Neuchatel, 2 de 2, Septiembre de 1911 Día siguiente
Hoy me corresponden decirles algo sobre la obra de Christian Rosenkreutz, obra que comenzó con el siglo XIII, que ha durado hasta hoy y que seguirá durando para toda la eternidad. El primer acto de esta obra lo constituye, desde luego, lo que ayer dijimos de la iniciación de Christian Rosenkreutz y sobre lo que tuvo lugar entre el Colegio de los Doce y el treceavo miembro. Al renacer Christian Kosenkreutz en el siglo XIV, encarnación que duró más de cien años tuvo por misión, como obra principal, la instrucción de los Doce.
Durante ese tiempo, apenas conocieron a Christian Rosenkreutz, otras personas fuera de los Doce, lo que no quiere decir que él no se hubiera mezclado con la gente, sino simplemente que los demás no lo conocieron. En el fondo, sigue siendo lo mismo hasta hoy, pero el cuerpo etéreo de Christian Rosenkreutz actuaba siempre en el recinto de sus discípulos, y sus energías actuaban en círculos cada vez más amplios, y hoy ya existen muchas personas susceptibles de ser compenetradas por las energías de este cuerpo etéreo.
Chrisitan Rosenkreutz escoge de una manera muy peculiar a los que quiere convertir en sus discípulos. Se trata siempre de que el escogido sea consciente de uno o varios eventos de su vida. Esta elección por parte de Christian Rosenkreutz se efectúa en forma especial: el candidato se ve conducido a un punto de viraje decisivo, a una crisis kármica.
Supongamos, por ejemplo, que una persona está en trance de cometer un acto que puede causarle la muerte. Estos eventos pueden ser de la más variada índole: por ejemplo, una persona camina por una vereda peligrosa y al llegar junto a un despeñadero sin darse cuenta de ello, oye una voz que le dice ¡Detente!, y se para sin saber por qué. Puede haber miles de casos similares. Hemos de notar, sin embargo, que esto no es más que la señal exterior, si bien la más importante de la llamada espiritual exterior.
El pre-requisito para la llamada interior es que el escogido se haya ocupado de algo espiritual, teosófico o de otra ciencia espiritual. El suceso exterior que acabo de mencionar es un hecho del mundo físico, aunque no procede de una voz humana; este hecho siempre tiene una estructura tal que el candidato sabe de seguro que la voz procedió del mundo espiritual.
En un principio puede creerse que existe un hombre escondido por ahí, de quien la voz procede, pero cuando el discípulo tiene la madurez necesaria, llega a comprender que ninguna persona física ha intervenido en su vida. En resumen: el discípulo sabe de seguro que existen mensajes procedentes del mundo espiritual, y estas experiencias las puede tener una sola vez o varias o en el curso de la vida. Ahora bien hemos de comprender el efecto que este suceso produce en el alma del discípulo. Se dice a sí mismo: por gracia me ha sido concedida una nueva vida cuando la primera parecía perdida.
Esta nueva vida por gracia concedida otorga al discípulo luz para toda su vida posterior. Tiene la clara sensación que se puede cifrar en las palabras “Sin esta mi vivencia rosacruz, yo habría muerto”. Sin aquel suceso la vida que sigue no tendría el mismo valor.
Puede suceder, por cierto, que alguna persona haya tenido una o varias de esas experiencias y no obstante, no encuentre luego el camino a la teosofía o a la ciencia espiritual: en estos casos puede posteriormente ser el recuerdo de dichas experiencias lo que permita la realidad del encuentro. Muchos de los aquí presentes pueden examinar el curso de la vida y encontrarán que en ello tuvieron lugar hechos parecidos, aunque generalmente hoy pasen inadvertidos. En general, conviene que nos demos cuenta de que salen a nuestro encuentro muchos sucesos importantes sin que los notemos. Sirva pues, esto de alusión a la manera de cómo el rosacrucianismo elige a sus discípulos superiores.
Se presenta luego ante el discípulo la siguiente alternativa: o tal evento se cruza ante él sin dejar huella, en cuyo caso la impresión se borra y él no atribuye a ella importancia alguna; o bien instruyendo el significado de esas experiencias, llega a pensar: te encontrabas ante una crisis, crisis kármica; tu vida había de terminar en aquel momento, llegaba a su fin; un a modo de casualidad te salvó. Desde aquella hora, una segunda vida se halla, como si dijéramos, injerta en la primera. Esta segunda vida la tienes que considerar como regalo, y vivirla de conformidad.
