domingo, 2 de agosto de 2015

Perlas del Dragón de Jade (3)



El Templo iniciático del Mundo

La Vida es la madre suprema de todas las iniciaciones y en donde, como en una muñeca matriusca, están contenidas el resto de las otras iniciaciones posibles.

Se trata de una Iniciación ritualista y dramatizada, cuya duración es una vida completa, a la que son sometidos los espíritus inmortales con el fin de adquirir la luz de la vida material, la consciencia.

El inicio del proceso comienza cuando el espíritu provoca la concepción de un cuerpo físico en el útero de una hembra mediante la provocación hormonal de un macho. Ese cuerpo será dirigido por él y posteriormente ocupado como si de un huésped se tratase; siendo desocupado cuando el proceso iniciático ha finalizado, bien sea porque ha sucedido o porque, por cualquier causa, se ha frustrado. Al proceso de ocupación por el huésped espiritual lo denominamos nacimiento y a la desocupación, de forma errónea, muerte.

El tiempo que el Ser permanece dentro del seno materno, generalmente nueve meses en los humanos, viene a ser lo mismo que haber estado introducido en una oscura gruta, preparándose mediante los alimentos apropiados que le son ofrecidos por el Mundo, la Tierra, mediante el seno materno de su madre biológica. Ese periodo previo al verdadero proceso de Iniciación, el nacimiento al Mundo y donde tras el llanto inicial el postulante irá descubriendo una serie de sensaciones sobre sus sentidos que solo tomarán verdadero sentido cuando abra sus ojos a la realidad de una nueva vida y que hasta ese instante era completamente desconocida para él. Acaba de aparecer un nuevo personaje en el escenario del Mundo para sufrir sus particulares pruebas iniciáticas.

Todo periodo iniciático de cualquier vida no deja de ser otra cosa que un tiempo de aprendizaje y maduración de las experiencias sufridas con el fin de afianzar, los conocimientos, en lo más profundo de nosotros y que así pasen, mediante el riego sanguíneo y la respiración, a formar parte de la propia impronta vital del Espíritu.

Se aprende de todas las experiencias, tanto de las denominadas positivas y productoras de felicidad como de las que se consideran, erróneamente, negativas y que nos llevan a estados de melancolía e infelicidad. Paradójicamente, es con estas últimas con las que más provecho iniciático sacaremos dado que su dramatismo es de difícil olvido.

Cuando el Ser ha madurado lo suficiente, el fruto de su vida o proceso iniciático, es cuando se encuentra preparado para la última y verdadera iniciación, sin la cual, todo el proceso anterior no habría tenido sentido alguno: El Nuevo Nacimiento o regreso al Hogar Celeste licenciado y graduado con la nota de la que haya sido merecedor, la Muerte. Este hecho, no es lo luctuoso y triste que parece ser entendido por la generalidad de las gentes, sino algo digno de alegría y sana envidia.

La muerte del Ser solo es aparente y solo se produce en el cuerpo físico que el Espíritu había tomado para poder manifestarse en el escenario del Mundo. La experiencia triste del proceso denominado muerte solo es sufrido por los familiares y amigos carnales del ya Iniciado, pues para él la muerte no ha sido otra cosa que despertar de una más o menos triste pesadilla y el retorno a la luminosa y verdadera realidad de donde procede, con el añadido de un conocimiento nuevo, iniciático, que será añadido a su consciencia cósmica como el Ser espiritual y eterno que es.

Es curioso como en el transcurso del periodo iniciático de lo que conocemos como vida nos vamos encontrando con una gran variedad de entidades, seres, de los que iremos aprendiendo las lecciones que necesitaremos y no otras. A esas personas o instructores podremos reconocerlos como maestros en itínere; pero haciendo honor a la verdad, sin menoscabar toda su benéfica influencia y esfuerzo en ayudarnos, debemos decir que no existe otro verdadero maestro que nosotros mismos, nuestro Guía interior.

