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viernes, 22 de agosto de 2014

Ateísmo e Iluminismo

Desde tiempo inmemorial el Iluminismo ha sido tildado más que de herejía, de ateísmo irreverente por las iglesias establecidas por el Poder oficial.

Es evidente que, en cierto modo, es así dado que el Iluminismo huye del Teísmo como del mismo Diablo y, sin embargo, se vislumbra en las corrientes Deístas donde el Hombre es parte consustancial de la Creación y por lo tanto, es tanto creado como creador, hacedor y criatura.

De ahí a adjetivar a los iluminados como ateos, existe un abismo infranqueable. El Iluminado es el gnóstico por excelencia, el que conoce y sabe aunque no supiese explicar el porqué. Sabe que conoce lo que él necesita para su vía crucis particular; pero jamás impondrá su Verdad a los demás porque también sabe que esas verdades son particulares de cada cual y solo sirven para quien tiene la experiencia de la Iluminación.

El Iluminismo siempre es parcial como el gnosticismo también lo es; dado que nunca podemos conocerlo todo sino una minúscula porción de la Verdad que nos rodea y nos inunda hasta lo más profundo de las entrañas. Todo Iluminado, como todo gnóstico lleva dentro de sí un Gran agnóstico porque aún, no siendo ateo, tampoco es un crédulo estúpido.

En su levísima iluminación sabe que su conocimiento es insustancial, minúsculo y siempre sujeto a una permanente revisión científica. Todo, incluida su gnosis, su conocimiento siempre estarán en duda; pero no una duda cualquiera sino una duda razonable que le inste a seguir investigando, de por vida, hasta el supuesto final de sus días.

El Gnosticismo del Iluminado acaba donde comienza lo misterioso y desconocido y ahí es donde su agnosticismo toma el relevo, hasta que el misterio es dilucidado y pasa a formar parte de su bagaje gnóstico.

La mayor parte de los iluminados saben que Dios no existe aunque no lo digan públicamente, y es en ese sentido en el que se les aplica la etiqueta de ateos. Bienvenida sea esa Etiqueta injusta porque los gnósticos iluminados, a pesar de su inherente, natural y mayoritario agnosticismo conoce que hay algo mucho más trascendente que a aquello que los hombres denominan Dios en todas y cada una de sus múltiples acepciones.

La infinitud del todo y de la que todas las cosas formamos parte no puede ser denominada por lo inferior y si hay algo a lo que podamos denominar eso no será ese Todo Multiversal del que hablamos sino otra cosa a la que sí podemos denominar y por lo tanto se encuentra bajo nuestra autoridad. Para andar por casa podemos respetar, y lo hacemos, que un enjambre de seres vayan poniendo nombres al supuesto Creador.

Para los iluminados ni existe Creador ni Creación sino un status permanente desde siempre, en permanente transformación, hasta siempre sin discontinuidad posible y del mismo modo que a la célula "Hombre" no se la debe denominar Dios tampoco es pensable que a cualesquiera otra, por aparente superior poder que tenga, deberíamos denominarla así. Todos formamos parte de una Unidad multiversal, pleromática gustan decir los gnósticos antiguos; y en la cual nada sobra ni nada falta ni nada es más grande ni nada es más pequeño aunque ilusoriamente así parezca.

Por lo tanto, llámenos el vulgo como mejor les parezca, iluminados, herejes, gnósticos, o ateos y agnósticos; pero una cosa sí negamos, a todas luces ser, simples creyentes. La Creencia está reñida con la ciencia y la investigación y crea monstruos tan terribles como el fanatismo intransigente.

Para finalizar solo un consejo que tomarán para sí o no: No crean nunca lo que se les diga, vean con su ojos o sientan con sus sentidos; pónganlo todo en duda pero sin descartar ninguna posibilidad y cuando consideren que están en posesión de la gnosis, del verdadero conocimiento, acerca de la Cosa, tampoco intenten imponerla a los demás, pues su verdad es suya y solo es válida desde su particular punto de vista. La Verdad nunca es absoluta pues está constituida de las infinitas realidades que se vivan o puedan vivir, usted y el resto de cosas latentes o existentes del Multiverso, icluidos nosotros, por supuesto.

Aralba