí.
Atropo: Y mi pensamiento no sería secreto alguno, pues en mis besos llegaría derretido en forma de verso tu nombre.
Hércules: ¿No es mejor que cada quien escriba su propia fábula?
Atropo: No hablo de un texto, sino de un principio.
Hércules: El origen no debe ser adoptado, sino adaptable.
Atropo: Cualquier origen es mejor a ninguno.
Hércules: Debe de haber miles mejores que el mío.
Atropo: Algunos hay.
Hércules: ¿Por qué el mío?
Atropo: Porque te quiero, siempre te he querido, siempre te he esperado. Muchas veces, escondida entre los árboles frutales, lloraba en silencio al verte en cópula con Saïs, al ver como uniaís los labios, al ver como conseguías hacerla temblar, sudar, gozar y gritar de placer. Mientras, yo, en solitario, me conformaba con verte nacer ya que no podía darte un beso, pues sólo se besar de una manera.
Saïs me mandó llamar cuando como Rómulo alcanzaste el Olimpo, y cual fue mi sorpresa cuando encontré tu cuerpo vacío. No puede ser posible, no es verdad, no he besado su frente y no ha dormido entre mis brazos, me decía constantemente, vive, vive, ¿pero dónde?, pensaba. Solamente puede ser admitido en el continuo, ahora puedo expresar mi amor y unirnos piel a piel, voz a voz.
Las horas que guardé velo junto al tálamo, incluso el tiempo que presidí la comitiva hasta tu sepultura, creí enfermar , creí quemarme por dentro.
Hércules: Ya he vuelto.
Atropo: Pero tu regreso nos separa para siempre.
Hércules: También yo soñé siempre con notar tus labios en mi boca, e incluso de no tan niño deseaba poseer tu cuerpo.
Atropo: Siempre fui un juguete, un pasatiempos.
Hércules: Siempre fuiste un imposible.
Atropo: No siempre, hubo un tiempo en que...
Hércules: Lo hubo, pero Saïs encomendó un trabajo, una responsabilidad, y depositó toda su confianza y toda su complicidad.
Atropo: Saïs...
Hércules: Saïs es la belleza perfecta, la dulzura sublime...
Atropo: Y el rigor.
Hércules: Y el rigor, y la madre de mis hijos.
Atropo: Bésame, Hércules, bésame ahora que mi tacto no es letal
Hércules: Quien sabe, después de todo quizá lo haga, pero no ahora.
Atropo: Retienes prisionero a Cronos, que más garantías necesitas.
Hércules: Cronos siempre estuvo supeditado a nuestro culto, pero no queríamos reconocerlo.
Atropo: Escucha la batalla, ¿Es este el espacio-tiempo deseado? No mueren, estacionados en un constante se desmiembran y condenan.
Hércules: Ve con ellos, necesitan de alguien que de arrullo a sus tormentos y para esto siempre fuiste la mejor.
Atropo: Dioses y hombres, cuerpo a cuerpo en igual talla y no es su lucha sino la tuya, derramaste la medida y al continuo has originado el constante, en él un submundo de posibilidades innecesarias para la mayoría de ellos. No entiendo nada...
Zeus entra en escena interrumpiendo la conversación entre Atropo y Hércules
Zeus: Déjanos solos.
Hércules: Ve fuera, Atropo.
Atropo abandona el escenario.
Hércules: Estaba esperando.
Zeus: ¿Tan seguro estás de la victoria?
Hércules: Tan seguro estoy de nuestra necesidad.
Zeus: De que necesidad hablas, de la nuestra, de la vuestra o de la tuya.
Hércules: De la de los dos.
Zeus: Cómo puedes pensar en necesidades propias en momentos semejantes.
Zeus: Estamos todos locos.
Hércules: Si no has venido a hablar de nuestras necesidades, a que has venido.
Zeus: He venido a despedirme.
Hércules: ¿Cesas?
Zeus: No, no ceso, no puedo cesar de nada que no sea mío. ¿Es que no quieres comprender? No fui yo quien construyó este universo, sino que nací en él, y no niego que estoy al frente del mismo y que mantengo su equilibrio, con el único placer del vértigo...
Hércules: ¿Vértigo?
Zeus: Si, vértigo, ¿Qué hay de malo en ello?
Hércules: ¿Cuántos han perecido para vosotros sentir sus emociones y alimentaros de ellas?
Zeus: Otros nos han petrificado y usado para alcanzar ciudades, tronos y sistemas, nunca antes conocidos; ¡tú entre ellos!
