miércoles, 29 de agosto de 2012

Preguntas más frecuentes sobre los Illuminati (Entrevista de CESNUR a Máximo Introvigne)



La Orden Iluminati, como es lógico, no comparte parte de las aseveraciones tendenciosas del prólogo; pero por amor a la Verdad, incluimos el Artículo de forma Íntegra. Con el paso de los años hemos venido descubriendo la Trampa del Ecumenismo entre las grandes religiones del planeta; dado que recuerda a los acuerdos que se producen entre Multinacionales cuando deciden subir, al unísono, los precios de sus productos. Es como si de algún modo intentaran protegerse ante la proliferación de nuevas religiones emergentes. CESNUR, arropada por su Categroría de Sociedad Científica, no deja de ser una Herramienta Ecuménica de la propia Iglesia Católica de Roma, aunque se presente como algo más imparcial; pero la entrevista está muy bien documentada y no tiene desperdicio alguno. (Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, ó higos de los abrojos? Mateo 7:16)

(Aralba)



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Massimo Introvigne. Traducido por. Ángel Expósito Correa


Una de las sociedades secretas que con mayor frecuencia recurre en la literatura «conspiracionista» (también católica) es la de los Illuminati. Dan Brown, por ejemplo (y para citar un autor que convierte sus calumnias, sus manipulaciones y sus fantasías en realidad histórica), la transforma en el sujeto fundamental de la trama de su última novela «Ángeles y Demonios». Ahora bien, ¿qué hay de cierto y de falso en la leyenda de esta sociedad secreta? La respuesta nos la ofrece un cuestionario sobre las preguntas más frecuentes acerca de los Illuminati que el sociólogo de las religiones (además de experto internacional de fundamentalismo y terrorismo islámico), Massimo Introvigne, ha publicado en la página web del Centro Europeo Sobre Las Nuevas Religiones (CESNUR) de Turín*. El mismo autor, en una entrevista concedida a un diario italiano (1), nos da asimismo las razones para entender el éxito de estas novelas (en especial, del Código Da Vinci) y de las varias teorías de la conspiración: según él "Las razones son distintas. La primera es el deleite en períodos de crisis, cuando la historia se hace complicada, por teorías de la conspiración que la semplifican. El segundo es la boga anticatólica, que hoy ya no viene principalmente del mundo protestante (que al contrario ha sido el primero en movilizarse contra “El Código Da Vinci”) sino de los legisladores de lo políticamente correcto feminista, abortista y pro-gay. El tercero es que “El Código Da Vinci” es un poco el manifiesto de aquellos que quieren creer pero no quieren pertenecer a instituciones religiosas ni derivar de las religiones códigos y normas de comportamiento. Como hemos visto, se trata de la mayoría de los occidentales”

Bien, ahora pasemos al cuestionario y a la realidad sobre los Illuminati. Que cada uno saque sus conclusiones.

Ángeles y Demonios de Dan Brown es la última de las muchas novelas que afirman que los Illuminati son, o han sido, una poderosísima sociedad secreta. ¿Pero, se trata sólo de una novela?

No según el mismo Dan Brown. En su página web el novelista americano defiende que: “Sociedades secretas como los Illuminati recurren a las medidas más extremas para quedar escondidas. Aunque muchos informes de servicios secretos hayan sido escritos sobre esta sociedad, pocos han sido publicados. Las teorías sobre el complot de los Illuminati hablan de una infiltración del Parlamento inglés y del Departamento del Tesoro americano, de una conexión secreta con la masonería, de una afiliación con sectas satánicas clandestinas, e incluso del renacimiento de su antiguo propósito de destruir el Vaticano. Separar la realidad de la ficción a propósito de los Illuminati puede ser difícil a causa de la intensa cantidad de desinformación que ha sido difundida sobre esta sociedad secreta. Algunos piensan que esta plétora de desinformación haya sido creada por los mismos Illuminati para desacreditar anticipadamente toda información factual que haya podido salir a la luz. Esta táctica para ocultar los hechos – conocida como “siembra de noticias” – es usada a menudo por los servicios secretos americanos”. Dan Brown parece aquí más crédulo cuanto a la existencia en nuestros días y al poder de los Illuminati que su mismo personaje Robert Langdon.

Sin embargo la existencia de los Illuminati es un hecho histórico, ¿verdad?

Sí. El Orden de los Illuminati es fundado el 1 de mayo de 1776 en la Universidad de Ingolstadt, entonces parte del Reino de Baviera, en Alemania, por un profesor de derecho, Adam Weishaupt (1748-1830). Los Illuminati constituían una interesante organización, que por una parte ofrecían a sus miembros rituales esotéricos, por otra tenían un objetivo político y aspiraba a derrocar el régimen monárquico, católico y más bien conservador, del Reino de Baviera, sostituyéndolo con una república inspirada en las ideas de la Ilustración.

¿Pero la Orden de los Illuminati era un ramo de la masonería?

