1. Los orígenes: la leyenda y la historia
En 1614 y en 1615 la Hermandad
de la Rosa-Cruz manifestó públicamente su existencia con tres obritas:
la «Reforma Universal» (All-gemeine und General Reformation),
la Fama Fraternitateis Rosae Crucis y la Confessio Fraternitatis, escritos
cuyo autor fue verosímilmente J.V. Andreae (1586-1654) La Fama relataba
la fundación de la Orden por el alemán Christian Rosenkreutz (designado
con las iniciales C.R.C.), iniciado por los Sabios de Siria en el curso de un
viaje a Oriente; también se encontraba en ella el relato del descubrimiento
de la tumba de Rosenkreutz, en la cual los discípulos hallaron, además
del cuerpo del Maestro que llevaba en la mano un libro simbólico escrito
sobre pergamino, toda suerte de objetos rituales: «espejos de diversas
virtudes, campanillas, lámparas encendidas (las famosas "lámparas
perpetuas" de los Rosacruces), extraños
cantos artificiales (¿una máquina parlante?)... » [1]. Tal es la leyenda que refiere el origen de la Hermandad
y la historia de su fundador, «Cristián Rosacruz [o Rosa-Cruz]»,
que es, evidentemente, un personaje alegórico, y no el gentilhombre de
raza germánica que según dicen dicen vivió de 1378 a 1485.
Pero es necesario que el investigador estudie las fuentes reales del movimiento
rosacrucista, tarea bastante difícil, pues los documentos seguros faltan
a menudo, como todas las veces que se trata de buscar los orígenes de
una tradición ocultista.
Hemos visto
que, durante todo el Medioevo, a pesar de las hogueras y de la Inquisición,
nunca cesó la fermentación intelectual: el esoterismo, cristiano
o no, fue propagado por organizaciones iniciáticas, sociedades secretas
que sintetizaban en teosofías sutiles corrientes de pensamiento de muy diverso origen.
Hubo principalmente numerosas asociaciones de alquimistas, hermetistas, cabalistas.
El Renacimiento había de acarrear condiciones ideales para el nacimiento
de tales sociedades secretas: el ocaso del poderío
de la Iglesia Católica permitía a la curiosidad intelectual, que
ya no era frenada por el dogma, desarrollarse cada vez más, favoreciendo
el gran progreso de las más heterodoxas doctrinas. Los viajes relacionaban
cada vez más los adeptos de todos los países: Nicolás Barnaud
(1535-1601) nos refiere cómo, desde 1589, viajó a través
de toda Europa «para buscar a los aficionados a la química (es decir,
a la alquimia) y comunicarles sus ideas políticas». En cuanto al
célebre Paracelso, había de llegar a ser la gran autoridad para
todos los autores rosa-crucistas, que utilizaron con abundancia sus doctrinas,
aludiendo más de una vez a su profecía relativa a la llegada del Elías
artista: «Dios permitirá -dijo- que se haga un descubrimiento
de mayor importancia que debe quedar oculto hasta el advenimiento de Elías
Artista... Y es la verdad, no hay nada oculto que no deba ser descubierto,
por eso tras de mí vendrá un ser maravilloso, que no vive aún,
y que revelará muchas cosas» (Ese Elías artista-decía
el Rosa-Cruz Andreae- no es un individuo, sino un ser colectivo, que no es otro
más que nuestra Hermandad misma.)
Los Rosacruces fueron «alquimistas
que mezclaban cuestiones políticas y religiosas con sus doctrinas herméticas» (F.Hoefer).
Fue en Alemania, medio propicio a las ideas de Reforma, donde nació dicha
Sociedad secreta, muy al final del siglo XVI, si no muy al principio del siglo
siguiente: la más antigua fecha a que podamos llegar es 1598, en la cual
el alquimista Studion funda en Nuremberg una asociación denominada Militia
Crucifera Evangelica, especia de arquetipo de la Rosa-Cruz, y cuyas teorías
se hallan reunidas en una curiosa obra, intitulada Naometria(1604), que
estudia «la medida del Templo místico», utilizando el símbolo
de la Rosa y de la Cruz, y anunciando una «reforma general» y una «renovación
de la Tierra». Observemos igualmente que se descubren todos los símbolos
rosacrucistas en uno de los pentáculos del Amphitheatrum Sapientiæ Æternæ(1598)
de H.Khunrath.
