Aquí no estamos tratando de
enfermedades mentales que dejamos a criterio de los médicos, los verdaderos
especialistas. Aquí hablamos de otra cosa, parecida; pero muy distinta.
Desde muy pequeños somos
condicionados diciéndonos, la Sociedad mediante las escuelas y nuestros
familiares, lo que está bien y lo que está mal, lo que podemos hacer y lo que
bajo ningún concepto deberíamos de realizar.
Como si de una calzada ordinaria
se tratase cuyos sentidos de circulación vienen separados por unas líneas marcadas
de blanco o amarillo, así, nuestra forma de pensar es manipulada por el Sistema
desde nuestra más tierna infancia.
Ese condicionamiento, cuando nos
acercamos a la linde de lo considerado correcto por nuestra manipulada
educación, nos provoca miedo. Miedo a salirnos de la norma, de equivocarnos y hacer
algo incorrecto e irreversible. Miedo a perder el control de nuestras vidas; es
decir, en cierto modo, a penetrar en el desconocido terreno de la locura.
El Miedo, en realidad, se trata
del umbral que hay que superar para pasar la frontera de lo ilusorio y penetrar
en el Mundo de la Verdad, donde no existen leyes inmutables que nos pudieran coartar
nuestra libertad personal. Justo lo contrario de lo que sucede en el que consideramos
como Mundo Real.
Se nos ha enseñado que las
fronteras de la cordura están íntimamente relacionadas con el cumplimiento de
las normas establecidas y que más allá solo se encuentra el Coco de la Locura,
de la Demencia absoluta.
Quienes entramos en contacto con
las denominadas como Escuelas de Misterios o, por cuenta propia, penetramos en
estados místicos, no les quepa duda alguna que hemos entrado en una sala de
baile, donde lo que se denomina locura, en el mundo profano, es nuestra
consorte.
Pero se trata de verdadera locura
solo para aquellos que se aferran a las normas del mundo establecido. No se
puede servir a dos amos al mismo tiempo. Si deseamos penetrar en el Mundo del
Misticismo deberíamos desnudarnos antes de los prejuicios que nos han sido
impuestos por la Sociedad desde nuestra infancia. De algún modo, es como si nos
quitásemos la chaqueta del Mundo ordinario y la colgásemos en el Mundo
ordinario antes de penetrar el portal del Mundo del Misticismo; porque de lo
contrario, todo lo que nos sucediese en los planos invisibles sería
interpretado por las normas del mundo ilusorio en el que hemos sido educados y
eso entraría en contradicción con las nuevas experiencias, llevándonos junto al
vórtice de la locura, la incomprensión absoluta de lo que sucede a nuestro alrededor
y la absoluta incapacidad de controlarlo, pues llevamos herramientas de otro
mundo y que son inadecuadas en éste otro nuevo.
Por lo tanto, digamos que el
Miedo, per se, no es malo sino que está ahí para indicarnos que si lo sentimos
es porque aún no estamos preparados para traspasar el umbral que separa el mundo
de la vigilia del más profundo y verdadero onírico. Esa compañera de baile a la
que denominamos locura no es otro que el Guardián del Umbral que, de no estar
preparados, nos impedirá que traspasemos el vado y perdamos la necesaria
cordura. Cuando la preparación es la adecuada, esa pareja de baile se convierte
en nuestra compañera y protectora dentro de los planos internos; pero por otro
lado también se habrá convertido en parte de nuestra seña de identidad por lo
que, de algún modo, pareceremos a nuestros semejantes como algún tipo de loco
que medra por lugares que otros jamás hoyaron y por donde ellos mismos jamás lo
harían porque es algo que les fuera inculcado a fuego y sangre por sus padres
primero, por la escuela después y por último, el vivir cotidiano de cada uno de
los días de su vida.
Por lo tanto es importante, antes
de bailar con la locura que separa ambos valles que conozcamos, aunque solo
fuera de oídas o por nuestra lectura, de que va lo de otros mundos ¿Qué podremos
encontrar allí?; pero también lo importante y trascendente que es el Viajero
Dimensional, nosotros. La ignorancia es el peor mal en estos asuntos, dado que
es el origen del miedo a lo desconocido. Si sabemos lo que nos vamos a
encontrar en el otro lado, no hay nada por lo que preocuparnos y cada una de
las cosas que nos acontezca o venga a nuestro encuentro no nos serán del todo
desconocidas; pero hay otra cosa más importante aún para enfrentarnos ante la
esfine del Guardián del Umbral: El conocernos a nosotros mismos. Nadie que no se
conozca a sí mismo, aunque solo sea en lo más básico, jamás podrá enfrentarse a
la Sombra de uno mismo, no conoceremos la respuesta a las tres preguntas de la
tenebrosa esfinge.
Debemos ser conscientes que el
Ser Humano posee una parte importante de la Divinidad en su propio Ser y por lo
tanto nada hay que temer si deja que sea esa parte divina quien lleve las
riendas del carruaje, cuando se traspase el umbral de lo real a lo verdadero.
Solo con auto gestionarnos de esa verdad seremos capaces de bailar con la
oscura dama y lo que habría sido miedo se habrá convertido en pura alegría.
Por lo tanto veamos: La Cordura
no es tal como la Locura tampoco, dado que se trata de dos posturas subjetivas.
La presunta Cordura, la sentimos cuando comprendemos que poseemos, aunque solo sea de forma aparente, el
control de nuestras vidas, en este plano de existencia o en los planos internos
de la imaginación y la mente; por el contrario, la presunta Locura solo sería
el producto de no poder interpretar nueva información que nos llega tras haber
atravesado planos para los que no estamos preparados. Allí sentimos miedo
porque no sabemos lo que nos depara y, del mismo modo, que no poseemos el control de
nosotros mismos, el miedo nos conduce al terror y al pánico y con el pánico la sensación de locura se
apodera por completo de nosotros.
Es importante en el camino
iniciático la discreción si no queremos que la gente no iniciada nos pueda
tomar por locos, dado que les hablamos de conceptos que no son capaces, los
profanos, de comprender dado que es materia completamente desconocida para
ellos. Se trata de experiencias personales no extrapolables a los demás, al
menos de forma plena pues la visión nuestra de lo que acontece en los planos
oníricos no siempre coincidirá con la visión de otros que se avengan a viajar
por sus nebulosas tinieblas.
Del mismo modo es importante
enfrentar al miedo con valentía sabiendo que no somos simples animales mortales
sino entidades divinas poderosas que no podrán ser dañadas, de algún modo, al
pasar a planos por muy desconocidos y extraños que nos parezcan, dado que lo
único que sucede es que no poseemos esos recuerdos pues en un momento de
nuestro camino se perdieron o más bien los abandonamos por motivos que también
olvidamos.
Aralba