domingo, 12 de octubre de 2014

La Inquisitorial mente de la Ignorancia

La Verdad no requiere de la Razón o de argumentación alguna es la contestación que te ofrecen aquellos a quienes les intentas cambiar los esquemas mentales por encontrarse equivocados. 

Equivocados por estar fundamentados en la mentira y el engaño y que pueden ser revocados con un simple estudio histórico del asunto.

Es fútil intentar razonar con quienes tienen construida su vida sobre los cimientos del engaño y viven plácidamente en un sueño de ignorancia. La Verdad, cuando se les muestra, la toman como una afrenta personal ofensiva, salen de sus casillas y te agreden insultándote y mandando toda suerte de maldiciones.

Si de estas personas dependiera, construirían una pira de leña bañada en petróleo y nos quemarían vivo hasta que nuestras carnes fueran devoradas por el fuego del Infierno.

¡Qué atrevida es la Ignorancia! Dice el Dicho Popular y donde ésta puede ser causa de un analfabetismo y del que el individuo no tuviese culpa alguna o por ser responsable de haber leído cierto tipo de literatura que ha cargado sus mentes de fantasías y supercherías. Claro ellos se sienten conocedores e incluso sabios por haber leído muchas obras impresas; pero no entienden que no todo lo que está impreso tiene por qué ser cierto o real.

Hasta nuestros días han llegado del pasado una serie de instituciones religiosas, fraternales y esotéricas de gran prestigio; pero a poco que se estudian sus fundamentos históricos puede demostrarse que sus basamentos están constituidos de humo, puro engaño para convencer a las personas de aquellas épocas en que fueron constituidas.

En muchas ocasiones indicamos que han podido basarse en esa sentencia que hiciera popular Maquiavelo “El Fin Justifica Los Medios” Algunas de esas instituciones, nos negamos a dar nombres, se remontan a unos pocos años, entre el siglo XVIII y primeros del pasado siglo XX. Instituciones con un prestigio indudable y que han realizado y siguen haciendo obras de enjundia filantrópica, tanto en lo moral como en lo espiritual y hasta en lo físico si consideramos las misiones que las entidades religiosas poseen en los países más pobres y necesitados.

Dicho esto, no es justificable que se señale como delincuente al estudioso que levanta el polvo de debajo de la alfombra de la institución y descubre el engaño o fantasías sobre las que está construida la Institución, porque no se hace para desprestigiar y dañar a las instituciones sino simplemente por amor a la verdad. El Estudioso o Historiador ninguna culpa tiene de que su objeto de estudio esté construido sobre arenas movedizas.

Algunas instituciones no desaparecen o se empequeñecen por el hecho de estar construidas sobre una fantasía inventada y sin fundamento alguno. No, lo hacen porque sus miembros herederos se aferran al mito y a la leyenda como si les fuese la vida en ello y ante afrentas de tal calibre, el mostrarles la verdad, desenfundan sus armas más terribles y arremeten contra quien les muestra la verdad y esto nos viene a recordar el cuento del “El Traje Nuevo del Emperador” y el mito de la “Caverna de Platón”, donde quienes se hacen eco de la verdad son maldecidos e incluso asesinados.

En muchas ocasiones el Mito no se construye con el afán de engañar por engañar sino por ocultar alguna otra verdad que por diversos motivos no se quiere mostrar.

Digamos que tengo contacto con un Gran Maestro Illuminati, cosa que en mi caso es cierto, recibiendo de él una serie de instrucciones y enseñanzas; pero nos indica que quiere mantener estrictamente su anonimato dado que no quiere que se le identifique con dichas instrucciones porque lleva otros trabajo, en otros planos, de diversa enjundia.

Yo, como de algún modo tengo que indicar el soporte que sustenta lo que muestro en mi Literatura, indico que se Trata de un Maestro Desconocido que se nos presentó en sueños y nos mostró nuestra Misión. 

En cierto modo puede parecer un engaño si dijese abiertamente que dicho Maestro o Instructor no poseía cuerpo fisco alguno; pero cualquiera que esté instruido en el Ocultismo en general y en el Martinismo en concreto, saben que los Superiores Desconocidos, los Maestros Desconocidos son o fueron personas de carne y hueso que nacieron de mujer y terminaron comiéndoselos los gusanos en el interior de sus féretros.

Ahora bien, pongamos por caso que el Historiador, así se actúa habitualmente, investiga no solo la fuente primaria del Instructor que diera lugar a determinada institución sino que contrasta estudiando lo más minuciosamente posible, tanto el entorno histórico en que se produjo el hecho como las obras colaterales o tangenciales de sus coetáneos y que dieran lugar a instituciones similares o de parecido propósito.

Generalmente, no siempre todo hay que decirlo, el miembro de una de estas organizaciones se conforma con la literatura de su escuela e Institución, no teniendo accesos a otra información exterior simplemente porque se encuentra bien así y además no le interesa. Cuando llega el Historiador o Estudioso mostrándole el Mito e indicándole la verdad histórica subyacente en el mito tiene dos opciones, actuar con humilde racionalidad y, al menos, mantenerlo en hibernación hasta que él pueda mostrar la veracidad del asunto o como un Cruzado armado hasta las cachas arremeter inquisitorialmente contra aquel que intenta mostrarte la Verdad, al menos la verdad histórica que ocultan la leyenda y el mito.

El pertenecer a una escuela espiritual o iniciática no nos da el derecho a estar por encima de los demás ni a la posesión de la verdad absoluta. Una Escuela, como todo el mundo sabe, es algo temporal y donde nos preparamos para salir al mundo a comérnoslo, a estudiarlo e investigarlo para desentrañar sus secretos; pero no para quedarnos enquistados, como en un monasterio, entre sus cuatro paredes y arroparnos de los dogmas que instituyera, en tiempos pretéritos, su fundador.

El Alumno debe abandonar la Escuela para con la experiencia en el Mundo Profano convertirse en un verdadero Iluminado. Un Iluminado siempre en permanente búsqueda de la perfecta Verdad que sabe que jamás encontrará, en este plano, en su total pureza; pero que con insistencia se dispone a recorrer mientras las fuerzas le acompañen.

Dicho esto, queridos amigos, queridos fratres y hermanas, a vosotros os queda la libertad de situaros en una u otra ribera del Río de la Vida, porque el Río hay que cruzarlo, no podemos quedarnos asustados y expectantes al otro lado. Debemos de arriesgarnos a incluso equivocarnos; pero nunca a quedarnos bajo las faldas de la escuela en la que un día nos formamos.

Aralba