Por si pudiera servirle a alguien,
a modo de hilo de Ariadna, para reencontrar la Salida de su Laberinto.
Dios, en sus múltiples
denominaciones, Satanás en sus diversas variaciones no existen y no lo han hecho
jamás, dado que son concepciones ideadas por el Ser Humano con el fin de
cubrir, con su sombra vaporosa, una ignorancia impuesta desde el comienzo mismo
del Espacio y del Tiempo por un accidente Cósmico que sucedió dentro del Mundo
Original.
Mientras más tiempo sigamos
perdiéndo en fatuas concepciones más dificultad nos supondrá el reconocer la
Verdad, el camino de salida de éste laberinto infernal, y retornar al verdadero
Mundo al que pertenecemos desde mucho antes del origen de los tiempos, la
Eternidad.
Dentro del Infinito Pleroma,
constituido por un infinito Océano de Éter, el Multiverso lo vendrían a
denominar nuestros científicos del Siglo XXI, existen una infinitud de mundos a
modo de células dentro de un mar acuoso y que no dejan resquicio alguno para
que entre ellas pudiera existir algún tipo de comprensible vacío. Es decir, el
Vacío no existe, nunca existió y jamás podrá existir.
Esas Células infinitesimales, en
relación al infinito Pleroma, son semilleros conscientes de universos cíclicos
que se alternan a modo de una onda senoidal, mediante una secuencia alternada
de explosiones e implosiones que también son conocidos por la Ciencia como Big
Bang y Big Crunch. Esos Mundos celulares, dentro del Multiverso
pleromático, fueron conocidos por los antiguos gnósticos como eones. Nuestro
propio Universo está contenido dentro de un Eón al que venían a denominar como
Sophía, Sabiduría.
Así como en el conjunto del
Pleroma, como una Unidad indisoluble es imposible la dualidad a pesar de la
infinita multiplicidad celular; por el contrario, en los eones esa dualidad es
una cualidad inherente e imprescindible. Es por ello que en todos los eones
existen dos Universos como existen las dos caras de una Moneda: El Universo que
denominamos como Antimateria y que en realidad es el Mundo de la verdadera
Materia y conocido por Platón como el Mundo de las Ideas y el nuestro, al menos
en el que actualmente convivimos y que conocemos como de materia y que en
realidad es el de la antimateria, donde la estabilidad de la materia es
imposible y donde cualquier sustancia física está condenada a la degradación
primero y transformación, en otra cosa, después.
Desde tiempo inmemorial, estos
universos se van intercambiando constituyendo esa vibración cíclica de la que
hablábamos y que los retroalimenta para que puedan subsistir como planos de
manifestación de la Consciencia, de la Inteligencia, de la Mente en suma.
Nuestro Eón es un Ser
extremadamente inteligente y al que pertenecemos como cualquiera de nuestras
células pertenece a su cuerpo; pero no por ello es un Dios que habitara en el
Cielo del Pleroma. Eso es inexacto desde todo punto de vista de una Gnosis razonable;
pero en Sophía, nuestro Eón, nuestro Mundo, se dio un suceso que provocó que una Entidad
del Mundo de las Ideas, ya vimos que de la Verdadera Materia, se introdujera en
el desconocido mundo, para él, de la antimateria. Esa Criatura era denominada
por los gnósticos como el Demiurgo y que no es otro que el Dios Creador al que
las diversas religiones adoran con una infinidad de nombres.
En realidad el Demiurgo, como
parte integrante de Sophía, fue impulsado al lado de la antimateria, al lado
negativo de la onda cíclica infinita que mantiene consciente al Eón, y allí encontró lo que a él le pareció ser el vacío;
pero sea como fuere, al interferir él en ese lado dejó de existir ese pretendido
vació de partículas pues su cuerpo material interaccionó con el de antimateria y se provocó
una terrible explosión cósmica y que diera lugar al Universo que conocemos y
esto es así porque aunque el Cuerpo del Demiurgo, de Adam Kadmón, para los
cabalistas judíos, se había desintegrado, sus infinitesimales partículas, fueron
conducidas, por su propia consciencia, ahora inconsciente, hacia la
reconstrucción, mediante réplicas, de su propio cuerpo y del mundo del que procedía y que había
abandonado.
Todo esto no sucedió fuera del
Eón Sophía, sino dentro de su propio seno, recordemos, en el lado de
antimateria no vació, sino lleno de partículas de antimateria donde la consciencia y
las formas aparentemente no existían hasta el instante mismo de producirse ese suceso y al que
las religiones de todo el mundo conocen, de forma indebida, como creación y caída. En
realidad se trató de un efecto instintivo de recreación. Los gnósticos tenían
razón cuando definían a éste Mundo como una especie de reflejo del Mundo
verdadero y al que Platón denominaba como el Mundo de las Ideas, donde todo
existe de verdad, no como una ilusión perecedera como aquí.