Al principio Weishaupt era más bien crítico hacia la masonería, y se propone fundar una orden autónoma, con rituales distintos. Sin embargo, sus primeros rituales no consiguen atraer un número suficiente de seguidores, y en febrero de 1777 Weishaupt es iniciado como masón en una logia de Múnich llamada Zur Behutsamkeit (“A la Prudencia”). En 1780 un personaje ya bien conocido en la masonería alemana, el barón Adolf Franz Friedrich Ludwig von Knigge (1752-1796), se adhiere a los Illuminati y en el período enero 1781 – enero 1782 reelabora los rituales de éstos en una forma más propiamente masónica. Mas, si es verdad que estos rituales son de tipo masónico y que muchos de los miembros de los Illuminati son masones, técnicamente no se puede afirmar que la Orden de los Illuminati sea «un ramo» de la masonería, tratándose más bien de una orden independiente.

¿Y los Illuminati han tenido éxito?

En cierto sentido, sí. Los nuevos rituales de Knigge atraen bastantes miembros, y los Illuminati en el transcurso de su historia inician alrededor de 2.500 personas en Baviera y en otros numerosos Estados europeos, un número no pequeño para las órdenes iniciáticas en general. En otro sentido, sin embargo, los Illuminati fracasan: no consiguen realizar su proyecto político. Entre 1784 y 1787 la policía bávara se adueña de varios documentos comprometedores que prueban como el de los Illuminati sea en efecto una conspiración que aspira a derrocar el gobierno. Algunos miembros son detenidos, pero no son tratados muy severamente: salieron del paso con algunos meses de cárcel o con fuertas multas. Weishaupt escapa de Baviera y conduce una existencia más bien pacífica en otros Estados de Alemania hasta su muerte en 1830. Los Illuminati sobreviven durante algunos años fuera de Baviera merced a uno de sus dirigentes, Johann Joachim Christoph Bode (1730-1793), pero en 1790 abandonan toda actividad.

En los planes de los Illuminati, ¿hay realmente algo de siniestro?

Sí. Sus objetivos políticos no son perseguidos sólo con medios legales. En octubre de 1786 la policía registra la residencia de un importante miembro de los Illuminati, el diplomático Franz Xavier von Zwack (1755-1843), y secuestra documentos que demuestran como la Orden proyecte usar el veneno contra sus enemigos, aunque no haya pruebas que estos planes hayan sido llevados a la práctica.

¿Pero los Illuminati no reclaman que su Orden es más antigua de 1776?

Cierto. Al principio, Weishaupt explica que los Illuminati han sido fundados por el último rey de Persia que ha profesado la religión zoroastriana, Yadzegerd III (+651 d.C.), que él confunde con Yadzgerd II (+457 d.C., rey de Persia desde 438 al 457), y a partir de ello construye una compleja genealogía en la cual implica a muchos afamados personajes históricos. Cuando Knigge se adhiere a la Orden, pide a Weishaupt las pruebas de esta genealogía. Weishaupt le contesta con una carta de enero de 1781 en la que afirma que la genealogía es una “inocente mistificación”, necesaria porque bien pocos se hubieran interesado a una orden que se presentara como recién fundada (cfr. René Le Forestier, Les Illuninés de Bavière et la francmaçonnerie allemande, Hachette, París 1914, pág. 227 – este libro, que procede de la tesis doctoral de un ínclito historiador francés, constituye aún hoy la fuente primaria en todo lo que guarda relación con los Illuminati). En lugar de ofenderse, Knigge está de acuerdo sobre el hecho que una genealogía mítica sea necesaria, y construye una nueva donde declara que los Illuminati han sido fundados por Noé y “despertados” (el término es de origen masónico) tras un período de decadencia por San Juan Evangelista.

¿Y los templarios? ¿No guardaban ellos también relación con los Illuminati?

Sí, pero sólo según la genealogía de Knigge. En realidad toda la masonería alemana de la época reivindica los templarios como antepasados. La explicación está en el hecho que, cuando la masonería penetra en Europa continental desde la Gran Bretaña, muchos nobles europeos a los que es propuesta la adhesión son reacios a entrar en una organización cuyos reales orígenes se ubican en las corporaciones de los “libres albañiles” que aglutinaban, junto a los arquitectos, también a los simples operarios constructores. En 1736 el caballero André Michel de Ramsay (1686-1743) asegura en un famoso discurso a los nobles franceses, que espera reclutar en la masonería, que en realidad las corporaciones de libres albañiles británicas han dado cobijo a «caballeros perseguidos», creando así un origen del todo mítico – pero más aceptable – para las logias masónicas. En Alemania, donde ya desde años corren especulaciones sobre una pretendida continuación secreta de la Orden de los Templarios tras la supresión de 1307, los “caballeros perseguidos” de Ramsay son rápidamente identificados, precisamente, con los templarios. Es verdad que después de 1307 los templarios han continuado a existir por algún tiempo en algunos países europeos, pero la idea de una prosecución de éstos tras el siglo XV es considerada por los especialistas académicos de la historia de los templarios “completamente demencial” y ligada a leyendas “unifórmemente estúpidas” (así se exprime la historiadora francesa Régine de Pernoud [1909-1998]). En realidad todas las organizaciones esotéricas fundadas desde el siglo XVIII hasta hoy se equipan con genealogías míticas que se remontan a los templarios, a Noé, a San Juan o a Salomón y pasan por personajes famosos de la historia, de la literatura y del arte. Por regla general sus miembros menos desprevenidos son conscientes del carácter meramente simbólico y mítico de estas genealogías. Ciertamente sea Weishaupt sea Knigge saben bien que las genealogías que proponen a los miembros de los Illuminati son «simbólicas» o, para decirlo de manera más sencilla, inventadas por ellos. No existen Illuminati antes de 1776.