Los autores han acudido a veces al esoterismo musulmán, y
asimismo a los Alumbrados españoles para dar cuenta del movimiento,
pero lo esencial de la inspiración de los Rosacruces parece haber sido
tomado en las teorías desarrolladas por los discípulos alemanes
de Paracelso, conocidas con el nombre de Pansophia («Conocimiento
Universal»), aun cuando se encuentran casi todos los vestigios de las doctrinas
más o menos teosóficas y místicas. La Hermandad parece haberse
constituido hacia 1600, sin que puedan darse detalles precisos: el juramento
de respetar el secreto absoluto respecto de la Orden parece que fue bien seguido
por los afiliados hasta 1614, fecha en la cual la Rosa-Cruz creyó conveniente
manifestar su existencia al mundo. Sin embargo, parece que debe atribuirse un
papel de primer plano a los alquimistas que odeaban a Rodolfo II de Habsburgo
y otros soberanos, como el conde Mauricio de Hesse-Cassel. El pastor luterano
J.V.Andreae fue quien habló en nombre de la Hermandad, cuya existencia
había de intrigar durante tanto tiempo al público culto de entonces
(así como por lo demás, al pueblo).
Antes
de abordar el desarrollo y las doctrinas de la Hermandad, es conveniente investigar
el significado profundo del símboloque ha dado su nombre a la
Orden: el de la «Rosa-Cruz esencial».
La Rosa-Cruz es el símbolo formado por una rosa roja
fijada en el centro de una cruz, también de color rojo, «pues ha
sido salpicada por la sangre mística y divina de Cristo».
Ese símbolo, enarbolado - nos dice Robert Fludd
(Summum Bonum) - por los Caballeros cristianos en tiempo de las Cruzadas,
tiene doble significación: la Cruz representa la sabiduría del
Salvador, el Conocimiento Perfecto; la Rosa es símbolo de la purificación,
del ascetismo que destruye los deseos carnales, e igualmente el signo de la
Gran Obra alquímica, es decir, la purificación de toda mácula,
el acabado y perfección del Magisterio. Puede igualmente verse en ella la cosmogonía
hermética, pues la Cruz (emblema masculino) simboliza la divina Energía
creadora que ha fecundado a la matriz oscura de la substancia primordial (simbolizada
por la Rosa, emblema femenino) y ha hecho pasar el universo a la existencia.
2. Expansión del Rosicrucianismo
El movimiento
de los Hermanos de la Rosa-Cruz alcanzó gran extensión en Alemania,
donde sus adeptos más destacados fueron Andreae Mynsicht (llamado Madathanus),
Gutman y Michael Maier (1568-1622). El gran místico Jacob Boheme (1574-1624),
cuyas obras están salpicadas de alusiones a la «Piedra filosofal
espiritual», al Cristo, «la santa Piedra angular de la Sabiduría»
( la misma expresión en el gran doctor del grupo, el inglés Robert
Fludd), estuvo muy influido por esa mezcla de teorías teosóficas,
cuya repercusión fue considerable [2]. Pero el rosicrucianismo enjambró fuera de su
patria de origen: así el checo Comenio, uno de los principales jefes
de la secta de los Hermanos moravios, autor de varias obras teosóficas
en las que exhortaba a los hombres a que construyeran «un Templo de la
Sabiduría según los principios, reglas y leyes del Gran Arquitecto,
el propio Dios», marchó a Holanda, donde tuvo discípulos
. (Los Países Bajos eran, por lo demás, un país ideal para
adeptos, pues existía libertad de pensamiento casi completa.) Francia
parece haber sido poco todada, aun cuando la Rosacruz tuvo sus afilidados, como
Michel Potier y el cirujano Dabid de Planiscampy. La mayor expansión
de la Orden se vio en Inglaterra, gracias a los esfuerzos del médico
Robert Fludd (1574-1637). Fludd había viajado durante seis años
por el continente (1598-1603), recorriendo Francia, Italia, España y
Alemania hasta los confines de Polonia: estuvo en relaciones con Hermanos alemanes,
y es hizo iniciar en los ritos y en las doctrinas de la Fraternindad. De vuelta
a Inglaterra, Fludd fundó en Londres grupos que se extendieron rápidamente
y es verosímil que fuera el Gran Maestro de la rama británica
de la organización. Hacia 1650, la Rosa-Cruz estaba poderosamente organizada
en Inglaterra. Ella fue la que debiá introducir en la Francmasonería
el sistema de Altos Grados, llamados «Escoceses».
