domingo, 29 de enero de 2012

Teosofía de los Rosacruces: Conferencia VI La Ley del Destino


En esta conferencia nos toca hablar de lo que los hombres experimentan en nuestro mundo físico, a causa de los factores determinantes de su vida terrenal anterior. Primero se debe hacer notar que la vida humana no solamente se determina por las encarnaciones anteriores, sino también -aunque sólo en menor parte- por la vida actual.

La ley que se nos presenta con respecto al modo de interrelacionarse el pasado, el presente y el futuro, se llama en la literatura científico-espiritual la ley del karma. La misma es la verdadera ley del destino humano. En cuanto al obrar de la ley del karma en la vida de cada individuo sólo se trata de un caso especial de la gran ley del cosmos, pues lo que llamamos la ley del karma, es una ley general cósmica, de modo que su validez en la vida humana es meramente un caso especial.

Cuando por lo común reflexionamos sobre la relación entre cualesquiera condiciones anteriores y los efectos posteriores, ya estamos pensando en el sentido de dicha ley. Quisiera pues aclarar en debida forma la validez de la misma en su aspecto particular dentro del cosmos, más exactamente, para la vida humana.

Si tenemos dos recipientes llenos de agua y si en uno de los mismos echamos una bola de hierro calentada hasta el estado candente, el agua borbota y se calienta. Si entonces sacamos la bola de ese recipiente y la tiramos en el otro, el agua ya no borbota, ni se calienta. Si al principio hubiéramos tirado la bola en el segundo recipiente, el agua igualmente habría borbotado y la bola se habría enfriado. Ahora, esto ya no es posible porque la bola ya no está enrojecida, porque se ha enfriado en el primer recipiente. 

El efecto del comportamiento de la bola en el primer recipiente condiciona su comportamiento en el segundo. En tal sentido siempre se relacionan en la vida física la causa y el efecto. De lo que primero sucede con un objeto, depende su comportamiento posterior. Otro ejemplo nos dan ciertos animales en los cuales quedó atrofiado el órgano de la vista, a causa de su entrada en la oscuridad de una cueva. Las substancias que antes habían nutrido los ojos, se dirigen hacia otras partes de su cuerpo, puesto que al ojo ya no hacen falta, debido a que ya no necesita percibir.

Sus ojos se atrofiaron y debido a ello han de engendrarse animales de ojos atrofiados en todas las generaciones posteriores. A consecuencia de su entrada en la cueva esos animales mismos determinaron el comportamiento de los órganos; y el destino de las generaciones posteriores quedó determinado por lo que esos seres hicieron en el pasado. De este modo prepararon su destino para el futuro. Lo mismo sucede continuamente en la vida humana. Por su pasado, el hombre determina su futuro, y en virtud de que por lo más íntimo de su ser no está encerrado dentro de una sola encarnación, sino que pasa por muchas, resulta que para los hechos que le tocan en una determinada vida terrenal deben de buscarse las causas en una vida anterior.

Consideremos ahora el encadenamiento que se hace comprensible si hasta cierto grado se toma en cuenta la sucesión de las acciones, los pensamientos y sentimientos humanos. En la vida corriente se suele decir: el pensamiento no tiene barrera, quiere decir que no importa lo que se piense, ya que esto no molesta a nadie del mundo exterior. He aquí un punto importante en el que el hombre realmente compenetrado de los impulsos espirituales se distingue del de pensamiento materialista.

El materialista ciertamente cree que él causa un dolor a la persona sobre la que tira una piedra; por otra parte cree que un pensamiento lleno de odio que él tiene contra su prójimo no le causa dolor a éste. Por el contrario, quien realmente conoce al mundo, sabe que de un pensamiento lleno de odio emanan efectos mucho más graves que aquellos que jamás pueden resultar de una pedrada. Todo cuanto el hombre piensa y siente causa efectos en el mundo astral, y el vidente puede observar exactamente el efecto de un pensamiento de amor que se dirige hacia el prójimo, en contraste con el pensamiento de odio. 

Cuando se dirige un pensamiento lleno de amor, el vidente percibe -digamos- que aparece una forma luminosa parecida al cáliz de una flor y que esta luz envuelve al hombre en lo referente a sus cuerpos etéreo y astral, contribuyendo así a intensificar su vida ya darle felicidad. El pensamiento lleno de odio, en cambio, penetra cual una flecha hiriente en el cuerpo etéreo y el astral.

En este campo se pueden hacer diversas observaciones. En el mundo astral se notará una enorme diferencia según se pronuncie un pensamiento que expresa verdad o mentira. Un pensamiento se refiere a un determinado hecho y expresa la verdad si concuerda con el mismo. Por ejemplo, en algún lugar sucede algo como un hecho, y éste ejerce un efecto sobre los mundos superiores. Si alguien hace de este hecho un relato que concuerda con la verdad, entonces irradia del narrador una formación astral, la que se une con la formación proveniente de aquel hecho, y ambas se intensifican.

Estas formas más expresivas servirán para dar a nuestro mundo espiritual una estructura más intensa y un contenido más rico, tal como la humanidad lo necesita para poder progresar. En cambio, si de ese hecho se da un relato que no concuerda con lo sucedido y que resulta ser mentiroso, la formación mental del relator se encuentra con la que corresponde al hecho y ambas chocan entre sí y se produce una destrucción recíproca. Semejantes destrucciones explosivas, causadas por mentiras producen un efecto comparable con el de una úlcera que destruye el organismo humano. 

De esta manera las mentiras amortecen las formaciones astrales que se han creado y las que se deben crear; además retardan o amortecen una parte de la evolución. El que dice la verdad efectivamente hace progresar la evolución de la humanidad, mientras el que miente la reprime. Por esta razón existe una ley oculta: Mentir, considerándolo espiritualmente, es matar. La mentira no solamente amortece una formación astral, sino que también es suicidio, y el que miente se pone impedimentos a sí mismo. Por todas partes en el mundo espiritual se observan tales efectos, y el clarividente igualmente ve que todo lo que se piensa y se siente muestra sus efectos en el plano astral.

Todo lo que el hombre posee como inclinaciones, temperamento, cualidades caracterológicas duraderas, todo lo que no solamente se piensa en forma pasajera, irradia constantemente no sólo hasta en el mundo astral, sino hasta dentro del mundo del devachan. El hombre de un temperamento apacible es una fuente, un centro para ciertos sucesos en el devachan; en cambio, el hombre melancólico hace aumentar las esencias y substancias vinculadas con la naturaleza melancólica de los hombres. La ciencia espiritual nos hace ver que no estamos meramente aislados, sino que nuestros pensamientos constantemente causan formaciones que influyen sobre el aspecto del mundo del devachan y lo impregnan con toda clase de substancias y esencias.