Si una experiencia de esta índole provoca en un hombre la actitud anímica de que, en adelante, su vida ha de ser considerada como regalo, se convierte en adepto de Christian Rosenkreutz, ya que ésta es la manera como él atrae a las almas hacia sí. Quien recuerde una experiencia de esta índole, quien la viva conscientemente podrá decir: Christian Rosenkreutz, desde el mundo espiritual, me dio una señal de que pertenecía a su corriente; confirió a mi karma la posibilidad de una experiencia como la que tuve; me señaló un camino; he de seguirlo y ver cómo puedo poner mis energías al servicio de rosacrucianismo. Los que no entendieron la señal, la entenderán más tarde; pues el que la haya recibido ya no se emancipará de ella.
La posibilidad de que un hombre pueda tener una experiencia de la índole descrita, se debe a que él, en el período entre su última muerte y su nacimiento a esta vida, se encontró con Christian Rosenkreutz en el mundo espiritual; de ese momento para la elección; fue entonces cuando depositó en nosotros un impulso volitivo que después nos lleva a esas experiencias. Así es como se producen las relaciones espirituales.
Para profundizar el tema, refirámonos ahora a la diferencia entre la enseñanza de Christian Rosenkreutz en tiempos anteriores y en el actual. Antes, era más bien el tipo de las ciencias naturales; ahora lo que es más bien del tipo científico-espiritual. Así por ejemplo, antaño se hablaba de procesos naturales y se llamaba a esa ciencia alquimia o, en la medida en que se trataba de procesos extraterrestres, astrología. Hoy partimos más bien de la reflexión espiritual. Si, por ejemplo, estudiamos las sucesivas épocas culturales post atlante: la cultura india antigua, la persa, la egipcio-caldeo-babilónica y la greco-latina, este estudio nos aclara la naturaleza de la evolución psíquica humana.
El rosacruz medieval estudiaba aquellos procesos naturales que consideraba como los procesos telúricos de la naturaleza. He aquí el primer proceso importante: La salificación: el rosacruz medieval llamaba sal a todo aquello que puede precipitarse o sedimentarse en una solución como sustancia sólida. Sin embargo, al observar el rosacruz medieval esa salificación su concepto de ella era bien distinto del que tiene el hombre actual; para que en aquél se operara la debida comprensión, la contemplación del proceso debía suscitar en él la actitud de una plegaria. Por eso, el rosacruz de la Edad Media trató de darse cuenta de cuál habría de ser el proceso que debería tener lugar, para que esa misma salificación se produjera también en el alma. Pensaba: la naturaleza humana se aniquila continuamente, debido a sus instintos y pasiones. Nuestra vida sería una desintegración, un proceso de putrefacción, si nos entregáramos únicamente a nuestros apetitos.
Si el hombre quiere realmente protegerse contra ese proceso de putrefacción, tiene que entregarse continuamente a pensamientos puros que tiendan hacia lo espiritual. Había que ennoblecer el pensamiento. Ese rosacruz sabía que, si en alguna encarnación no transmutaba sus pasiones, nacería en la siguiente con determinadas disposiciones patológicas; en cambio, que se las purificaba, reencarnaría en un cuerpo sano. El proceso de superar, por la espiritualidad, las fuerzas de putrefacción, puede considerarse como salificación microcósmica.
Así comprenderemos cómo aquel proceso natural pudo convertirse, para el rosacruz medieval, en la más fervorosa plegaria. Al contemplar la salificación, los antiguos rosacruces se decían con casto sentimiento de devoción: Aquí, las potencias divino-espirituales han actuado, durante milenios, de la misma manera que en mí actúan los pensamientos puros. A través de la naturaleza como maya, adoro los pensamientos de los Dioses, de las entidades divino-espirituales; me hago similar al macrocosmos si la naturaleza suscita en mí sentimientos de esta categoría; en cambio, me separo de Dios, abandono el macrocosmos, si me limito a observar el proceso exteriormente.
Otra experiencia era: la disolución, proceso natural que también conducía al rosacruz medieval hacia la plegaria. Todo lo que es capaz de disolver, el rosacruz lo llamaba mercurio, lo que le inducía a preguntar: ¿Cuál es la cualidad correlativa en el alma humana?.
