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viernes, 17 de febrero de 2012

Teosofía de los Rosacruces, Conferencia VII: La Técnica del Karma



Para mejor comprensión de la ley del karma en cuanto la misma rige en la vida humana, voy a relatar un fenómeno que aparece inmediatamente después de la muerte del hombre. Tengan ustedes presente el cuadro recordativo que se presenta cuando el hombre está liberado del cuerpo físico y por un breve lapso de tiempo vive solamente en la envoltura de los cuerpos etéreo y astral, antes de proseguir su camino a través del mundo elemental. Para la íntima comprensión del obrar del karma quisiera describir algo extraño que ya aparece durante la visión de dicho gran cuadro y que consiste en la sensación de un crecer, en el extenderse fuera de sí mismo.

Esta sensación va intensificándose más y más, mientras el hombre está todavía en su cuerpo etéreo, y él llega a sentirse en una situación extraña frente a ese cuadro. Al principio son imágenes del curso de la vida, las que él percibe cual un panorama. Después llega un estado -breve tiempo después de la muerte con una duración de horas, o también días, según la individualidad de cada uno- en que se tiene la sensación: yo mismo soy todas estas imágenes. El hombre siente crecer su cuerpo etéreo, como si abarcara todo el espacio en torno de la Tierra hasta el Sol.


Después, cuando el difunto deja su cuerpo etéreo aparece otra sensación sumamente extraña, la que difícilmente se puede describir mediante palabras del mundo físico. Se trata de la sensación de expandirse hacia lejos en el universo, pero como si fuese imposible estar al mismo tiempo en todos los lugares del universo. Sólo aproximadamente se lo puede describir. Se tiene la sensación de estar, por ejemplo, con una parte de su ser en un lugar terrestre, con la otra, en otro lugar, con una tercera parte, en otro lugar distinto, y con otra parte más, fuera del orbe, quizás en la luna.

En cierto modo se tiene la sensación de estar despedazado, con los espacios intermedios como no pertenecientes a sí mismo. La manera extraña de sentirse dentro de lo astral es así: como extendido en el espacio, trasladado a diversos lugares, pero sin ocupar a la vez los espacios intermedios. Esta sensación se mantiene durante todo el período del kamaloka, que el hombre transita retrógradamente hasta el último nacimiento. Esto se realiza como un vivir en las distintas partes de la vida propia, y con ello se va formando la totalidad de la vida en el kama-loka.

Es importante saberlo a fin de formarse una idea de cómo realmente obra la ley del karma. Primero se tiene la sensación de hallarse dentro del hombre con quien últimamente se estaba unido, y después, en sentido retrógrado, en todos los hombres otros seres con los cuales se estaba vinculado durante la vida terrenal.

 


Quien, por ejemplo, en su vida terrenal haya apaleado a otro hombre, sentirá después de la muerte, en el momento respectivo, los golpes, los dolores causados a este último. Y si entonces éste todavía vive donde ocurrió el hecho, una parte del cuerpo astral del difunto se sentirá en ese lugar y allí mismo experimentará las consecuencias. En cambio, si el apaleado también ha muerto, el causante tiene la sensación de encontrarse donde está el otro hombre. Naturalmente, cada uno está vinculado con muchos otros hombres, dispersos en la Tierra como asimismo en el kama-loka. Se está en doquier y esto constituye la corporalidad intermitente característica del período de kama-loka, la que permite vivir en el ser de todos los demás, lo vivido con ellos en la vida terrenal, formando así el vínculo duradero con todos aquellos con quienes se había tenido contacto.

Con el hombre apaleado se está unido por el hecho de haber vivido con él en el kama-loka. Más tarde se asciende al devachan y se vuelve nuevamente al kama-loka; y el cuerpo astral, al integrarse, encuentra la que le reúne con el individuo con el cual se había estado ligado. Habiendo muchísimos vínculos de tal naturaleza, se evidencia que existe un lazo con respecto a todo lo experimentado en la vida terrenal.

Para la que precede se da una explicación bien clara a través del hecho observado por el ocultista, según lo que les he relatado: cinco jueces secretos pronunciaron la sentencia de muerte de un hombre y procedieron a su ejecución. En su vida terrenal precedente esta última personalidad había sido un cabecilla que había ajusticiado a esos cinco hombres. Después de la muerte, durante el período del kama-loka fue trasladada al lugar en que vivían los otros y colocada en el ser de ellos para sufrir los sentimientos de ellos en el instante de matarlos. Esto forma el punto de partida para crear fuerzas de atracción, las que reúnen a las personas respectivas al reaparecer en la Tierra, a fin de que se cumpla la ley del karma.