3. Los Rosa-Cruces y la Francmasonería
La Hermandad de la ROSACRUZ tomó impulso, a mediados del
siglo XVII, en la Francmasonería: sus adeptos hallaron refugio en los
talleres masónicos, y luego de hacerse recibir como accepted Masons,«Masones
aceptados», utilizaron el simbolismo de las Corporaciones de constructores
para propagar sus enseñanzas; eran «Masones simbólicos»,
trabajando en «edificar el Templo invisible e inmaterial de la Humanidad».
Modificando el ritual introduciéndole sus concepciones herméticas
y cabalísticas, crearon el grado de Maestro con su ritual característico
de iniciación, que hace revivir al recipiendario la muerte, la «pobredumbre» y
la resurrección de Hiram (Véase Cap.V, § II); fueron ellos,
igualmente, quienes introdujeron los Altos Grados, tan cargados de esoterismo
cristiano, callados en las Constituciones de Anderson, pero que habían
de reaparecer luego, en forma más o menos alterada. Así, puede
decirse sin paradoja que la Francmasonería moderna ha copiado y continuado
el esoterismo de los rosacruces, tomando de ellos
sus más típicos símbolos herméticos, como el pelícano,
el fénix que renace de sus cenizas, el águila bicéfala,
etc.
Hubo así, durante la primera mitad del siglo XVII, una gran
mezcla de ideas, un gran desarrollo de las Sociedades secretas, que se copiaban
recíprocamente unas de otras. Por lo demás, es bastante difícil
orientarse en ese período donde las efusiones místicas y la alquimia
corrían parejas con las investigaciones científicas y los deseos
de reforma social, que se traducen en el gran número de Utopías de
entonces; citemos entre otras, la Ciudad del Sol, de Campanella (cuyo
Templo presenta curiosas analogías con una Logia) y la New Atlantis,
de Francis Bacon, que, escrita a partir de 1622, describe la «Casa de Salomón» donde
residen los sabios, acudiendo a los símbolos arquitectónicos.
4. Los ritos de iniciación
Sería interesante estudiar los ritos de iniciación de
los Rosacruces, así como
los diferentes grados. Los Rosa-Cruces alemanes practicaron el sistema
de «Superiores desconocidos», en el que los afiliados inferiores
ignoraban la personalidad de los miembros superiores de la jerarquía.
Por lo demás, esa concepcion se veía favorecida por las concepciones
de los Hermanos, que admitían una suerte de conservación de la
tradición secreta por grandes iniciados, hombres que se han librado
de la dominación de los sentidos, y recorren incansablemente el mundo:
son los verdaderos Rosacruces, por oposición
a los simples «Rosacrucistas».
Tenemos algunas alusiones a diversos ritos iniciáticos
en obras como las Noces chymiques de J.V.Andreae [3],
que constituye al mismo tiempo un tratado de alquimia: muchos intérpretes
han tratado de dar una explicación de las diferentes ceremonias, representaciones
y pruebas por que atraviesa durante siete días Christian Rosenkreutz.
Se encuentra igualmente el relato de una iniciación, destinada a hacer
revivir al neófito la suerte de Elías y de Enoc (que han sido raptados
al Cielo) en el Tractatus theologo-philosophicus, de Fludd [4]. Los textos sobre esos puntos son raros y bastante reticentes.
Pero hay un medio indirecto de conocer los ritos iniciáticos de los Hermanos:
recurrir al estudio de los rituales que se encuentran en los Altos grados
de la Masonería «escocesa», grados cargados de un simbolismo
hermético y cristiano muy característico. Sin embargo, es sumamente
difícil reconstituir los grados originales, que en el curso del siglo
XVIII sufrieron numerosos arreglos sucesivos.
No obstante, un estudio de los símbolos y de las alegorías
empleados por el ritual de esos «Altos Grados» no dejaría
de ser interesante: en él se encuentran casi todas las doctrinas herméticas,
tal cual fueron codificadas por los adeptos del siglo XVII. He aquí, a
título ilustrativo, la descripción, según Vuillaume, de
la Jerusalén Celeste, tal cual está representada en el capítulo
de los Rosa-cruces [5]
«En el fondo [de la última habitación] hay
un cuadro en el que se ve una montaña de la que corre un río, a
cuya orilla crece un árbol que lleva doce clases de frutas. En la cima
de la montaña se halla un zócalo compuesto de doce piedras preciosas
en doce hiladas. Encima de ese zócalo hay un cuadrilátero de oro,
que lleva en cada uno de sus lados tres ángeles con nombres de cada una
de las doce tribus de Israel. En ese cuadrilátero hay una cruz, en el
centro de la cual está acostado un cordero»
Esta descripción (inspirada en el Libro XXI
del Apocalipsis de San Juan) debe relacionarse con los desarrollos de
Fludd en su Tractatus theologo-philosophicus. Ese grado de Rosa-Cruz (del
que la joya reproduce precisamente el símbolo del mismo nombre) es característico
con su esoterismo cristiano y su Cena mística [6]
5. Las doctrinas y los fines
Las ideas rosicrucistas están fácilmente al alcance
de historiador, pues los Hermanos escribieron mucho, y las grandes bibliotecas
europeas poseen numerosas obras de ese género, de la primera mitad del
siglo XVII, a menudo ilustradas con gran número de figuras simbólicas,
emblemas y diagramas de lo más interesantes. El escritor más notable
de la Orden fue Robert Fludd, cuyos numerosos trabajos constituyen una verdadera
suma, en que se abrevaron los adeptos de la Alta Filosofía masónica
de los siglos siguientes.