Sobre todas las cuatro regiones del devachan, la continental, la oceánica, la atmosférica y la de las ideas originales, influyen constantemente los pensamientos y sentimientos de los hombres. Sobre las regiones superiores en las que ya se puede encontrar la Crónica del Akasha, influyen las acciones de los hombres. Lo que acontece exteriormente influye hasta sobre las regiones más altas del devachan. Las hemos llamado el mundo de la razón.

Por lo que precede comprenderemos de qué manera, al descender a la nueva encarnación, el hombre se compone y se añade nuevamente su cuerpo astral. Todo lo que él había pensado y sentido, se había insertado, como algo duradero, en el mundo astral, en el cual ha dejado muchas impresiones. Si lo pensado había sido mucho de carácter verídico, tales impresiones le componen un buen cuerpo astral. Lo que ha insertado en el devachan inferior como su temperamento y lo afín, va componiendo su nuevo cuerpo etéreo, y lo que ha realizado como sus acciones, contribuye, desde las más altas partes del devachan en las que ya se halla la Crónica del Akasha, a fijar la morada terrenal del cuerpo físico. 

A este respecto se trata de las fuerzas que conducen al hombre a un determinado lugar. Si se ha causado un mal a una persona, este hecho repercute en las partes más altas del devachan, y al incorporarse el hombre en un cuerpo físico, actúa en forma de fuerzas que él había dejado, y le envía, bajo la dirección de entidades superiores, por cierto, hacia el lugar en el que puede llegar a experimentar en el mundo físico el efecto de sus acciones.

Todo lo que experimentamos exteriormente sin que nos impresione mayormente en el interior, ejercerá efecto sobre nuestro cuerpo astral en la próxima encarnación y atraerá los correspondientes sentimientos y particularidades del pensar. Si hemos empleado bien la vida, mirado mucho con atención, adquirido bastantes conocimientos, la consecuencia consistirá en que en la próxima vida el cuerpo astral renacerá con dones especiales en tales direcciones; quiere decir que los acontecimientos y las experiencias de la vida se impregnan en el cuerpo astral de la próxima encarnación. Pero lo que sentimos, la alegría y la pena, como íntima experiencia del alma, ejercerá efecto hasta sobre el cuerpo etéreo de la próxima encarnación y se transformará en el mismo en inclinación duradera. 

Quien experimenta mucha alegría, tendrá un cuerpo etéreo con un temperamento propenso a la alegría. Quien se esfuerza en realizar muchas acciones buenas, efectivamente tendrá en la próxima vida terrenal, como repercusión de los sentimientos que por tal esfuerzo se generan, el talento que capacitará para ejecutar acciones buenas. Igualmente tendrá un fuero interior cuidadosamente desarrollado; además será un hombre de disposición moral.

Las cualidades que en esta vida terrenal tienen al cuerpo etéreo como portador, es decir, el carácter  constante, las disposiciones, etc., aparecerán en la próxima vida en el cuerpo físico, esto es, por ejemplo, que un individuo que en una vida ha desarrollado inclinaciones malas y pasiones, volverá a nacer con un cuerpo físico de mala salud. En cambio, el que ahora posee buena salud, con capacidad de resistir a mucho, había desarrollado buenas cualidades en la vida terrenal anterior. 

Quien continuamente propende a enfermedades, ha agregado a sí mismo instintos malos. De tal manera está en nuestra mano crear salud o enfermedad, en cuanto las mismas pertenecen a la disposición del cuerpo físico. Basta con que extirpemos todas las inclinaciones malas, a fin de prepararnos un cuerpo bueno y fuerte, para la próxima vida terrenal.

Con todos los pormenores se puede observar que aquello que como inclinaciones existía en una vida terrenal, ejerce su efecto en el cuerpo físico en la vida posterior. Una vida que tiene la inclinación a amar todo en torno suyo interesándose lleno de amor por todos los seres, una vida que derrama amor, conducirá en la próxima encarnación a un cuerpo físico que durante mucho tiempo tendrá aspecto joven y lúcido. El amor a todos los seres, el desarrollo de simpatía, conducen a un cuerpo físico que se mantiene juvenil. Una vida llena de odio y de antipatía hacia otros seres, que critica y quisiera retirarse de todo, conducirá por efecto de tales tendencias a un cuerpo físico propenso a las arrugas y que se envejece prematuramente. De la manera descrita las inclinaciones y pasiones de una vida terrenal repercuten en la vida del cuerpo físico de la próxima encarnación.

Se puede examinar hasta lo específico y se podrá ver que el firme espíritu de lucro como impulso excesivo y con tendencia a acumular bienes, por el hecho de haberse convertido en inclinación, producirá en la próxima vida terrenal la disposición a enfermedades infecciosas en el cuerpo físico. Efectivamente se pueden comprobar casos en los que una manifiesta propensión a enfermedades infecciosas se debe al fuerte espíritu de lucro que existía en la vida pasada y cuyo portador era el cuerpo etéreo. Por el contrario, la aspiración objetiva, dentro de la humanidad, sin el deseo egoísta de hacer ganancias, pero trabajando para la humanidad con el manifiesto sentido de hacer algo para la misma, es una inclinación en el cuerpo etéreo, que en la próxima vida terrenal produce una bien definida fuerza contra enfermedades infecciosas.

Según lo expuesto se puede comprender en alto grado el devenir del mundo hasta en lo íntimo, cuando se conoce la relación entre el mundo físico y el astral. Frecuentemente los hechos se relacionan entre sí de un modo bien distinto de lo que los hombres se imaginan. Por ejemplo, muchos se quejan de dolores y de pena; pero desde un punto de vista superior esto no se justifica, pues una vez superado el sufrimiento y mostrándose el hombre dispuesto a entrar en la próxima encarnación, la pena y los dolores serán fuentes de sabiduría y serenidad, como asimismo de la debida comprensión de los hechos. Incluso en un libro reciente basado sobre el concepto materialista de nuestro tiempo, se halla la expresión que en el rostro de cada pensador se descubre algo así como un dolor cristalizado. Lo que ese escritor de un pensar materialista dice, el ocultista lo sabe desde hace mucho tiempo, pues la suprema sabiduría del mundo se adquiere soportando con paciencia el dolor y la pena; y esto va creando sabiduría en la próxima encarnación.

Quien fastidiado de la vida huye el sufrimiento, y no lo quiere soportar, no podrá crearse la base de la sabiduría. Es más, si reflexionamos más hondamente, tampoco podemos lamentarnos de las enfermedades, pues si las consideramos desde un punto de vista más elevado, bajo el aspecto de la eternidad, ellas se nos presentan bien distintas.

Las enfermedades que se sufren con paciencia, muchas veces conducen en la próxima vida a notable belleza de la corporalidad, quiere decir que la belleza corporal de muchas personas se ha adquirido por enfermedades en la vida terrenal precedente. Así se relacionan entre sí la afección del cuerpo por enfermedad y especialmente por condiciones exteriores, por un lado, y la belleza por el otro. A esta singular relación se puede aplicar la palabra del escritor francés Fabre d'Olivet (1768-1815): Contemplando la vida humana, muchas veces es comparable a la formación de la perla en la concha respectiva, puesto que sólo por una enfermedad de esta última se genera la perla. 