¿Pero entonces no han sido los Illuminati a proyectar y guiar la Revolución francesa?

No es del todo correcto. Autores hostiles a la Revolución, como el protestante John Robinson (1739-1805) y el católico padre Agustin Barruel (1741-1820), defienden tras el 1789 que la Revolución es fruto de una conspiración masónica en el curso de la cual la masonería francesa ha sido dirigida por los Illuminati. En esta sede no es necesario desatar los complejos nudos históricos relativos a las relaciones entre masonería, Ilustración y Revolución francesa. Podemos sin embargo afirmar con seguridad que los Illuminati, que en 1789 estaban a punto de cesar su existencia, no han guiado la Revolución francesa, y no han ni siquiera dado una contribución importante a su proyectación. Los vínculos entre la Orden bávara y la masonería francesa existen, pero son más bien ténues. La mayoría de los masones franceses (entre otras cosas bastante divididos entre ellos en el siglo XVIII) no aman los Illuminati, ni estarían dispuestos a dejarse «dirigir» por una orden alemana. Por una serie de razones políticas, los escritos de Robinson tienen no obstante particular éxito en los Estados Unidos, donde el presidente Thomas Jefferson (1743-1826) es reiteradamente acusado por sus adversarios de ser miembro de los Illuminati.

No obstante, ¿no es acaso verdad que el reverso del sello oficial de los Estados Unidos – aquél que aparece todavía hoy en los billetes de un dólar y representa una pirámide inacabada coronada por un ojo en un triángulo – es un símbolo de los Illuminati?

No, no es verdad, aunque se siga repitiéndolo casi por doquier. El símbolo con la pirámide inacabada y el ojo en el triángulo no se encuentra de ninguna manera entre los Illuminati. En realidad no es ni siquiera un símbolo masón, aunque en la masonería del siglo XVIII y XIX, fascinada por todo lo egipcio, se encuentren a veces símbolos parecidos. La específica pirámide usada en el símbolo americano es sacada de la Pyramidographia, un libro publicado en 1646 en Londres por John Greaves (1602-1652) tras un viaje a Egipto. El ojo en triángulo es presentado por el secretario del Cogreso americano, Charles Thomson (1729-1824) – que entre otras cosas jamás había sido masón -, en su discurso en 1792 que precede el voto con el cual el Congreso adopta oficialmente el Sello, como un símbolo cristiano, el “ojo de la Providencia” trinitaria que preside los destinos de los Estados Unidos. Como tal, el símbolo se encuentra en la iconografía cristiana no sólo prescindiendo de sino también mucho antes de su utilización en algunas fuentes masónicas.

Sin embargo muchos han aceptado la teoría según la cual los Illuminati guian el mundo, o al menos los Estados Unidos...

En realidad la han aceptado en pocos antes de 1975. Desde la mitad del siglo XIX la teoría del “gran complot de los Illuminati” se encuentra sólo entre una minoría de autores “conspirativistas” no particularmente conocidos al gran público. En 1975 es publicada la trilogía Illuminatus de la cual son autores Robert Joseph Shea (1933-1994) y Robert Anton Wilson (nacido en 1932). Las tres novelas son escritas en tono satírico, y Shea y Wilson forman parte del grupo neo-pagano (difícil de entender si no se enmarca en la contracultura hippie de la que nace) de los Discordianos, que veneran Eris, diosa de la Discordia y del Caos, jugando «bromas cósmicas» al mundo entero. Se trata en realidad de novelas libertarias, donde Weishaupt no muere en Alemania sino emigra en las colonias británicas del Nuevo Mundo, donde toma el nombre de George Washington y se convierte en el primer presidente de los Estados Unidos. Cuando éstos se revelan un Estado reaccionario y represivo guiado por los Illuminati, los Discordianos organizan la resistencia en nombre del Desorden, del Caos y de la Gran Diosa Eris. Sólo tras la trilogía de Shea y Wilson los Illuminati comienzan a aparecer en todas partes, desde El Péndulo de Foucault de Umberto Eco (1988) a la película Lara Croft:Tomb Raider (2001), y en otro número innumerable de películas, novelas, cómics, juegos de rol. Lamentablemente, no todos se dan cuenta de la naturaleza de la trilogía Illuminatus, incluso algunos defienden explícitamente que Shea y Wilson fingiendo bromear han publicado informaciones absolutamente fehacientes. Estas teorías tienen cierto éxito en ambientes fundamentalistas protestantes americanos. Son expuestas en particular por Milton William Cooper (1943-2001), que muere el 5 de noviembre de 2001 en un enfrentamiento armado con agentes de policía. Cooper rechazaba pagar los impuestos al gobierno de los Estados Unidos, alegando que estaba controlado por los Illuminati.

¿Y la Skull and Bones (“Calavera y Tibias”), la famosa sociedad secreta que reune estudiantes y ex-alumnos de la Universidad de Yale? A menudo se oye decir que es un ramo de los Illuminati...

