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lunes, 7 de julio de 2014

Los dos bautismos y el Cristianismo Original

No es nuestra intención crear una religión nueva, ni tan siquiera recrear la que consideramos como la original fuente del Cristianismo sino mostrar luz sobre un asunto común a todos los cristianos y que, por diversos motivos, los ha venido dividiendo en diversas comunidades que mantienen doctrinas diferenciadas; pero de un origen divino común.

Religión procede de Religare que significa religar o unir lo que un día fue separado; es decir el Hombre de la Fuente Original y a la que las diferentes creencias denominan como Dios con sus diferentes acepciones o apellidos. "Por sus obras los conoceréis", se dice en los evangelios y si esto es cierto, que no lo dudamos, las diferentes religiones existentes utilizan el término de Religión de forma improcedente, dado que la Historia nos muestra que más bien funcionan como fuente de separación entre los hombres y, entre los hombres y la Fuente Divina.

La verdadera Religión Cristina se encuentra expresada en el Bautismo, un único Bautismo compuesto de dos iniciaciones progresivas; pero bien diferenciadas: El Bautismo del Agua (Afecta al Alma) y el posterior Bautismo por el Fuego (Afecta al Espíritu).

Generalmente se considera, por todas las corrientes eclesiásticas, al Bautismo como un Sacramento con poder en sí  mismo y que se concede mediante algún tipo de Ceremonia; pero lo cierto es que no deja de ser otra cosa que una Iniciación simbólica y que tendrá consecuencias, o no, dependiendo de su actitud en la Vida del Cristiano.

En las religiones oficiales, de un modo u otro, el Bautismo viene a significar la aceptación de Jesús como el salvador de los pecados del Hombre; es decir que el recipiendario acepta por fe la figura de Jesús como su redentor. Esto evidentemente no sucede en el Bautismo de los infantes y en donde son los padres de la criatura bautizada los verdaderos intercesores y responsables del Sacramento. En el Infante el Sacramento le viene impuesto y como tal es investido con su supuesto Poder. Evidentemente los padres se comprometen a que la Criatura crezca y se mueva por el Camino de la Fe. En los cristianismos de la Reforma Protestante, consideramos que con mejor criterio, el Sacramento del Bautismo no se concede hasta que el recipiendario tiene el suficiente uso de razón como para abrazar, por sí mismo, la Fe que se le ofrece.

Dicho lo cual, vemos como un Proceso iniciático que solo corresponde al Recipiendario y a su actitud ante la Fe o Gnosis, fue transformado, con el tiempo, en un Sacramento con Poder en sí mismo capaz de cambiar, supuestamente, a la Persona por el mero hecho de recibirlo.

El simbolismo del Bautismo por agua representa la limpieza del cuerpo y por ende del Alma, de Ánima, animal. Limpieza necesaria para que el Recipiendario pueda recibir en su Ser, simbólicamente en su Corazón, la Fe o Gnosis. En las religiones oficiales generalmente se acepta que lo que se recibe y se asienta en el Trono del Corazón es la Figura de Cristo-Jesús, como algo ajeno al individuo; es decir empieza, a partir de dicho instante, a formar parte de él la figura del Cristo Redentor.

En realidad se trata de un error impuesto, en el transcurso de la historia de las religiones cristianas, por supersticiones ajenas al Cristianismo Original, dado que de lo que se trata es de, con el simbolismo de la inmersión en el agua, eliminar del Cuerpo físico y por lo tanto del Alma animal, todas aquellas impurezas de las diferentes personalidades que impiden que la Gnosis, la Fe o Verdad Divina, de origen Celestial, pueda penetrar hasta el Trono simbólico del Corazón donde se asienta, desde el mismo nacimiento, el "Cristo durmiente" o Chispa de espíritu divino que todo ser humano llevamos con nosotros y que es nuestro verdadero Ser. Solo tras la Iniciación efectiva del Bautismo del Agua, la Chispa de Espíritu puede ser tocada por la corriente vibratoria de la Gnosis y despertar a la Verdad. Verdad que supone el reconocimiento de que no solo somos animales sintientes sino criaturas espirituales; en definitiva, hijos de Dios.

El verdadero Bautismo iniciático supone el reconocimiento de un Estado que antes nos era desconocido y supone una iniciación efectiva que durará un determinado periodo de tiempo y que tan solo dependerá de la limpieza que realicemos en nuestro vehículo físico-anímico y por lo tanto de la capacidad de recibir la suficiente gnosis, energía divina, como para alimentar al bebé recién nacido y que los rosacruces vienen a denominar como el "Capullo de la Rosa del Corazón".

Tal y como dijo Pablo en sus epístolas, este recién nacido debe de ser alimentado de leche, dado que la carne aún no puede ser digerida. Es decir, que lo mismo que el nacimiento del Alma, la Rosa, no se produce, ipso facto, por el hecho de recibir un determinado sacramento, así el crecimiento y florecimiento de la Rosa, el Alma Crística, también es un proceso que puede ser más o menos lento. Esa leche a la que se refería Pablo no es otra cosa que el Amor y la bondad, en todas sus manifestaciones, que supone un cambio progresivo en la Vida del Iniciado. Donde antes el Individuo actuaba de forma egoísta, ahora lo hace de forma altruista y desinteresada. Ese darse a los demás no es otra cosa que la leche simbólica a la que se refería el Apóstol Pablo.

Transcurrido un determinado tiempo, variable para todos los individuos humanos, el Iniciado se encuentra preparado para la segunda parte de la Iniciación, el Bautismo por el Fuego del Espíritu Santo y donde ese alimento simbólico de carne supone el aceptar la responsabilidad total de lo que supuso la aceptación de la Fe, Gnosis Celestial. El Primer Bautismo fue un acto de aceptación primero y de preparación emocional después; pero ahora la exigencia es infinitamente mayor dado que se debe de procurar un camino de accenso al Cristo, a la Rosa del corazón ya formada, del músculo cardíaco, donde hasta ahora se encontraba su asentamiento, hacia el Trono de la Cabeza o de la Razón.

Esta Iniciación se concede, de forma simbólica, mediante la imposición de Manos de un Sacerdote Iniciado en los misterios de Melquisedec. Hasta ese instante, el Iniciado, había seguido el Sacerdocio de Aarón y había trabajado sobre sus propias emociones; pero a partir de este instante sagrado ha llegado el momento de que la Personalidad, como un conjunto unido, no disgregado, ofrezca en supremo sacrificio el Bastón de Mando al Cristo que moraba dormido, despertó y creció en su Corazón.

Es a partir de este segundo Bautismo renovador por el fuego que el Hombre Antiguo se ha transformado en el Hombre Nuevo, el Hijo de Dios consciente y que sus actos ya no serán producto de su Alma emocional sino de su Ser Espiritual y Eterno. Es solo entonces cuando la Iniciación es completa y que podemos hablar del Poder del Sacramento. Porque el Sacramento del Proceso de los dos bautismos no es algo que nos pudiera ser impuesto desde el exterior sino que es algo que crece, dado que ya existía con anterioridad, y toma Vida plena en nuestro Interior. 

El Trabajo de este Superior Iniciado será la consecución del Cuerpo Alma de Espíritu, la  Rosacruz Dorada o Fenix Celeste, para retornar, junto a todos sus hermanos, al Plano Original de donde proceden.


Aralba