domingo, 29 de diciembre de 2013

Volvemos, a cuestas, con la Moral


¡Que ladino es el Adversario!, intentando que veamos lo blanco negro y lo negro blanco. La hipocresía es la mayor de las inmoralidades, dado que hace que hagamos lo que consideramos que está mal, sin serlo y mostramos otra cara diferente a nuestros semejantes; pero hay algo que debemos saber: Lo que hagamos, sea lo que sea, lo está viendo todo el mundo aunque se aparente que no se ve.

Es mejor creer que nada ni nadie nos está viendo, cuando escondidos en nuestro cubil damos rienda suelta a lo más morboso de nuestra imaginación. Todos, cada uno de nosotros, somos un Espíritu eterno e inmortal que mueve los hilos de nuestra cósmica interpretación teatral y ¿Qué queremos decir con ello? Lo que somos en el Mundo es pura ilusión, puro teatro y nuestros cuerpos no vienen a ser más que androides de nuestro Dios interior, el de nuestro Corazón, nuestro Señor Eterno. Lo que los otros androides ven de nosotros es la máquina; pero la máquina hace lo que le dicta la Mente que la maneja. Lo que nosotros vemos de ellos, es su reflejo en este Plano de manifestación; pero intuimos que lo que hacen es fruto de la Imaginación de su Gran Señor.

Los que decimos que están muertos nos ven cuando estamos en la ducha enamorados de nuestro cuerpo haciéndole innombrables carantoñas; pero también los vivos, no lo olvidéis, ellos lo saben; pero no dicen nada porque estamos bajo la égida del Traje del Emperador. La Falsa Moral nos dice que el Emperador está vestido con lujosos y abundantes ornamentos textiles; pero, en realidad, está desnudo porque desnudo vino al mundo y desnudo, incluso de su carne y de sus huesos, tendrá que regresar al palco donde seguirá observando la función en la que ya no participa.

Lo inmoral no son nuestras debilidades carnales sino ocultarlas, escondernos de los demás pensando que lo que hacemos está mal y que así no podrán vernos. Craso error, nos ven, siempre nos ven. Ni el plomo más denso podría ocultar nuestros pensamientos al resto de nuestros hermanos inmortales.

El Hombre del simbólico Edén tapó sus vergüenzas no porque su cuerpo resultase inmoral para los ojos de sus semejantes o del Demiurgo al que consideraba su dios creador. Tapó sus supuestas vergüenzas porque su mente quedó sucia al ser manipulada por su supuesto creador. Mientras fue ignorante del mal que suponía su desnudez, el Ser Humano era un Ser cándido ingenuo y sin maldad, la inmoralidad le fue inducida por su ignorancia. Ignorancia de que quien el consideraba su creador no era otra cosa que un malvado y presuntuoso Arconte que pretendía que siguiese dormido e ignorante de su verdadera condición divina.

Así la Serpiente, Kundalini, que no es otra cosa que el fuego de su Espíritu y que moraba en él enroscada en lo más bajo de su espalda, Lucifer, les dijo a esos simbólicos primeros padres de la humanidad. “Él os engaña, porque si comiereis  del Árbol  del Conocimiento, de la Ciencia del Bien y del mal, conoceréis lo que verdaderamente sois y por fin sabréis la Verdad: Que sois dioses eternos”

La verdadera moralidad consiste en ser conscientes y asumirlo como propio, sin imposición alguna, de que todo aquello que hagamos a otros y que si nos lo hicieran a nosotros, nos perjudicara, eso está mal; pero la cuestión no es asumirlo como una mera cuestión intelectual sino de Fe, de verdadero Conocimiento Gnóstico.