Hércules: ¿Y cuando alguien como yo se apoyaba en vuestros bustos, por qué inspirasteis hambre de sangre a vuestros seguidores incondicionales y viscerales?
Zeus: ¡Nunca! Creeme, los muertos son seres mentalmente enfermos desde su aparición. Son entidades terriblemente equivocadas y posiblemente mal programadas. Los demás seres se mantienen indiferentes mientras dura su estado de no posibilidad, y cuando son absorbidos por la naturaleza circundante, asimilan su preestado y aguardan en silencio la espera. Mientras los muertos, sólo viven para ser parte de..., formar parte de..., ¡adhesión! pura y simple adhesión por adhesión, y así transportar terribles y amenazadoras banderas que esconden las debilidades, miedos y miserias humanas.
Hércules: Vosotros, sólo vosotros, sólo las unidades de éter, han tenido acceso a la información del sistema.
Zeus: Vosotros, sólo vosotros, sólo los homo de carbono, han tenido el privilegio de nuestra mirada, nuestra compasión y nuestro apoyo. Cuando intentamos introducir órdenes en el programa para mejora del sistema, vosotros y sólo vosotros os desacéis del mensaje en la pira en el nombre de Herejía.
Hércules: Es posible que en nuestra ceguera intemporal, que en nuestra incomprensión nos amontonemos y nos estorbemos; pero no justifica vuestro comportamiento. Vosotros, ni tú mismo entre todos ellos, ostentas la individualidad absoluta, no es el universo en ti, ni tampoco tú y el universo, sino tú en él.
Zeus: ¿Crees en la individualidad de Caos? Él vive en soledad, no en individualidad. En su mensaje abstracto está la custodia y la evolución de una raza que un día surgirá de vuestra especie. Esta y no otra es nuestra preocupación, ésta y no otra es la orden de nuestro programa.
Hércules: Escucha Zeus, escucha el silencio, ha cesado la batalla.
Zeus: Atropo habrá parado sus brazos, y comentará a todos de nuestra entrevista.
Hércules: ¿Qué buscas?
Zeus: Un lugar donde aguardar la plenitud. Me voy hijo mío, me voy lejos...
Hera: ¡No! Aún tenemos tiempo.
Zeus: Si, nos vamos, nuestra misión ha variado, no podemos escondernos entre quienes no somos pues seríamos sustituidos; no podemos revelarnos pues seríamos reducidos y no podemos desentendernos pues seríamos ignorados.
Hera: No Zeus, no. Aún podemos retomar las riendas del destino.
Hera: Estarás sastifecho Hércules, dispersos por el campo de batalla descansan los restos de mi hijo.
Zeus: Ven Hera, ven, descansa en mi.
Hércules: Más me hubiera gustados no ver lágrimas en tus ojos, Hera.
Hera: Amenazaste nuestra paz con este día, pero no todo es triunfo.
Zeus: Ven Hera, nos vamos.
Hera: ¿Dónde? No hay lugar para el descanso y el olvido.
Zeus: Hay un lugar para nosotros.
Hera: No es ambicioso.
Zeus: Es crucial.
Hera: Hay otros para ejecutarlo.
Zeus. Esos otros están en nosotros. Vámonos.
Hércules: ¿Dónde vais?
Zeus: Al intermedio. Dejo en tus manos, hijo mío, el destino, y no es tarea fácil. Pronto llegará el movimiento del sílice, las memorias múltiples y paralelas, las nuevas morales y leyes, los nuevos equilibrios y el roncar de Caos. Pronto surgirán Prometeos dispuestos a medirse contigo, Titanes empecinados en generar distorsiones en el espacio y desacordes en el tiempo, pronto tendrás un hijo que exigirá al igual que mi padre, tú y yo, su gobierno.
Hércules: Padre, no es mi sueño.
Zeus: No es el mío.
Hércules: ¿Qué soy?
Hércules: No se que debo hacer, Padre.
Zeus: Vámonos Hera.
Hércules: ¡Padre!
Hera: No estoy presentable para salir de esta cueva.
Hércules: ¡Padre, escúchame!
Zeus: Estás más preciosa que nunca.
Hera: Mis ojos tienen lágrimas.
Zeus: Tus ojos tienen luz.
Hera: Deberíamos organizar una celebración para la cena.
Hércules: ¡Padre!
Zeus: Se hará si ese es tu deseo.
Hera: Ares se sentará entre los dos, como siempre.
Zeus: Ares será el motivo de nuestra unión.
Hera: ¿Me deseas?
Zeus: Como en el principio, los dos solos.