Es muy difícil resumir, aunque sólo
fuera ligeramente, la doctrina rosacrucista de filosofía religiosa tal
cual está sistematizada por Fludd [7]. Es un vasto sistema teosófico, un cristianismo
esotérico fuertemente influido por el Hermetismo, la Cábala Judía,
el Neo-platonicismo y la Gnosis: es un sistema compuesto, que ha reunido los
vestigos de todas las tradiciones más o menos secretas que caminaron subterráneamente
durante todo el medioevo y el Renacimiento. Se encuentran desarrollados todos
los temas clásicos del esoterismo (principalmente la Cosmogonía
sexual, pues se atribuye el origen del universo a la unión del Fuego
macho y de la materia hembra). Todos los seres sólo son desarrollos varos
del Ser único, de la Mónada, que se manifiestan en diferentes grados
y están destinados a entrar en la Unidad primordial. Los Hermanos, depositarios
de la antigua filosofía secreta perpetuada desde los tiempos primitivos,
anuncian el próximo retorno de la edad de oro.
El hombre, privado de la Divinidad por su rebelión,
debe reintegrarse a ella por el éxtasis; puede, debe volver a ser Dios.
Traen una gnosis destinada a operar la «Reforma universal» religiosa
y social. La Gran Obra hermética es ante todo el Ergon, la búsqueda
interior de la Piedra Filosofal, la santificación del adepto, y es también
el Parergon, subordinado al primero, que es la busca física de
la Piedra, capaz de «santificar» la materia transmutándola
en oro puro.
«El Cristo habita en el hombre: lo penetra enteramente;
y cada hombre es una piedra viviente de esa roca espiritual, aplicándose
así las palabras del Salvador a la humanidad en general; así se
construirá el Templo, cuyas figuras fueron la de Moisés y la de
Salomón. Cuando el Templo esté consagrado, sus piedras muertas
se transformaran en vivientes, el metal impuro se transmutará en oro fino
y el hombre recobrará su estado primitivo de inocencia y perfección» [8]
Observemos particularmente la creencia en una continuidad de laRevelación,
y conservándose la Tradición secreta por una sucesión
ininterrumpida de «grandes iniciados», que son los verdaderos Rosa-cruces,
en sentido absoluto del término (pues los miembros de la Hermandad son
sólo simples Rosicrucistas), depositarios de la Ciencia total,
poseedores de la Piedra filosofal y el arte de prolongar la vida indefinidamente,
dotados de poderes sobrehumanos y desconocidos de la muchedumbre. Son los «Invisibles» que
muchos personajes de aquellos tiempos intentaron en vano encontrar; hubo, naturalmente,
algunos hombres que pretendieron hallarse entre esos «Rosa-cruces».
(Así un médico refiere que en 1615 viajó «con un hombre
de mediana estatura, aspecto común y vestido sencillamente, que hablaba toda
clase de ciencia, curaba a los enfermos gratuitamente, llevaba el traje del país,
declaraba que era Rosa-Cruz, conocía las virtudes de las plantas, sabía
lo que los otros decían de él, hablaba lenguas muertas y extrañas;
comió impunemente brionia, hizo predicciones; era un anciano monje de
ochenta y un años, el tercero de la Hermandad; hablaba sin desdecirse
jamás; desapareció, y no quedaba más de dos noches seguidas
en la misma localidad».) Hacia 1625 corrió el rumor de que esos «Reveladores» habían
vuelto hacia su país de origen: el Oriente misterioso. Desde esa fecha,
y hasta nuestros días, operó en Europa cierto número de
personajes que pretendían ser «grandes Iniciados»; los más
célebres fueron el Conde de Saint Germain y Cagliostro, en el siglo XVIII.
