miércoles, 4 de junio de 2014

Mundo: ¿Paraíso o Infierno de un dios absolutamente descabellado?

Dios aprieta; pero no ahoga, dice el dicho popular. Bien lo llegó a conocer el mítico Job, cuando sufría las penalidades del Diablo con el beneplácito de su dios bien amado.

¿Qué clase de dios es aquel que disfruta del vaporoso olor a grasa animal quemada de gallinejas y entresijos, mientras rechaza, de forma despótica y violenta, el de legumbres y verduras?

Un dios que indica a su pueblo amado, aunque duro de cerviz,  que entre en las ciudades de los paganos a cuchillo y no deje en pie alma alguna de bicho viviente, incluidos mujeres, niños o animales domésticos. ¿De qué clase de Entidad estamos hablando?

¿Qué tipo de divinidad es aquella que pone a prueba a sus criaturas bajo las más penosas y detestables situaciones como el sacrificar al propio hijo? Quizá se trate de un dios bromista; pero negro, irónico y trágico. Un dios al que le gusta ver a sus hijos llorar, lamentarse y suplicar por sus vidas y las de sus progenies.

Quizá esa criatura no sea el dios que nos han contado sino algo mucho más grosero e infame. Es curioso como su nombre es utilizado como palabra de poder encontrada; pero una palabra nunca final sino provisional, dado que ni su nombre refleja la verdadera naturaleza del Dios trascendente primero, ni es el supuesto Dios de amor después, que permanentemente nos quieren vender.

El dios del que hablamos sería, de existir como Entidad, más un demonio que otra cosa. Los antiguos gnósticos lo denominaban como El Gran Presuntuoso, el Jefe de los arcontes o jerarquías creadoras. Sí, Jehová no es Dios sino el Demiurgo, así como sus ángeles no son otra cosa que los Elohím quienes le ayudaron a configurar esta parodia imperfecta del Paraíso Celeste del Pleroma. Hablamos de los arcontes o legisladores.

Los ángeles y los demonios, seguidores del Rebelde Lucifer, son una misma cosa, salvo que los ángeles caídos liderados por el Portador de la Luz, lo fueron porque desobedecieron lo programado por su Creador, que antaño, el séptimo día de la Creación, hubiera caído en sueño profundo, para ponerse del lado de Sophía, la Sabiduría, y en favor del despertar del Hombre en cuyo seno habita segmentado el espíritu de Jehová, paradógicamente del propio Demiurgo.

Los gnósticos de los primeros siglos del cristianismo suponían que Satán no era otro que el mismo dios de los judíos Jehová; pero esa Entidad desapareció, como vemos, el séptimo día de la Creación, dado que el sexto, su espíritu, quedó inmerso en el Cuerpo de Adán, su definitiva Creación material, nosotros mismos. Nosotros somos Satán, nosotros somos Jehová y quienes nos sirven y martirizan son nuestras propias criaturas, las máquinas programadas, lideradas por Miguel y Gabriel (Hermanos de Lucifer), que nosotros creamos para que nos ayudasen en la Creación y mantenimiento del Cosmos en su totalidad. Gabriel representa la capacidad reproductora de la naturaleza mediante la cual, el Espíritu único del Creador se va disgregando cada vez más en más y más cuerpos. Miguel representa la fuerza ígnea de la Gravedad que nos mantiene atados a la rueda del Tiempo y del Espacio. No es otro que el Ángel que puso Jehová frente a las puertas del Paraiso para que ni Adán y Eva o su futura progenie pudieran regresar a la Plenitud del Pleroma. Lucifer, el tercero de los hermanos angélicos, es el responsable de recordar al Hombre su verdadero origen divino.

Jehová, el Gran Presuntuoso, el dios menor, el dios loco no existe pues su esencia vive en nosotros mismos y es por ello que el Ser Bromista negro y cruel es el propio Ser Humano y, por la misma causa, lleva la maldad, hija de la ignorancia, dentro de su alma y todas sus obras están impregnadas del Pecado original de la Ignorancia de creerse el Verdadero y único Dios, el egoísmo del yo.

Pero Dios no existe, jamás existió y jamás existirá. Existe la Vida del infinito y eterno Pleroma en continua transformación en sus infinitas células individuales. ¿A eso podemos denominarlo Dios? Que cada cual lo denomine como le venga en gana. Algunos lo denominamos la Naturaleza, por lo que nos consideran como panteístas Espinosistas.