En realidad las dos organizaciones no tienen nada en común. La sociedad Skull and Bones es fundada en 1832 por William Huntington Russell (1809-1885), cuando como hemos visto los Illuminati no existían ya desde más de cuarenta años. Algunas vagas semejanzas derivan del hecho que sea los Illuminati de Weishaupt sea la Skull and Bones de Russell han sacado elementos de las sociedades «secretas» estudiantiles que existían en las universidades alemanas desde el siglo XVIII. Entre paréntesis, muchas leyendas que circulan sobre la sociedad Skull and Bones carecen de todo fundamento. Es verdad que la componen personas ricas y poderosas, pero también es cierto que las personas ricas y poderosas no son precisamente raras entre los ex-alumnos de una universidad como Yale. La Skull and Bones es la species de Yale de un genus, la sociedad «secreta» estudiantil, todavía muy difundida en los Estados Unidos pero desaparecida en Europa desde hace tanto tiempo que nos resulta difícil entenderlo. Entre otras cosas, en 1986 ha sido definitivamente verificado que la famosa calavera que entra en el nombre de la Skull and Bones no es el del legendario jefe indio Jerónimo (1829-1909). Los Apaches, a los que la sociedad estaba dispuesta a devolver la calavera, lo han hecho examinar, han concluido que no tiene nada que ver con Jerónimo, y han rechazado quedarse con él.

Sin embargo, una Orden de los Illumanti vuelve a aparecer en el siglo XIX, ¿no es verdad?

Sí. En el marco del denominado “despertar del ocultismo” alemán que comienza en el último decenio del siglo XIX, Leopold Engel (1858-1931) “despierta” la Orden de los Illuminati el 12 de marzo de 1901. Engel y el co-fundador Theodor Reuss (1855-1923) – que más tarde se hará famoso por sus actividades en el campo de la magia sexual y su colaboración (no siempre pacífica) con el famoso magista inglés Alesteir Crowley (1875-1947) – habían comenzado a hablar de un “despertar” de la Orden desde 1896. Más tarde, tratarán de antedatar este “despertar” a 1880, una fecha seguramente falsa. Como siempre ocurre en estos casos, Engel y Reuss aseguran a los miembros de la recién nacida orden sea que sus orígenes son muy antiguas, sea que se trata de una legítima reproposición de los Illuminati de Baviera, cuya sucesión se habría transmitido de padre en hijo dentro de la familia de Reuss. Se afirma que los Illuminati encuentran sus orígenes en India y luego en Egipto, han inspirado el Renacimiento y la posterior primavera de las artes y las ciencias en Italia (de aquí las referencias a Gian Lorenzo Bernini [1598-1680] y Galileo Galilei [1564-1642], bien conocidos a los lectores de Ángeles y Demonios), y han tenido entre sus miembros un número impresionante de personajes históricos famosos, desde el mítico Ulises y Aristóteles hasta el mismo Thomas Jefferson. Pero también esta vez Engel acaba por admitir – por escrito – que toda esta genealogía tiene un carácter mítico y simbólico y no va tomada a la letra. Engel más tarde declarará que la idea de una sucesión de los Illuminati de Baviera transmitida dentro de la familia de Reuss ha salido de la creativa fantasía de este último.

¿Pero quién era en realidad Leopold Engel?

Un personaje más bien interesante. Se le puede definir como a un miembro del grupo más interno del grupo de seguidores (organizado como network más que como verdadero movimiento religioso) del visionario y místico austríaco Jakob Lorber (1800-1864). Engel “recibe” gracias a sus capacidades mediánicas el undécimo volumen que completa el incumplido Gran Evangelio de Juan de Lorber. Todavía hoy muchos lobberianos (no todos) aceptan este volumen como parte integrante del corpus de Lorber. Engel es también un prolífico autor de novelas de ciencia ficción y de cuentos para fascículos populares, un género un tiempo despreciado pero actualmente redescubierto por los críticos. En efecto, parece que Engel viva una doble vida como seguidor de Lorber y como fundador de los Illuminati, manteniendo separadas sus dos actividades, aunque en el material que prepara para su Orden de los Illuminati no es difícil notar una influencia lobberiana.

¿Y los Illuminati existen todavía?

Sí, aunque reducidos a poca cosa. Perseguidos en la Alemania nazi, los Illuminati sobreviven en Suiza merced a la actividad de Felix Lazerus Pinkus (1881-1947), un rico economista de ideas socialistas. Pinkus inicia Hermann Joseph Metzger (1919-1990), un ex-panadero e hipnotista de teatro, que mantiene en vida la Orden de los Illuminati hasta su muerte, en 1990 y establece un centro en Stein, en el Cantón suizo de Appenzeller Externo. Un pequeño número de sus discípulos vive o al menos se reune periódicamente todavía hoy en Stein, y se trata de los únicos herederos legítimos de la Orden de los Illuminati de Engel. Por supuesto, hoy cualquiera puede adherir a un amplio número de «Órdenes de los Illuminati”, algunas incluso vía Internet (con tal que se tenga tarjeta de crédito), pero se trata de órdenes que existen sólo sobre el papel y en todo caso no tienen siquiera aquélla «legitimidad» que procede de una sucesión que origina de Engel.

¿Dan Browon tiene razón cuando define a los Illuminati como los protagonistas de un complot para “destruir el Vaticano” en nombre de la razón y de la ciencia?