¿Qué factor actúa en ella en forma semejante al mercurio del mundo exterior?. El rosacruz medieval sabía que ese factor significa cualquiera de las formas del amor, y distinguía, en analogía con las formas inferiores y superiores del amor, entre los procesos de disolución se convirtió en otra fervorosa plegaria en la que el teósofo medieval expresaba: El amor de Dios ha actuado durante milenios en el mundo exterior, de manera parecida a como el amor actúa en mi interior.
El tercer proceso natural importante era para el teósofo medieval, la combustión, esto es, la consunción por medio del fuego de una sustancia exterior, y también en este proceso de combustión buscaba el rosacruz medieval la contraparte anímica que encontraba en su entrega fervorosa a la Divinidad. Y llamaba azufre a sulfuro a todo lo que fuera capaz de destruirse mediante el fuego. En los estados evolutivos de la tierra veía el proceso de la purificación paulatina, comparable a un proceso de combustión o un proceso sulfúreo. Así como sabía que en un futuro la tierra sería purificada por el fuego, así también consideraba la entrega fervorosa a la Divinidad como un proceso de combustión.
En los procesos telúricos reconocía la labor de unos dioses que levantaban la mirada hacia otros superiores.
Y, penetrado de profunda devoción y de hondo sentimiento religioso, al contemplar la combustión se decía: en este acto los dioses inferiores presentan su ofrenda a los dioses superiores, del mismo modo que yo lo hago al llevar a cabo un proceso de combustión en mi propio laboratorio, y sólo se consideraba digno de actuar en esta forma en su laboratorio, si se sentía penetrado de una actitud de sacrificio, si sentía dentro de sí el deseo de entregarse en ofrenda a los dioses.
El poder de la llama henchía al teósofo medieval de profunda religiosidad que se manifestaba en las palabras: al observar la llama en el macrocosmos, intuyo en ella el pensamiento de los dioses, su amor y su actitud de
sacrificio. El rosacruz de la Edad Media llevó a cabo todos estos procesos en su propio laboratorio y luego se entregó a la contemplación de la salificación, la disolución y la combustión, entregándose siempre a sentimientos profundamente religiosos, lo que le llevaba a sentir su conexión con las potencias macrocósmicas.
Estos trámites anímicos provocaban en él:
1) Pensamientos divinos,
2) Amor divino,
3) Sacrificio divino.
Luego descubría que, al llevar a cabo un proceso de salificación, surgían en él mismo pensamientos puros y purificantes; en el de disolución se sentía impulsado hacia el amor penetrado de amor divino, y en el de combustión se sentía atizado hacia un servicio de ofrenda, impelido a sacrificarse en aras del mundo. Esto era lo que vivía el experimentador. Si, dotados de clarividencia, hubiéramos asistido a alguno de estos experimentos, habríamos registrado un cambio en el aura de la persona que los hacía.
Esta aura que, antes del experimento, se veía muy turbia, impregnada de los apetitos e instintos que esa persona había alimentado, se tornaba, como consecuencia del experimento, en aura de un solo color: en el experimento de salificación era cobrizo, correspondiente a los pensamientos divinos puros; en el de disolución, argentino, correspondiente al amor divino, y finalmente, en la combustión, áureo, característico de la ofrenda a la divinidad. Los alquimistas decían que del aura habían hecho el cobre subjetivo, la plata subjetiva y el oro subjetivo.
A consecuencia de ello, quien había pasado por semejante experiencia, quien había vivido semejante experimento en efectividad interior, se penetraba por completo de amor divino. El resultado de esas manipulaciones era, pues, un hombre impregnado de pureza, de amor y de voluntad para el sacrificio y, mediante este servicio de ofrenda, los teósofos medievales preparaban cierta clarividencia. Así es como el teósofo medieval podía intuir la manera cómo los seres espirituales tras el velo de maya, hacían nacer y perecer las cosas; así como comprender cuáles de entre las aspiraciones del alma favorecen nuestro desarrollo y cuáles no. Conocía así nuestras propias fuerzas generatrices y de descomposición.
Con base en la contemplación de la naturaleza, el teósofo medieval comprendió la ley de la evolución ascendente y descendente, y expresó en imágenes y figuras imaginativas, la ciencia de esta manera adquirida. Se trataba de una especie de conocimiento imaginativo, y resultado de ello es lo que ayer comentamos como “Los símbolos secretos de los rosacruces”.
