Desde tiempo inmemorial el
Iluminismo ha sido tildado más que de herejía, de ateísmo irreverente por las
iglesias establecidas por el Poder oficial.
Es evidente que, en cierto modo,
es así dado que el Iluminismo huye del Teísmo como del mismo Diablo y, sin embargo, se
vislumbra en las corrientes Deístas donde el Hombre es parte consustancial de
la Creación y por lo tanto, es tanto creado como creador, hacedor y criatura.
De ahí a adjetivar a los
iluminados como ateos, existe un abismo infranqueable. El Iluminado es el
gnóstico por excelencia, el que conoce y sabe aunque no supiese explicar el
porqué. Sabe que conoce lo que él necesita para su vía crucis particular; pero
jamás impondrá su Verdad a los demás porque también sabe que esas verdades son
particulares de cada cual y solo sirven para quien tiene la experiencia de la
Iluminación.
El Iluminismo siempre es parcial
como el gnosticismo también lo es; dado que nunca podemos conocerlo todo sino
una minúscula porción de la Verdad que nos rodea y nos inunda hasta lo más
profundo de las entrañas. Todo Iluminado, como todo gnóstico lleva dentro de sí
un Gran agnóstico porque aún, no siendo ateo, tampoco es un crédulo estúpido.
En su levísima iluminación sabe
que su conocimiento es insustancial, minúsculo y siempre sujeto a una
permanente revisión científica. Todo, incluida su gnosis, su conocimiento
siempre estarán en duda; pero no una duda cualquiera sino una duda razonable
que le inste a seguir investigando, de por vida, hasta el supuesto final de sus
días.
El Gnosticismo del Iluminado
acaba donde comienza lo misterioso y desconocido y ahí es donde su agnosticismo
toma el relevo, hasta que el misterio es dilucidado y pasa a formar parte de su
bagaje gnóstico.
La mayor parte de los iluminados
saben que Dios no existe aunque no lo digan públicamente, y es en ese sentido en
el que se les aplica la etiqueta de ateos. Bienvenida sea esa Etiqueta injusta
porque los gnósticos iluminados, a pesar de su inherente, natural y mayoritario
agnosticismo conoce que hay algo mucho más trascendente que a aquello que los
hombres denominan Dios en todas y cada una de sus múltiples acepciones.
La infinitud del todo y de la que
todas las cosas formamos parte no puede ser denominada por lo inferior y si hay
algo a lo que podamos denominar eso no será ese Todo Multiversal del que
hablamos sino otra cosa a la que sí podemos denominar y por lo tanto se
encuentra bajo nuestra autoridad. Para andar por casa podemos respetar, y lo
hacemos, que un enjambre de seres vayan poniendo nombres al supuesto Creador.
Para los iluminados ni existe
Creador ni Creación sino un status permanente desde siempre, en permanente
transformación, hasta siempre sin discontinuidad posible y del mismo modo que a la
célula "Hombre" no se la debe denominar Dios tampoco es pensable que a
cualesquiera otra, por aparente superior poder que tenga, deberíamos denominarla así. Todos formamos parte de una Unidad multiversal, pleromática gustan decir
los gnósticos antiguos; y en la cual nada sobra ni nada falta ni nada es más
grande ni nada es más pequeño aunque ilusoriamente así parezca.
Por lo tanto, llámenos el vulgo
como mejor les parezca, iluminados, herejes, gnósticos, o ateos y agnósticos;
pero una cosa sí negamos, a todas luces ser, simples creyentes. La Creencia
está reñida con la ciencia y la investigación y crea monstruos tan terribles
como el fanatismo intransigente.
Para finalizar solo un consejo
que tomarán para sí o no: No crean nunca lo que se les diga, vean con su ojos o
sientan con sus sentidos; pónganlo todo en duda pero sin descartar ninguna
posibilidad y cuando consideren que están en posesión de la gnosis, del
verdadero conocimiento, acerca de la Cosa, tampoco intenten imponerla a los demás, pues su verdad
es suya y solo es válida desde su particular punto de vista. La Verdad nunca es
absoluta pues está constituida de las infinitas realidades que se vivan o puedan
vivir, usted y el resto de cosas latentes o existentes del Multiverso, icluidos nosotros, por supuesto.
Aralba