Como se ha visto, los nombres de científicos famosos citados como miembros de los Illuminati forman parte de genealogías míticas que no tienen ninguna base histórica. Los Illuminati de Baviera reclutaban principalmente entre abogados, funcionarios gubernamentales, y también entre algunos miembros del clero de ideas ilustradas, tenían entre sus miembros poquísimos «científicos» de profesión, si es que tenían alguno. A sus nuevos reclutas enseñaban una blanda versión de la Ilustración, próxima a la filosofía de Emmanuel Kant (1724-1804). Weishaupt les aseguraba de estar en contra de la siempre acechante influencia de los Jesuitas (a pesar de que éstos hubieran sido prohibidos – no definitivamente, como quedará claro sólo más tarde – en 1773), pero no contra la Iglesia católica o el cristianismo en general. Sin embargo, quien llegaba a formar parte de su grupo más interno se hallaba expuesto a enseñanzas de tono decididamente anticlerical y anti-católico, y algunos documentos propagandaban abiertamente la lucha contra la religión y el ateísmo. También en la Orden de los Illuminati de Engel había aspectos anticlericales, aunque no se tratara de un tema al cual se dedicaba particular atención. De ésto a defender que las Órdenes de los Illuminati históricamente existidas se propusieran «destruir el Vaticano» hay un salto lógico, y la pretensión hubiera sido objetivamente ridícula considerando las fuerzas reales que los Illuminati – también los de Baviera - tenían a disposición.

¿Los Illuminati son, o al menos han sido, una sociedad secreta muy poderosa?

Ciertamente no lo son hoy. Lo máximo a lo que puede aspirar el grupo de Stein, reducido a una docena de miembros, es sobrevivir. Ni la Orden de los Illuminati de Engel ha tenído nunca un particular poder. Ha tenído, eso sí, una cierta influencia cultural, y dos novelistas de cierta fama, Gustav Meyrink (1868-1932) y Franz Spunda (1890-1963), formaron parte de la Orden. Se trata no obstante de una influencia en gran parte limitada a la subcultura esotérica. Las cosas son distintas en el caso de los Illuminati de Baviera, una organización mucho más relevante que merece más de una anotación a pié de página en la historia alemana. Los Illuminati de Weishaupt consiguen reclutar incluso tres cabezas coronadas, el duque Carlos Augusto de Sajonia-Weimar (1757-1828), el duque Ernesto II de Sajonia-Gotha (1745-1804), y el duque Carlos Guillermo Fernando de Brunswick (1735-1806). Y es Carlos Augusto de Sajonia-Weimar quien persuade a afiliarse a los Illuminati, en 1783, sus dos reclutas más famosos: Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) y Johann Gottfried von Herder (1744-1803), los dos más importantes intelectuales alemanes de la época, que además son iniciados para complacer al duque pero no serán jamás realmente activos en la Orden. También es cierto que Weishaupt y sus dos más estrechos colaboradores, sin que las cabezas coronadas y los grandes literatos lo sepan, utilizan los Illuminati para una conspiración política revolucionaria muy real, que hubiera podido tener éxito. Dicho esto, también es importante reiterar que la influencia de los Illuminati – modestísima fuera de Alemania – no va exagerada, y que en 1790 su actividad ha dejado definitivamente de existir. Aquellos que quieren convencernos que una grande conspiración de los Illuminati explica toda la historia mundial desde el siglo XVIII – cuando no desde el Renacimiento – hasta hoy tienen el deber de la prueba que no han siquiera comenzado a exhibir.


¿Qué es CESNUR?: 

Los Illuminati, el Priorato de Sión y otras conspiraciones




Desde esta Página, queremos hacernos eco de este iluminado artículo respecto a la/s supuesta/s órden/es iluminati/s, conjuras y conspiraciones internacionales. Lo hacemos porque nos ha parecido honesto, riguroso, coherente y en extremo esclarecedor. Espero que, con el Trabajo del Hermano Caminante, podamos dar por concluido todo lo referente a la supuesta Historia física y material de la Orden Iluminati. También haber resultado imparciales, dado que solo queríamos que, todos nuestros visitantes, comprobasen que cada cual intenta llevar el agua a su molino (Chiringuito Iniciático) "Más bien alimenticio" con el fin de proteger, afianzar o cimentar sus legítimos o turbios intereses, producto de la fértil imaginación de alguien. Nosotros seguimos creyendo que todo lo que sucede en el Plano de la Realidad material tiene su contra-parte en el Espiritual mundo de los Arquetipos, de hecho es el Origen de todo, y donde debemos, siempre, dirigir nuestra mirada en caso de querer descubrir alguna verdad oculta.
¿Existe la Orden Iuminati?
Para mí es algo que es imposible dudarlo; pero no en este Plano de existencia como Entidad física y Registrada con títulos y Diplomas internacionales. ¿Ustedes que opinan?
(Aralba) 

H:. Caminante (C.A.B.A. - Argentina)

