Páginas

domingo, 9 de octubre de 2011

COMPRENSIÓN DE CHRISTIAN ROSENKREUTZ por Rudolph Steiner

Conferencia pronunciada en Neuchate, 1912

Amigos míos:

Ustedes me han solicitado que nuestra charla de hoy se relacione con el tema que traté en este mismo lugar el año pasado. En aquella oportunidad destacamos el hecho de que la iniciación de Christian Rosenkreutz en el siglo XIII se llevó a cabo de una manera muy peculiar y que desde entonces su individualidad quedó activa, y así continúa, a través de los siglos. Hoy aportaremos algunos rasgos adicionales del carácter y esencia de Christian Rosenkreutz: enfocaremos su misión en los albores de nuestra época proclive al intelectualismo, misión que consiste en velar por el futuro de la humanidad.

Quien como Christian Rosenkreutz, se presenta en el mundo como destacado ocultista, no puede dejar de tener en cuenta la peculiaridad de su época. La vida espiritual y cultural privativa de nuestra, época arranca, en sus perfiles distintivos, del momento en que surgió la ciencia natural moderna, esto es, de los tiempos de Copérnico, Giordano Bruno, Galileo y otros.

Aprendemos el sistema de Copérnico ya desde nuestros tempranos años escolares, y a lo largo de toda nuestra vida llevamos con nosotros las impresiones así recibidas. En tiempos antiguos, el alma recibía una sensación: traten ustedes de captar la gran diferencia que existe entre un hombre de nuestros tiempos y el que vivía hace siglos.

Antes de Copérnico, el alma de todo hombre terrestre creía que la Tierra descansaba en el espacio universal y que el sol y las estrellas giraban en torno suyo. Cuando Copérnico postuló su doctrina de que la tierra bajo sus pies se movía con vertiginosa velocidad en el espacio cósmico, el alma sintió que el suelo se hundía bajos sus plantas. No debemos desestimar esa revolución del pensamiento que trajo consigo, como concomitancia, la correspondiente transformación del sentimiento. Todas las ideas y representaciones tuvieron un enfoque distinto a partir de Copérnico. Planteemos ahora la pregunta: ¿Qué dice el ocultismo respecto de esta revolución del pensamiento?

Quien como ocultista se plantee la pregunta de cómo se puede comprender el mundo con ayuda de las ideas modernas de Copérnico, llegará a esta conclusión: con las ideas de Copérnico, se puede lograr mucho  de cara a conseguir grandes triunfos en el campo de las ciencias naturales de la vida externa, pero no sirven para comprender el fondo espiritual del mundo y de las cosas. Porque en verdad para llegar a la esencia espiritual, las ideas copernicanas son el peor instrumento que jamás haya existido en la evolución de la humanidad.

Esto se debe a que todas esas ideas y conceptos de Copérnico fueron inspirados por Lucifer: el Copernicanismo es uno de los últimos grandes ataques que Lucifer emprendió contra la evolución humana. Era maya lo que la antigua concepción precopernica del mundo ofrecía exteriormente; pero tras de esa maya la sabiduría tradicional poseía y comprendía a menudo la verdad de las cosas y del mundo. En cambio, de Copérnico en adelante, maya existe no sólo en la percepción sensible que nos rodea, sino también en los conceptos e ideas. 

Hoy se da por descontado que el sol está inmóvil en el centro, y que los planetas giran a su alrededor en órbitas clípticas. No transcurrirá mucho tiempo antes de que se comprenda que la concepción Copernicana del mundo sideral es mucho menos exacta que la anterior de Ptolomeo. La interpretación del mundo desarrollada por Copérnico y Kepler es muy cómoda, pero es incapaz de explicar el macrocosmos.

Chirtian Rosenkreutz se hallaba, pues, ante el fenómeno de una concepción del mundo que es maya en sí misma, y tenía que definir su posesión ante ella. A Christian Rosenkreutz le correspondía salvar el ocultismo en una época en que todos los conceptos científicos eran maya. A mediados del siglo XVI se publicó la obra básica de Copérnico “La Revolución de los Cuerpos Celestes”. Hacia fines del siglo XVI los rosacruces se hallaron ante la necesidad de comprender el sistema cósmico con base en el ocultismo, ya que el sistema Copernicano que operaba con el concepto de cuerpos eféricos materiales que se mueven en el espacio, era maya hasta en sus bases conceptuales.

