El Templo iniciático del Mundo
La Vida es la madre suprema de
todas las iniciaciones y en donde, como en una muñeca matriusca, están
contenidas el resto de las otras iniciaciones posibles.
Se trata de una Iniciación ritualista
y dramatizada, cuya duración es una vida completa, a la que son sometidos los espíritus
inmortales con el fin de adquirir la luz de la vida material, la consciencia.
El inicio del proceso comienza
cuando el espíritu provoca la concepción de un cuerpo físico en el útero de una
hembra mediante la provocación hormonal de un macho. Ese cuerpo será dirigido
por él y posteriormente ocupado como si de un huésped se tratase; siendo
desocupado cuando el proceso iniciático ha finalizado, bien sea porque ha
sucedido o porque, por cualquier causa, se ha frustrado. Al proceso de
ocupación por el huésped espiritual lo denominamos nacimiento y a la
desocupación, de forma errónea, muerte.
El tiempo que el Ser permanece
dentro del seno materno, generalmente nueve meses en los humanos, viene a ser
lo mismo que haber estado introducido en una oscura gruta, preparándose
mediante los alimentos apropiados que le son ofrecidos por el Mundo, la Tierra,
mediante el seno materno de su madre biológica. Ese periodo previo al verdadero
proceso de Iniciación, el nacimiento al Mundo y donde tras el llanto inicial el
postulante irá descubriendo una serie de sensaciones sobre sus sentidos que
solo tomarán verdadero sentido cuando abra sus ojos a la realidad de una nueva
vida y que hasta ese instante era completamente desconocida para él. Acaba de
aparecer un nuevo personaje en el escenario del Mundo para sufrir sus particulares
pruebas iniciáticas.
Todo periodo iniciático de
cualquier vida no deja de ser otra cosa que un tiempo de aprendizaje y
maduración de las experiencias sufridas con el fin de afianzar, los
conocimientos, en lo más profundo de nosotros y que así pasen, mediante el
riego sanguíneo y la respiración, a formar parte de la propia impronta vital
del Espíritu.
Se aprende de todas las
experiencias, tanto de las denominadas positivas y productoras de felicidad
como de las que se consideran, erróneamente, negativas y que nos llevan a
estados de melancolía e infelicidad. Paradójicamente, es con estas últimas con
las que más provecho iniciático sacaremos dado que su dramatismo es de difícil
olvido.
Cuando el Ser ha madurado lo
suficiente, el fruto de su vida o proceso iniciático, es cuando se encuentra
preparado para la última y verdadera iniciación, sin la cual, todo el proceso
anterior no habría tenido sentido alguno: El Nuevo Nacimiento o regreso al
Hogar Celeste licenciado y graduado con la nota de la que haya sido merecedor,
la Muerte. Este hecho, no es lo luctuoso y triste que parece ser entendido por
la generalidad de las gentes, sino algo digno de alegría y sana envidia.
La muerte del Ser solo es
aparente y solo se produce en el cuerpo físico que el Espíritu había tomado
para poder manifestarse en el escenario del Mundo. La experiencia triste del
proceso denominado muerte solo es sufrido por los familiares y amigos carnales
del ya Iniciado, pues para él la muerte no ha sido otra cosa que despertar de
una más o menos triste pesadilla y el retorno a la luminosa y verdadera
realidad de donde procede, con el añadido de un conocimiento nuevo, iniciático,
que será añadido a su consciencia cósmica como el Ser espiritual y eterno que
es.
Es curioso como en el transcurso
del periodo iniciático de lo que conocemos como vida nos vamos encontrando con
una gran variedad de entidades, seres, de los que iremos aprendiendo las
lecciones que necesitaremos y no otras. A esas personas o instructores podremos
reconocerlos como maestros en itínere; pero haciendo honor a la verdad, sin
menoscabar toda su benéfica influencia y esfuerzo en ayudarnos, debemos decir
que no existe otro verdadero maestro que nosotros mismos, nuestro Guía
interior.