Así se nos presenta la técnica de cómo obra el karma. También vemos que en el mundo existen distintas maneras del ser, vínculos que ya en el plano astral comienzan a formarse. En el plano físico existe el estado continuo de la substancia, mientras que en el plano astral es posible tener la sensación de partes de la corporalidad unidas entre sí, las que, no obstante, están separadas unas de otras. Es como si uno tuviese la sensación de su cabeza, y nada entre la cabeza y el corazón; después el corazón y entonces los pies, sin nada entremedio. Una parte de la corporalidad puede hallarse en otro continente, perteneciendo, totalmente aislada, a la corporalidad astral; otra parte en la luna, y una tercera en otro planeta, sin necesidad de una unión astral visible entre tales miembros.

Considerando la ley del karma en tal sentido, vemos claramente que aquello que tiene lugar dentro del ciclo de una vida humana, es el resultado de muchas causas que tienen su origen en vidas terrenales del pasado. Ahora surge la pregunta: ¿cómo conciliamos la ley del karma con la transmisión hereditaria? Se dice que existen muchas contradicciones entre ésta y aquella. Se opina que un hombre moralmente bueno tiene que ser el vástago de una familia de iguales facultades, quiere decir que aquel tiene que haberlas heredado de sus antepasados. Considerando los sucesos físicos desde el punto de vista oculto, sabemos que no es así, aunque en cierto respecto los podemos calificar como sucesos de herencia. Vamos a dilucidarlo por medio de ejemplos.

Si consideramos la familia Bach, resulta que en el curso de doscientos cincuenta años nacieron en la misma veintinueve músicos, entre ellos el más ilustre, Juan Sebastián Bach (1685-1750). Para que haya un buen músico es necesario no solamente la facultad musical como tal, sino también un oído físicamente bien formado, una determinada forma del mismo. El profano no es capaz de hacer la distinción en cuanto a lo esencial; es preciso observarlo profundamente mediante fuerzas ocultas. Si bien las diferencias son pequeñas e insignificantes, de todos modos es necesaria una determinada forma de los órganos auditivos interiores, para que alguien pueda llegar a ser músico, y estasformas se transmiten por herencia. En una persona las mismas son similares a las de supadre, abuelo y demás antepasados, al igual que se transmite por herencia la forma de lanariz.


Supongamos que en el plano astral haya una individualidad que esté pronta de encarnarse y buscando un cuerpo físico. Siglos o milenios atrás había adquirido facultades musicales especiales, pero si no encuentra a un cuerpo físico dotado de oídos apropiados, no podrá ser músico, y debido a ello tiende a nacer en una familia que le dé el oído musical. Sin éste la disposición musical no podría desenvolverse, así como el virtuoso más grande no puede ejecutar nada, si no se le da el instrumento necesario.

También el talento matemático necesita algo bien definido. Para ser matemático no hace falta una construcción especial del cerebro, como muchos piensan, pues el pensar, la lógica se desarrollan en él como en otros. Lo importante son los tres canales en forma semicircular que se hallan en el oído y cuya posición recíproca es la de las tres direcciones en el espacio. La formación particular de los mismos condiciona el talento matemático, la disposición a las matemáticas. Se trata de un órgano físico sujeto a la transmisión hereditaria. Esto explica el hecho de que en la familia Bernouilli se hayan encarnado ocho importantes matemáticos.

El hombre moral, para poder practicar su disposición moral, también necesita padre y madre que por herencia le dan un cuerpo físico apropiado. El posee tales padres porque él es tal individualidad y no otra. La individualidad escoge ella misma sus padres, si bien bajo la dirección de entidades superiores. Hay quienes desde el punto de vista del amor materno objetan algo contra ese hecho, pues temen que podrían perder algo, si de la madre no heredan esta o aquella cualidad. Por el contrario, el conocimiento verdadero profundiza el sentimiento del amor materno, pues hace ver que se trata de un sentimiento de amor prenatal, que ya existió antes de la concepción y que condujo al niño a la madre. Ya antes del nacimiento el niño siente cariño a la madre; y el amor materno es el amor recíproco. El amor materno considerado espiritualmente se evidencia como extendido hasta antes del nacimiento, basándose en sentimientos recíprocos.