Lo mismo ocurre efectivamente en la vida humana: kármicamente la belleza guarda relación con enfermedades y es el resultado de las mismas. Por otra parte, si he dicho: quien desarrolla pasiones malignas crea en sí mismo la disposición a enfermedades, hay que tener en cuenta estrictamente que a este respecto se trata de la disposición interior a enfermedades. Además, si uno se enferma, por ejemplo, debido a que tiene que trabajar en aire viciado, esto es algo distinto, también puede ser causa del enfermarse, pero no se relaciona con la disposición del cuerpo físico.

Ahora bien, todo cuanto se expresa en hechos del plano físico, todo lo que es algo realizado y que redunda en ejercer un efecto en el mundo físico, desde el dar un paso y mover la mano hasta los sucesos más complejos, como por ejemplo la construcción de una casa, aparecerá para el hombre desde afuera, en una encarnación posterior como efecto físico real. Se hace evidente que estamos viviendo desde adentro hacia afuera: lo que vive en el cuerpo astral como alegría, dolor, placer y pena, reaparece en el cuerpo etéreo; lo que se arraiga en el cuerpo etéreo como instintos y pasiones duraderos, aparecerá en el cuerpo físico como disposición; pero lo que en esta vida se realiza de tal manera que para ello se emplea el cuerpo físico, aparecerá en la próxima encarnación como destino exterior. Por consiguiente, lo que hace el cuerpo astral se convierte en el destino del cuerpo etéreo; el cuerpo etéreo llega a ser el destino del cuerpo físico. y lo que hace el cuerpo físico vuelve a manifestarse en la próxima encarnación como influjo desde afuera, como realidad física.

Con esto se fija exactamente el punto donde el destino exterior se hace manifiesto en la vida humana. Este obrar del destino es algo que a veces puede tardar un tiempo en manifestarse, pero que seguramente ha de tocar al hombre. Si se sigue la vida de un ser humano a través de las distintas encarnaciones, siempre se puede verificar que por el obrar de seres que intervienen para la incorporación en el cuerpo físico, se prepara su vida de una nueva encarnación en tal forma que a este hombre se le conduce a un lugar determinado, para que allí se le depare su destino.

Para ilustrarlo vuelvo a dar un ejemplo tomado de la vida. En un tribunal secreto medioeval sucedió que un cierto número de jueces pronunciaron la sentencia y ellos mismos la cumplieron. Ajusticiaron a una persona. Remontando a encarnaciones anteriores de los jueces y del ajusticiado, resultó que todos ellos habían vivido a un mismo tiempo; en efecto: el ejecutado, como jefe de una tribu, había ejecutado a los que ahora fueron los jueces del tribunal secreto. 

El acto de la vida física anterior había creado el vínculo entre dichas personas, generando fuerzas que irradiaban hasta en la Crónica del Akasha. Al entrar en una nueva encarnación, esas fuerzas hacen nacer al hombre respectivo a un mismo tiempo y en el mismo lugar con los así vinculados con él, a fin de cumplir su destino. La Crónica del Akasha realmente es una fuente de fuerzas en la que está inscripto todo cuanto una individualidad tiene que compensar con otra. Hay quienes son capaces de sentir estos hechos, pero los menos son conscientes de los mismos.

Por ejemplo, alguien vive dentro de un trabajo profesional que aparentemente le da felicidad y satisfacción. Acontece algo que le obliga a abandonarlo; y al no encontrar otra ocupación en el mismo lugar, las circunstancias le trasladan lejos a otro país, donde se ve forzado a cambiar de profesión. Allí se encuentra con un hombre con el cual tiene que establecer una determinada relación ¿A qué se debe esto? Una vez en tiempos pasados esa individualidad y la ahora aparecida habían vivido juntas; y aquélla ha quedado a deber algo a ésta. Esto se halla inscripto en la Crónica del Akasha, y las fuerzas correspondientes condujeron a ese hombre a dicho lugar para encontrarse con el otro y para poder "saldar la deuda". Entre el nacimiento y la muerte el hombre está constantemente encerrado en semejante nexo de fuerzas que desde todos los lados se enredan anímicamente; y estas fuerzas son las potencias dirigentes de su vida.

Vemos pues que constantemente llevamos en nosotros las consecuencias de vidas terrenales anteriores, dicho de otro modo, que siempre experimentamos los efectos de encarnaciones del pasado.

Tenemos que ser conscientes de que en nuestra vida nos guían potencias que nos son desconocidas. Lo que ejerce efecto sobre el cuerpo etéreo son formaciones que nosotros mismos hemos producido en el plano astral, y lo que configura nuestro destino son entidades, son fuerzas en las regiones superiores del devachan, las que nosotros mismos hemos inscripto en la crónica del Akasha. Para el ocultista esas fuerzas o entidades no son desconocidas; las mismas figuran en el orden jerárquico de entidades que les son parecidas. Tenemos que ser conscientes de que tanto en el cuerpo astral como en el etéreo y el físico sentimos el obrar de otros seres. 

Todos nuestros actos espontáneos, todo aquello a que se nos impulsa acontece por el obrar de otros seres, no acontece proveniente de la nada. En verdad, los distintos principios de la naturaleza humana están constantemente compenetrados y llenos de otras entidades, y el maestro iniciado hace efectuar por el discípulo gran parte de los ejercicios con el fin de expulsarlas, para que el hombre llegue a ser cada vez más libre. A los seres que penetran el cuerpo astral y lo hacen nolibre se los llama Daimonios. Nuestro cuerpo astral se halla constantemente penetrado de tales Daimonios; y los seres que nosotros mismos engendramos mediante nuestros pensamientos verídicos o erróneos son de tal naturaleza que con el tiempo llegan a ser Daimonios. 

Existen buenos Daimonios que van formándose por medio de los pensamientos buenos; pero los pensamientos malos, principalmente los contrarios a la verdad, los mentirosos, engendran formaciones demoníacas de la categoría más horrible y más espantosa, seres, si cabe la expresión, que dan al cuerpo astral la calidad de mechado. Análogamente hay seres que penetran el cuerpo etéreo, los Espectros, de los cuales el hombre tiene que liberarse, y por último existen los que penetran el cuerpo físico, y estos son los Fantasmas. Además de estos tres existen todavía otros seres, los que empujan al hombre de acá para allá; estos son los Espíritus, en sentido igual a como el yo mismo también es espíritu. El hombre es, en realidad, el productor de tales seres, los que, cuando él desciende a la Tierra, determinan el destino interior y exterior. 