Así es como trabajaron los mejores alquimistas del siglo XIV al XVIII, incluso hasta a principios del XIX. Sobre esta labor realmente moral, ética e intelectual, nada se ha impreso, pues lo que se ha divulgado sobre la alquimia en letra de imprenta, escrito por quienes se ocuparon de ella como finalidad en sí, ha sido únicamente los experimentos puramente exteriores. El pseudo-alquimista pretendía producir sustancias; en los
experimentos de combustión de sustancias tan sólo le interesaba la ganancia del resultado material; en cambio, el alquimista verdadero no atribuía importancia alguna al producto final; sólo le interesaban las vivencias anímicas que se tenían durante la formación de la sustancia, los pensamientos y vivencias que latían en su interior.
De ahí que fue una ley estricta para el teósofo medieval que en sus experimentos llegara a producir oro o plata, no beneficiarse personalmente de ello; sólo le era permitido regalar los metales producidos. El hombre de nuestra época ya no tiene una idea correcta de esos experimentos; nada sabe de lo que vivió el que los llevaba a cabo; el que, por ejemplo, en los procesos que condujeron a la obtención del antimonio, los experimentadores registraban importantes impresiones de orden moral: el teósofo medieval podía vivir en su
laboratorio verdaderos dramas anímicos.
Si esas cosas no hubieran tenido lugar en aquel entonces, hoy no podríamos dedicarnos al rosacrucianismo en el sentido de la ciencia espiritual. Lo que el rosacruz medieval experimentaba en presencia de los procesos naturales, era una ciencia natural sagrada; lo que él vivía a través de las actitudes de sacrificio espiritual, de los regocijos, de los inusitados fenómenos de la naturaleza, del dolor y la tristeza, de todos los incidentes agradables que lo exaltaban durante sus experimentos: todo esto tenía para él un efecto redentor y de liberación. Pero hoy yace en los repliegues más íntimos del alma todo lo que en aquellos tiempos se sembró en ella.
¿Cómo podernos volver a encontrar actualmente aquellas energías escondidas que conducían entonces a la clarividencia? Buscándolas en la ciencia espiritual por medio de la meditación y la concentración serias; entregándonos por entero a la vida interior del alma. Gracias a este desarrollo interior la atención hacia la naturaleza paulatinamente vuelve a convertirse en una ofrenda, sólo posible si los hombres se ocupan, con todo su ser, de lo que hemos llamado ciencia espiritual. Para que en el porvenir vuelva a ser posible percibir
la verdad espiritual detrás de la naturaleza, comprender lo espiritual detrás de maya, es indispensable que miles de personas se dediquen a la ciencia espiritual, lleven una vida interior. Entonces será posible que un grupo, pequeño al principio, pueda participar del evento de San Pablo en el camino de Damasco, y percibir al Cristo etéreo que, en forma suprasensible, desciende hacia los hombres.
Pero ante todo es necesario que el hombre recobre la visión espiritual de la naturaleza. El que no conoce todo el significado íntimo del esfuerzo rosacruz puede creer que la humanidad está todavía en el mismo escalón de hace 2.000 años. Mientras el hombre no se sume a ese esfuerzo - solo posible a través de la ciencia del espíritu - no podrá llegar a la visión espiritual.
Por el Hecho del Bautismo en el Jordán, cuando Cristo descendió en el cuerpo de Jesús de Nazaret, y por el Misterio del Gólgota, la humanidad obtuvo la facultad de ver y vivir a Cristo todavía en nuestro milenio, más o menos a partir de 1939. Cristo pisó la tierra en un cuerpo físico una sola vez, y es necesario comprender este hecho. El retorno de Cristo significa tener de El una percepción suprasensible en el cuerpo etéreo. De ahí que todo aquel que quiera apreciar el curso correcto de la evolución, deberá conquistar la facultad de poder ver con el ojo espiritual.
No habría progreso en la humanidad, si Cristo tuviera que reaparecer en un cuerpo físico. La próxima vez se manifestará en un cuerpo etéreo.