En demasiadas ocasiones, la mayoría, en los denominados como colegios iniciáticos se hace hincapié en una suerte de historia profana de la escuela así como de los principios doctrinales que propugna; pero ninguna de esas dos cosas tienen la más mínima importancia, sino el hecho de permanecer ante los ojos de los profanos, no iniciados, a modo de faro recordatorio de que nos encontramos aquí para un algo y ese algo, nada casual por otro lado, es nuestra iniciación en el mundo de Maya, la realidad ilusoria de la vida, con el fin de que la consciencia obtenida en este crisol podamos trasladarla al mundo celeste de la Verdad, nuestro verdadero Hogar.

Al contrario de lo que pudiera parecer, la Vida es una escuela para la adquisición de la Consciencia y con esta consciencia obtenida todo el Pleroma, no solo el Iniciado, se ilumina; dado que el Mundo de la Verdad, el lugar de donde verdaderamente procedemos, está sumido, generalmente, en una especie de Nirvana inconsciente esencial. También para mostrarnos que aquello que denominamos Muerte no es otra cosa que el tránsito del sueño en el que estamos sumidos hacia la vigilia de la verdadera vida celestial. Del sueño que morimos para renacer en la vigilia del todo, de la plenitud y de lo eterno.

En esta suerte de disertación pudiera parecer que nos falta lo más importante: La Técnica o Método iniciático; en definitiva, la forma de Vivir.

Craso error, dado que la técnica y el método es completamente individualizado y diferente para cada uno de los seres y solo son proporcionados por el Maestro Interior: Recuerden por uno mismo y nadie más.

Vive la vida sin más, si tropiezas te levantas; pero deja de seguir de forma ciega a gurús que se autodenominan como maestros. Vivir la vida, sin más, tu propia vida es el proceso iniciático por excelencia, siendo el resto de variopintos métodos que se ofrecen, mediante una simbología y jerga especializadas, una especie de juegos que como el juego a los niños les sirve para ir iniciándose en la propia vida; pero recordemos que esos métodos fueron creados por otros, antaño, para gentes como ellos. Con la mejor voluntad lo hicieron; pero cargados de una gran ignorancia, dado que lo que para uno sirve para el resto no vale.

Tú no eres ellos, ni mucho menos deberías ser el ciego seguidor de nadie. Sigue tu instinto primero y tu intuición después; pero no cargues tu propio trabajo sobre las espaldas de nadie porque eso no sirve, no funciona así la cosa. De dicho modo serás guiado por tu guía espiritual y maestro interior, tú. Olvídate de la jerga creada por gentes ajenas a ti, tales que Karma o Reencarnación y céntrate en lo único importante que es vivir tu vida en libertad y con los mínimos apegos posibles. Vivir es conocer, más bien recordar, que tú eres un Ser plenamente espiritual y que, en realidad, jamás naciste por primera vez así como que jamás dejarás de existir porque eres un Ser, en esencia, eterno como el entorno que te sostiene y mantiene desde un tiempo sin tiempo hasta un tiempo sin tiempo.

El resto, lo demás que no tenga que ver con el hecho de vivir, tómalo como algo intrascendente y anecdótico, sin importancia real a modo de un juego de abalorios que solo sirven para embellecer lo que ya es bello de por sí o maquillar la realidad, ante los ojos de los vasallos del Emperador, de un mundo ilusorio; pero que poco o nada aportan a tu Ser Eterno e inmortal que nunca ha dejado de permanecer en el mundo de la Verdad aunque se encuentre sumido en el más profundo de los sueños.

Huye, como alma que lleva el Diablo, de todo aquel que desee imponerte sus propios criterios mediante el majestuoso; pero ladino arte de la oratoria y ten más confianza en tu intuición que no es otra cosa que la silenciosa voz de tu verdadero Ser interno.

Recuerda Amigo y Hermano: De tu verdadero Guía y Maestro interior.

Todo lo externo no son otra cosa que fuegos de artificio y sin poder transformador, iniciático, alguno.

Solo aquello nacido de tu interior posee el fuego transformador del Ser Eterno y Divino que eres.

Quien tenga entendimiento entienda.

Luzbel