Existen dos números sagrados que representan al macrocosmos y al microcosmos. Estos son el 9 y el 3; pero dado que todo en el Multiverso emanado del Pleroma, funciona a saltos evolutivos que dan lugar, tanto a las espirales que conforman la estructura de las galaxias como a las de las conchas de los Nautilus; esos 9 y 3, aún siendo el final de algo, también son los peldaños previos a más elevadas etapas evolutivas, del macrocosmos y del microcosmos respectivamente.
El 10 y el 4 son los peldaños posteriores.
En el macrocosmos, representado por el círculo de ouroboros, vimos la estructura de los nueve grados iniciáticos; pero también el décimo que no deja de ser más que el primero en un grado más elevado de la espiral.
En el microcosmos sucede otro tanto de lo mismo y a pesar de que todos los seres, en mayor o menor grado, están constituidos de cuerpo (Sustancia) alma (Personalidad) y espíritu (Vida), y que puede vivir, en este mundo, gracias a la existencia de los elementos Tierra, Agua y Aire, en otras tradiciones podrían cambiarse los términos; también existe un cuarto elemento, representado en lo material por el plasma del fuego, y que vendría a ser el nexo de unión entre lo corruptiblemente material y lo eternamente pleromático, dado que la materia es sublimada gracias al fuego purificador del Espíritu Inmortal.
El Hombre Original, Adam Kadmón, El Christos Cósmico, es y fue siempre, lo primero y lo único de donde surge la sustancia del mundo; dado que, cual Osiris, en el origen de todo lo que existe, es descuartizado, se desmiembra en todas sus partículas, sacrificándose, para dar lugar a la composición subatómica de la Naturaleza.
Las partículas del Hombre que contienen la esencia de su espíritu son los eones que permanecen, desde el comienzo de la creación, en un periodo de letargo indeterminado.
Es a través de sus criaturas, los seres humanos somos algunas de ellas, que los eones del Hombre original van tomando primero, consciencia de su verdadera situación y segundo, de la acción que deben de llevar a cabo para alzar su pie y dar el paso que los eleve del escalón en que actualmente se encuentran.
Para dar ese paso, el ser humano que es parte, como todo lo existente, del Hombre original, encuentra el Camino electromagnético y que no deja de ser otra cosa que la información desperdigada en el multiverso, en forma de memoria, contenida en algunas sub-partículas atómicas conocidas como los neutrinos y otras, taquiones, por descubrir.
Esa información denominada metanoia es la responsable de los grados iniciáticos en la evolución de la personalidad del Ser Humano y estará activa hasta que el Hombre alcance la unidad del alma individual con el colectivo espíritu del Pleroma eterno.
Esos tres pasos o puntos quedarían huérfanos si no existiese la posibilidad de escapar de la órbita actual, en la que nos encontramos, y no pudiéramos elevarnos a otra más cercana al Pleroma, a Dios, y que no es otra cosa que la reintegración de Adam Kadmón, de Osiris, en un Cuerpo Celestial que incorpore en sí todas las experiencias tomadas del primer triángulo para llevarlas a un segundo y tercero y…
Así como el oruroboros, la adimensional esfera del macrocosmos, no es estático sino que la espiral tridimensional va haciéndose más y más grande, la Tetraktys, el microcosmos va construyendo nuevas triadas de sublime espiritualidad. El Cuatro, Dios, es el Hombre nuevo que dará lugar a una nueva Naturaleza para proseguir un Camino, en perpetuum móvile eterno y sin final,
Aralba