Ya hemos visto de forma pormenorizada, de qué se trata cuando hablamos de moral de una forma lo más universal posible: Hacer el bien a los otros, como si nos lo estuviésemos haciendo a nosotros mismos; pero solo una actitud mecánicamente programada no sirve. Se debe de ser consciente y haberlo aceptado como una necesidad tan esencial como el respirar aire.
Cuando somos personas que estamos
comprometidos en el Camino Iniciático, poseemos una cierta sensibilidad hacia
cuestiones que al común de los mortales les pasan desapercibidas. Somos capaces
de discernir, de forma visible, donde se encuentra la frontera del bien y del
mal. Al menos nosotros nos sentiremos mal si hemos realizado algo inmoral,
según nuestra previa descripción, y que
indefectiblemente va a dañar a una segunda o terceras personas. Se nos habrá creado una mala consciencia y,
ésta, actuará instándonos a reiniciar el camino correcto y con el cual nos
comprometimos por propia voluntad.
El Verdadero Iniciado, tras el
natural paso del tiempo, va despojándose de los compromisos que lo atan a este
Mundo, como si de una pesada tara se tratase, hasta transformarse en un
verdadero Ermitaño. El verdadero Iniciado estará libre de compromisos, promesas
y juramentos vinculantes, tanto en el mundo profano como en el iniciático; pero
antes ha debido dar cumplimiento preciso de sus compromisos, promesas y
juramentos anteriores, so pena que, durante el resto de su vida, traslade una
carga demasiado pesada y que en algún que otro momento habrá que ser descargada
y cumplidos sus ineludibles compromisos.
Por lo tanto, sin el cumplimiento
de los compromisos no hay moralidad posible. Tras el cumplimiento o rotura
pactada de los compromisos, el camino de la verdadera moralidad será posible. Antes
debemos devolver al Cesar lo que es del Mundo Profano para comprometernos y dar
a Dios lo que solo pertenece al Espíritu Eterno e Inmortal. Solo entonces
estaremos en condiciones de dar nuestro Amor, a cualquiera, sin premisas previas
y así actuar de una forma verdaderamente moral.
¿Cómo podemos saber que nuestro
actual camino es el correcto? La Mala Consciencia. Si la mala consciencia no
hace acto de presencia es que nos encontramos en el camino correcto; en caso
contrario, nos provocará dolor y pesar haciéndonos saber que estamos actuando
de mal modo, perjudicando a todo el mundo y a nosotros mismos. La Verdad es el
único camino para retomar el Divino Camino del Amor, de la Moralidad. Cumplamos
con nuestros compromisos primero o rompámoslos de mutuo acuerdo; pero sin
mentir o engañar a otros. Tanto el Engaño, verdades a medias, como la mentira
absoluta son los caminos más seguros para separarnos, de forma irremediable,
del verdadero camino iniciático, del verdadero Amor y de la propia Salvación de
nuestras almas.
El Ser Moral es ser transparente
y sin dobleces, pues nada se tiene que ocultar y todo por mostrar al profano mundo
que lo rodea. Nuestro humilde consejo es tomar siempre al toro por los cuernos
y aunque el dolor instantáneo sea terrible, siempre será menor y sin
dilatamiento en el tiempo si reconocemos nuestras naturales pasiones, las
mostramos abiertamente a los demás y somos consecuentes con nuestro mayor
compromiso: No dañar a nada ni a nadie y si el daño ha sido provocado, hacer lo
posible por restañar las heridas de los otros. Solo así podremos seguir nuestro
Camino Moral por la vereda de la Verdad.
Aralba