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domingo, 30 de septiembre de 2012

Los Pilares de la Pansofía (PHILEAS DE MONTESEXTO) 4




La Sala Preliminar


(Primera estancia)

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:24)
 


“La suerte está echada”




Al subir el último peldaño de la escalera del vestíbulo deberás tener en cuenta que estás a punto de dar el primer paso, tal vez el más importante, el primero de muchos en esta senda fascinante de la Sabiduría Primordial, repleta de desafíos y aventuras. Al abrir la pesada puerta de goznes chirriantes, entrarás en una estancia oscura y húmeda, iluminada débilmente por un único candil, donde podrás observar una impactante losa grisácea con la inscripción grabada: “Alea Iacta Est” (“La suerte está echada”), una invitación a que reflexiones sobre el importante paso que te has atrevido a dar. En la placa también aparece dibujado un cuervo negro y una calavera, que ciertamente no desentonan con el ambiente lúgubre de este lugar. En él, todo nos recuerda que una parte de nosotros tiene que sacrificarse y morir para que en nuestro interior nazca algo mejor. Para que la planta nazca y crezca, debe morir la semilla.

Si has dado el primer paso motivado por simple curiosidad o morbo por conocimientos exóticos, tal vez sea mejor que vuelvas atrás, porque el camino iniciático no es para los tibios ni para aquellos que buscan incorporar elementos fantasiosos a una vida aburrida y sin desafíos. Esta senda de perfeccionamiento tampoco es un pasatiempo ni una moda, pues implica un cambio radical de tu vida, la aniquilación del viejo “yo” para que nazca un nuevo ser. Resumiendo: para avanzar debes estar seriamente dispuesto a cambiar tu existencia, tener pureza de intenciones y comprometerte seriamente contigo mismo.


El primer paso para comenzar a transitar el sendero de la Pansofía consiste en tomar conciencia de nuestra situación actual, de nuestro alejamiento de la esencia divina y de nuestra necesidad de encontrar un conocimiento filosófico vivencial que brinde respuestas a nuestras preguntas, suministrándonos herramientas poderosas para trabajar interiormente. Esto significa que –en esta primera instancia– debemos darnos cuenta que la sociedad desacralizada suele arrastrarnos a una situación insostenible, haciéndonos olvidar nuestra verdadera naturaleza, por lo cual se hace imperiosamente necesario encontrar un método de entrenamiento interior confiable que nos libere de esta ilusión y que revolucione nuestra conciencia.


Los hombres que llegan hasta este punto crucial del sendero y desean cambiar, generalmente adoptan una de estas tres posturas:


a) El valiente: Es aquel individuo que decide –sin vacilar– dar un cambio radical de su existencia, analizando y modificando sus comportamientos viciosos para poder transitar hacia la autorrealización.
 

Esta opción implica mucho sacrificio, dedicación y trabajo, pero con un método gradual y ordenado, inspirado en las enseñanzas primordiales, el éxito está asegurado.

b) El cobarde: Es aquel individuo que –aun sabiendo que debe cambiar– no mueve un dedo para salir de su triste situación. Los cobardes y timoratos que anhelan “cambiar sin cambiar”, quieren obtener resultados diferentes haciendo lo mismo de siempre, y van pasando de organización en organización, de iglesia en iglesia, de secta en secta, sin practicar ni interiorizar ninguna de las enseñanzas que se les brinda.


Muchas veces, estas personas –convencidas de la validez del Sendero Iniciático pero sin fuerza de voluntad para caminarlo– bajan los brazos y se resignan a continuar viviendo de la misma manera que siempre, aunque adoptando una “postura espiritualista”, llenando su casa de objetos “místicos”, practicando algunos ejercicios aislados sin una metodología apropiada e incluso usando palabras exóticas, conformando de este modo una especie de “máscara espiritual” que –al carecer de una base sólida– se descascara con mucha facilidad. El cobarde tiene un gran problema: no tiene la constancia necesaria para pasar de la teoría a la práctica.


c) El indiferente: Es aquel individuo que sabe que debe modificar profundamente su vida pero que –ante las dificultades del sendero– prefiere optar por la comodidad burguesa que le ofrece la sociedad de consumo. Entre la aventura y el sofá, el indiferente elige el confort del sofá.