Zeus y Hera abandonan el escenario, quedando Hércules sólo y en silencio. Al cabo de unos minutos se escuchan en Off algarabías y clamores, gritos de júbilo y triunfo.
Hércules: ¡Oh Ptah! No me dejes sólo con mis pensamientos, todos están pendientes de mí y de mis decisiones. Se lo que podría hacer y no es mi deseo, se lo que debería hacer pero tengo miedo; me he implicado tanto...
¿Quién debe formar gobierno? ¿Quién debe asumir la responsabilidad? ¿Quién velará el avatar? Yo no, no formo parte de ellos y cada vez menos de ti Ptah, quizás nunca forme parte de nada ni nadie. ¿Por qué entonces mi preocupación, si jamás he existido? Quizás mi no existencia permita una huella en tu trabajo, una coherencia en tu expresión. Quizás mi opacidad sea consciencia de algún atributo naciente en ti, una constante. Quizás sea un quizás que muere igual que nace, en el absoluto. ¡Oh Ptah! pierdo el lenguaje...
¿Y el hombre?, no aceptará fácilmente su aventura en esta obra, es orgulloso y no entenderá su cometido.
¡Ptah! Has dado un nuevo día, un día gris donde el sol brilla pero no llega.
Un soldado del siglo XX interrumpe en escena, detrás de él, Neso guarda silencio.
Soldado: Hércules, los Dioses arrojan sus armas y abandonan la lucha, hemos ganado, la victoria es nuestra.
Hércules: ¿Tenéis prisionero a Paris como os ordené?
Soldado: En la celda contigua a Cronos.
Hércules: Traedme a Paris y liberad a Cronos.
Soldado: Podemos traeros a Paris, pero Cronos debe permanecer en custodia, así lo han decidido el consejo formado por los guardianes de las ciudadelas.
Hércules: Vaya, veo que no les ha faltado tiempo para organizarse.
Neso: No puede faltarnos tiempo teniendo a Cronos entre rejas. Soldado, traiga a Paris hasta Hércules.
Hércules: Libre.
Neso: Soldado, traiga a Paris libre hasta Hércules.
El soldado sale en busca de Paris.
Hércules: Neso, naces de la nada y naces con poder, ¿no es extraño, de dónde has surgido?
Neso: ¿ Y tú, dónde estabas? A lo mejor piensas que fuiste el más valiente, como siempre, pero esta vez nadie te vio en la batalla.
Hércules: No era mi batalla.
Neso: Cuidado, no es sensato ser sincero en momentos como estos en los que incluso se buscan traidores.
Hércules: ¿Me amenazas?
Neso: Nunca me atrevería a desafiar al gran Hércules, y menos en soledad, pero hay quien piensa que hubiera sido mejor que acompañaras a los Dioses en su retirada, piensan que por ser hijo de Zeus, eres uno de ellos.
Hércules: Pensaré en ello.
Neso: Estoy seguro.
Hércules: Neso, libera a Cronos.
Neso: No es posible, no tengo capacidad para...
Hércules: ¡Necio! ¿Piensas que en el nuevo día hay lugar para liderazgos o gobiernos déspotas? Sólo hay un gobierno Omnicerebral y está muy lejos de nuestro alcance. ¿Piensas acaso, que con mantener a Cronos retenido se puede ostentar el universo y su existencialidad? ¿Has llegado a imaginar que las curvas, los rizos en el tiempo, los universos paralelos pueden influir en la verticalidad del gigantesco cosmos?
Neso: Somos una nueva raza de Dioses.
Hércules: No somos nada, somos microscópicos . En nuestro tesón es posible que lleguemos a ser débilmente molestos, impreocupates contaminantes y algo ruidosos, pero entonces correremos el riesgo de despertar al Demiurgo para nuestro fin. Deja libre a Cronos, es la única manera de dominio sobre el tiempo sin llamar la atención.
Neso: Veré que puedo hacer, pero por tu parte es mejor que no te dejes ver muy a menudo entre nuestro pueblo.
Hércules: Adiós Neso, tus nuevas obligaciones requieren tu atención.
Neso: Adiós Hércules.
Neso abandona el acto, al poco aparece Saïs preñada junto a los Navegantes. Saïs lleva una túnica de colores chillones.
Saïs: Hércules, deprisa, ponte la túnica debemos escapar.
Hércules: ¿Por qué?
Saïs: Neso ha montado guardia a la puerta de la gruta impidiendo tu salida.
Hércules: ¿Por qué vistes con colores llamativos?