Ellos animan el curso de la vida de tal manera que nosotros sentimos todo lo que el cuerpo astral ha engendrado como Daimonios, lo del cuerpo etéreo, como Espectros y la del cuerpo físico, como Fantasmas. Todo esto tiene afinidad con nosotros, tiende a unirse con nosotros, en el momento de reencarnarnos. Así se evidencia que documentos religiosos expresan tales verdades. Cuando en la Biblia se habla del exorcismo de demonios, no se trata de algo abstracto, sino que se lo debe entender verdadera y literalmente. ¿Qué hacía Cristo Jesús? Curó al endemoniado de espíritus inmundos, sacándolos del cuerpo astral.

Se trata de sucesos reales que se deben tomar literalmente. Sócrates, el genio iluminado también habla de su Daimonion que actuaba en su cuerpo astral, un Daimonion bueno, pues cuando se habla de demonios, no hay que imaginárselos únicamente como seres malos.

Pues también existen demonios horribles, perniciosos. Todos los demonios de la mentira actúan como si al hombre le arrojasen atrás en su evolución; y puesto que en la historia universal, donde se trata de las mentiras de las grandes personalidades, siempre se engendran tales demonios de la mentira, que luego se desenvuelven a entidades poderosas, se habla de los Espíritus retardatorios. En este sentido Fausto dice a Mefistófeles: "El padre eres tú de todos los obstáculos" (Fausto II, Galería sombría).

EÍ individuo tal como está entretejido en toda la humanidad por el hecho de decir la verdad, o bien la mentira, ejerce efecto sobre la totalidad del mundo, pues los efectos serán bien distintos según él engendre Daimonios de la verdad o demonios de la mentira. Imaginémonos un pueblo constituido por mentirosos solamente; éstos poblarían el plano astral exclusivamente con demonios de la mentira, y estos últimos, a su vez, podrían ponerse de manifiesto a través de la disposición física a epidemias.

Existe efectivamente una determinada forma de bacilos engendrados por las mentiras de la humanidad los que aparecen como portadores de enfermedades infecciosas. No son otra cosa que demonios de la mentira, incorporados físicamente. Esto nos muestra que las mentiras de tiempos pasados aparecen por el karma del mundo en la forma de un ejército de determinados seres. Por otro pasaje del "Fausto" de Goethe se evidencia la verdad que se halla en mitos y sagas. Allí hay un nexo entre sabandijas y mentiras; igualmente con respecto a la naturaleza de ratas y ratones en su relación con Mefistófeles, el Espíritu de la mentira. En las sagas se conservan a veces lazos maravillosos entre el mundo espiritual y el físico.

Para la comprensión de la ley del karma, aún falta hablar sobre otros aspectos. Hay que tener en cuenta que nuestro movimiento científico-espiritual realmente tiene su origen en el íntimo conocimiento de la ley del karma. Por lo que acabo de explicar se percibe que determinadas fuerzas del cuerpo etéreo repercuten en el cuerpo físico de la próxima vida terrenal. De esta manera la inclinación y la disposición de pensar, en un bien definido sentido, ejerce su efecto sobre el cuerpo físico, de modo que para la posterior encarnación no es indiferente si se piensa en sentido espiritual o materialista. Un individuo que sabe algo de los mundos superiores -basta con que realmente tenga creencia en la existencia de los mundos superiores- tendrá en su próxima vida terrenal un cuerpo físico concentrado, con un sistema nervioso que funciona con tranquilidad, un cuerpo físico al que se domina hasta en los nervios. 

Por el contrario, un hombre que sólo admite lo que existe en el mundo sensible, transmite este pensamiento a su cuerpo físico, y en su próxima encarnación tendrá un cuerpo físico propenso a enfermedades nerviosas, un cuerpo físico inquieto sin un centro de firme voluntad, El materialista se divide en un sinnúmero de pormenores; el espíritu reúne el todo pues él es la unidad. En los individuos la disposición respectiva aparece por el destino en la encarnación posterior, pero la misma sigue manifestándose a través de las generaciones, de modo que los hijos y nietos de aquellos padres que pensaron en sentido materialista, tendrán que sufrir las consecuencias que se expresarán en la mala estructura del sistema nervioso y en enfermedades nerviosas.

Una época nerviosa como la nuestra es el resultado del pensar y sentir materialista de los últimos siglos; y como corriente contraria los grandes maestros de la humanidad reconocieron la necesidad de hacer fluir en la cultura el sentimiento y el pensar de índole espiritual.

El materialismo ha penetrado también en la religión. Pues se debe preguntar si aquellos que creen en los mundos espirituales sin tener la voluntad de reconocerlos no son materialistas. El materialismo en la religión consiste en que quisiera que el secreto de la Creación en seis días -tal como la misma, como la gran evolución del mundo, figura en la Biblia-, se realizase ante sus ojos, y en que se habla de Cristo-Jesús como de una "personalidad histórica", dejando a un lado el Misterio de Gólgota. El materialismo en las ciencias naturales no es sino el resultado del materialismo en la religión, pues no existiría si la vida religiosa no fuera impregnada de materialismo. 

Los que en nuestro tiempo son demasiado cómodos como para penetrar en lo profundo del ámbito religioso,
son los mismos quienes en las ciencias naturales crearon el materialismo. La irritación nerviosa engendrada por el materialismo se pone de manifiesto en estirpes enteras, en pueblos enteros, lo mismo que en la vida personal humana.

Si la corriente espiritual no gana la fuerza necesaria como para influir sobre los hombres perezosos y los cómodos, la nerviosidad como consecuencia kármica influirá cada vez más sobre la humanidad, y lo mismo que hubo epidemias de lepra en la edad media, se producirán en el futuro, a consecuencia del pensamiento materialista, graves enfermedades nerviosas, como asimismo epidemias de demencia que se extenderán sobre pueblos enteros.

Por la comprensión de esta particularidad de la ley del karma la ciencia espiritual no debería ser un objeto de controversia antes bien un remedio para la salud de la humanidad. Cuanto más la humanidad se espiritualice, tanto más quedará extirpado todo lo relacionado con enfermedades del sistema nervioso.

Rudolph Steiner

domingo, 22 de enero de 2012

El Terrorífico problema de confiar en maestros, gurús y otros supuestos guías espirituales


No queremos ser incomprendidos por habernos explicado de mala manera. Nosotros mismos hemos dicho, en alguna ocasión: Jesús es mi Maestro o uno de los grandes maestros ha sido Max Heindel y más recientemente que Rudolph Steiner ha sido mi verdadero maestro esotérico. No tratamos de decir que los diferentes maestros espirituales que ha generado la historia Universal no hayan servido para nada. Nada más lejos de nuestra intención, lo que tratamos de indicar es que cada Genio surge en su Tiempo para los habitantes de su tiempo. El Profeta, nos gusta más utilizar dicho término, aparece cuando se lo necesita por una generación determinada.

