Una vez superadas las iniciaciones
de los bautismos por el agua de la
purificación y del fuego de la renovación, al Iniciado en las lides de la vida
le queda por pasar la suprema Iniciación de la Muerte del cuerpo físico; pero
al contrario que las dos anteriores, en las que es la propia Personalidad
evolucionada la que sale a su encuentro, en esta ocasión es el Iniciado “Hombre
Nuevo”, cual ermitaño el que se encuentra a la espera de su Suprema Iniciadora.
En realidad toda nuestra Vida es
un Camino Iniciático completo y donde el vivir es una permanente preparación
para este último encuentro en el Plano Físico. El nacimiento supone la entrada
del Recipiendario al Templo Iniciático, cargado de Luz, que es el Mundo tras
haber pasado nueve meses en el Cuarto de Reflexión del útero materno. La toma
de consciencia plena de nuestro cometido en la Vida de servicio a los demás,
que a cada cual le llega en diferente momento, supone esa elevación que es la
Iniciación por el Fuego del Espíritu, dado que se trata de eso, de la toma de
poder pleno del Ser Eterno, de Yo Soy, de todos sus vehículos de manifestación.
Donde antes solo había Personalidad, ahora mora la divinidad.
El Ser Humano pasa por la vida
superando las pruebas impuestas por los Misterios menores o de Isis, de la
Materia, del Mundo que nos toca vivir, de la Tierra. En caso de que se intente
huir de cualquiera de dichos exámenes, nos volverán a salir al paso de nuestra
existencia una y otra y otra vez, hasta que les hagamos frente. Nuestra
responsabilidad, como iniciados, es no ir a su forzado encuentro sino hacerles
frente cuando nos alcancen.
Algunos intentan y dicen
encontrarse inmersos en la Iniciación de los Misterios Mayores o de Osiris, del
Sol, del reflejo físico del Eón creador del Sistema Solar; pero lamentablemente
se encuentran en un terrible error que les ciega sus ojos, dado que los
Misterios de Osiris, los verdaderos no inventados por el Ser Humano, solo se
conceden tras haber traspasado el velo de la Muerte.
A pesar de que la Vida es la
suprema Escuela Iniciática, a la generalidad de la humanidad, desde que nacemos
nos inculca, el Sistema, que esta Vida está para miles de cosas, entre ellas su
gozo y disfrute, e incluso el aprendizaje de conocimientos que en mucha
ocasiones no dejan de ser otra cosa que una pesada rémora para que, en su momento, el Espíritu de Yo
Soy, pueda elevar su majestuoso y celestial vuelo hacia su verdadera morada
celestial. Al Hombre no se le enseña que ha venido a este Mundo a Morir y es,
exactamente esto, la esencia y fin último de la Existencia.
La Muerte supone para la
Consciencia de nuestro Ser Eterno, un renacer similar al que se produce cuando
la bella mariposa surge del capullo que construyese la original e informe
oruga. En realidad, la Mariposa siempre estuvo presente en el gusano como el árbol
se encuentra implícito en la semilla.
Hay algo muy importante que todo
Iniciado del Campo de Batalla de la Vida debe de tener en cuenta: Nunca, jamás
se debe ir al encuentro de la tercera y suprema Iniciación. El Candidato, cada
uno de nosotros, debe mantenerse en un estado de paciente espera porque del
mismo modo que las anteriores iniciaciones no son efectivas si no nos
encontramos preparados, el simple hecho de dejar la vida física no supone que
hayamos sido iniciados. Debe quedar meridianamente claro que la Muerte solo es
una Iniciación cuando el Iniciado está perfectamente preparado, pues en caso
contrario lo único que sucede es que es reenganchado a la noria del Samsara y
estará condenado a repetir, en una nueva existencia física, aquellas pruebas,
lecciones y exámenes que el individuo no hubiese superado por haber huido, en vida,
de ellos.
Recuerden: El suicidio jamás fue o
será una opción válida.
La mayoría de las religiones
establecidas en nuestro Plano de Existencia tienen instituidos algún tipo de
Sacramento para el momento crucial en el que el Alma, con toda su carga espiritual,
o el Espíritu con toda su alma recuperada. La extremaunción o santos óleos, en
el caso de la Iglesia Católica, y el consolamentum
en el caso de la antigua Iglesia Valdense, mal denominada Cátara.
Del mismo modo que vimos en el
artículo anterior, dedicado a los dos bautismos, queremos hacer hincapié en que
más que sacramentos externos se trata de símbolos externos para recordarnos a
nosotros y al pronto difunto que ha llegado la hora de la tercera y última
Iniciación. Es un sacramento mágico, si se quiere, en el sentido de ayudarnos a
recordar lo que somos, del porqué estamos aquí y hacia donde nos dirigimos.
Que somos una entidad divina, que
estamos aquí con el fin de adquirir experiencia preparatoria para enfrentarnos
a la Iniciación suprema y que nos dirigimos, de regreso, hacia nuestro Hogar
Celeste. Existe un Sacramento, nunca lo negamos; pero se trata de un Sacramento
interno, interior y que solo puede ser efectivo si el Iniciado se encuentra preparado,
lo acepta de buena voluntad y ha llegado la hora previamente programada.
Cuando el Hombre o la mujer se
han preparado de forma adecuada para el último paso iniciático que es la
Muerte, esta acudirá en lugar y hora y tomará, con cariño, la mano del Iniciado
para conducirlo al interior de su Eón Celeste. Un dulce y amable caballero para
las señoras y una luminosa dama para ellos.
Recuerden: No tengan miedo,
cuando llegue la hora. Acéptenlo con naturalidad y sin miedo porque con la
Muerte no se acaba nada, se da un salto evolutivo espectacular que nos
conducirá a otros mundos, otras aventuras con las que lidiar.
Preparense, sin pausa, para la llegada de ese majestuoso día.
Aralba