Saïs: Por orden del nuevo gobierno, mis hijos y amantes deben llevar también estos colores para poder ser diferenciados entre el resto. Deprisa, pongámonos la túnica y salgamos de aquí.
Hércules: No hay prisa, no es la salida que debo de tomar.
Saïs: Hércules...
Hércules: Saïs, Saïs, mira tu vientre, nuestro hijo.
Saïs: Será un varón muy fuerte como su padre.
Hércules: Será un varón entre varones.
Saïs: Se llamará como su padre.
Hércules: ¿Rómulo, Hércules? Él tiene su propio nombre.
Saïs: ¿Qué nombre?
Llega Paris guiado por el soldado, marchándose éste inmediatamente.
Soldado: Hércules, he aquí a Paris.
Paris: ¿Querías verme, Hércules?
Hércules: Si, viejo amigo. Ven, necesito de ti.
Paris: ¿Qué puedo hacer?
Hércules: Tengo que marcharme...
Saïs: ¿Dónde vas?
Hércules: Donde voy nadie puede seguirme si no es por su propia naturaleza y por su propia conquista.
Paris: ¿Qué debo hacer?
Atropo: ¿Molesto?
Saïs: Qué hace ella aquí, Hércules
Hércules: Yo la he llamado.
Saïs: Hay otras salidas.
Hércules: Yo no deseo otra.
Saïs: Podemos fugarnos, escondernos...
Hércules: Saïs, Saïs, no puedo esconderme de mí mismo.
Saïs: De nuevo nos dejas.
Hércules: Os dejo como debéis de estar, en silencio, en secreto.Paris, ten la mano de Saïs, a partir de este momento dejo en tu responsabilidad su persona. Deberéis esconderos, camuflaros entre la población, evitando en lo posible vuestros nombres. Cuando nazca mi hijo lo llevarás ante los Navegantes y le darás el nombre de Manú, ellos sabrán que tienen que hacer.
Paris: Formaré ejércitos que luchen al lado...
Hércules: Basta de luchas, basta de guerras. El silencio será nuestra arma, el secreto nuestra victoria y el conocimiento nuestra liberación.
Saïs: ¿Dónde vas, Hércules?
Hércules: No lo sé.
Paris: Vamos, Saïs; es mejor que nos marchemos.
Timonel: Hércules, nosotros cuidaremos del pequeño, ¿pero y el hombre?
Hércules: Manú os dirá.
Timonel: ¿Y mientras aprende a hablar?
Hércules: Os reuniréis en pequeños grupos, al anochecer. Cumpliréis los trabajos y compartiréis los frutos.
Timonel: Daremos a conocer el Arco Iris.
Hércules: No, aún no, es temprano, muy temprano.
Timonel: ¿Pero entonces...?
Hércules: Os cuidaréis de guardar el conocimiento natural y artesano, de las noches solemnes y de los ritos sagrados.
Timonel: ¿Y el trabajo?
Hércules: Repartirlo y buscar manos nuevas.
Timonel: ¿Dónde?
Hércules: En Saïs.
Timonel: Amón, Hércules.
Hércules: Amón, Navegantes.
Los Navegantes abandonan la cueva dejando solos a Hércules y Atropo. Como en el primer acto, se intenta jugar con la luz y el sonido. Las voces de los actores son en Off.
Atropo: No vengo por mi gusto.
Hércules: Estoy seguro.
Atropo: Vuelvo a ser quien era.
Hércules: Por eso te he llamado.
Atropo: Ahora no es un juego, ¿verdad?
Hércules: No.
Atropo: No hay forma de...
Hércules: Ninguna.
Atropo: Quiero y no quiero.
Hércules: Yo quiero por dos motivos.
Atropo: Podría desobedecer.
Hércules: Tendrías que darme explicaciones más tarde.
Atropo: Idiota, ¿Es el dolor y la amargura la felicidad?
Hércules: ¿Quién habla de felicidad?
Atropo: ¿Por qué yo y no una de mis hermanas?
Hércules: Tu beso puede ser doble al igual que el mío.
Atropo: No es justo.
Hércules: ¿Qué es justo?
Hércules: ¿Por mí?
Atropo: Por mí.
Hércules: Calla.
Atropo: Silencio.
Hércules: Cierra los ojos.
Atropo: Cierra los ojos.
Hércules: Bésame.
Atropo: Bésame, bésame.
Hércules y Atropo yacen muertos en el centro del escenario.
Fin del tercer y último acto.
Maestre Iluminati: BEHZ
(Miguel Ängel García Pablo)