Es curioso que se nos insista en las más afamadas fraternidades iniciáticas que lo importante es la Creencia en Dios y que la permanencia y trascendencia del Alma son algo secundario e intrascendente, cuando es justo lo contrario. La Creencia en Dios es irrelevante y solo se trata de un cepo colocado por los elohim, arcontes, que aún siguen dirigiendo, mediante el programa de Jehová, los designios del cosmos que diseñara él mismo: Nosotros mismos, queridos, nosotros mismos en el principio de los tiempos, pues el Gran Presuntuoso vive en nosotros, aunque siga siendo, del mismo modo, cierto que somos nietos e hijos de Sophía, La Sabiduría.

¡Hasta este punto ha llegado el dios loco!, que hasta sus criaturas se permiten hacerle creer, en su sueño debido a  la perpetua división celular, que ellos son los dioses y que él solo es una criatura vil y mortal que debe encontrarse sujeta a su fantasmal creador; pero el Creador es él mismo. Satanás, el Demiurgo Jehová vive en nuestra más íntima esencia; pero ese dios loco, cruel y bromista debe transformarse en el hijo. mediante la G de la Gnosis, que no otra cosa que la esencia de su madre y de sus abuelos: Cristo el dios del Amor.

Cuando el Demiurgo dejó a su Universo en un perpetuum móvile, dialéctico y automático, en las manos de sus vasallos, los legisladores, los arcontes; lo dejó condenado a una expansión permanente donde el Espíritu divino del creador se iba segmentado, fragmentando, a cada fracción de tiempo que pasaba y así hasta el presente y hasta que acabemos con el presente tiempo de infierno y aflicción. Ese es nuestro Divino Destino final. Ser los destructores de este mundo ilusorio e irreal.

Siento mucho arrebataros la ilusión; pero no quiero que perdáis la Esperanza, pues la Esperanza está latente en el Despertar y tras el Despertar es la Fe de la Gnosis la que nos alimenta para seguir adelante hasta que tenga que acabar el ilusorio Teatro de la Vida dual y mortal. Un infierno que algunos soñadores, profundamente dormidos, ven como un auténtico y verdadero paraíso.

Jehová, Satán, el Dios Loco no es malo en sí. De hecho el mal como el vacío o la nada no existen en la infinitud del Pleroma; es simplemente ignorante, loco les gusta denominarlo a algunos iniciados y que está perfectamente representado por la carta del Tarot del Loco y el número de su naipe, el cero, el círculo, el ourobouros, o pescadilla que se muerde la cola, representado en otras ocasiones por un dragón o serpiente en la misma situación y que nos indica que todo lo que existe, todo lo que sucede lo hace dentro del Eón de Sophía.

Un Loco es alguien que se encuentra Ciego a la Verdad y actúa de forma errada, ciega, valga la redundancia. Si despertamos a la Chispa de espíritu que vive en nuestro Interior, transformaremos a la parte de Jehová, el dios loco que nos mueve, en el Cristo o Adán celeste que sustituirá al Adán terrestre o Gran Presuntuoso, el yo.

No busquemos la locura, el mal o la ignorancia, fuera nuestra, dado que el resto, son tan solo el reflejo de nosotros mismos, como nosotros lo somos para cada uno de nuestros semejantes. Somos producto de un error; pero nuestro Origen es divino, eterno y noble y es lo que vale la pena salvar (Todo). Todos somos una única Unidad que en su día, de forma equívoca, se dividió y no busquemos el perdón o la ayuda de una entidad divina exterior a nosotros mismos. Eso es un error, dado que esas supuestas entidades divinas no son otra cosa que las máquinas automáticas que nosotros mismos constituimos para que los pilares de nuestro edificio teatral, el Universo, se pudiera mantener en pie, hasta el presente y hasta el final de la representación.

Algún día esos pilares tendrán que ser derruidos y las almas separadas de Adam Kadmón, la Criatura Humana donde se trasvasó Jehová "una ínfima parte de él mismo en cada una de las unidades biológicas", serán reintegradas como el verdadero Ser y sagrado Hijo único del Eón Sabiduría.

Si necesitamos comprender lo aquí expuesto, antes de discutirlo vanamente, consultémoslo con nuestra almohada.


Aralba