La Rosacruz, esa Sociedad secreta aún tan
misteriosa, ejerció un papel mucho más importante de lo que se
cree: así, Descartes, seducido por esas teorías místicas
y humanitarias durante su permanencia en Alemania y Holanda, tuvo oportunidad
de afiliarse, sin duda por mediación de su amigo el matemático
Faulhaber; y el famoso «Sueño» de Descartes, así como
varios opúsculos de su juventud, como las Olympica, son reveladoras
sobre el particular [9]
Esta Sociedad se integró a la Francmasoneriá, que
ha sido fuertemente influida por esos adeptos; en cuanto a las organizaciones
modernas que han pretendido, o pretenden, prolongar el movimiento, no tienen
nada en común con los Rosa-Cruces del siglo XVII (a ese tipo pertenecen
la «Orden Cabalística de la Rosa-Cruz» de S. de Guaita, la «Rosa-Cruz
católica» de Péladan, la Golden Dawn, la Rosicrucian Fellowship de
Max Heindel, la A.M.O.R.C. y otras sociedades menos conocidas.)
Notas a pie de página
[2] Señalemos que el Rosa-Cruz Morsius,
amigo de Boheme, mantuvo relaciones con Fludd (cf. H.Schneider, Joachim Morsius
und sein Kreis, Lübeck, 1929)
[7] Remitimos a: S.Huttin, R.Fludd, Le Rosicrucien,
París, Gérard Nizet, 1953. Véase J.B.Craven, R.Fludd,
Kirkwall, 1902. Cf., además de las obras generales sobre los Rosacruces:
Ad. Franck, Dict.
des Sc.philisoph., 2ª ed. París, Hachette, 1875, págs
539-542, D.Saurat, Milton et le matérialisme chrétien, París,
Rieder, 1928, págs. 13-43.
[9] Cf. A. Georges-Berthier, Descartes
et les Rose-Croix, en Revue de Synthèse, t.XVIII, 1939,
págs. 9-30; G.P.Ersigout, L'Illumination de R. Descartes rosicrucien,
en C.R. du Congrès Descartes, París, Hermann, 1938, y X
Novembris 1619, París, ed. de la Paix, 1938
6. Thesaurus
Magisterio: Alquimia. Elixir
al que se atribuía la propiedad de transformar los metales en oro y plata.
Mónada: (del lat. monas-adis y éste
del gr. monás, unidad) f. Cada uno de los seres indivisibles, pero de
naturaleza distinta, que según el sistema de Leibniz, compomen en universo. § Monadismo:
Doctrina según la cual el sistema está compuesto de mónadas. § Monadología:
Obra filosófica de Leibniz donde el autor expone su doctrina espiritualista.§ Leibniz:
(Gottfried Wilhelm) Fil. Filósofo y matemático alemán
nacido en Leipzig(1646-1716). Entre sus principales escritos están De
arte combinatoria; Nova methodus docenci discendique juris; Confessio naturae
contratheistas; Hypothesis physica nova; La monadología, y Ensayo
de teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal. Leibniz
no admite la unidad de substancia; por el contrario, sostiene en su teoría
filosófica, a la que llamó monadología, que el universo
está constituído por mónadas, o sea substancias distintas
y diferentes entre sí y principios constitutivos de las cosas, que sin
ser puntos indivisibles, carecen de extensión y forman las partes infinitesimales
del ser material. La mónada suprema es Dios, ser infinito e inmutable.
Las almas racionales son, según Leibniz, una serie de mónadas o
unidades, dotadas de una representación clara y distinta. Las mónadas
se distinguen entre sí por el grado de perfección con que reflejan
la universalidad de las cosas. La idea de la armonía es fundamental en
este sistema filosófico: la mónada creada no puede recibir nada
de otra mónada creada, y la incomunicabilidad entre ellas produce el que
la una no pueda influir físicamente sobre la otra; de ahí la necesidad
de una armonía preestablecida en el mundo creado y su afirmación
de éste es un conjunto de pequeños relojes montados con tanta perfección,
que los movimientos del uno corresponden a los de todos, sin la menor discrepancia.
La importancia de Leibniz en el campo de las matemáticas es tan grande
como en el de la filosofía. Según él, en 1674 concibió la
idea del cálculo infinitesimal, cuyos resultados expuso en 1686 en un
escrito titulado De Geometria recondita, aunque Newton recabó para
sí la prioridad del descubrimiento sin que en esta controversia se llegase
jamás a un resultado definitivo.