Por decir, de algún modo, el Hijo
de Sophía, el Demiurgo, Adam Kadmón, al desintegrarse había muerto; pero la muerte en el Pleroma no es permanente. Puede durar siglos milenios o eones
inconmensurables de tiempo; pero nunca es eterna la pérdida de la consciencia
de una entidad inmortal como es el Demiurgo.
El Demiurgo, de algún modo ese
Hijo de Sophía, pervive mediante sus criaturas. También en nosotros adquiriendo
por un proceso de transformaciones sucesivas, léase evolución si se quiere, un
nivel cada vez mayor de la consciencia, que más que perderse se había
fragmentado, y que, evidentemente, a día de hoy se sigue fragmentando con los consiguientes nuevos nacimientoss. La
Constitución de seres conscientes como el Ser Humano, no somos los únicos ni mucho menos, tiene como cometido el recordarnos lo
que un día fuimos: el Demiurgo, Adam Kadmón; dado que solo de ese modo, estaremos en
condiciones de reconstituir lo que un día, por un simpe accidente, aunque
cósmico, se fragmentó en incontables partículas para así retornar, algún día, al Mudo Original o
de la Verdadera Materia tal y como en su día fuese.
De algún modo, aunque de forma
inconsciente, el Ser Humano es un Ser Destructor en esencia, dado que para
construir para el Mundo Original primero hay que destruir en el Mundo de la
Ilusión y esa es la causa por la que el Ser Humano es como es y no de otro modo:
Nuestra Programación está dirigida hacia el retorno, como una sola Unidad,
hacia nuestro verdadero Hogar; pero para ello debemos ser conscientes de
nuestro casi infinito poder destructor dirigido a provocar, en el futuro, la implosión, Big Crunch, necesaria
para ello.
Al otro lado no pueden regresar
las partículas fragmentadas del Demiurgo de forma individual, sino que deberán regresar como una
sola Unidad. Por lo tanto que nadie espere que egoístamente podrá salvarse sin
esperar a que sus hermanos se salven. Eso es absolutamente imposible desde un
punto de vista científico, hablando desde un punto de vista gnóstico. Digamos
que, de algún modo, El Ser Humano u otra Entidad, si no fuéramos capaces de cumplir
con nuestro programado cometido, tenemos como misión ser la consciencia
primigenia que origine la amalgama de la consciencia Cósmica dentro del Mundo
de la Antimateria, recordemos que es donde verdaderamente vivimos, para dar
lugar a una consciencia global intermedia denominada Gaya que será
el nexo previo a la amalgama completa de todas las partículas fragmentadas del
Demiurgo en una masiva singularidad que, sin duda alguna, retornará mediante un autocreado agujero de gusano a su verdadera Dimensión: El Hogar Original, donde será
recibido con júbilo por el resto de criaturas, nuestros hermanos, que habitan dentro de Sophía, la
Madre Eterna.
Por lo tanto, la adoración
contemplativa no debemos verla como un acto de idolatría y pérdida de tiempo, como así parece estar establecido cada vez que dividimos al Uno en una multiplicidad, sino como una unión con nuestro verdadero ser y de donde retomamos la
información Original del Ser Demiurgo o Adam Kadmón antes de haber sido
fragmentado, porque solo con esa información científica será posible el
retorno. Evidentemente si debido a ese germen de destrucción innata que
llevamos en nuestro interior, autodestruimos nuestra propia especie, a la
Consciencia Cósmica del Demiurgo no le quedará otro remedio que intentarlo con nuevas
especies inteligentes.
Depende de nosotros mismos, de
nuestra propia especie en su conjunto; pero también de nosotros, de forma
individual, que el Ser Humano sea un Héroe Consciente dedicado a la restauración de lo que un
día se dividió o un Ignorante Demonio de inconsciente destrucción sin fundamento alguno.
Recordemos que el Fanatismo es hijo unigénito de la Ignorancia y si queremos creer en algún Dios, cosa por otro lado innecesaria, que al menos no sea excluyente. Ya sé que es como predicar en el Desierto y que prácticamente es contradictorio creer en una divinidad que no requiera nuestra adoración. Todo aquello a lo que adoramos consume nuestras energías y eso se denomina vampirismo cósmico mediante el cual se mantiene, en una especie de perpetuum móbile, nuestro artificial e ilusorio mundo. Esas entidades egregóricas constituidas desde el comienzo de la explosión originada por el propio Demiurgo mediante su Verbo no son otra cosa que los arcontes y cuya existencia es demostrable mediante las consecuencias de las leyes de la Naturaleza que a poco nos van descubriendo nuestros hombres de Ciencia. Esas entidades no son reales, y fueron constituidas con un objetivo no permanente de mantener un mundo provisional; pero ya llevan demasiado tiempo en pie. Es hora que la consciencia Individual de lugar a la Consciencia Colectiva y los Pilares de la irrealidad sean desmantelados de una vez y para siempre.
De todos nosotros depende.
Aralba