El código del complot mundial

"El Código Da Vinci" y sus clónicos editoriales explotan la supuesta existencia de un complot mundial, que explicaría la historia. En último término, se trataría de desenmascarar la conspiración bimilenaria de la Iglesia católica contra la libertad y la razón, desvelando un misterio escamoteado. Massimo Introvigne, director del Centro Studi sulle Nuove Religioni de Turín, explica estas teorías del complot en la introducción de su libro "Los Illuminati y el Priorato de Sión" (1), recién traducido.
Algunos, desconcertados por la imprevisibilidad de la historia, piensan que las cosas son realmente diferentes y que las cartas del juego histórico están trucadas. Habría pocos acontecimientos imprevistos, en el sentido de que muchos "así lo parecen" a la mayoría de la gente, pero en realidad han sido cuidadosamente preparados por personajes que se esconden entre bastidores. (...) Ahora bien, no existe un único tipo de teoría del complot. Conviene distinguir al menos entre "microcomplots", "complots metafísicos" y "macrocomplots".
Complots verificables
Pocos historiadores negarían que en la historia se dan "microcomplots", esto es, acontecimientos que irrumpen en escena con las características de lo sorprendente o de lo imprevisto y que, en verdad, han sido programados por grupos cuyos proyectos son desconocidos por la mayoría de los contemporáneos. Pocos, por ejemplo, podrían sostener seriamente que la Revolución Francesa explotó de repente por causas imprevisibles e imponderables. Historiadores de diferentes escuelas y simpatías admiten que la Revolución Francesa fue preparada, de algún modo y hasta cierto punto, por "sociedades de pensamiento" y otros grupos de presión, cuyos proyectos y actividades ignoraban los contemporáneos tanto antes como durante la Revolución, si bien se desvelaron parcialmente después.
Lo mismo cabe decir de la Revolución Bolchevique, en cuya preparación es ya bien conocido, por ejemplo, el influjo que tuvo el servicio secreto alemán. Los complots, pues, existen, aunque los libros escolares de historia suelan ignorarlos completamente.
Los "microcomplots" van dirigidos a un fin específico, a veces de grandísima importancia, pero normalmente limitado en el espacio y en el tiempo, y siempre privado del carácter de universalidad. Por ello, entran en el ámbito de estudio de los historiadores profesionales y pueden ser demostrados mediante pruebas empíricas. Los complots metafísicos, en cambio, escapan al trabajo empírico del historiador. (...)
Otros llaman simplemente la atención sobre este hecho (obvio, por su parte, para los cristianos): Dios guía la historia mediante la Providencia, incluso a través de sucesos misteriosos, que frecuentemente escapan a la comprensión humana. El propio Diablo no actúa en el mundo de modo casual, sino que coordina las múltiples manifestaciones de la tentación mediante una especie de antiprovidencia. La obra demoníaca no solamente interesa a los individuos en cuanto individuos, sino también a grupos humanos que, en tal caso, no son necesariamente pequeños.
El cristiano ortodoxo evita todo dualismo y sabe que Providencia y antiprovidencia no están en el mismo plano: dado que el poder de Dios es infinito y el del Diablo limitado, el triunfo final del choque ya está escrito, lo cual no impedirá que esa lucha adquiera, antes de la victoria, tintes dolorosos y cruentos.
Organigrama de las fuerzas del mal
Conviene distinguir cuidadosamente las teorías del "complot metafísico" de índole teológica o esotérica, de las teorías del "macrocomplot". A estas últimas se alude casi exclusivamente cuando se habla del "complotismo", del que Dan Brown es un epígono de éxito. Conforme a las teorías del macrocomplot, o complotistas, existiría un auténtico organigrama de las fuerzas del mal, que actúan en la historia desde siempre –o desde tiempo inmemorial– y que han producido, concatenándolos, toda una serie de acontecimientos: guerras, revoluciones, luchas y desolaciones.
Las teorías del macrocomplot nacen en el ámbito de la literatura sobre el Anticristo y su próximo advenimiento. Tal literatura, si bien cuenta con precedentes en la época medieval, se propaga tras la Reforma protestante. La actuación del Diablo en la historia –viene a decir el complotismo de aquella época– tiende a un fin preciso, la venida del Anticristo, para la que trabajarían desde antiguo ciertas fuerzas ocultas. Para algunos polemistas católicos del siglo XVI, el Anticristo sería Martín Lutero (1483-1546), o uno de los monarcas que apoyan la Reforma; para los polemistas protestantes, en cambio, el Anticristo sería el Emperador o el Papa . Un siglo después, en el ámbito de teorías complotistas quizás incluso más grandiosas, los "viejos creyentes" rusos identificaron al Anticristo con el Zar, por ser autor de una reforma eclesiástica y litúrgica que no les agradaba.
A partir del siglo XVIII, las teorías complotistas influirán en ciertas corrientes del pensamiento religioso, a la vista de una serie de acontecimientos aparentemente imprevisibles y difíciles de explicar por causas puramente naturales: la hegemonía cultural del Iluminismo, la Revolución Francesa y, tiempo más tarde, la explosión del espiritismo, la rápida descristianización de numerosos países europeos, el socialismo y el comunismo.
Sociedades secretas
Se construyen así esquemas en forma de pirámide:
