Quien se acerca, por primera vez,
al mundo del simbolismo y comprueba la cantidad de mitos y leyendas que pululan
en su entorno, enseguida lo menosprecia y se aleja diciéndose, así mismo, que
no dejan de ser más que fatuas fantasías.
Otros se sumergen en sus turbias
aguas, empapándose de vacío conocimiento, con tal de presumir, de forma narcisista,
de un saber oculto digno de unos pocos iniciados y, en algunas ocasiones, para
sacar algún beneficio personal sea económico o de otra naturaleza.
Algunos, entre los que creemos
encontrarnos, lo hicimos con un sano y pragmático espíritu de investigación
hasta que, con el tiempo, nos dimos cuenta de que había algo más que fantasía o
cuentos para entretener a jóvenes infantes. Poco a poco el Símbolo fue impregnando
nuestra alma hasta conformar algún tipo de extraño ojo que nos iría permitiendo
su paulatina comprensión.
Los símbolos son algo arquetípico
que supera la normal inteligencia de la mente humana. Es un lenguaje universal
del que algunos, en el transcurso de la historia, hayan podido intentar
apropiarse; pero el símbolo siempre se escabulle de su incauto captor como si
de agua entre los dedos se tratase, porque posee vida propia y, en cada
ocasión, está constituido por nueva y multifacética información.
El símbolo no siempre dice lo
mismo a las mismas o diferentes personas y depende, su significado, de
infinitos factores dependiendo de cosas tan complejas como el propio estado de
ánimo, la hora del día o del modo en que nos acercamos a él.
Podríamos decir que el símbolo
externo se comunica con el propio símbolo que llevamos en nuestro interior sin
pasar por el análisis de la mente concreta y nos hace reconocer la verdad,
mediante la Intuición, la Fe o el Eureka, dependiendo de si tratamos con
información de carácter mental, espiritual o científica.
También podremos decir, sin
equivocarnos, que la información que nos transmite el Símbolo es la menos
dogmática de cualquier otro medio conocido, ejemplo el lenguaje hablado. El Símbolo
hermana a los seres humanos cuya visión de las cosas es muy diferente entre sí.
Cualquier tipo de disquisición dialéctica entre personas con opiniones cristalizadas distintas siempre acabará en algún tipo de disputa y encontronazo emocional. Eso también sucede cuando intentamos sacar a relucir nuestra concepción lingüística acerca de su significado; dado que, el Símbolo es un lenguaje dirigido a nuestra Alma, a nuestro interior más profundo, perdiendo su sentido cuando se intenta traducir en palabras.
Cualquier tipo de disquisición dialéctica entre personas con opiniones cristalizadas distintas siempre acabará en algún tipo de disputa y encontronazo emocional. Eso también sucede cuando intentamos sacar a relucir nuestra concepción lingüística acerca de su significado; dado que, el Símbolo es un lenguaje dirigido a nuestra Alma, a nuestro interior más profundo, perdiendo su sentido cuando se intenta traducir en palabras.
Cualquier tipo de ritual no deja
de ser más que una concatenación de símbolos que funciona a modo de lenguaje
corporal y que intenta incorporar una tradición ancestral, generalmente desconocida
incluso por sus creadores, a un determinado Grupo Humano haciendo cambiar la
comprensión emocional e interior de sus practicantes.
El Símbolo, en sí, no es ni bueno
ni malo, simplemente es y está cuando tiene que estar, pues es originario del
mundo arquetípico de las ideas. El Símbolo viene incorporado, en nuestra naturaleza, dentro del código genético.
ARALBA