Es evidente que si ahora, libres de prejuicios, fuésemos a la calle desnudos y haciendo el coito en público con el Amor de nuestra Vida, o con la primera mujer o varón que se nos echase encima, la totalidad de los viandantes se nos escandalizarían; pero esto es así porque, desde antaño, se nos dijo que el Emperador estaba vestido y aunque nosotros lo veamos desnudo, nos negamos a creer en la evidencia de nuestros ojos porque pensamos que no somos nada ni nadie y que, el otro, el presunto dios y demoníaco Demiurgo, posee la Verdad y no nosotros.

Lo cierto es que tan solo nos hipnotizó diciéndonos que eso estaba mal. Pero lo que está mal, la verdadera inmoralidad reside en reprimir nuestros naturales sentimientos y deseos instintivos pretendiendo, de forma ingenua, ocultar esa verdad a los otros: La única y absoluta divinidad universal. A esos que creemos, erróneamente, que no nos observan cuando pensamos que nos encontramos en la más absoluta intimidad.

Siempre que sepamos, fehacientemente, que no estamos perjudicando a nada ni a nadie con nuestros actos, supuestamente inmorales, la inmoralidad no se encontraría en el que actúa sino en quien lascivamente escandalizado observa con los cristalinos manipulados de sus ojos.

Muchos de nuestros maestros antecesores fueron, con calumnias, tildados de inmorales, ladrones, asesinos y peligrosos para la sociedad, siendo llevados al cadalso por tan solo predicar la Verdad. Esa Verdad es y siempre fue el Amor. El Amor posee muchas y diversas vertientes; pero todas ellas son Amor verdadero.

El Amor por nuestros descendientes no es inmoral. El Amor por nuestros padres tampoco lo es. El amor por nuestros y nuestras amantes, así como sus infinitas e irreverentes manifestaciones, tampoco lo es, por mucho que nos hayan acondicionado para que creamos que cualquier relación o acción que no esté oficializada por una determinada jerarquía social  va en contra de lo Natural, de la Moral.

Lo inmoral y antinatural es ir contra nuestros instintos naturales. La Guerra es inmoral porque no es algo natural y se cercena la vida de múltiples criaturas que están en este Plano en evolución intentando transformarse en los seres inmortales que siempre han sido.

Lo inmoral es no llamar a las cosas por su nombre y decir que estamos amando cuando solo estamos follando para aliviarnos físicamente y sentirnos mejor; pero realizar el coito no es inmoral, per se, lo es cuando lo hacemos a sabiendas de que hacemos algo mal, a escondidas, y utilizamos palabras soeces como jódeme, pégame u otras lindezas por el estilo. Una mirada bestial y sibilina siempre se escapa de nuestros ojos cuando follamos en lugar de amar.

El Amor verdadero, aunque fuere en cuestiones tan mundanas siempre es tierno, buscando el bien del otro que tenemos a nuestro lado. En la actualidad ¿Cómo pretendemos que no sea inmoral realizar el Amor en público? No seamos ilusos, dado que aunque no hubiese intención de perjudicar a nadie si lo estamos haciendo: A todos aquellos que se escandalizan de nuestra natural acción; pero también a nuestros supuestamente amados, dado que quedan expuestos a la ignominia del ignorante populacho y hasta nos perjudicamos a nosotros mismos, dado que estamos perdiendo la estima de los que nos conocen; pero entonces ¿la solución se encuentra en regresar a la hipocresía y actuar según nuestro acertado criterio impidiendo que los demás pudieran vernos?

Hemos dicho que esa es la mayor de las inmoralidades posibles y reprimirnos tampoco es bueno. ¡Aparentemente no hay solución posible! Salvo que cambiemos al mundo primero; pero antes incluso nos tendremos que cambiar a nosotros mismos despertando a la Verdad de que todos somos Uno, en el Uno no hay Secretos, y que si no es inmoral que dos células se abracen y reproduzcan, tampoco lo es que nos amemos los unos a los otros como el Único, el Todo, nos viene amando a sus iguales desde antes que se fundasen el espacio y el tiempo. 93 93/93 Hombre: Tu eres tu Propia Ley, Amor bajo la Voluntad “Alexter Crowley”

ARALBA