a) detrás de los líderes políticos y culturales visibles estaría una clase dirigente invisible, constituida por las sociedades secretas, entre ellas –sin ser la única– la masonería; b) detrás de las sociedades secretas estarían otras aún más secretas, esencialmente satánicas; y c) detrás de los satanistas estaría el Diablo en persona, cuya acción no se limitaría a la modalidad de las tentaciones, sino que se manifestaría en apariciones muy explícitas y directas, en las que el Príncipe del Mal da instrucciones precisas y detalladas a sus propios lugartenientes humanos.
Solo en una época relativamente tardía se introduce también en el esquema a los judíos. (...) La idea de que los judíos juegan un papel crucial en el gran complot universal emerge, sobre todo, de los "Protocolos de los Sabios de Sión". Según las hipótesis más modernas y plausibles, este falso plan judío de control del mundo se compiló entre 1902 y 1903 en los ambientes antisemitas rusos (donde lo obtuvo la policía zarista, que lo difundió). (...)
En la literatura soviética
A pesar de que ya sea un lugar común cultural afirmarlo de manera casi taxativa, ciertamente el complotismo no es fenómeno exclusivo de los ambientes "de derechas". En la literatura soviética aparece con frecuencia la mención a un complot universal de las fuerzas reaccionarias, dirigido a obstaculizar el progreso y, en última instancia, el comunismo. En Italia, por aquella época –al término de la Segunda Guerra Mundial–, se detectan ecos de esa misma literatura en las hipótesis que se divulgan acerca de un gran complot de origen ancestral por parte de la masonería, de la mafia, de los servicios secretos estadounidenses y de la Iglesia Católica, que coincidiría en idénticos protagonistas –entre ellos, por ejemplo, el senador Giulio Andreotti–, para truncar la "marcha del progreso" y, en particular, el acceso al poder del Partido Comunista Italiano.
(...) Resulta difícil demostrar empíricamente la falsedad de las teorías del macrocomplot. A menudo son sugerentes, por lo que muchos tienen la tentación de responder "I want to believe". Sin embargo, la carga de la prueba del macrocomplot recae sobre quien sostiene que existe, y el hecho de que resulte imposible demostrar su inexistencia no supone ningún argumento a favor de los complotistas. (...)
Las teorías complotistas son también peligrosas. Pueden señalar con el dedo y someter a persecución a chivos expiatorios, a los que se achacan todos los males del mundo, ya sean "los americanos", "los judíos", "los jesuitas", "los masones", "las sectas" (las comillas indican que, bajo una sola etiqueta, se simplifican realidades muy distintas: no todos los americanos, los judíos, los masones y los miembros de "sectas" piensan del mismo modo, como tampoco los jesuitas). (...)
Falsas informaciones
[En su libro Introvigne desenmascara los microcomplots que Brown pretende colar como macrocomplots.]
Los Illuminati de Baviera [sociedad fundada en 1776] representan un clásico y "honrado" microcomplot, puesto en marcha para subvertir el trono y el altar en una zona limitada de Alemania. Ocurre aquí de hecho que, para motivar –y motivarse–, quien urde el complot no recurre al puro adoctrinamiento político, sino a una experiencia transmitida a través de un ritual, al principio para-masónico y después masónico. Así se explica la enorme impresión –origen de las sucesivas mitologías– que los Illuminati suscitan en toda Europa y en Estados Unidos.
Los "segundos" Illuminati, que comienzan a actuar a principios del siglo XX, así como el Priorato de Sión, son metacomplots (...), dirigidos a convencer al mayor número posible de personas de que existe realmente un Gran Complot. La primera finalidad que buscan es propagar la (falsa) información de que tanto los Illuminati del siglo XX (y XXl) como el Priorato de Sión son organizaciones potentísimas que traman complots desde hace siglos, cuando en realidad se trata –como veremos– de grupos pequeños y no muy poderosos, que actúan desde fechas relativamente recientes.
El complot de la Iglesia
¿Por qué se difunden estas falsas informaciones? Desde luego, por razones incluso puramente materiales: enriquecer, a costa de los ingenuos, a los dirigentes de estas "Órdenes" –o, al menos, permitirles ganar para vivir sin tener que buscar un trabajo corriente, visto que pocos de ellos logran hacerse verdaderamente ricos–, y satisfacer su deseo de cierta visibilidad social.
Sin embargo, hay otra razón más profunda y, por así decirlo, más elegante. (...) El objetivo de quien propaga informaciones sobre la presunta magnitud y potencia de estas organizaciones no es conseguir que se las tema: es más, pueden resultar incluso simpáticas a los lectores de Dan Brown y de muchos otros autores.
Lo que en verdad se quiere sostener es que tanto el complot de los Illuminati como el del Priorato de Sión (que para algunos acaban siendo sólo dos aspectos de un Gran Complot milenario) son "necesarios" para oponerse a la auténtica trama oscura contra la humanidad: la que desde hace dos mil años –quizás con precedentes en otras formas religiosas "oscurantistas"– va tejiendo el cristianismo; en particular, la Iglesia Católica.
Dado que la Iglesia urde complots en contra de la Libertad, la Ciencia y la Razón –las mayúsculas provienen, naturalmente, de quien postula esta teoría–, es necesario, saludable y benéfico que "alguien" trame contra la Iglesia. Que se trate de los Illuminati, del Priorato de Sión o de los extraterrestres (que también juegan su papel, como veremos en las conclusiones del libro) no es, en el fondo, muy importante. Que se presente a estas organizaciones como no puramente benévolas, y siempre poco transparentes, resulta igualmente secundario.