Para los niños recién nacidos no hay mejor alimento que la leche materna; pero ese alimento deja de ser útil cuando el infante comienza su ulterior desarrollo somático. Con ello, pretendemos concienciar  a nuestros lectores de que cada etapa del Ser humano y, consecuentemente, de la humanidad requiere de un determinado alimento intelectual, filosófico y espiritual. Cuando, por problemas educacionales, el niño se niega a crecer para convertirse en adulto se produce un estancamiento de su desarrollo personal y que impide un desenvolvimiento correcto en el futuro, dentro de su entorno, creándose problemas de conducta.

Con los dos párrafos anteriores, hemos querido mostrar no que las enseñanzas de los profetas hayan sido inútiles en su contexto histórico sino que pueden ser nefastas o al menos inútiles en nuestro propio tiempo. Podemos quedar rezagados si nos aferramos a las doctrinas creadas por los seguidores de los profetas de la lejana antigüedad, llámense Buda, Cristo, Manes, Zoroastro, Goethe o Rudolph Steiner… El conceder a los profetas de la antigüedad más crédito que a los contemporáneos nuestros es como si dijéramos que todo lo viejo es mejor que lo nuevo; cuando por el contrario, ahora somos capaces de procesar mayor cantidad de información y de mejor calidad que en el pasado.

El error proviene de considerarnos, a nosotros mismos, como simples animales evolucionados gracias a  un proceso circunstancial y que hay solo algunos de nuestros hermanos que han sido ungidos por algún determinado Dios. Es decir, damos por hecho que algunos, pocos, de nuestros congéneres están por encima de lo que jamás pudiéramos estarlo nosotros. Ese error de apreciación, tan común en la especie humana, es lo que hace que terminemos idolatrando a algunos hermanos de nuestra propia especie y terminemos convirtiéndolos, primero en líderes como Napoleón, Alejandro o Hitler y después en dioses como el caso de Jesús de Nazaret o Gautama Buda.

No obstante, siempre hay algo de cierto en todo ello y es como si depositando nuestra confianza en ese segundo o tercer personaje mítico, huyésemos de nuestra propia responsabilidad espiritual. Cuando los profetas, de los diferentes periodos de tiempo, se han dirigido a sus oyentes ha sido para indicarles que abran sus oídos y sus ojos a la voz y luz del Espíritu Eterno que mora en ellos, desde antes de su propio nacimiento. Al tratar al propio mensajero, pues de eso se trata, como si del propio creador del mensaje se tratase, sería como confundir al Pregonero del pueblo con su Alcalde, que al fin y al cabo ha sido quien ha realizado el pregón.

Tanto Zaratustra, como Gautama o Jesús, Mahoma o Steiner solo fueron los pregoneros de Dios; pero al no saber ubicar a semejante Entidad, la cubrimos con la corporeidad de los profetas que nos vinieron a hablar acerca de algo, alguna cosa trascendente, que se encuentra en todas partes y por lo tanto, también, dentro de nosotros mismos. Los Profetas, con unas u otras palabras nos vienen gritando que despertemos y abramos los ojos y nosotros, lo hacemos. Sí, nos despertamos a las seis, siete u ocho de la mañana para ir a trabajar y abrimos los ojos para que no nos roben en el metro o entendamos bien las directrices de nuestros jefes en el puesto de trabajo; pero como se habrán podido dar cuenta, en absoluto se trata de eso.

Lo que debe despertar es algo que duerme en nuestro interior y por lo cual nacimos y por lo cual seguimos vivos. Debemos abrir los ojos para comprender la Verdad y que, en la mayor de las ocasiones, no se corresponde con la realidad ilusoria que vivimos cada día. Sí, el peor pecado contra lo que llevamos en nuestro interior es delegar nuestra responsabilidad en los profetas que nos precedieron y que sus contemporáneos convirtieron en líderes y que nosotros mantenemos como gurús, maestros y guías espirituales si no dioses. En demasiados ámbitos, de la actual New Age, se habla de los maestros ascendidos o de lo que nos intentan enseñar Saint Germain, Cagliostro, Kuthumi, El Morya u otros.

Los seres humanos no somos solo seres animados condenados a la inexistencia, tras la muerte, salvo que algún Redentor nos salve y nos lleve con él a un cielo, edén o lugar parecido. Los Seres Humanos somos TEMPLOS DEL ESPÍRITU SANTO. En unos, ese espíritu está profundamente dormido, en otros está incipientemente abriendo sus divinos ojos; pero en algunos está plenamente despierto y conocen a su divino habitante del mismo modo que ellos son conocidos por aquel.

El hecho concreto del bautismo de Jesús es bastante explícito al respecto, dado que a nadie se le pasa por la cabeza pensar que Juan Bautista, el Profeta, era superior a Jesús el Maestro, incluso, cuando aún no se había posado el Espíritu, en forma de paloma, sobre éste. Cosa que sucede tras haber sido sumergido Jesús en las aguas del río Jordán de manos de su pariente Juan. Es el propio Juan quien nos indica, con sus palabras, en el evangelio que él no es digno ni de desatar las sandalias de aquel que viene tras él, Jesús el Maestro.

La función de los mensajeros, pregoneros, profetas, supuestos gurús, maestros y guías es hablarnos, de un modo u otro, para que comprendamos que debemos de despertar a la Verdad y ¿Cuál es la Verdad? ¡Que el Espíritu mora dentro de nosotros, que se encuentra dormido y que debemos hacer lo posible porque despierte!, ¡Que el Espíritu una vez que despierte debe ocupar el trono de la voluntad de su vehículo de manifestación, nosotros! Eso es, el Maestro es ese Espíritu que dirige al Hombre por el camino de su Destino divino de forma consciente, plenamente despierto y desarrollado en este plano de manifestación.

Mientras sigamos enganchados a doctrinas y religiones comandadas por sacerdotes ajenos a nuestro propio Ser Interno, estaremos atrapados por el engaño de que no somos nadie sin el apoyo de alguien externo a nosotros mismos. El niño tiene que aprender a desembarazarse de los brazos de su madre para convertirse en un Ser Humano completo. El Hombre deberá aprender, algún día, a desprenderse del cálido abrazo de la madre tierra para transformarse en el Ser Cósmico que realmente es. De eso trata su divino destino.

La única forma de hacerlo es del siguiente modo: Escuchemos todo lo que venga de otros, sean libros, conferencias o pláticas con el máximo respeto e interés; pero nunca como algo que debamos hacer porque sí. Nuestra intuición divina, más o menos desarrollada, nos indicará lo que debemos hacer con dicho conocimiento y desechará, hasta que pueda ser útil, todo aquello que, en ese instante, no le sirva y ese será el alimento que hará que nuestro espíritu crezca hasta tomar plena consciencia de su vehículo de manifestación o cuerpo humano. Es entonces cuando el Jinete, Maestro, toma las riendas de su montura y la dirige por el camino que mejor le conviene para cumplir con su escrito destino; pero nadie externo a nosotros mismos podrá indicarnos cual es ese camino, dado que el Maestro y el Plano de nuestras vidas  lo llevamos, en nuestro interior, con nosotros.