En demasiadas ocasiones, la
mayoría, en los denominados como colegios iniciáticos se hace hincapié en una
suerte de historia profana de la escuela así como de los principios doctrinales
que propugna; pero ninguna de esas dos cosas tienen la más mínima importancia,
sino el hecho de permanecer ante los ojos de los profanos, no iniciados, a modo
de faro recordatorio de que nos encontramos aquí para un algo y ese algo, nada
casual por otro lado, es nuestra iniciación en el mundo de Maya, la realidad
ilusoria de la vida, con el fin de que la consciencia obtenida en este crisol
podamos trasladarla al mundo celeste de la Verdad, nuestro verdadero Hogar.
Al contrario de lo que pudiera
parecer, la Vida es una escuela para la adquisición de la Consciencia y con
esta consciencia obtenida todo el Pleroma, no solo el Iniciado, se ilumina;
dado que el Mundo de la Verdad, el lugar de donde verdaderamente procedemos, está
sumido, generalmente, en una especie de Nirvana inconsciente esencial. También
para mostrarnos que aquello que denominamos Muerte no es otra cosa que el
tránsito del sueño en el que estamos sumidos hacia la vigilia de la verdadera
vida celestial. Del sueño que morimos para renacer en la vigilia del todo, de
la plenitud y de lo eterno.
En esta suerte de disertación
pudiera parecer que nos falta lo más importante: La Técnica o Método
iniciático; en definitiva, la forma de Vivir.
Craso error, dado que la técnica
y el método es completamente individualizado y diferente para cada uno de los
seres y solo son proporcionados por el Maestro Interior: Recuerden por uno
mismo y nadie más.
Vive la vida sin más, si
tropiezas te levantas; pero deja de seguir de forma ciega a gurús que se
autodenominan como maestros. Vivir la vida, sin más, tu propia vida es el
proceso iniciático por excelencia, siendo el resto de variopintos métodos que se ofrecen, mediante una simbología y
jerga especializadas, una especie de juegos que como el juego a los niños les sirve
para ir iniciándose en la propia vida; pero recordemos que esos métodos fueron
creados por otros, antaño, para gentes como ellos. Con la mejor voluntad lo
hicieron; pero cargados de una gran ignorancia, dado que lo que para uno sirve
para el resto no vale.
Tú no eres ellos, ni mucho menos
deberías ser el ciego seguidor de nadie. Sigue tu instinto primero y tu
intuición después; pero no cargues tu propio trabajo sobre las espaldas de
nadie porque eso no sirve, no funciona así la cosa. De dicho modo serás guiado
por tu guía espiritual y maestro interior, tú. Olvídate de la jerga creada por
gentes ajenas a ti, tales que Karma o Reencarnación y céntrate en lo único
importante que es vivir tu vida en libertad y con los mínimos apegos posibles.
Vivir es conocer, más bien recordar, que tú eres un Ser plenamente espiritual y
que, en realidad, jamás naciste por primera vez así como que jamás dejarás de
existir porque eres un Ser, en esencia, eterno como el entorno que te sostiene
y mantiene desde un tiempo sin tiempo hasta un tiempo sin tiempo.
El resto, lo demás que no tenga
que ver con el hecho de vivir, tómalo como algo intrascendente y anecdótico,
sin importancia real a modo de un juego de abalorios que solo sirven para
embellecer lo que ya es bello de por sí o maquillar la realidad, ante los ojos
de los vasallos del Emperador, de un mundo ilusorio; pero que poco o nada
aportan a tu Ser Eterno e inmortal que nunca ha dejado de permanecer en el
mundo de la Verdad aunque se encuentre sumido en el más profundo de los sueños.
Huye, como alma que lleva el
Diablo, de todo aquel que desee imponerte sus propios criterios mediante el
majestuoso; pero ladino arte de la oratoria y ten más confianza en tu intuición
que no es otra cosa que la silenciosa voz de tu verdadero Ser interno.
Recuerda Amigo y Hermano: De tu verdadero Guía y Maestro
interior.
Todo lo externo no son otra cosa
que fuegos de artificio y sin poder transformador, iniciático, alguno.
Solo aquello nacido de tu
interior posee el fuego transformador del Ser Eterno y Divino que eres.
Quien tenga entendimiento
entienda.
Luzbel