Hablar de ellas es un pretexto –un "pre-texto", una introducción– para encarrilar el verdadero argumento, enfocado a denunciar a la Iglesia. A veces es preciso saber leer entre líneas para captar a dónde se quiere llegar. Pero epígonos como Dan Brown descubren demasiado burdamente sus cartas.
Ni templarios ni rosacruces
¿Qué papel juega en todo esto el "esoterismo"? Antes convendría precisar en qué consiste. (...) Nos interesan las organizaciones que se autodefinen esotéricas (las cuales no agotan el campo del esoterismo ni, "a fortiori", el "paradigma esotérico") y se jactan de custodiar un secreto transmitido de iniciado a iniciado a lo largo de los siglos. Por su conexión con nuestro estudio, según veremos con detenimiento más adelante, conviene brevemente aludir aquí a las organizaciones que pretenden ser continuadoras de los Templarios y de los Rosacruces.
La Orden del Temple, una orden monástico-caballeresca católica cuya historia se entrelaza con la de las Cruzadas, fue disuelta en 1307 por el Papa Clemente V (1260-1314), tras la cruel persecución a que la sometió el Rey de Francia, Felipe el Hermoso (1268-1314). Después de la supresión, la Orden sobrevivió algunos decenios fuera de Francia, pero a comienzos del siglo XV –como muy tarde– los Templarios habían desaparecido por completo. La tesis de que hayan subsistido en secreto la ha calificado Régine Pernoud (1909-1998), al igual que otros especialistas en historia medieval, como "enteramente demencial" y ligada a pretensiones y leyendas "necias sin excepción".
La idea de que los Templarios, oficialmente suprimidos, habrían proseguido clandestinamente su actividad hasta el siglo XVIII, se difunde sobre todo entre la masonería francesa y alemana.
La masonería, nacida en Inglaterra, se presentó a sí misma como heredera –si bien a través de un proceso de reinterpretación filosófica y esotérica– de los gremios medievales de la construcción, que englobaban tanto a los arquitectos como a los simples albañiles. Desde cierto punto de vista, se trataba de un origen demasiado "humilde", que la aristocracia de la Europa continental aceptaba con dificultad. De aquí que se elaborara la leyenda de los caballeros perseguidos que, para continuar sus actividades, se habrían "ocultado" en los gremios ingleses y escoceses de constructores libres. Y fue sobre todo en Alemania donde a estos caballeros misteriosos se les identificó con los Templarios. Este es el origen de los «grados templarios» de la masonería. (...)
Muchas de estas teorías relacionan la presunta supervivencia de los Templarios con el nacimiento de los Rosacruces. Entre 1614 y 1616 se ponen en circulación en Europa tres "manifiestos" –la "Fama Fraternitatis", la "Confessio" y "Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz"–, que en breve tiempo adquieren enorme resonancia. Hablan de un misterioso adepto medieval, Christian Rosenkreutz, que habría conseguido las más altas iniciaciones y dejado en su sepulcro –escondido en la Selva Negra– todo cuanto los sabios antiguos llegaron a conocer en materia de alquimia, sabiduría esotérica y magia. (...)
Nadie encuentra a los Rosacruces, por la sencilla razón de que no existen. Los manifiestos son una obra literaria, ideada –junto con otros– por un pastor luterano de Württemberg, Johann Valentin Andreae (1586-1654), a fin de presentar, bajo el velo esotérico, un ambicioso proyecto de reforma político-religiosa. La Europa protestante e isabelina del siglo XVII, tal como ha mostrado la historiadora inglesa Francés Yates (1899-1981), los alzará como banderín de enganche para una coalición de todas las fuerzas "iluminadas" de Europa en contra de la Iglesia Católica, de la Contrarreforma y de los Habsburgo.
Al cabo de algunos años, naturalmente, los Rosacruces existen de veras: la ficción se hace realidad, porque quienes habían partido en busca de la Fraternidad se organizan en círculos y conventículos, promueven que la masonería se transforme de gremio operativo en sociedad especulativa, y crean una cultura a la vez pre-iluminista e "iluminada" en el sentido esotérico del término, que ha tenido notable influencia en la construcción de una Europa moderna.
Desde finales del siglo XVII y a lo largo del XVIII, los sistemas iniciáticos de grados "rosacruces" florecen en conexión con los "altos grados" masónicos, de los que ya se ha mencionado su frecuente referencia también a los Templarios. (...)
Para evitar despistes, bueno será volver rápidamente al punto de partida: los Templarios, cuya supervivencia habría proseguido sin interrupción durante siglos, y los Rosacruces, entendidos como una orden medieval depositaría de antiguos secretos, "no existen". La "voluntad de creer" es lo que "los hace existir", reuniendo a buscadores de mitos en sociedades que, si bien se remiten a realidades que consideran antiquísimas, ellas mismas "no son antiguas". Con tal dinámica actúan los Illuminati y el Priorato de Sión.
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(1) Máximo Introvigne. "Los Illuminati y el Priorato de Sión". Rialp. Madrid (2005). 216 págs. 13 €. T.o.: "Gli Illuminati e il Priorato di Sion". Traducción: José Ramón Pérez Arangüena.

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