Muchos piensan que el hombre está sujeto inevitablemente a la ley del karma, sin ninguna posibilidad de alterarla. Mencionemos un ejemplo tomado de la vida común, para el obrar de esta ley. En los libros de un comerciante figuran los asientos Debe y Haber, por los cuales se expresa el estado de su empresa. Este estado obedece a la ley inflexible de la contabilidad. Nuevos negocios permiten anotar nuevos asientos; y se entiende que siempre los habrá después de cada balance. En lo referente al karma resulta que del lado acreedor siempre figura todo lo que el hombre haya hecho de bueno, sensato, veraz, perfecto; del lado deudor, todo lo malo e insensato. En todo momento el hombre está libre para anotar nuevos asientos en el libro de cuentas de la vida kármica. Por esta razón no hay que creer que en la vida rige una ley inalterable del destino.

La libertad no se menoscaba por la ley del k arma; esto implica que referente al karma hay que pensar en el futuro lo mismo que en el pasado. Llevamos en nosotros los efectos de las acciones del pasado, somos los esclavos del pasado, pero los soberanos del futuro. Si este último lo queremos desarrollar bien, debemos anotar en lo posible los mejores asientos en el libro de cuentas de la vida. El saber de que nada de lo que se haga queda sin efecto, y que todo tiene sus consecuencias en el futuro, es un pensamiento grande y poderoso, de modo que esa ley no nos oprime, sino que nos llena de la más bella esperanza. La ley del karma es la mejor prenda de la ciencia espiritual.

La misma nos da tranquilidad por el hecho de que nos abre el horizonte del futuro, y nos da la tarea de ser activos en el sentido de una ley que no contiene nada que nos pudiera entristecer, o que pudiera dar al mundo un matiz pesimista; además, da alas a nuestra actividad de colaborar en la evolución terrestre. El conocimiento de la ley del karma tiene que transmutarse en tales sentimientos. Con respecto al sufrimiento de un hombre se suele decir: lo merece, porque debe cumplir su k arma; y si yo le doy ayuda, interfiero en su karma. Esto es insensato, pues su pobreza, su miseria son el efecto de su vida terrenal anterior, pero si yo le ayudo, contribuyo a que se anote un nuevo factor en su vida, y le hago progresar. Igualmente será insensato, si a un comerciante se le puede sacar de una situación de ruina mediante un préstamo de mil o de diez mil marcos, objetar: no lo hago, pues esto alteraría tu balance. Le ayudo porque sé que en la relación kármica nada permanece sin efecto; y esto debería ser un estímulo para actuar.


También hay quienes niegan la ley del karma desde el punto de vista del cristianismo. Los teólogos dicen: El cristianismo no puede admitir la ley del karma, pues si la misma fuese acertada no podría regir el principio de la muerte redentora. Además, hay teósofos quienes dicen que la ley del karma está en contradicción con el principio de la Redención, pues arguyen que no pueden reconocer la ayuda que una sola individualidad (Jesucristo) presta a muchos. Ambas opiniones son erróneas, pues no comprenden la ley del karma.

Un hombre en situación favorable puede ayudar a otro que carece de lo más necesario; y por esta ayuda agrega un nuevo factor a la vida de aquél. Una persona más potente podrá ayudar a dos necesitados, influyendo así sobre el k arma de ambos. Otro de más poder podrá ayudar a diez o quizás cien personas, y él de máximo poderío podrá dar ayuda a innumerables hombres. Esto no se contradice con el principio de las relaciones kármicas. Precisamente por la infalibilidad del obrar de la ley del karma sabemos que tal ayuda efectivamente influye sobre el destino del hombre.

Se sabe que la humanidad ciertamente necesitaba la ayuda que se le dio por el advenimiento en el plano físico de la individualidad de Cristo. La muerte del Redentor en la Cruz como el Ser Central, constituyó la ayuda que influyó sobre el karma de un sinnúmero de hombres. No existe discrepancia entre el esoterismo cristiano y la ciencia espiritual bien comprendida. Se verifica una profunda concordancia entre las leyes de ambos, y nada nos fuerza a desistir del principio de la Redención. Se nos conduce más profundamente en la ley del karma, si ahora pasamos a la evolución de la humanidad como asimismo a la evolución de la Tierra. Nos hemos referido a algunos hechos a fin de poder comprender esta ley. Otros hechos los comprendemos mejor si consideramos la evolución de la humanidad, no solamente durante el período terrestre, sino también durante los demás períodos planetarios, los que son otras incorporaciones de nuestra Tierra. Esto nos permitirá encontrar algunas añadiduras a la ley del karma, al remontarnos a tiempos remotos del pasado, como asimismo dirigiendo la mirada hacia el futuro lejano.

