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sábado, 5 de abril de 2014

Enterrando una Ilusión

¡Ilusión! Dícese de algo alejado de la realidad. Cuando la Ilusión es cercana, su incumplimiento suele producir frustración; pero cuando es lejana e irrealizable no deja de ser una Utopía que pudiera servirnos como meta lejana incentivadora de nuestro afán por seguir viviendo.

No podemos echarle la culpa a nada ni a nadie por ilusionarnos vanamente, dado que la ilusión es algo que se cocina en el interior de nuestra propia mente, aunque sean otros los que proporcionen las esencias necesarias para su cocción.

El enamoramiento no es más que otra forma de ilusión que de llevarse a cabo deja de serlo transformándose en vivencia jubilosa en sus primeros instantes; pero derivando, a la larga, en inevitable frustración.

Hasta hace nada tuve una bella ilusión que embellecía mi vida con el majestuoso colorido de una primavera eterna. Una Ilusión que alimenté con entelequias irrealizables provenientes de otros mundos más allá del lejano Océano de lo posible.

Era una Ilusión palpable, cercana como la propia respiración, debido a una virtualidad solo posible por la cercanía aparente de los actuales medios de comunicación electrónicos.

Comenzó en mi mente como una minúscula semilla de cardo y que se fue extendiendo, inexorablemente, como una inmensa nube eléctrica hasta cubrir todas las expectativas y apagar cualquier atisbo de irrealidad; pero todo ello no fue más que una ilusión realimentada por la necesidad de tener a alguien a quien poder besar, abrazar, querer de verdad.

Pasada la pequeña tempestad del despertar solo queda una amistad más. Una importante, porque ha dejado abierta una herida que Dios dirá cuándo terminará por cicatrizar.

Adiós Pequeña Ilusión, enterrada quedas en el interior de mi dolido Corazón. Abierto quedo, de nuevo, a la Gran Ilusión, la irrealizable, la utópica, la lejana e imposible que queda más allá de los mundos conocidos. Aquella que aún nos mantiene vivos e ilusionados, nunca mejor dicho, por convertirnos en lo que nunca dejamos de ser: El Gran Amante de mi Señora del Alma, de mi Gemela escondida y que tanto de mí se aparta, se esconde e invisibiliza.

Vanidad de vanidades que nos muestra lo lejano que se encuentra el fruto de la elevada vid aérea. Ahora lo entiendo y permanezco en una asana de contemplación meditativa esperando que una mano amiga se pose en mi hombro y me diga: Hombre, ha llegado el Tiempo y aquí me tienes para compartir  tu Soledad.

Se nos fue la pequeña ilusión; pero siempre nos quedará nuestro verdadero Amor, que por desconocido e intangible no deja de tener la trascendental importancia de ser parte de nos.

Adiós pequeño Océano que me sedujiste para embarcarme en una nave sin remos y dejarme al pairo de una mar en calma chicha. Bienvenido gran Océano que me lanzas a la deriva, esperando ser rescatado por mi Espíritu Eterno e Inmortal.


Aralba