Aralba   

viernes, 6 de enero de 2012

Teosofía de los Rosacruces: Conferencia V La convivencia humana entre la muerte y un nuevo nacimiento. Las condiciones del nacer en el mundo físico

Nuestra contemplación nos ha conducido hasta el punto en que el hombre, al descender de las regiones espirituales, se siente envuelto en un cuerpo etéreo, lo que coincide con el instante de tener una suerte de previsión sobre la vida que aquí le espera.

También hemos visto que en tal momento pueden producirse para el hombre ciertos estados anormales. Antes de proseguir contestaremos a una pregunta que para algunos puede ser de importancia cuando elevan la mirada espiritual hacia el devachan. Me refiero a la pregunta: ¿qué tiene lugar en cuanto a la convivencia de los hombres entre la muerte y un nuevo nacimiento? Debemos tener en cuenta que hay una convivencia, un estar juntos los hombres, no solamente aquí en la Tierra física, sino también allá en los mundos superiores. 

Exactamente de la misma manera como el trabajo de los hombres en la región espiritual guarda relación con el mundo físico, así también ejercen su efecto sobre el país espiritual, todas las relaciones entre hombre y hombre, todos los conexos, todos los vínculos recíprocos que aquí abajo se tejen. Vamos a ilustrarlo mediante un ejemplo concreto: el vínculo entre madre e hijo. Puede surgir la pregunta: ¿existe entre ellos una relación que perdura hasta en el más allá? Ciertamente existe e incluso mucho más íntima, más firme que cualquier relación que aquí en la Tierra se puede tejer. Al principio el amor materno tiene un carácter animal, pues se manifiesta como una especie de instinto natural. 

A medida que el niño va creciendo este vínculo toma un carácter moral, ético, espiritual. Cuando madre e hijo aprenden a pensar y tener sentimientos en común, el instinto natural va manifestándose cada vez menos, pues sólo había dado la oportunidad para que pudiera enlazarse el bello vínculo que en el sentido más profundo encierran en sí el amor materno y el cariño infantil. Lo que así se desenvuelve como comprensión mutua e íntimo amor, continúa viviendo hasta en las regiones espirituales, si bien por el hecho de que una de ambas partes muera antes que la otra, esta última aparentemente queda separada del difunto durante cierto tiempo. 

Después de tal período el lazo que aquí se ha tejido sigue siendo vivaz e íntimo; las dos partes están juntas, sólo que ambas primero deben desprenderse de todos los instintos animales y puramente naturales. Lo que aquí en la Tierra se teje entre un ser y el otro como sentimiento y pensamiento del alma, no se reprime allí arriba por las limitaciones que aquí existen. Por el contrario, al devachan se le da un cierto aspecto, una cierta estructura por las relaciones que aquí se han tejido.

Consideremos otro ejemplo. Se contraen amistades o vínculos que se originan en afinidades anímicas. Tales vínculos tienen su continuación hasta en el devachan, y de ellos surgen los nexos sociales de la próxima vida terrenal. De esta manera, enlazando vínculos del alma, trabajamos con respecto a la configuración que se da al devachan. 

Todos nosotros, sin excepción, hemos trabajado así, enlazando vínculos de amor de hombre a hombre, creando algo que no solamente tiene importancia para la Tierra sino que también genera las relaciones en el devachan. Se podría decir: lo que aquí tiene lugar sobre la base del amor, amistad, íntimo entendimiento mutuo, todo esto son piedras de edificar templos allí arriba en la región espiritual; y para los hombres compenetrados de tal certidumbre ha de ser un sentimiento de íntima satisfacción el saber que, al enlazarse ya en la Tierra vínculos de alma a alma, esto constituye el fundamento de un eterno devenir.

Supongamos que algún otro planeta físico tuviera seres carentes de simpatía mutua y sin poder enlazar vínculos de amor: ellos tendrían un devachan muy pobre. Sólo en los territorios planetarios en los que se enlazan vínculos de amor de hombre a hombre, puede haber un devachan substancial y ampliamente estructurado. 

El que ya está en lo alto del devachan, sin que los hombres comunes sean capaces de percibirle, posee, según su grado evolutivo, la conciencia más o menos clara de su vínculo con los seres que todavía están en la Tierra, e incluso existe la posibilidad de incrementar la unión. Si a nuestros difuntos les hacemos llegar pensamientos de amor, pero no de índole egoísta, fortalecemos el sentimiento de estar unidos con ellos.

Es un error creer que en el devachan el hombre tiene una conciencia vaga y opaca. Por el contrario, hemos de subrayar que el grado de conciencia que el hombre haya alcanzado, ya no lo podrá perder, si bien en ciertos momentos de tránsito pueden producirse mitigaciones, de modo que en definitiva el hombre efectivamente tiene en el devachan, por medio de sus órganos espirituales, una conciencia clara de lo que sucede aquí en lo terrestre. El ocultismo nos enseña que el ser humano que vive en el mundo espiritual, vive conscientemente con lo que acontece aquí en la Tierra.

Vemos pues que la vida en el devachan, considerándola de acuerdo con la verdad, pierde todo la no satisfactorio, y que el hombre, si no la considera desde el punto de vista egocéntrico terrestre, la podrá sentir como algo inmensamente sublime, aparte de que el estar libre del cuerpo físico, libre de los miembros inferiores en que el hombre terrestre está encerrado, da un sentimiento de intensa satisfacción. El hecho de por sí de que las limitaciones ya no existen y que el hombre ya no está restringido por esas ataduras, encierra en sí un sentimiento de felicidad. Todo esto hace del tiempo en el devachan un libre desplegarse hacia todos los lados, de un modo tan fecundo, tan amplio, sin impedimentos, como el hombre jamás lo ha conocido en la Tierra.

Hemos visto que, al descender el hombre a un nuevo nacimiento, entidades espirituales de jerarquía parecida a la de los Espíritus de Pueblo le han dado la envoltura de un nuevo cuerpo etéreo. Este cuerpo etéreo no resulta enteramente adaptado al hombre. Aún menos adaptado le queda lo que él recibe como envoltura física. A grandes rasgos vamos a elucidar la incorporación del hombre en el mundo físico. Algunos aspectos de la misma escapan en cierto respecto a la consideración pública.

Sabemos que según las cualidades que le son inmanentes el hombre se envuelve en un cuerpo astral. En virtud de lo que hay en este cuerpo astral el hombre posee una fuerza de atracción referente a determinados seres de la Tierra. Por el cuerpo etéreo se le atrae al pueblo ya la familia (en el sentido más amplio) en los cuales nace nuevamente. Por la característica del desarrollo de su cuerpo astral se le atrae a la parte materna de sus padres, quiere decir que la esencia, la substancia, la estructuración del cuerpo astral, le atraen a la madre. El yo atrae al nuevo hombre hacia la parte paterna de los padres.