Hacia fines del siglo XVI se efectuó uno de aquellos Concilios de que hablamos hace un año; me refiero a la iniciación del propio Christian Rosenkreutz en el siglo XIII. Ese Concilio oculto en el que participaron grandes individualidades, significó la reunión de Christian Rosekreutz con los Doce de aquella época y con otras individualidades importantes en la conducción de la humanidad. Estuvieron presentes no solamente personalidades a la sazón encarnadas en el plano físico, sino también otras que se encontraban en el mundo espiritual, entre ellas también la que en el siglo VI antes de Jesucristo había encarnado como Gautama Buda.

Los ocultistas de Oriente creen con razón, porque verdaderamente lo saben, que la vida de la individualidad de Gautama Buda, que al cumplir 29 años ascendió de Bodisatva a Buda siendo su última encarnación en un cuerpo físico. Efectivamente una individualidad que de Bodisatva asciende a Buda, ya no aparece posteriormente en una encarnación física terrestre pero esto no implica que se halle en actitud “inactiva con respecto a la tierra”. El Buda si es activo para los tiempos verdaderos, aun cuando ya no aparezca en un cuerpo físico sino ejerciendo su actividad desde el mundo espiritual. La influencia actual de Buda, desde las alturas espirituales, sobre el cuerpo del Jesús a que se refiere el Evangelio según San Lucas, es igual all Coro de la Gloria que oyeron los pastores. Palabras de este Coro provienen del Buda activo en el cuerpo astral del niño Jesús según el Evangelio de San Lucas.

Ese bello y magnífico mensaje de paz y amor es, efectivamente, un resto de la contribución que el Buda hizo al cristianismo. Pero en tiempos subsecuentes el Buda influyó en los actos humano no físicamente sino desde el mundo espiritual, y cooperó en el devenir de la evolución humana.

Por ejemplo, en los siglos VII y VIII funcionaba cerca del Mar Negro un importante centro iniciático donde el que impartía sus enseñanzas lo hacía en un cuerpo espiritual. En escuelas de ese género existe un maestro en cuerpo físico; pero los discípulos más avanzados pueden asimismo recibir instrucciones de una individualidad que no se materialice, es decir, que se mantenga en cuerpo etéreo. Así es como allí enseñaba el Buda a quienes eran capaces de recibir los conocimientos superiores. Entre los discípulos hubo uno que reencarnó a los pocos siglos; lo que significa que una personalidad que vivió en cuerpo físico vino después de algunos siglos a ocupar otro cuerpo físico en este caso en Italia, como San Francisco de Asís. 

El modo peculiar de San Francisco, de tanto parecido con los discípulos de Buda, es resultado de la circunstancia de que el propio San Francisco era uno de sus discípulos. Si comparamos las peculiaridades de hombres que como San Francisco, se afanan por lo espiritual, en comparación con las de otros debido a la civilización actual, que se encuentran enzarzados en la industria, la técnica y los nuevos descubrimientos contemporáneos, notamos una radical diferencia. Esta diferencia llegó a inquietar a muchas personas, entre ellas también a ocultistas que se atemorizaron ante la idea de que en el porvenir habrían de coexistir dos géneros de hombres, unos inclinándose por entero hacia las exigencias de la vida práctica, se dedicarían a la producción industrial, a la construcción de máquinas, etc., mientras que los otros se consagrarían a la vida interior y, por eso mismo, se alejarían de la vida práctica como lo hizo San Francisco.

Por lo tanto fue un momento crucial en la evolución humana cuando, en el siglo XVI, Cristian Rosa-Cruz convocó a un determinado número de ocultistas para exponerles la situación que iba a resultar de la divergencia de estas dos grandes corrientes. Comenzó por reunir a un número relativamente elevado de personalidades; después, al cabo de algunos años, convocó un segundo concilio más íntimo. No era que tuviera dudas sobre lo que convenía compartir, sino que, de esta manera, quiso llevar a sus oyentes a que reflexionaran por sí mismos sobre los problemas que reservaba el futuro. El mundo, les dijo en sustancia, estará cada vez más absorbido por las necesidades de la vida práctica. 

Estas harán que los hombres se vuelvan parecidos a bestias de carga. En cuanto a los que se opongan a ello y se confinen en su vida interior, serán rechazados por la comunidad y vivirán como eremitas. Ahora bien, anunció Cristian Rosa-Cruz, no existe sobre la tierra ningún medio de prevenir este estado de cosas. Todo lo que se haga por los hombres entre su nacimiento y su muerte no podrá impedir que la humanidad se escinda en dos clases más o menos enemigas. El único remedio posible sería una especie de educación del alma que debería efectuarse no entre la vida y la muerte sino en el mundo espiritual, entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Intenten imaginarse la magnitud de la tarea que estos Rosa-Cruz iban a emprender: buscaban el medio de influenciar a toda alma humana en el momento en que, desencarnada, vive en las esferas del espíritu. Para comprender lo que iba a pasar debemos considerar la existencia del alma entre la muerte y un nuevo nacimiento desde un punto de vista muy particular.

