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martes, 21 de enero de 2014

La Verdad se encuentra en el Centro



Existen dos Escuelas iniciáticas bien diferenciadas y cuyos postulados parecen ser contradictorios. De estas dos Escuelas de pensamiento, no denominadas, surgen la infinidad de escuelas de misterios que pueden llegar a conocerse por sus denominaciones.

Una nos indica que el Mundo es Bello, Bueno y construido por un dios bondadoso que solo desea nuestro bien y que lo que se conoce como Mal es producto de un poderoso antagonista e incluso no serlo sino más bien una incomprensión nuestra, debido a nuestra diminuta elevación espiritual.

La otra nos viene a decir, como dijimos, justo todo lo contrario, que el Mundo es una construcción imperfecta, injusta y perversa construida por unos supuestos dioses maléficos e imperfectos y que Dios, el principio Creador de todo, poco  o nada ha tenido que ver con todo ello y que lo que se conoce como Bien sería el bálsamo celestial que se nos remite desde nuestro Hogar de origen.

A parte de estas escuelas primordiales, existe una tercera que nos indica que ambas tienen parte de la razón y también que se encuentran terriblemente equivocadas; es decir, la Verdad se encontraría justo en el término medio. Suponemos que el lector avezado estará visualizando los tres pilares del árbol de la Vida cabalista o de los sephirot, donde el pilar de la Derecha o de la Misericordia se correspondería con la segunda Escuela de pensamiento que hemos mostrado, el de la izquierda o de la Severidad por la que hemos mencionado en primer lugar y el pilar central, del equilibrio, como no podía ser de otro modo representa la tercera vía o del Centro.

La visión central del Problema nos indica que las visiones periféricas son incompletas y por ello imperfectas y equivocadas; que lo que se observa desde dichas perspectivas, en cierto sentido, es irreal e ilusorio; pero ¿Qué nos indica la Visión central de la Realidad? Que no existen ni el mal ni el bien y que se trata de una simple percepción humana fundamentada en los efectos que la causas provocan en nosotros y nuestro entorno; que todo es Luz, Música, en diversas tonalidades o timbres y que incluso muchos de los tonos son imperceptibles pues nuestros órganos naturales e instrumentos tecnológicos no están capacitados para observar parte del extenso espectro electromagnético.

Cuando nos situamos en el centro ya no nos vemos como una simple criatura formada por unas determinadas jerarquías divinas sino como parte del propio Creador. Nosotros mismos somos los creadores de nuestra realidad, autores de nuestra percepción y lo que nos es visible o tangible comprendemos que solo se trata del reflejo de lo que llevamos en nuestro interior así como podríamos definir que un roble bien podría ser el reflejo exterior de lo que su semilla lleva en su interior.

Entonces comprendemos, como intuyera el propio Dante, que estamos inmersos en una cósmica representación teatral donde suceden cosas, causas y efectos, necesarias para que la representación se conduzca hasta su natural fin; pero esas cosas, esos sucesos no son ni buenos ni malos así como tampoco son más o menos luminosos, dado que solo se trata de un determinado nivel de percepción y que nosotros mismos nos dimos antes de penetrar en el escenario del Cosmos. Lo importante es que comprendamos que estamos representando un papel que nosotros mismos nos dimos y que nada ni nadie, salvo nos, es culpable de nuestro sufrimiento y dolor.


Aralba