En ocasiones, estas personas acuden a conferencias, cursos y charlas sobre temas espirituales, pero cuando llega el momento de comprometerse, vuelven a sus casas, toman el control remoto de la tele y se olvidan del tema.


El indiferente no solamente no tiene constancia y la voluntad para pasar de la teoría a la práctica sino que se auto-engaña creyendo que la sola lectura de libros esotéricos y espirituales lo puede ayudar mágicamente a avanzar en el sendero. De este modo, el indiferente puede saber muchísimo sobre filosofía esotérica y convertirse en un “erudito”, pero su vida no tiene diferencias significativas con el hombre profano que lo ignora todo.


El futuro tiene muchos nombres:
Para el débil es lo inalcanzable,
Para el miedoso, lo desconocido.
Para el valiente, la oportunidad.


(Víctor Hugo)

Digámoslo claramente: el cambio de vida que propone la Filosofía Perenne es “radical” (del latín “radix”, “ir a la raíz”) y por eso los Maestros siempre han insistido en que el camino no es para los tibios. “Abandona tu vida si quieres vivir”, decían los antiguos tibetanos y eso es justamente lo que significa este primer paso: Morir.


Así pues, modificar desde la raíz nuestra existencia implica matar al “viejo hombre” (“palaios anthropos”) para que nazca el “hombre nuevo” (“neos anthropos”) en consonancia con el antiguo llamado bíblico: “Despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos (...) y vestíos del nuevo hombre”. (Efesios 4:22-24)


Esta muerte mística está enmarcada en una “conversión” o “ruptura de nivel” (tal como la llama Mircea Eliade), un quiebre con la vida ordinaria y profana para ingresar en una nueva existencia regida por principios trascendentes y por una comunión íntima con la divinidad. Esta ruptura a veces es llamada “metanoia” (“meta”, más allá y “noia” pensamiento) y alude a un salto cualitativo en nuestra forma de ser. La metanoia es un “hito” en nuestra vida, por eso debe ser radical, un punto de inflexión pues a partir de ese momento nuestra forma de observar e interpretar el mundo no seguirá siendo la de antes.


Esta ruptura necesariamente tiene también como consecuencia una modificación de nuestros hábitos y una transformación de nuestra conducta, lo cual significa que ante los mismos estímulos externos nuestra reacción deberá ser diferente. Obviamente, esta “metanoia” o ruptura es simplemente un primer paso ya que para poder actuar con total coherencia con estos ideales elevados deberemos realizar un arduo trabajo de purificación interna, como veremos más adelante.


“Metanoia” no significa reformar o hacer pequeños ajustes ni tampoco arrepentirnos (3), sino revolucionar nuestra existencia y volvernos más conscientes.


Este abandono de lo mundano no implica, necesariamente, aislarse de la sociedad sino adoptar una nueva perspectiva, lo cual se traduce en uno de los primeros desafíos del neófito: IMITAR A LAS SALAMANDRAS, esos seres elementales legendarios que lograban vivir en el fuego sin ser afectados por las llamas.


Es muy posible que los aspirantes sean arrastrados varias veces por sus viejas amistades a sus viejos vicios, pero si esto sigue ocurriendo durante muchos años en forma reiterada, sería bueno preguntarse seriamente si hay una disposición real a cambiar o si –por el contrario– se ha elegido inconscientemente la postura cómoda y sin compromisos del cobarde, aquel que carece de la constancia y voluntad necesarias para avanzar a paso firme por el gran sendero.


Resumen de la Sala Preliminar:


* Un cambio auténtico y consciente implica sacrificio. Para que la planta nazca y crezca, debe morir la semilla.
* Para que nazca el “hombre nuevo” (“neos anthropos”) debe morir el “hombre viejo” (“palaios anthropos”).
* El cambio de vida que propone la Filosofía Perenne es “radical”, una revolución de nuestra existencia y una ruptura con nuestro estilo de vida anterior.
* El Sendero Iniciático no implica aislamiento ni abandono de la sociedad. Por eso se pide al neófito que sea “como las salamandras”, es decir que viva en el fuego sin quemarse.


Para saber más