El hombre vive en la tierra entre el nacimiento y la muerte. Después de la muerte pasa por diversas esferas planetarias. En mi “Teosofía” encontrarán Vds. una descripción del Kamaloka. El alma desencarnada evoluciona en un mundo “psíquico”, dicho de otra manera, penetra en la esfera lunar. A continuación pasa sucesivamente por las esferas de Mercurio, de Venus, del Sol, de Marte, de Júpiter, de Saturno, y, a fin de cuentas, se difunde en el espacio estelar donde evolucionan las estrellas fijas. Por lo tanto no es incorrecto hablar de encarnaciones del alma en otros planetas, a condición sin embargo de que se comprenda bien que no se trata de encarnaciones físicas. En nuestros días el hombre no está aún bastante evolucionado para acordarse de estas experiencias espirituales cuando se reencarna sobre la tierra, pero en el futuro lo recordará.

Aunque, por ejemplo, no recuerde lo que ha pasado en el planeta Marte, no por ello es menos cierto que las fuerzas de las que se impregnó su alma durante su paso por ese planeta siguen estando en él, enterradas en su inconsciente. Puede decirse: “Actualmente estoy encarnado en la tierra, pero algunas fuerzas que llevo en mí no son de origen terrestre. Proceden de mi paso por Marte antes de mi nacimiento”. 

Consideremos ahora el estado de espíritu de los hombres que vivían en la época en que el sistema de Copérnico se difundió en Europa. ¿De dónde procedían las facultades que caracterizaban las encarnaciones de Copérnico. Galileo, Giordano Bruno y otros. Recuerden que la individualidad de Copérnico había encarnado tíempo antes en Nicolas Cusano, místico profundo. Recuerden su “Docta Ignorantia”. ¡Cuán distinto es el estado de ánimo que se expresa a través de esa obra! ¿Cómo penetraron en esta individualidad las fuerzas que convirtieron a Copérnico en alguien tan radicalmente distinto a Nicolás Cusano?

Lo que convirtió a Copérnico en gran astrónomo, procedió de las energías de Marte. Lo mismo vale para Galileo: también él recibió de Marte las energías que le impartieron la peculiar configuración de naturalista moderno. También Giordano Bruno trajo sus ideas de Marte, y lo propio vale para la humanidad toda: el que los hombres piensen siguiendo el modo de pensar de Copérnico o Bruno, lo deben a las energías de Marte  que se fusionan, con el hombre, entre la muerte y el nuevo nacimiento.

Este abastecimiento de energías que llevaron a la humanidad de triunfo en triunfo, se debe a que en esos tiempos Marte tenía un efecto distinto que antes: otras eran las energías que partían de Marte anteriormente. La fase marciana por la que lo hombres pasan entre la vida y el nuevo nacimiento ha tenido una gran crisis en los siglos XV y XVI de nuestra era. En dichos siglos se produjo en Marte una situación tan tajante y decisiva, tan catastrófica como la que sucedió en la Tierra en los tiempos del Misterio del Gólgota. Así como en ese periodo nació el yo del hombre propiamente, del mismo modo nacería como tendencia intelectual que, trasplantada al hombre, se amplificaría en tiempos de Copérnico. 

Puesto que en Marte prevalecía la situación que acabo de mencionar, hubiera sido lógico que Marte hubiera mandado a la Tierra hombres con las ideas propias de Copérnico, que en el fondo son maya. En Marte una verdadera decadencia había transformado las fuerzas buenas del planeta en fuerzas de ilusión. Estas últimas no carecían ni de poder ni de astucia. Hacían posibles algunas conquistas de la ciencia aunque no por ello estaban menos infestadas de “Maya”. Los logros que en esa época se debían a Marte eran ingeniosos y brillantes, eso sí, pero maya en el fondo.

Así es que en el siglo XV hubo que decir: La salvación de Marte, y con ella la de la Tierra, depende de que la cultura generada en Marte reciba un nuevo empuje ascendente. La superación en Marte era similar a la de la Tierra antes del Misterio Es del todo correcto decir: ahora soy ciudadano de la Tierra pero hay en mí algo que heredé de Marte.