Sabemos que el yo estuvo presente en tiempos remotos cuando el alma desde el seno de la divinidad descendió por primera vez en un cuerpo terreno. Este yo se ha desarrollado a través de muchas encarnaciones. El yo de cada individualidad es diferente del yo de otra, y en su estado de nuestro tiempo ejerce particularmente la fuerza de atracción hacia e! padre. El cuerpo etéreo atrae hacia el pueblo, la familia; el cuerpo astral ante todo hacia la madre; el yo hacia el padre. De todo lo descripto depende la configuración
del individuo que se propone descender a la nueva encarnación.

Puede suceder que el cuerpo astral es atraído a la parte materna, mientras que el yo no quiere unirse con el padre correspondiente. En tal caso el yo continúa su peregrinación hasta que encuentre una pareja adecuada.

En el ciclo evolutivo del presente el yo representa el elemento de la voluntad, de los impulsos sensitivos; en el cuerpo astral se hallan las cualidades de la fantasía y las del pensar. Por lo tanto la madre transmitirá por herencia -como se dice- éstas últimas cualidades, y el padre las primeras. Esto nos indica que la individualidad que va a encarnarse escoge, por sus fuerzas inconscientes, al padre y la madre que le deben dar el cuerpo físico.

Lo que acabo de describir tiene lugar en tal forma que en lo esencial queda concluido aproximadamente hasta al cabo de la tercera semana después de la concepción. Si bien desde el instante de la concepción este ser humano constituido por el yo, el cuerpo astral y el etéreo está absolutamente cerca de la madre que tiene en sí el germen humano fecundado, esta individualidad, no obstante, influye desde afuera. 

Al cabo de dicho tiempo, aproximadamente en la tercera semana, el cuerpo astral y el etéreo en cierto modo se apoderan del germen humano y empiezan a participar en la formación del organismo humano. Hasta tal instante el desarrollo del cuerpo físico humano se realiza sin el influjo del cuerpo astral y el etéreo; ya partir de entonces estos últimos participan en el desarrollo de la criatura, y ellos mismos estructuran la ulterior conformación del germen humano.

De esto se infiere que con respecto al cuerpo físico en mayor grado es válido lo que se ha dicho referente al cuerpo etéreo; quiere decir que con relación. a aquél es aún menos posible el que haya una adaptación concordante. Este importante hecho hace comprender mucho de lo que acontece en el mundo.

Hasta ahora hemos descripto el desarrollo normal del hombre común del presente. Esto no es válido para todo lo referente a un individuo que en la última encarnación anterior haya comenzado un desarrollo oculto. Cuanto más haya avanzado en tal desarrollo tanto más temprano llegará al punto en que él mismo comenzará a influir sobre su cuerpo físico, a fin de hacerlo más apto para la misión que le toca cumplir en la Tierra. 

Cuanto más tarde logre apropiarse del germen físico, tanto menos podrá ejercer el dominio sobre el cuerpo físico. En las individualidades humanas del más alto grado evolutivo, los que son los conductores de la parte espiritual de nuestro mundo, dicho apropiarse ya tiene lugar con la concepción. Para ellas no sucede nada sin su propia acción. Ellas guían su cuerpo físico hasta la muerte y comienzan a formar el nuevo, tan pronto que se presente el primer estímulo.

Las substancias que constituyen el cuerpo físico cambian constantemente. Al cabo de aproximadamente siete años quedan renovadas todas las partículas. Se cambia la substancia, pero la forma se conserva inalterada. Entre el nacimiento y la muerte tenemos que volver a generar la substancia continuamente, pues ella es lo cambiante. Lo que entre el nacimiento y la muerte se desarrolla hacia un estado superior, hasta más allá
de la muerte, se mantiene incólume y forma un organismo nuevo.

Lo que el hombre hace inconscientemente entre el nacimiento y la muerte, el iniciado lo realiza conscientemente desde la muerte hasta el nuevo nacimiento: conscientemente ya formando su nuevo cuerpo físico. Por esta razón el nacimiento es para él nada más que un acontecimiento radical. A este hecho se debe la gran semejanza de la figura (Gestalt) de tales individualidades de una encarnación a otra, mientras que en los hombres poco desarrollados no existe absolutamente ninguna semejanza entre las figuras de sus distintas encarnaciones. 

Cuanto más se desarrolla el hombre, tanto más semejantes resultan ser dos encarnaciones sucesivas. El ojo clarividente permite observarlo decididamente. Existe una expresión bien definida para esta condición que se forma para el hombre de un grado superior de desarrollo. Se dice que él de ninguna manera nace en otro cuerpo, como de un hombre común tampoco se dice que cada siete años recibe un cuerpo nuevo. Con respecto al maestro se dice: ha nacido en el mismo cuerpo.

Lo usa durante siglos y hasta milenios. Esto tiene lugar en la gran mayoría de las individualidades conductoras. Una excepción se nos presenta en ciertos maestros los que tienen una misión peculiar. En ellos se mantiene incólume el cuerpo físico, de modo que para ellos no sobreviene la muerte. Son los maestros que tienen que velar por la transición de una raza (período cultural) a otra.

Ahora se nos presentan dos preguntas más, o sea la pregunta: ¿Cuánto tiempo dura la permanencia en otros mundos? y la otra se refiere al sexo en encarnaciones sucesivas. De la investigación oculta resulta que por término medio el hombre reencarna al cabo de 1000 a 1300 años. El sentido de esto consiste en que el hombre, cuando retorne, encontrará la faz de la Tierra cambiada, lo que da la posibilidad para nuevos hechos. Lo que en la Tierra cambia está en íntima relación con determinadas constelaciones estelares; y esto es un hecho muy importante. Al comienzo de la primavera (del hemisferio septentrional) el Sol sale en un determinado signo del zodíaco.

Ochocientos años antes de J.C. el Sol salía en la constelación de Aries (el Cordero), anteriormente en la constelación continua, la de Tauro. En el curso de 2160 años pasa por una constelación, y el paso por las doce constelaciones del zodíaco se llama en el ocultismo un año del mundo.

Los pueblos antiguos siempre sentían profundamente lo relacionado con este paso por el zodíaco. Con devoción sentían en el alma: En la primavera asciende el Sol, la naturaleza se renueva después del reposo hibernal. El divino rayo solar de la primavera la despierta del sueño profundo. Esta nueva fuerza de primavera se unía con la constelación desde la que resplandecía el Sol.

Ellos decían: Esta constelación es quien nos envía las fuerzas nuevas del Sol, la nueva fuerza divina creadora. Para los hombres de una época, hace dos mil años, apareció así el Cordero como benefactor de la humanidad. Todas las sagas relativas al Cordero tienen su origen en esa época. Con este símbolo se relacionan conceptos divinos.