Como introducción a este tema voy a referirme a un hecho muy importante. Por lo expuesto en esta conferencia se evidencia que aquello que del ser humano percibimos con los ojos físicos, esto es su cuerpo físico exterior, es el resultado del obrar de los principios superiores de la naturaleza humana, quiere decir que su yo, el cuerpo astral y el etéreo, hasta el principio supremo, Atma, trabajan para la formación de nuestro cuerpo. Las partes del mismo en su forma actual no son de igual valor, sino de distinto valor dentro de la naturaleza humana. Basta con que se haga una observación bastante trivial para comprender que en el fondo nuestro cuerpo físico es la parte más perfecta de nuestra naturaleza.


Si se considera, por ejemplo, una parte del fémur se podrá verificar que el mismo no es un hueso compacto, sino artísticamente construido mediante varillas que corren hacia un lado y hacia otro. Quien observe este hueso no solamente con el intelecto sino con el sentimiento, se asombrará de la sabiduría con que el mismo ha sido creado, con el empleo del mínimo de material necesario para sostener la parte superior del cuerpo, según el principio de menor esfuerzo. No hay ingeniería para construir un puente con igual sabiduría que aquella que ha realizado lo indicado en la naturaleza.
 


Si se estudia el corazón humano, no solamente con el criterio del anatomista y fisiólogo, se verificará en el mismo la expresión de sublime sabiduría. No hay que pensar que el cuerpo astral del hombre ya ha llegado a un grado evolutivo tan alto como el corazón humano. El corazón está construido de un modo ingenioso y sabio, mientras que por sus apetencias el cuerpo astral incita al hombre a verter en sí mismo durante decenios lo que para el corazón es veneno; no obstante, el corazón lo resiste durante decenios. Sólo en un estado evolutivo del futuro el cuerpo astral habrá alcanzado el mismo grado que el cuerpo físico de nuestro tiempo, y aquél estará entonces en un nivel mucho más elevado que este último. En el presente el cuerpo físico es el más perfeccionado; menos perfecto está el cuerpo etéreo y menos aún el cuerpo astral. El yo es el bebé entre los cuerpos.

El cuerpo físico tal como en el presente se nos presenta, es el miembro más antiguo de la naturaleza humana, pues para su formación se ha trabajado durante más tiempo. Sólo al haber alcanzado un grado determinado en el curso de la evolución fue impregnado por el cuerpo etéreo, y después de haber actuado los dos juntamente durante cierto tiempo, se les añadió el cuerpo astral, y por último el yo, el que, no obstante, alcanzará un grado evolutivo inimaginable. Así como el ser humano se encarna repetidas veces, nuestra Tierra también ha pasado por distintas incorporaciones y pasará por otras más. La evolución a través de la reincorporación se realiza en todo el cosmos. En su configuración actual, nuestra Tierra es la reincorporación de planetas del pasado. Podemos echar una mirada retrospectiva sobre tres.

Antes de llegar a ser Tierra, ella había sido lo que en el ocultismo -no en la astronomíase llama Luna. La luna actual es, por decirlo así, una escoria echada fuera por inutilizable. Si pudiésemos mezclar nuestra Tierra y la Luna con todas sus substancias y seres, obtendríamos lo que llamamos el precursor de la Tierra, la Luna oculta, y lo que ha quedado como Tierra, es lo que en su evolución, después del desprendimiento de la escoria, se ha mantenido como el resto de la Luna. Así como la Luna de ahora es el resto desprendido proveniente de la Luna como antigua incorporación, así también tenemos el Sol que ahora brilla en el cielo como algo que tuvo su origen en un estado más antiguo aún de la Tierra. Antes de hacerse Luna, como lo expresamos en el ocultismo, la Tierra misma había sido Sol, y éste consistía de todas las substancias y entidades que en el presente forman el Sol, la Luna y la Tierra.

El Sol se ha librado de todos los componentes, con los que, como cuerpo superior, no pudo quedarse, o sea las substancias y entidades que ahora forman la Tierra y la Luna; y en virtud de ello se ha hecho estrella fija. Esta calidad la tiene para el ocultismo, no como algo que siempre ha sido estrella fija, sino que el Sol sólo se ha hecho estrella fija, después de haber sido planeta. acogido en sí muchas entidades superiores a las de la Tierra, análogamente a como la Luna en nuestro cielo, ha recibido las partes peores, por lo cual ha quedado a ser la escoria desprendida. La Luna es un planeta menoscabado. El Sol un planeta elevado.