La gran interrogación que se planteó a Christian Rosenkreutz y a sus discípulos fue cómo dar a la cultura marciana ese impulso, y que de ella dependía también el progreso de la Tierra. El Rosicrucianismo tuvo la gran misión de dar respuesta a la pregunta: ¿Qué es lo que ha de suceder para que, en bien de la Tierra, la cultura marciana vuelva a tomar un sesgo ascendente? Las entidades marcianas no hubieran sabido canalizar las medidas conducentes para su salvación, pues sólo en la Tierra era posible saber en qué situación se encontraba Marte. De ahí que a fines del siglo XVI se instituyó el Concilio ya mencionado.

Este Concilio había sido bien organizado, debido a que el discípulo y amigo más íntimo de Christian Rosenkreutz era Gautama Buda que vivía en cuerpo espiritual. En ese concilio se proclamó que la entidad que otrora había estado en la Tierra como Gautama Buda y que en ese entonces existía como entidad espiritual, dejaría el escenario de su edad anterior y pasaría a Marte. La individualidad de Gautama Buda salió para Marte como emisario, diríamos, de Christian Rosenkreutz. De esta manera, la individualidad de Gautama Buda consumó en el año de 1604 un acto similar al que tuvo lugar, en la evolución terrestre, como el Misterio del Gólgota.

Christian Rosenkreutz había comprendido la importancia que tendría la actividad del Buda en Marte para con todo el Universo; había comprendido el significado de que a Marte llegara el mensaje del Nirvana, esto es, el mensaje de que el hombre debería tratar de desprenderse de la Tierra. El concepto Nirvana no se prestaba para fomentar la cultura terrestre de marcada orientación práctica; San Francisco de Asís, el discípulo de Buda, es el testimonio viviente de que esa concatenación aleja a sus adeptos de la vida y del mundo.


Sin embargo, precisamente los rasgos del Budismo que lo hicieron inadecuado para fomentar la vida práctica del hombre entre el nacimiento y la muerte, eran de suma importancia para nutrir su alma entre la muerte y el nuevo nacimiento. Christian Rosenkreutz comprendió que la doctrina de Buda era la que mejor se acercaba a la reivindicación que había de tener lugar en Marte, a semejanza de cómo en otros tiempos el Divino Ser de Amor había descendido a la Tierra para vivir en un pueblo que tenía poca afinidad con ese Ser de Amor, el Príncipe de la Paz se instaló en el siglo XVII en Marte donde prevalecían la guerra y la confrontación, para así cumplir allí su misión.

Desde el momento en que Gautama Buda consumó el Misterio de Marte, el hombre asimila de Marte, en el período entre la muerte y el nuevo nacimiento, energías distintas a las que asimilaba en tiempos de la decadencia de la cultura marciana. Y el hombre no sólo trae consigo estas energías distintas, procedentes de Marte, al nacer para la Tierra, sino que gracias a la influencia espiritual de Buda, ellas se pueden ver también en él si se dedica a la meditación tratando de penetrar en el mundo espiritual. Cuando el investigador moderno medita en el sentido indicado por Christian Rosenkreutz se vierten en él energías que el Buda, como Salvador manda hacia la Tierra.

De esa manera, Christian Rosenkreutz se nos presenta como el gran servidor de Jesucristo; más a su obra había que verla, como un auxilio que el Buda trae consigo como emisario de Christian Rosenkreutz. De modo que el alma de Gautama Buda, si bien ya no encarnaba físicamente, se había convertido en colaboradora del Impulso Crístico. ¿Cuál fue el mensaje que descendió resonando sobre el niño Jesús del que trata el Evangelio según San Lucas?. ¡Gloria a Dios en las Alturas, Paz en la Tierra!, mensaje que es irradiación de la estructura de Buda y, partiendo misteriosamente de él, quedó reservada para las almas humanas terrestres,  procedentes del Planeta Tierra.

Debido al sacrificio del Buda fue posible evitar una escisión de la humanidad en dos clases: la del tipo de Francisco de Asís y la plenamente identificada con el materialismo. Si Buda hubiera mantenido su contacto inmediato con la esfera terrestre no habría podido preocuparse por los hombres “prácticos” los demás los habría convertido en monjes como San Francisco de Asís. El acto Salvador de Gautama Buda en Marte hizo posible que nos convirtiéramos en adeptos de San Francisco cuando en el periodo entre la muerte y el nuevo nacimiento, continuamos nuestra evolución en Marte, sin que por ello tengamos que hacerlo desde la Tierra. Aunque pueda parecer grotesco, es una verdad. Desde el siglo XVII toda alma humana, al penetrar en la esfera de Marte, se vuelve por un tiempo discípula de San Francisco, y de alguna manera, lleva allí una existencia monacal teñida de budismo.