Lo que las diferentes confesiones religiosas podían suministrar fue recopilado por Christian Rosenkreutz y el Colegio de los Doce. El efecto de esto será que lo que han dado las religiones particulares, lo que sus adeptos han inspirado y deseado, se encuentra de nuevo en el impulso crístico. La evolución de los próximos tres milenios ha de consistir en creer y fomentar la compresión de este impulso crístico. Del siglo XX en adelante todas las religiones se reunirán en el Misterio Rosacruz. Y esto será posible en los próximos tres milenios debido a que ya no será necesario instruir a la humanidad con base únicamente en documentos: por la visión de Cristo, ellos mismos comprenderán el Evento que San Pablo vivió en el camino de Damasco; la humanidad misma pasará por la vivencia de San Pablo.
5000 años después de la iluminación del Buda bajo el árbol Bodhi, aparecerá el MaitreyaRudolf Buda; esto es, aproximadamente en el tercero de los milenios que siguen al nuestro. Él será el sucesor de Guatama Buda. Sobre este punto no puede haber discusión entre los ocultistas auténticos; están de acuerdo los occidentales y los orientales. Dos son, pues, los hechos incontrovertibles:
Primero: que el Cristo no pudo aparecer en cuerpo físico más que una sola vez y que en el siglo XX reaparecerá en cuerpo etéreo. Si bien es cierto que en el siglo XX surgirán grandes individualidades como, por ejemplo, el Bodisatva que, como sucesor de Guatama Buda, se convertirá dentro de unos 3000 años en Maitreya Buda, ningún ocultista verdadero designará como Cristo a un hombre físicamente encarnado en el siglo XX; ningún ocultista verdadero esperará al Cristo en el siglo XX en un cuerpo físico. Todo ocultista auténtico considerará semejante afirmación como incorrecta. Será función de Bodisatva llamar la
atención sobre Cristo.
Segundo: el Bodisatva que apareció como Jeshu Ben Pandira, sólo aparecerá como Maitreya Buda 3.000 años después de nuestra época. Los auténticos ocultistas de la India se indignarían si se afirmara que Maitreya Buda pudiera aparecer antes de ese tiempo. No es imposible, sin embargo, que exista también en la India ciertos ocultistas que no sean ocultistas verdaderos y que mencionen, por interés particulares, la encarnación de un Maitreya Buda en nuestra época.
La entrega correcta a la teosofía rosacruz y la devoción correcta hacia Christian Rosenkreutz nos preservará contra el peligro de caer en esos errores. Todo esto se presenta en el rosacrucianismo de una forma accesible al escrutinio de la razón; todo esto puede examinarse mediante el sano y cotidiano sentido común. No crean
nada por mi autoridad, sino recíbanlo todo como simple invitación a examen. Estoy sosegado y confiado: a mayor examen, más razón encontrarán en la teosofía o ciencia espiritual. Cuando menos fe le otorguen a la autoridad, más compresión tendrán para Christian Rosenkreutz.
La mejor manera de conocerlo es ahondar con todo corazón en su individualidad y comprender que su espíritu subsistirá para siempre; cuanto más nos acerquemos a él, más su energía nos fortalecerá. Si invocamos la ayuda de este gran Guía siempre presente, podemos esperar de su cuerpo etéreo mucha energía y auxilio.
También comprenderemos el extraño fenómeno del letal debilitamiento de Christian Rosenkreutz, si profundizamos correctamente la labor científico-espiritual. Recordemos que esta individualidad vivió en el siglo XIII en un cuerpo físico enervado hasta la transparencia, en cuyo estado yació como muerto durante varios días recibiendo de los Doce la sabiduría que ellos poseían y viviendo precisamente también entonces en Hecho de Damasco.
¡Que el espíritu del rosacrucianismo verdadero inspire esta Rama de nuestra Sociedad y palpite en ella, porque entonces el gran cuerpo etéreo de Christian Rosenkreutz está presente aquí con tanta mayor intensidad!.
Con esto doy por inaugurado el trabajo de esta Rama. Suplico a los aquí reunidos ayudar, en la medida de sus fuerzas, a sus hermanos de Neuchatel así como mandarles muchos buenos pensamientos para que el espíritu de la Rama aquí fundada persista para siempre. Cuanto más nos acerquemos a la elevada causa, tanto más rápidamente llegaremos a la meta.
Yo mismo quiero recordarlos, una y otra vez, nuestro gran trabajo prometedor y suplico al gran Guía de Occidente que nos preste su ayuda. ¡Que esta Rama sea uno de los ladrillos del templo que queremos eregir!.
Dentro del espíritu de Christian Rosenkreutz inauguramos esta Rama y dentro de él trataremos de llevar adelante el trabajo emprendido.
Rudolph Steiner