Al estado evolutivo del Sol ha precedido otro, esto es, el estado de Saturno, de modo que tenemos cuatro incorporaciones sucesivas de la Tierra: Saturno, Sol, Luna y la cuarta, la Tierra misma. Durante la evolución de Saturno, el antecesor del ser humano tenía solamente el principio del cuerpo físico. En el Sol se le añadió el cuerpo etéreo; en la Luna, el cuerpo astral y en nuestra Tierra, el yo. En la conferencia sobre la sangre como líquido singular he expuesto que el yo humano guarda una íntima relación con la sangre, la que no existió en ningún cuerpo humano, antes de incorporarse un yo; y esto significa que esta sangre roja humana está en relación con la evolución de la Tierra misma. La sangre no podría haberse generado, si en el curso de la evolución la Tierra no se hubiera encontrado con otro planeta: con Marte.


Anteriormente la Tierra no poseía el hierro, de modo que no hubo hierro en la sangre; quiere decir que no existió un líquido como la sangre, de la cual depende el hombre del presente. En la primera mitad del estado terrestre lo esencial para su evolución reside en la influencia del planeta Marte, al igual que para la segunda mitad lo esencial proviene del planeta Mercurio. Marte dio a la Tierra el hierro, mientras que la influencia de Mercurio se expresa en que en la Tierra el alma humana llega a ser cada vez más libre y debido a ello cada vez más independiente. En el ocultismo se entiende, por lo tanto, la evolución de la Tierra como dividida en dos períodos, la mitad vinculada con Marte; la otra, con Mercurio. Mientras los demás nombres se refieren a planetas enteros, la evolución terrestre se denomina como "Marte-Mercurio"; quiere decir que con esta designación no se habla de las estrellas actuales Marte y Mercurio, sino que precisamente de lo que en la primera y segunda mitad de la evolución terrestre ejerce las referidas influencias.

En el futuro la Tierra se incorporará en un planeta nuevo al que se llama Júpiter. El cuerpo astral habrá entonces alcanzado un grado evolutivo de tal naturaleza que ya no estará opuesto al cuerpo físico, como si fuera su enemigo, como ahora sucede, sin embargo aún no Habrá llegado a su nivel supremo. El cuerpo etéreo habrá entonces llegado al grado del cuerpo físico de ahora, pues habrá pasado por tres evoluciones planetarias, al igual que ahora el cuerpo físico. En la incorporación que seguirá a la de Júpiter el cuerpo astral habrá llegado al grado evolutivo del cuerpo físico de ahora, habiendo pasado por las evoluciones Luna, Tierra y Júpiter y llegado a la evolución Venus. En la última incorporación, la de Vulcano, el yo habrá alcanzado su más elevada evolución. De lo expuesto resulta pues que las futuras incorporaciones de la Tierra serán: Júpiter, Venus, Vulcano.

Estas denominaciones aparecen también en los días de la semana. Hubo un tiempo en que los nombres correspondientes a los hechos en torno nuestro fueron dados por los iniciados. En nuestro tiempo ya no se siente la íntima relación entre los nombres y los objetos. Los nombres de los días de la semana debieron despertar en el hombre el recuerdo de su desarrollo a través de los estados evolutivos de la Tierra. Consideremos primero el sábado: día de Saturno, en inglés Saturday. Después el domingo: en alemán Sonntag, día del Sol. El lunes: día de la Luna. Luego Marte y Mercurio, los dos estados de la Tierra: día de Marte, martes; en germano antiguo: día de Ziu o Dienstag; en francés mardi ; en italiano martedi. Miércoles: día de Mercurio; en italiano mercoledi, en francés mercredi.

Mercurio es lo mismo que Wotan. Tácito habla del día de Wotan, que en inglés todavía es Wednesday. Después el día de Júpiter, el que en alemán es Donar, por lo tanto: Donnerstag; en francés jeudi; en italiano giovedi. Viernes, el día de Venus, la que en alemán es r'reia: Freitag, en francés vendredi; italiano venerdi.



La sucesión de los días de la semana nos hace recordar el devenir de la Tierra a través de sus distintas incorporaciones.

Rudolf Steiner