Después del siglo XIII, San Francisco no ha tenido más que una breve encarnación: murió niño y no ha vuelto a encarnar. Desde entonces se halla asociado a la actividad de Buda y es, en Marte, uno de sus más fervientes adeptos.

Así hemos evocado ante nuestra alma todo lo que dio a raíz del importante Concilio de fines de siglo X, concilio similar al del siglo XIII cuando Cristian Rosenkreutz tuvo a sus fieles reunidos en torno suyo. Lo que se logró en aquél momento es nada menos que la posibilidad de evitar la inminente división de la humanidad en dos clases, y así conseguir que permaneciera unificada. Aquellas personas que, a pesar de la identificación con la vida práctica, quieren seguir un desarrollo esotérico, pueden lograr su propósito gracias a que ejerce su influencia desde Marte y no desde la Tierra. Así pues, las energías necesarias para una sana vida esotérica se deben a la actividad del Buda.

Si el hombre contemporáneo se decide por la Iniciación (en mi libro “¿Cómo se adquiere el conocimiento de los Mundos Superiores?); ya insistí sobre el alcance de esa importante decisión en la que la disciplina Rosacruz permite una evolución natural que no separe al hombre de la actividad terrestre que su Karma requiere. El desarrollo esotérico Rosacruz es compatible con el tipo de situaciones y de ocupaciones propias de la vida. Gracias al hecho de que Christian Rosenkreutz supo transferir la fuerza espiritual del Buda, de la Tierra a Marte, es posible que se pueda ejercer la correcta influencia sobre los hombres, fuera de la Tierra.

Con lo que antecede hemos conocido otro de los aspectos espirituales de Christian Rosenkreutz entre los siglos XIII y XVI, para cuya comprensión ha sido necesario que admitamos el contenido esotérico. Sería bueno que todo el mundo se diese cuenta que nuestra Teosofía occidental procede de una línea consecuente desde que se fundara la Sección Central Europea de la Sociedad Teosófica. Aquí en Suiza tuvimos conferencias sobre los cuatro Evangelios; todos estos se hallan contenidos, en germen, en mi libro “El Cristianismo como Hecho Místico” escrito hace 12 años. En mi libro “¿Cómo se adquiere el Conocimiento de los Mundos Superiores?”, escribo el camino del desarrollo occidental de una manera que se hace compatible con cualesquiera que sea nuestra actividad cotidiana. 

Hoy he podido darles razón de ello, y que ha de ser buscada en la misión de Buda sobre el planeta Marte. Así podrán tocar con el dedo el desarrollo lógico de las enseñanzas de la teosofía, en el que cada piedra viene a unirse exactamente con la anterior para que el edificio esté fundado sobre la verdad.

Quien tiene el privilegio de estar cerca de Christian Rosenkreutz contempla con reverencia y admiración la consecuencia con que cumplió la gran misión que le había sido encomendada para que nuestra época pudiera ser lo que es: la época Cristiana Romana. El que el gran maestro del Nirvana cumpla una misión fuera de la Tierra, en Marte, es una de las grandes consecuencias; uno de los hechos de Christian Rosenkreutz.

El que quiera ser discípulo de Christian Rosenkreutz debe pararse a pensar en lo siguiente: se puede llegar al conocimiento espontáneo e intuitivo de tener cierta relación con Christian Rosenkreutz, tal como ya lo manifestamos el año pasado. Empero, también es posible plantear algo así como que la pregunta dirigida hacia el destino: ¿En qué forma puedo y me digno de ser discípulo de Christian Rosenkreutz?. 

Esto debe tener lugar de la siguiente manera: Trátese de colocar con la visión del alma una imagen del gran Maestro de la época moderna Christian Reosenkreutz en el círculo de sus Doce, mandando Gautama el Buda al espacio cósmico en el siglo XVI para que lleve a su término y culminación lo que sucedió en el siglo VI antes de Jesucristo por el sermón de Benarés. Si esta imagen se esculpe en nuestra alma con toda su trascendencia; sentimos que de ella, cuya impresión nos estremece, emana hasta que hace surgir en nuestra alma las palabras: ¡Oh hombre, no eres únicamente un ser terrestre, sino también un ser cósmico, entonces se puede decir con confianza: podré convertirme en discípulo que vaya en pos de Christian Rosenkreutz. Esta imagen que caracteriza la relación entre Christian Rosenkreutz y Buda es un potente tema de meditación.

Esa aspiración es la que traté de despertar en sus almas como resultado de nuestras reflexiones de hoy. 

Tengo siempre presente que hemos de sentir interés por la continuación del mundo, y de ella extraer los medios que nos permiten durante nuestro desarrollo penetrar en los mundos superiores.


Rudolph Steiner