En los primeros siglos de nuestra era se ha simbolizado al Redentor mismo, al Cristo Jesús por medio del símbolo de la Cruz y al pie de la misma el Cordero; y sólo en el siglo VI se presenta al Redentor en la Cruz. También la conocida saga de Jasón, la conquista de la pelleja de oro del cordero, el Vellocino de Oro, se origina en aquel hecho.

En la época que terminó aproximadamente en el año 800 antes de Jesucristo el Sol pasaba por la constelación de Tauro, y en ese período teníamos en Egipto la veneración del Toro Apis y en Persia la del Toro de Mithra. En el período anterior a éste el Sol pasaba por la constelación de Géminis. En mitos indios y germánicos efectivamente se alude a los Gemelos. 

Los carneros gemelos del carruaje del Dios Donar representan un tardío remanente de ello. Remontándonos aún más llegamos al período del Cáncer el que ya nos aproxima al cataclismo atlante. Cayó en la decadencia una cultura antigua y surgió otra nueva. Este hecho se caracteriza mediante un determinado signo oculto, la vértebra, signo que a la vez representa el símbolo de Cáncer, tal como figura en cada calendario.

De la manera descripta los pueblos siempre tuvieron la clara conciencia de cl que sucede en el firmamento, paralelamente a los cambios en la Tierra. Cuando el Sol termina de pasar por una constelación zodiacal, la faz de la Tierra también ha cambiado en el sentido de que para el hombre resulta importante volver a la vida terrenal; y en virtud de ello el momento de la reencarnación depende del cambio del punto vernal. 

El tiempo que el Sol necesita para pasar por una constelación zodiacal, es el período aproximado durante el cual el ser humano se reencarna dos veces, una vez como varón, la otra como mujer, pues las experiencias y acontecimientos que al hombre le pueden tocar en un organismo masculino o femenino, son tan profundamente diferentes para la vida espiritual del hombre, que él se incorpora una vez como mujer y otra vez como varón, en la misma faz de la Tierra. De ello resulta el tiempo aproximado entre dos encarnaciones de unos 1000 a 1300 años, término medio.

Lo que precede contesta a la vez la pregunta referente al sexo: por regla hay alternación, pero de esta regla se producen excepciones, de tal manera que pueden sucederse tres, hasta cinco, pero nunca más de siete encarnaciones del mismo sexo.

Es contrario a todas las experiencias ocultas, si se afirma que existe la regla de siete encarnaciones sucesivas del mismo sexo.

Antes de pasar ahora a estudiar el k arma del individuo, debemos tomar en consideración un hecho fundamental. Existe un karma colectivo, no determinado por un hombre individualmente, si bien encuentra su compensación en el curso de las encarnaciones del individuo. Voy a dar un ejemplo concreto.

Cuando en la edad media los hunos invadieron los países europeos, causando guerras perturbadoras, esto fue algo de significado espiritual. Los Hunos son los últimos restos de antiguos pueblos atlantes. Se hallan en profunda decadencia, la que se pone de manifiesto en cierto proceso de descomposición de sus cuerpos astral y etéreo. Las substancias de tal descomposición encontraron suelo vegetativo favorable en el miedo y el terror que los hunos causaron en todos los pueblos respectivos, y debido a ello estos últimos inocularon a sus cuerpos astral es semejantes substancias en descomposición; y esto a su vez se transmitió al cuerpo físico de una generación posterior. 

La epidermis aspira lo astral acogido, y la consecuencia de ello fue una enfermedad de la edad media: la lepra. Naturalmente, el médico físico aduciría causas físicas de la lepra. No voy a combatir lo que dice el médico, pero él emplea una deducción como la siguiente: En una pelea a raíz de un viejo sentimiento de venganza, una persona lesiona a otra con un cuchillo. Alguien dice después que la lesión fue causada por el sentimiento de venganza; otro dice que el cuchillo fue la causa. Ambos tienen razón. El cuchillo fue la causa física definitiva, pero detrás de la misma se halla la espiritual. 

Quien busca causas espirituales siempre reconocerá las físicas. Lo expuesto nos enseña de qué manera acontecimientos históricos ejercen un significativo efecto que se extiende sobre generaciones, y de ello aprendemos cómo podemos actuar corrigiendo, por largos tiempos, hasta en lo profundo de las condiciones de la salud.

En el curso de los últimos siglos, a raíz de los progresos técnicos, se ha generado un proletariado de la industria en la población europea, y paralelamente se ha formado un inmenso odio de raza y de posición social. Estos sentimientos de odio están localizados en el cuerpo astral humano y repercuten físicamente en la tuberculosis pulmonar. La investigación oculta conduce a este conocimiento. 

Dentro de semejante karma colectivo muchas veces no es posible prestar ayuda al individuo, de modo que con el corazón oprimido debemos ver el sufrimiento del enfermo; no podemos darle salud ni felicidad puesto que él está sujeto al karma colectivo. Sólo podemos ayudar al individuo si logramos mejorar el karma en común. No se trata de favorecer al ser egoísta individual, sino que debemos actuar en beneficio de toda la humanidad.

Voy a dar otro ejemplo que se relaciona directamente con la situación general de nuestro tiempo: Observaciones ocultas dieron por resultado que entre los seres astrales que en la guerra ruso-japonesa (1904/05) intervinieron en diversas batallas, hubo rusos difuntos que actuaron contra su propio pueblo. Esto se debía a que en los últimos tiempos históricos del pueblo ruso perecieron muchos nobles idealistas por su encarcelamiento y el cadalso. Eran hombres de altos ideales, pero aún no desarrollados lo suficiente como para poder perdonar. 

Habían muerto llenos de un profundo sentimiento de odio contra los que habían causado su muerte. Esto repercutía en el período de kama-loka, pues esos sentimientos sólo allí encuentran su respuesta. Después de la muerte estos difuntos rusos influyeron sobre las almas de los japoneses combatientes, infundiéndoles odio y sentimientos de venganza contra el pueblo al que aquellos mismos habían pertenecido. Si ya hubieran estado en el devachan, habrían dicho: perdono a mis enemigos, pues en el devachan habrían reconocido lo pavoroso e indigno de los sentimientos que entonces se les habían presentado desde afuera. Este ejemplo nos muestra de cómo pueblos enteros están bajo la influencia de sus antepasados.

Las aspiraciones ideales del tiempo moderno no pueden alcanzar su realización, porque únicamente quieren trabajar con medios físicos en el plano físico. Así, por ejemplo, el movimiento pacifista, el que meramente con medios físicos quiere alcanzar la paz. Sólo si llegamos a aprender a influir también sobre el plano astral, podremos saber cuáles son los medios adecuados.

Sólo entonces podremos actuar en forma tal que el hombre, cuando vuelva a nacer en el mundo terreno, lo encuentre en las condiciones que le permitirán trabajar en el mismo saludablemente.

Rudolph Steiner